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¿Vives en la modernidad líquida?

Zygmunt Bauman murió el 9 de enero del 2017, el filósofo y sociólogo polaco tenía 91 años. Una vida tan longeva le permitió observar críticamente los fenómenos sociales que transformaron nuestro modo de vida actual. A la luz de los recientes eventos políticos, sociales, culturales y tecnológicos buscamos ejemplificar algunas de las ideas más influyentes de la sociología reflexiva de Bauman.

Tres ideas de Zygmunt Bauman para hablar de la forma en que funcionan nuestras vidas

Zygmunt Bauman murió el 9 de enero del 2017, el filósofo y sociólogo polaco tenía 91 años. Una vida tan longeva le permitió observar críticamente los fenómenos sociales que transformaron nuestro modo de vida actual.

A la luz de los recientes eventos políticos, sociales, culturales y tecnológicos buscamos ejemplificar algunas de las ideas más influyentes de la sociología reflexiva de Bauman.

El sociólogo señaló a la liquidez como esencia de nuestra sociedad, la modernidad líquida (el concepto más reconocido de su pensamiento) describe el carácter de las sociedades globales como la nuestra: inestable, siempre cambiante y sin compromisos con ninguna institución o estructura social.

Zygmunt Bauman habla en re:publica 2015 (Wikimedia/re:publica, CC BY 2.0)

La modernidad líquida se entiende en contraposición con la modernidad sólida, para Bauman la sociedad actual no tiene cimientos fuertes que soportan los embates del tiempo, las referencias obligadas para hacer más claro este concepto siempre remiten a los viejos tiempos en donde el contrato civil del matrimonio era para siempre, el trabajo era para siempre y los objetos que se poseían eran para siempre.

Esa liquidez definitoria de nuestra época nos exige la construcción de nuestra identidad personal, sociocultural y política que vaya con este espíritu de cambio y adaptación a las circunstancias sin importar valores o reglas establecidos, esta flexibilidad ofrece al individuo la apariencia de su independencia de casi cualquier sistema. La fugacidad del tiempo y la celeridad de los acontecimientos marcan la pauta para lo que hoy consideramos actual.

Tinder y los siempre nuevos comienzos de las redes sociales

(Photo by Leon Neal/Getty Images)

Concepto: amor líquido. En el amor de nuestra época la liquidez también determina el modo en el que nos relacionamos con otras personas. Para Bauman, el amor en nuestra sociedad se ve desprovisto de emociones y esta experiencia es nombrada como descomposición de los afectos. Algunas de las consecuencias más visibles, dolorosas e inevitables de esta descomposición son el desapego y la huída ante la adquisición de un compromiso emocional (ya sea amoroso o de otro tipo) y, por otra parte, el victorioso nacimiento de la individualidad, que se gana sin ser dependiente de nadie, se levanta como bandera de la autonomía personal.

Actualmente son pocos los casos que se dan “para toda la vida” y muchas apps han salido al mercado para efectos contrarios, es decir, para conocer gente de manera casual, inmediata y como en una especie de proceso de prueba. Tinder es la app más conocida para la búsqueda de compañía, un desfile de fotografías de rostros es la base de datos y es decisión nuestra escoger una, si por fortuna esa persona te escoge de vuelta han hecho match que puede llevarse a una cita personal offline. Lo desconocido llama la atención aunque si no resulta completamente satisfactorio para las partes involucradas es posible eliminar cualquier registro de interacción y empezar de nuevo a deslizar rostros sobre la pantalla, la virtualidad es un factor de importancia cuando nada quiere ser puesto en juego.

Muchos de los encuentros en Tinder son la mejor opción si, tal como dice Bauman, no queremos comprometer nuestra seguridad emocional; a la luz de los avances tecnológicos las citas de Tinder son el mejor modelo de relacionarse con personas que están fuera de tu círculo personal y cotidiano y sobretodo si tu intención es conocer a tantas personas como sea posible mientras esperas (o no) por una persona con la que quieras establecer un vínculo, aunque, también de acuerdo con el sociólogo polaco, esto sea poco probable.

Para Bauman, el perfil de las personas que se relacionan en este proceso temporal inmediato que caduca tempranamente es solitario. Facebook es otro modelo de relacionarse entre personas que aparentemente crea una comunidad de personas a nuestro alrededor con la que nos sentimos cómodos, sin embargo “es una trampa”.

(Photo by Chris Jackson/Getty Images)

En estos modelos de interactuar, particularmente en facebook, el concepto de comunidad está disuelto, licuado, diría Bauman. Los miles de amigos que tienes en facebook son una ilusión de compañía de la que es posible tener cierto control, esta red que supuestamente es para ampliar tu círculo muchas veces sólo te asfixia con lo que decides consumir. Las personas con las que interactúas en las redes no son distintas a ti y eso representa una ventaja a los ojos del individualismo.

Facebook nos hace parte de todo pero a la vez también nos deja fuera, las vivencias de otros, los retratos de una vida que no nos es posible vivir pero que se deja experimentar desde el monitor es una clara muestra, no sólo de la huída a las relaciones personales reales, sino de la soledad de las personas que están dispuestas a depender de ellas. En la persecución de la autonomía sentimental las personas se quedan más solitarias y con una sensación de libertad que no siempre es reconfortante pero que es consecuencia de nuestro modo de vida.

La liquidez del amor actual también se extiende al amor al prójimo, para Bauman las crisis migratorias actuales son consecuencia de nuestra forma escurridiza de relacionarnos.

El riesgo de vivir el amor líquido, del que no podemos escapar, está, quizá, en confundir el desapego como una forma de racionalidad, en cuyo caso sólo se trata de esnobismo sin más. Para Bauman, la revolución digital y tecnológica no es un beneficio para la humanidad.

Felicidad en la miseria

(Photo by Chris McGrath/Getty Images)

Concepto: vida líquida. El modelo de sociedad en la que nos encontramos, desde la modernidad según Bauman, es uno que tiene su base en la felicidad. A pesar del constante cambio en los modos de vida existe un fin único y es adaptable a cada caso según los intereses de los individuos. La felicidad y satisfacción son conceptos que van unidos siempre y con las exigencias de la liquidez de experiencias siempre buscan resultados inmediatos. El consumo es la manera en la que se satisfacen, a corto y mediano plazo, los deseos siempre nuevos de los individuos que persiguen su propia felicidad; esta condición social Bauman la denomina como precariado.

El precariado denomina, según Bauman, a la nueva “clase” pobre de la sociedad, esa que antes era concebida como la clase media. En el pasado ésta tenía conciencia de su lugar en la sociedad, con trabajos y estructuras seguras, un patrimonio que heredar a sus descendientes y quizá una vida de jubilados como recompensa de una larga camino de sacrificios. Hoy, el precariado es definido por el sufrimiento y la angustia que genera la falta de seguridad, los individuos son quizá más libres pero se sienten desamparados, el consumo actual es de bienes efímeros que siempre se renuevan y convierten a los anteriores en obsoletos. Nuestra economía, dice Bauman, es de consumismo y desecho.

Un efecto claro del modelo de vida consumista y de desecho son los créditos bancarios, los constantes cambios de temporadas en las grandes cadenas de ropa como Inditex entre otras las rebajas sobre rebajas, los lanzamientos anuales de Apple con un dispositivo cada vez mejor que el anterior, los créditos hipotecarios y las compras de bienes y servicios a largo plazo.

En esta economía del exceso la satisfacción es un objetivo alcanzable pero siempre efímero pues el ritmo acelerado de las tendencias acaba rápidamente con esa sensación. La ansiedad, dice Bauman, es el motor de una economía como esta, nos movemos por los deseos de nuevos deseos y su concreción inmediata (casi siempre) en un objeto físico.

Economía y política

(Photo by Ed Giles/Getty Images)

Concepto: miedo líquido. Lo nuevos pobres, eso que Bauman llama el precariado y que es la caída de lo que antiguamente era la clase media se mueve en la sociedad por el miedo que les produce sentirse reemplazables en un ambiente económicamente hostil y acelerado.

En la actualidad, los jóvenes en edad laboral productiva se ven obligados a adoptar un modelo de trabajo que les permita trabajar en casa, sin costos de transporte y comida, sin compromisos institucionales (freelance). Las instituciones mismas están dislocadas y no se hacen responsables de los contratos de sus empleados más que, en la mayoría de los casos, por seis meses, aquello que conocíamos como “antigüedad” en un trabajo no es posible para nuestras generaciones.

Los que sienten miedo e inseguridad quieren un cambio y la victoria del presidente de los Estados Unidos de Norteamérica es un ejemplo concreto. La promesa de seguridad nacional para los norteamericanos fue una de las principales razones que llevaron a los electores estadounidenses a votar por Donald Trump.

El perfil del presidente Trump es el único y más adecuado para una era visceral como en la que vivimos, decir lo que se le viene a la cabeza sin pensar en las posibles consecuencias y decirlo sin remordimientos sólo es posible si las noticias son cada vez más y más efímeras, millones de tuits por segundo con la etiqueta #DonaldTrump son un síntoma de que el pasado es inmediato y fugaz.

(Photo by Spencer Platt/Getty Images)

Que el 1% de la población mundial tenga la riqueza del otro 99% es un síntoma de una estructura economía, no sólo corrupta, sino inestable. La inseguridad económica y emocional y el miedo de los que se sienten rechazados está permeando a la base social del sistema político utópicamente deseado por todos los modelos políticos: la democracia.

El concepto de modernidad que en muchos sistemas de pensamiento está ligado al de progreso se ha dejado atrás, según Bauman si pensamos que “el progreso ha dejado de ser un discurso sobre la mejora de la vida de todos para convertirse en discurso de supervivencia personal”.

El diagnóstico no es alentador y tampoco representa nada que no hayamos intuido ya desde hace tiempo pero gracias a las observaciones de Bauman debería ser uno más consciente y menos de sillón.

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