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Filosofía: ¿Cómo entender el asombroso ascenso de China a partir del taoísmo?

El taoísmo es una corriente que aboga por la vida simple, pero ¿cómo es que esta filosofía está vinculada al ascenso de China?

¿Qué lecciones aprenderá el mundo a raíz de la pandemia? En estos momentos, muchos países giran la mirada hacia el lejano oriente, en admiración de China. Aunque fue en este país donde se detectaron los primeros casos de COVID-19, mucho se ha dicho sobre la gestión de la crisis sanitaria por el gobierno chino. En septiembre, Mike Ryan, director ejecutivo del Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS, felicitó “a los trabajadores sanitarios de primera línea en China y a la población que trabajaron juntos incansablemente para llevar la enfermedad a este nivel tan bajo”.

Según cifras oficiales, en China han ocurrido 4,636 defunciones por covid durante toda la pandemia y las autoridades no han registrado ni una sola muerte por esta causa desde el 17 de abril de 2020. Por supuesto, no hace falta ser un disidente del Partido Comunista de China (PCCh) para no darle ningún crédito a esa cifra. De acuerdo a las estimaciones informales compartidas por críticos del régimen, el saldo real podría ser diez veces mayor al oficial; no obstante, sus pérdidas humanas y económicas no se comparan a la devastación observada en países de Occidente, como Estados Unidos o Reino Unido.

“La velocidad de la reacción de China fue el factor crucial”, explicó Gregory Poland, director del Grupo de Investigación de Vacunas de la Clínica Mayo. “Se movilizaron muy rápido para detener la transmisión. Otros países, aunque tenían mucho más tiempo para prepararse para la llegada del virus, retrasaron su respuesta y eso derivó en que perdieran el control”.

Si ignoramos la detención de los especialistas que sonaron la primera alerta de un extraño brote de neumonía en Wuhan, o los casos de censura y represión contra activistas que intentaron difundir las condiciones en los hospitales, así como la opacidad del gobierno chino sobre los orígenes del virus, las autoridades lograron salvar millones de vidas en China. Solo bastó con restringir temporalmente las pocas libertades que goza la población de una ciudad, como la libertad de movimiento. Ya sea por miedo al régimen o ánimo por cooperar en un esfuerzo colectivo, el pueblo chino atendió las medidas dictadas por el PCCh.

“El cumplimiento fue muy alto”, dijo Xi Chen, investigador de la Escuela de Salud Pública de Yale sobre la rápida adopción de los cubrebocas, entre otras medidas sanitarias. “Compara eso con Estados Unidos, donde incluso en junio y julio, cuando la pandemia estaba aumentando, la gente seguía negándose a usar mascarillas. Incluso a finales de septiembre, el presidente Trump todavía trataba el uso del cubrebocas de Joe Biden como una debilidad para ser ridiculizada”.

Cuando Wuhan salió del confinamiento en abril de 2020, la propaganda del Partido se encargó de enaltecer el esfuerzo heroico del personal de salud a la vez que ponía en alto la superioridad del sistema socialista. El hecho de que China había superado la pandemia cuando el resto del mundo era arrasado por el virus parecía constatar el excepcionalismo difundido por los medios oficialistas. Incluso la mayoría de personas que vieron a un ser querido fallecer en Wuhan a causa del covid se han mostrado agradecidas por los servicios ofrecidos por el Estado, tal como se puede ver en un nuevo documental de HBO, de nombre In the Same Breath.

¿Cómo fue que la aprobación del Partido Comunista Chino se vio fortalecida tras la pandemia, a pesar de la represión y la falta de transparencia? Y más allá de eso, ¿cómo es que China se perfila a ser la principal superpotencia internacional en el mundo post covid? A todas luces, uno de los principales ingredientes parece ser una población ignorante y sumisa, dispuesta a poner los intereses nacionales por encima de sus aspiraciones individuales; pero esta es una aseveración miope. Para entender el patriotismo del pueblo chino, entre otros valores sociales arraigados en lo que podría llamarse “identidad nacional”, hay que entender sus raíces culturales, y pocos elementos han forjado el pensamiento en China a lo largo de los siglos como el taoísmo.

¿Qué es el taoísmo?

A pesar de ser gobernado por un sistema que se dice ateo, China es un enorme país de 1.4 mil millones de habitantes, en el cual se practican múltiples religiones. Las cuatro principales son el budismo (13% a 16%), el taoísmo (10%), el cristianismo (2.5% entre católicos y protestantes) y el Islam (0.8%); el resto de la población religiosa se adhiere a tradiciones regionales que mezclan elementos del taoísmo y el budismo, entre otras prácticas y costumbres folclóricas. Encima de esto, el taoísmo (también escrito daoísmo) es más que una religión; se trata de uno de los tres pilares intelectuales de la cultura china, junto con el budismo y el confucianismo. Para comenzar a entender China, hay que tener una comprensión básica de estas tres corrientes de pensamiento y la influencia de cada una en el devenir de una superpotencia internacional.

Por ahora, nos vamos a enfocar en el taoísmo, quizás el mejor punto de acceso a la cultura china. Uno no está obligado a tener fe en entidades místicas como el Emperador de Jade para estudiar la literatura taoísta y extraer la sabiduría de sus enseñanzas. Incluso Mao Tse-Tung, el principal dirigente histórico del PCCh, cita a Lao Tze en su Pequeño Libro Rojo (el infame libro que sirvió de guía a los militantes del Partido durante la Guerra Fría). ¿Pero quién es Lao Tze y cuál fue la influencia de este personaje en la adaptación del marxismo-leninismo a la realidad china y su posterior ascenso?

Nacido entre los siglos VI y IV antes de Cristo, Lao Tze (o Laozi) es reconocido como el fundador del taoísmo. Así como otras figuras de la cosmogonía oriental, la vida de Lao Tze pertenece más al territorio de la leyenda que al de la historia. Según las primeras fuentes de las que se tiene constancia (hasta el siglo I a.C.), Lao Tze fue un contemporáneo de Confucio que vivió durante la dinastía Zhōu. Entre las varias versiones que narran la vida del viejo maestro, la menos apegada a elementos fantásticos expone que Lao Tze se desempeñó como historiador y archivista en el estado de Chǔ. Desilusionado con la corrupción del gobierno local, el maestro se marchó de China y emigró hacia el norte. Cuando un oficial en la frontera le pidió que escribiera sus enseñanzas para confirmar su identidad, Lao Tze le presentó el Tao Te Ching, el texto más antiguo de la filosofía taoísta.

Estatua de Laozi en Quanzhou (Tom@HK – https://www.flickr.com/photos/gracewong/2175595214/sizes/o/, CC BY 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=7611680)

El verdadero autor del Tao Te Ching también es un tema de debate entre los historiadores. Los 81 capítulos reunidos en este texto son los pasajes que han sobrevivido el paso del tiempo, y con mayor probabilidad son reflexiones que han sido heredadas, corregidas y alteradas por múltiples discípulos. Los manuscritos más antiguos datan del siglo IV a.C., sus versos escritos en tiras de bambú. No obstante, la historicidad de Lao Tze es irrelevante. Lo que ha trascendido es el profundo efecto que ha tenido el Tao Te Ching en 24 o 25 siglos de cultura china, desde la conducta individual de un monje hasta el estilo de gobernar de un emperador.

En su esencia, el taoísmo tiene mucho en común con otras corrientes filosóficas, sean de Oriente u Occidente, que sirven de guías en el camino a la máxima felicidad que puede alcanzar el ser humano. De acuerdo al Tao Te Ching, para llegar a ese punto ideal es necesario establecer una sensación de armonía y unidad con el Cielo y la Tierra, en sus concepciones metafísicas. ¿Y cómo establecer esa armonía a través del Tao, es decir, “el Camino”? La clave se encuentra en la ‘no acción’, es decir, el cultivo de virtudes que forman parte de la naturaleza interior de cada individuo y el rechazo de toda ambición que conduce a la obtención de placeres corporales y bienes terrenales.

Dice el capítulo 19:

Abandona la sabiduría, desecha el conocimiento,
Y la gente se beneficiará cien veces más.
Abandona la benevolencia, desecha el deber,
Y la gente volverá a los lazos familiares.
Abandona la inteligencia, descarta las ganancias,
Y los ladrones y malhechores desaparecerán.

Sin embargo, estos tres son superficiales y no suficientes.
Deja que esto sea en lo que confiar:

Compórtate con sencillez y aférrate a la pureza.
Disminuye el egoísmo y refrena los deseos.
Abandona el conocimiento y tus preocupaciones se acabarán.

Aquí es donde tocamos uno de los temas polémicos del taoísmo. Al plantear las virtudes de una vida libre de ambiciones, Lao Tze denigra el conocimiento humano como un obstáculo que entorpece el camino a la felicidad de las masas. Los símbolos del progreso, como la ciencia y la tecnología, tienden a alterar el orden natural del mundo. “Elimina el aprendizaje y no te preocupes indebidamente,” aconseja el viejo maestro.

A primera luz, el Tao Te Ching es un texto lleno de contradicciones. Por ejemplo, el principio de ‘no acción’ es un elemento primordial del taoísmo, sin embargo, el texto también ofrece consejos en materia de gobernanza. Éste es un gobierno que “no valora ni recurre a los hombres con habilidades superiores” y que aconseja la necesidad de una población sumida en una ignorancia dichosa.

Dice el capítulo 65:

En tiempos antiguos,
Los que siguieron el Camino
No intentaron educar al pueblo,
Mas lo mantuvieron en su ignorancia.

¿Una población contenta es aquella que carece de criterios intelectuales necesarios para cuestionar las decisiones del Príncipe? Parece ser el sueño de toda persona que alcanza el Poder, una población sometida en su ignorancia. Lo que nos lleva al siguiente análisis.

Manuscrito taoísta del siglo II a.C (Desconocido – Mawangdui Silk Manuscript Volume First, Wen Wu Publishing, Beijing, China, 1980-03, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=19264100)

¿La ignorancia es una dicha?

El Tao Te Ching señala que “la dificultad de gobernar a un pueblo” radica en los conocimientos que ha adquirido la gente común. Lao Tze no sería el primer sabio en reconocer las desventajas de una población informada, sea por motivos políticos o espirituales. En La República, Platón resaltaba la necesidad de una aristocracia ilustrada que gobernara a las masas, un conjunto de piezas que cumplen funciones específicas en el engranaje de una sociedad: el zapatero a sus zapatos, básicamente. También Pablo de Tarso deploraba la adquisición de conocimiento como una mentalidad pecaminosa contraria a la fe, “pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana” (1 Corintios 1:25).

También dice esto en su carta a los romanos:

“Todos deben someterse a las autoridades públicas, pues no hay autoridad que Dios no haya dispuesto, así que las que existen fueron establecidas por él. Por lo tanto, todo el que se opone a la autoridad se rebela contra lo que Dios ha instituido. Los que así proceden recibirán castigo”.

Planteamientos como estos hay muchos en la era antigua de la civilización humana, por lo que hay que colocarlos en su contexto apropiado. El mundo era mucho más peligroso hace más de dos mil años, así que era necesario establecer sociedades verticales bien organizadas para protegerse de los elementos de la Naturaleza y de los ataques de grupos externos. Aquellos pueblos que eran capaces de comprender los roles y las reglas que se debían implementar para salir adelante eran los que tenían mejores probabilidades de sobrevivir y prosperar en un mundo salvaje.

Queremos pensar que en nuestros tiempos modernos somos un poco más civilizados que en aquel entonces. En la medida en que un país abre sus espacios de poder político a sectores más amplios de la población, se intercambia la fuerza por el diálogo; por ello, la necesidad de un pueblo ignorante nos remite primero a una novela satírica de George Orwell que a un reflejo de nuestra realidad política. Pero esa es precisamente la función de una sátira, reflejar una realidad a través del espejo burlón en manos del artista. En la novela 1984, una de las consignas del Big Brother indica que “la ignorancia es la fuerza” porque el Partido cree que el conocimiento abre las puertas del disentimiento. Una sociedad informada es una sociedad que cuestiona a sus gobernantes, lo que deriva en división y rebeldía, factores que vulneran la unidad necesaria para combatir al enemigo exterior.

1984 de George Orwell (Justin Sullivan/Getty Images)

Cuando Orwell publicó esta novela en 1949 (un año antes de su muerte), estaba criticando el ascenso de los regímenes autoritarios que detonaron la Segunda Guerra Mundial. Por ello, es fácil ver retratada a la Alemania Nazi o a la Unión Soviética en el Estado totalitario donde se desarrolla la historia. Pero una lectura más profunda nos hace detectar las advertencias dirigidas a los lectores del futuro, incluyendo aquellos que viven en las llamadas “democracias libres”. No hay país libre de tentaciones autoritarias, y una buena dotación de “pan y circo” para las masas prepara el terreno para el surgimiento de un Big Brother.

Ese mismo año, 1949, también vio la fundación de la República Popular China tras el triunfo del PCCh en una guerra civil que duró más de veinte años. El presidente Mao estaba convencido en que la revolución socialista dependía de la implementación de políticas públicas similares a las de la Unión Soviética en tiempos de Stalin. Sin embargo, a mediados del siglo XX China carecía de industria y una clase obrera; la mayor parte del país vivía en zonas rurales y trabajaba en el campo. Así que Mao adaptó el marxismo-leninismo al campesinado, creando así su propia corriente de filosofía política, el maoísmo.

Karl Marx planteó que el triunfo de la revolución dependía de un proletariado ilustrado y consciente de su condición de clase, lo que desembocaría en la destrucción de la burguesía para poner fin a la lucha de clases y establecer una dictadura del proletariado en la transición al comunismo. Todo eso muy bien, pero Mao Tse-Tung se inspiró más en Lao Tze que en Marx a la hora de aplicar sus políticas públicas al contexto chino, incluyendo el Gran Salto Adelante y, posiblemente, la desastrosa Revolución Cultural que resultó en millones de muertes.

Una lectura torcida de la filosofía taoísta se encuentra con el anhelo de retornar a una sociedad más simple, donde la valoración de objetos o títulos es despreciada porque las ambiciones conducen al conflicto. En una sociedad taoísta, no hay espacio para que el pueblo disfrute de los beneficios de los avances tecnológicos o científicos, ya que la verdadera satisfacción está en los placeres de una vida sencilla. La sociedad ideal es agraria, dispersa, ajena a una cultura de intelectualismo, ya que esta pueda despertar en el pueblo un anhelo por buscar más de lo que tienen. Esta lectura del taoísmo aboga por una sociedad libre de esfuerzos, ya que el esfuerzo conduce a la competencia, y esta a su vez conduce a la envidia, el resentimiento y el conflicto.

Con la muerte del presidente Mao en 1976, el PCCh dio marcha atrás a las políticas del maoísmo. ¿Cuál fue entonces el error fatal de Mao?

Este 2021, China celebró 100 años de la fundación del PCCh (Ng Han Guan; AP Photo)

El tao de Pooh

Winnie Pooh es un personaje ficticio creado en 1926 por el escritor británico A.A. Milne para una serie de libros infantiles. En estos cuentos también figura un astuto conejo, un búho inteligente y un Tigger hiperactivo, pero el personaje principal es un oso ingenuo con un gusto obsesivo por la miel. No será muy brillante que digamos, pero el encanto de Pooh es que nunca parece estar de mal humor. Ahora bien, calificar a Pooh de simplón o ingenuo es muy injusto, ya que de alguna manera u otra, es Pooh el que siempre salva el día.

“No importa la impresión que dé a los demás, especialmente a los que se dejan engañar por las apariencias, Pooh, el bloque sin tallar, es capaz de lograr lo que hace porque es ingenuo. Como cualquier viejo taoísta en el bosque puede decirte, ser ingenuo no es lo mismo que ser estúpido”.

¿El bloque sin tallar? ¿Qué significa eso?

En 1982 el escritor Benjamin Hoff publicó un libro que se llama El tao de Pooh. En esta divertida obra, el señor Hoff planteó la posibilidad de explicar los principios del taoísmo a través de los personajes de Milne, sobre todo Winnie Pooh. ¿Por qué? Porque Winnie Pooh es la personificación del taoísmo, empezando por el ‘bloque sin tallar’, un concepto taoísta que en su idioma original se llama Pu (una coincidencia increíble). La esencia de este principio es que todas las cosas de la naturaleza, en su estado más simple, contienen su propio poder natural, un poder que se altera o se pierde cuando se modifica su condición simple. El caracter de Pu significa “natural, sencillo, simple, honesto”, cualidades que describen a Winnie Pooh, el retrato por excelencia de un bloque sin tallar.

“Del estado del bloque sin tallar surge la capacidad de disfrutar de lo simple y lo tranquilo, lo natural y lo plano. Junto con eso viene la capacidad de hacer las cosas de forma espontánea y hacer que funcionen, por extraño que pueda parecerles a los demás a veces”, explica Hoff en su libro.

Esa sencillez la podemos encontrar en la gente que fue criada en un contexto donde se valora lo espiritual por encima de lo material. No hace falta viajar a un templo taoísta para encontrar personas que disfruten enormemente la serenidad de un día en el campo o la sencillez de una conversación con amigos; los principios del taoísmo están arraigados en la identidad nacional de China, de la misma manera que el catolicismo ha tenido un profundo efecto en el ser mexicano, o el puritanismo en Estados Unidos. La vida simple del taoísmo también es un concepto universal que está reflejado en otras corrientes, como el Zen japonés o el hinduismo; incluso hay ecos del taoísmo en la felicidad contemplativa que describe la Ética de Aristóteles.

Los líderes no están exentos de la sencillez inherente a la armonía con el Cielo y la Tierra, y tal vez esa fue la tragedia del presidente Mao. Aunque el socialismo da la apariencia de un sistema horizontal donde todos son “camaradas” o “compañeros”, Mao Tse Tsung cayó en la trampa del culto a la personalidad, la antítesis del concepto taoísta del líder que gobierna desde la retaguardia. “Cuando el trabajo está terminado y el nombre de uno se está distinguiendo, retirarse a la oscuridad es el camino del Cielo”, decía Lao Tze. Cuántos héroes revolucionarios de todo el mundo serían recordados con todo el cariño del pueblo si no hubieran caído en las tentaciones del Poder tras la consolidación de su triunfo.

Cuando murió Mao en 1976, el PCCh buscó reparar los lazos con el pueblo chino y revertir las peores políticas públicas del maoísmo. Las restricciones a la libertad de expresión y la represión de toda manifestación pública siguieron presentes, tampoco hubo grandes cambios en las estructuras de poder correspondientes a un régimen de partido único, pero los nuevos dirigentes del PCCh implementaron varias reformas de influencia occidental a los sectores industriales y comerciales de la nación, creando así un peculiar híbrido de una economía capitalista administrada por un gobierno autoritario y un discurso socialista.

El taoísmo parece que se ha perdido en esa amalgama de influencias de origen extranjero, pero todavía se puede percibir en el nacionalismo que permea la retórica del Partido. El confucianismo y el taoísmo son corrientes de pensamiento que nacieron en China, un dato evidente en los mensajes de propaganda que el Partido dirige a la ciudadanía con fines de reivindicar su patriotismo. Xi Jinping, el presidente más poderoso que ha tenido la República Popular China desde Mao, acentúa sus discursos a la nación con estos elementos, refrendando la importancia de virtudes como la paciencia y la perseverancia. El señor Xi Jinping incluso citó el Tao Te Ching en un discurso (3 de octubre de 2013) en el que hace un llamado a la población para construir juntos una nueva ruta de la seda marítima.

Aunque hay muchas señales de disentimiento en zonas como el Tibet o Hong Kong, así como las violaciones a los derechos humanos de la etnia musulmán uigur, la mayoría del pueblo chino sigue mostrando su respaldo al régimen comunista. No obstante la ausencia de libertades individuales, las masas se dicen orgullosas de los logros alcanzados en materia de tecnología, salud y deporte, sin olvidar el poder de sus fuerzas militares, el Ejército Popular de Liberación. En suma, parece que el Partido aprendió su lección, una lección del taoísmo, vale la pena reiterar: mientras no olvide la importancia de poner al Pueblo al frente (al menos en su propaganda) China se mantendrá en El Camino.

Imagen principal: Valentina Avilés, a partir del símbolo taoísta del taijitu, el yin y el yang.

Texto: Javier Carbajal

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