Inicio  /  Especiales

10 películas para recordar el legado de Richard Donner

Un recuento con las 10 películas más importantes de la notable filmografía del director Richard Donner.

Vivimos en una época de nostalgia sin memoria. Suena contradictorio, pero así funciona el impredecible recuerdo colectivo. A través de productos datados, empaquetados para una nueva generación, Hollywood amasa fortunas alimentando remembranzas difusas. Aquellos que vivieron su infancia en los noventa y los ochenta son, por supuesto, los mayores consumidores de cultura pop en la actualidad. Pero muchos millennials olvidan ciertos orígenes creativos. Mientras le ponen altares a Spielberg, quedan en la sombra creadores seminales como Richard Donner.

La cultura de la nostalgia que ahora conocemos, las interminables sagas de superhéroes, la consolidación del horror como consumo masivo y el riesgo tomado por la fantasía no existirían sin las películas de Dick Donner. Como dijo alguna vez Mel Gibson: “Es una maldita leyenda.” Hay que decirlo en presente: a pesar de su triste partida, esta semana, a los 91 años, Donner sigue siendo una maldita leyenda.

Antes de adentrarse en la industria del cine en los años sesenta, Richard Donner dirigió series esenciales para la primera era dorada de la televisión. De su mano nacieron capítulos de The Twilight Zone, de Kojak, de The Man from U.N.C.L.E, de Gilligan ‘s Island… En esa formación, el director aprendió un oficio práctico y se convirtió en un artesano del entretenimiento que podía hacer mucho, en cualquier género, con muy poco.

A través de este recorrido queremos recordar la legendaria carrera que nació de esa formación televisiva; que se trasladó de la pantalla chica a la pantalla grande; que forjó un mito de eficiencia en la industria transitando entre géneros y presupuestos. En esta lista, queremos recordar la importancia de Donner, de sus películas y de la cinefilia que alimentó en más de una generación.

Cierren los ojos y recuerden el olor de los videocentros, el ruido de las máquinas rebobinando las cintas, el tronar de las palomitas en el microondas; recuerden cómo era abrir esas cajas coloridas para desnudar sueños en VHS; recuerden a Dick Donner en la gloria de una época que, para bien y para mal, no podemos dejar atrás.

X-15 (1961)

Empecemos nuestro recorrido, entonces, con la primera película que dirigió Richard Donner, una película que es una rareza poco conocida. En 1961, el programa experimental de vuelos de los aviones X-15 estaba en pañales. Apenas la NASA empezaba a experimentar lo que aplicaría para la carrera espacial. Y, con este modelo, todavía no sabía que estaba construyendo el avión más rápido de la historia. Por supuesto, este fue el arranque de la era espacial americana con las promesas de Kennedy de alcanzar la Luna antes del fin del decenio.

Con este marco histórico inmediato, utilizando muchísimo material de archivo del gobierno, Donner hizo un drama sensible sobre los riesgos que corrían los astronautas en esta enorme empresa ingenieril. A pesar de todo el bravado masculino entre astronautas (encarnado aquí por Charles Bronson), X-15 está mucho más anclada a la realidad que otras fantasías de hombría alrededor del tema (como la mítica The Right Stuff con Sam Shepard, veinte años después). Así, la primera cinta de Donner es también su película más realista. A partir de aquí, la fantasía va a dominar, en otros sentidos, su ecléctica filmografía.

The Omen (1976)

Es difícil llegar a entender la importancia cultural de The Omen. Por supuesto, esta película se subió al éxito previo de The Exorcist para llegar, siquiera, a producirse. De la misma forma en que Superman jamás hubiera sido financiada sin el éxito previo de Star Wars. Y que Star Wars no existiría si Alan Ladd Jr., presidente de la 20th Century Fox, no se hubiera enriquecido enormemente apostando por la locura satánica de Richard Donner.

Pero, más allá de permitir la producción de la saga galáctica, The Omen influyó en la cultura popular de manera decisiva. Y esta influencia es muy distinta a la de The Exorcist o Rosemary’s Baby (1969), otra de las películas que la inspiraron. La cinta de Polanski se inclinaba más hacia el horror psicológico en torno a la idea de la maternidad y la intimidad del embarazo; mientras que The Omen explotó esos mismos conceptos para establecer un marco apocalíptico, global, mucho más amplio. Por otro lado, mientras que la película de William Friedkin no es un tratado religioso sino, más bien, una representación del mal abstracto y su relación necesaria con la humanidad; The Omen se aprovechó, fundamentalmente, del dispensacionalismo protestante y de un miedo cultural imperante, para cambiar la percepción popular de ciertos pasajes bíblicos.

En particular, The Omen logró que el Apocalipsis de San Juan entrara de lleno a la cultura popular. Antes de esta película, por ejemplo, el número 666 no tenía gran significado para nadie fuera de los estudiosos de la Biblia. A partir de esta película se estableció otra idea (que no aparece en la Biblia) de que el Anticristo es el hijo de Satán, como Cristo es el hijo de Dios. A partir de esta película, también, se empezó a enraizar, en la cultura popular, el pensamiento de un apocalipsis anunciado por signos bíblicos que después explotarían tanto ficciones paranoicas diversas desde Dan Brown hasta QAnon pasando por Roland Emmerich.

De hecho, el guionista David Seltzer admitió que esta cinta está fuertemente influenciada por el tan paranoico tratado The Late, Great Planet Earth del ministro fundamentalista Hal Lindsey. En este libro, se interpretan eventos de la historia reciente para mostrarlos como signos bíblicos de un apocalipsis venidero. Y, a partir de ahí, Seltzer tomó la paranoia religiosa, la idea de las eras bíblicas del dispensacionalismo protestante y un certero malestar en la cultura estadounidense para hacer una de las películas de horror más influyentes de la historia.

Claro, todo esto no hubiera sido posible sin la dirección de Donner que se negó a darle un tono explotativo a la película, que convenció a Gregory Peck de dar una actuación seria y matizada en una cinta de horror y que, sobre todo, dirigió a Harvey Spencer Stephens en el enorme papel de Damien. A través del manejo del suspenso, de los dobles sentidos, y del horror psicológico, Donner dio un realismo único a una cinta que nunca deja de hablar de lo sobrenatural religioso. En ese sentido, con el juego entre lo verosímil y lo fantástico que tanto amaba Donner, The Omen fundamentó el desarrollo futuro del horror sobrenatural.

Superman (1978)

Es increíble pensar que una película como Superman exista. Ese no era el momento de la gloria de los superhéroes en donde una gran empresa podía desenfundar millones por un personaje prácticamente desconocido para el gran público como Ant-Man o los Guardianes de la Galaxia. En esa época, ni siquiera existía la idea de que los superhéroes pudieran tomarse en serio. Pero Donner, para bien o para mal, cambió todo eso.

Esta primera adaptación en pantalla grande de Superman se aleja, en efecto, del camp del Batman de los años sesenta y de los seriales del hombre de acero de los años cincuenta. Aquí la escala es mucho mayor y no se trata nada más de establecer situaciones azarosas para poner en peligro a Lois Lane y Jimmy Olsen. No, Donner quiso comerse al mundo del cómic haciendo una película verdaderamente seria y ambiciosa de superhéroes. Convenció a Marlon Brando de interpretar a Jor-El y a Gene Hackman de rasurarse su mítico bigote para hacer un maravilloso Lex Luthor; trajo a Mario Puzo, el famoso escritor del libro y el guión de The Godfather, para escribir el argumento; creó efectos especiales que deslumbraron a Hollywood hasta conseguir un Oscar; y se atrevió a contar una historia de Superman que involucraba la caída de Krypton, la introspectiva Fortaleza de la Soledad, misiles continentales, terremotos masivos, rescates sorprendentes y, por supuesto, un mítico regreso en el tiempo.

En medio de todo eso, Christopher Reeve, un actor demasiado joven, flaco y desconocido para el papel, terminó adueñándose de la imagen de Superman y, más aún, de la realidad de Clark Kent. La actuación de Reeve como la contraparte humana del superhéroe es, a la vez, un comentario hacia la abnegación del nuevo mesías, un retrato maravilloso de las podredumbres de la masculinidad estadounidense y la normalidad del capitalismo después de tres décadas de prosperidad posguerra. En medio de todo esto, el retrato del periodismo, de los cataclismos y de la voracidad empresarial fue tratado con la mayor verosimilitud posible en esta cinta. Así, Donner inauguró la posibilidad de que el mundo de los cómics pudiera ser considerado, más allá del entretenimiento, como un asunto serio, digo de la Academia, digno de sagas, digno de comparaciones consecuentes, bíblicas y literarias. No hay duda: Donner inauguró la era de los blockbusters de superhéroes. Lo demás, como bien sabemos, es historia.

The Goonies (1985)

Una película familiar sobre la empatía, la tolerancia y el respeto al otro que transmite perfectamente todas las obsesiones de Steven Spielberg en los años ochenta. Puro entretenimiento idiosincrático fabricado para hacer sentir a espectadores adolescentes la riqueza de un mundo lleno de aventuras y descubrimientos. En esta película, Donner logra jugar perfectamente con tropos de cultura popular crear una historia que imita los movimientos programados, seguros y llenos de adrenalina de una montaña rusa. Todo aquí son tropiezos planeados, peligro divertido, villanos bonachones y descubrimientos fantásticos. Una película que influenció profundamente el entretenimiento infantil y sin la cual, series como Stranger Things no existirían. La versión amable, por supuesto, de Stand by Me.

Ladyhawke (1985)

Ladyhawke es una rareza maravillosa en varios sentidos. De entrada, es la única película de fantasía que hizo Donner. Luego, es una muestra perfectamente idiosincrática de los años ochenta: ahí vemos a Rutger Hauer y Michelle Pfeiffer en la cúspide de su belleza, Mathew Broderick en la cima de su comedia inocente, y un score de sintetizadores épicos creado por Alan Parsons. Finalmente, porque es una hermosa historia de amor prohibido, shapeshifters y el más horrendo poder lujurioso de la iglesia medieval. Una cinta de fantasía que, finalmente, utiliza todos los trucos del oficio para hablar, con soltura de tono y diversión familiar, de la importancia de los placeres de la carne y de la crueldad perversa de la pureza monástica.

La saga de películas Lethal Weapon (1987 – 1998)

Después del éxito arrasador de 48 hrs (1982) con Eddie Murphy y Nick Nolte, el género de buddy cop se consolidó, a finales de los años ochenta, con Lethal Weapon. Esta fue la saga que perfeccionó el tropo del policía experimentado, templado y obediente, con familia y buena reputación, que debe convertirse en el compañero de un policía joven, renegado, sin miedo a la muerte -o claramente suicida-, que no respeta a nadie, que no tiene hogar, seres queridos, o algo que perder. El hombre familiar y ortodoxo, junto al soltero empedernido; el hombre que crea, junto al que destruye todo a su paso.

En esta combinación tan probada en las comedias de acción, Riggs y Murtaugh siempre tuvieron algo especial. No nada más por la innegable química entre Mel Gibson y Danny Glover; entre los protagónicos y los maravillosos roles de reparto de Joe Pesci, Renée Russo y Chris Rock; o entre los héroes y los villanos encarnados por actores como Gary Busey (villano predilecto de los noventa), Joss Ackland, el gran Stuart Wilson o Jet Li. No, lo más entrañable de estos personajes es que su amistad siempre se sintió sincera.

A diferencia de muchas cintas de acción, la amistad entre Riggs y Murtaugh, hace que estos personajes no sean invencibles, que el peligro que enfrentan siempre se sienta como algo real, que la construcción de personajes, en pequeños dramas familiares, nunca se convierta en algo soso o superfluo. Manteniendo una estructura y un mismo estilo, Donner hizo una de las sagas más entretenidas en la historia del cine de acción. Y siempre que regresaban estos personajes a la pantalla grande algo nuevo se activaba. Desde la locura de violencia navideña de Shane Black hasta los bajos fondos chinos, pasando por los horrores del Apartheid y de la violencia urbana, Lethal Weapon siempre supo cómo renovar un tropo gastado. Ahora, más que nunca, esta saga nos da lecciones porque, como Mortaugh, es evidente que estamos demasiado viejos para todo esto.

Scrooged (1988)

Scrooged no es una película agradable. Se podría decir que es una de las películas navideñas más oscuras y difíciles de paladear. Y, sin embargo, con todo su cinismo oscuro, esta reinvención del clásico de Dickens nos muestra todo el rango de genialidad del Bill Murray más desquiciado de los ochenta. Al final, esta es una cinta que habla de la propia redención de Donner, de cómo cambió la gloria televisiva por hacer algo mucho más grande. También, sin ninguna voluntad de dar lecciones morales, Donner admite su amor por la televisión, por su capacidad de unir a las personas y de cambiar al mundo. Ese tono romántico no siempre salta fuera de la pantalla después de ver tanta muerte, destrucción y horror corporativo. Y, sin embargo, Donner logró hacer el más extraño, cínico, violento y sensual clásico navideño. No es poca cosa.

Maverick (1994)

Con Maverick, Richard Donner logró lo imposible: regresar a un formato exitoso del viejo western en los noventa. Ahí en donde Wild Wild West falló estrepitosamente, Donner consiguió hacer una película de puro entretenimiento memorable que, por desgracia, pocos recuerdan.

Como Wild Wild West, Maverick es una adaptación de una clásica serie de televisión; a diferencia de la ambiciosa película de Barry Sonnenfeld con Will Smith, Maverick sí fue fiel a la serie original. Aquí, como en la serie, vemos los dilemas familiares de unos ladrones y apostadores tramposos que, en el fondo, tienen una brújula moral. Esto crea situaciones liminales únicas con personajes que están al margen de la ley y que, como todo Robin Hood, vuelven divertida la ilegalidad.

De la nada, un día, Mel Gibson le escribió a Donner para preguntarle si recordaba Maverick en la televisión y le propuso dirigir un guión basado en la serie y escrito por el gran William Goldman (The Princess Bride) que Donner admiraba mucho. Y la fascinación de ambos por la idea es evidente en pantalla. Todos en esta película parecen divertirse sin pretensiones. De ahí la química innegable entre Gibson, Jodie Foster, James Garner y Graham Greene que cimenta una historia tan retorcida como divertida. Aquí, además, las secuencias de acción que sólo Donner sabía dirigir así y el tono único de ligera comedia que tanto sabía mezclar con los tiroteos, aderezan esta diversión de puro escapismo.

El resultado es uno de los mejores revivals del western de comedia en los noventa; una época en la que este género estaba más anclado en las reflexiones maduras de Eastwood (The Unforgiven), la solemnidad histórica de Costner (Dance with Wolves y Wyatt Earp), las locuras de nicho (Dead Man) o los juegos con la serie b (El Mariachi y Desperado). Entre todas estas cintas, Donner evitó caer en el ridículo de Wild Wild West, en el camp de Back to the Future III o en las cursilerías de Legends of the Fall, para darnos una gran última comedia de sueños del salvaje oeste.

Assassins (1994)

Assassins fue el principio del fin de la gran carrera de Donner. Esta fue la primera película que verdaderamente decepcionó al público y a la crítica. Por primera vez, parecía que el gran director de blockbusters sensibles y encantadores, empezaba a flaquear. Personalmente, sin embargo, Assassins marcó para mí una época. Junto a Desperado, este fue el momento cúspide de Antonio Banderas como gran personaje extravagante de acción. Divertido, ingenioso, con una enorme capacidad para transmitir la tensión de una pelea a balazos, Banderas se sale de sus casillas en esta película sobre asesinos a sueldo y traiciones.

Por supuesto, Assassins, como toda acción noventera, es absolutamente ridícula y grandilocuente. Pero, también, es sumamente divertida, como todo lo que hizo Donner. Por eso, si me piden que elija, de la misma época, entre esta cinta y Eraser (1996) o The Specialist (1994), me quedo siempre con la locura de Assassins. Un clásico de Videocentro que, a pesar de todas las críticas, siempre sobrevivirá, para algunos como yo, en el cariñoso recuerdo de una época irrepetible de películas sin sentido, sin solemnidad, sin otro propósito más que el escapismo evidente.

Conspiracy Theory (1997)

Tengo un problema real con Conspiracy Theory. Por un lado, creo que es una cinta sumamente divertida y el matrimonio real de dos géneros que dominaron el panorama más comercial del Hollywood noventero: la comedia romántica y las películas de acción. En ese sentido, claro, no es inocente que Donner haya juntado a Julia Roberts justo después del estreno de My Best Friend ‘s Wedding (1997), con Mel Gibson en el ocaso de su carrera seria como ídolo de acción ochentero y noventero. Conspiracy Theory, en este sentido, logra crear un vínculo empático con un personaje fundamentalmente desagradable y crea una historia de amor imposible que resulta entrañable entre tanto cliché de thriller.

Sin embargo, la idea de premiar, al final, con el descubrimiento del hilo negro, a un conspiracionista paranoico y acosador, resulta más que problemática en esta época. Sobre todo por lo que han causado las teorías de conspiración en el zeitgeist estadounidense. Por supuesto, Donner no es culpable de nada de esto y simplemente, como lo hizo antes con la paranoia de The Omen, leyó perfectamente bien al público de su época. Eso, creo, es con lo que hay que quedarse: con el atrevimiento único de un director que sabía qué entretenimiento quería cada época. Y, en esta lectura perfecta de los tiempos, Donner será siempre el dueño de nuestra nostalgia.

Más especiales