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¿Quién fue Nostradamus y por qué algunas personas aún creen en sus predicciones?

Te contamos quién fue Nostradamus y por qué aún hay quien da por ciertas sus predicciones.


Cada que una gran tragedia sorprende al mundo, algún canal de YouTube o una revista de dudosa reputación proclaman que un presunto profeta “ya había vaticinado” el acontecimiento.

 

Por ejemplo, en el libro El mundo y sus demonios, Carl Sagan recordaba que, cuando Ronald Reagan sufrió un atentando en 1981, pronto se popularizó en la televisión una profecía que supuestamente había anticipado con éxito el ataque. La duda del científico era: ¿por qué nunca se promocionó la profecía antes? ¿Será porque, en realidad, dicha profecía aún no existía?

Por supuesto, en la cultura popular no hay ningún profeta más famoso que Michel Nostradame, conocido comúnmente como Nostradamus. A continuación responderemos por qué sigue siendo tan popular y por qué sus profecías todavía atraen seguidores, aun si estas nunca se cumplen.

Nostradamus es acaso el adivino más famoso de la historia. (Fuente: WikiCommons)

Profeta en su tierra

Michel Nostradame nació en la región de Provenza en 1503. Su vida estuvo marcada por la peste, enfermedad que combatió como médico y que padeció, pues le arrebató a su primera esposa y a dos hijos.

Hacia el final de su vida, en una época donde aún no existía el concepto moderno de ciencia, cambió la Medicina por el esoterismo y ganó fama escribiendo una serie de almanaques. Estos libros eran una mezcla entre los calendarios y los horóscopos e incluían información astronómica sobre los ritos religiosos del año y, por supuesto, una que otra predicción.

El éxito de estos almanaques le permitió trabajar como astrólogo y ser protegido por importantes figuras de su tiempo, como Catalina de Médici, quien no solo provenía de una de las familias más poderosas de Europa, sino que además se convirtió en reina consorte de Francia tras casarse con Enrique II.

Sin embargo, el hecho que hizo trascender a Nostradamus fue la publicación de Las profecías en 1555. Este libro se componía de breves y crípticos poemas que, presuntamente, contenían información importante sobre acontecimientos futuros.

Nostradamus publicó sus vaticinios como poemas. (Fuente: WikiCommons)

La fama de Nostradamus ha sido variable a través de los siglos. En algunas épocas sus textos se leyeron con fruición, en otras apenas y se le nombraban a los aficionados al esoterismo.

Paradójicamente, es probable que ninguna época le haya apreciado más que la nuestra. Y no se trata de un fenómeno aislado; Nostradamus fue apenas un nombre más entre la plétora de personajes que revivió el movimiento new age de mediados del siglo XX.

¿El retorno de los brujos?

En 1960 se publicó en Francia El retorno de los brujos. Este libro sentó las bases de todo un nuevo movimiento cultural que buscaba revalorar el esoterismo: el new age. Su nombre, “la nueva era”, provenía de la inminente llegada de “la era de Acuario”, una presunta era astronómica que influiría gravemente en el mundo.

Louis Pauwels y Jacques Berger se presentaban en El retorno de los brujos como hombres de ciencia con una inquietud legítima: ¿qué tal que los alquimistas de la antigüedad no eran farsantes sino genuinos científicos de su época? Esta idea se basó en el autor de ciencia ficción Arthur C. Clarke, quien decía que toda tecnología avanzada en exceso sería “indistinguible de la magia”.

En su libro, Pauwels y Berger alegan que los alquimistas de los siglos anteriores tenían conocimientos más avanzados que los químicos del siglo XX.

“El alquimista moderno es un hombre que lee los tratados de física nuclear”, se lee en su libro.

Jacques Bergier durante una entrevista. (Fuente: Il Primato Nazionale)

A partir de esta idea, en El retorno de los brujos se llega a afirmar que algunos alquimistas visitaron a varios físicos antes de la Segunda Guerra Mundial con el propósito de ayudarles a concebir la bomba atómica.

Dichas afirmaciones fueron desmentidas por innumerables críticos, pero también provocaron que El retorno de los brujos se convirtiera en un fenómeno de ventas. A partir de su lanzamiento, personajes como el propio Nostradamus fueron revalorados por la cultura popular.

El arte de recordar el futuro

En su libro Fundación, Isaac Asimov habla sobre el nacimiento de una nueva ciencia capaz de pronosticar el devenir de una civilización entera: la psicohistoria. Esta disciplina permite a los científicos del futuro advertir el colapso del mundo en que viven.

Aunque la psicohistoria aún es mera ficción, es posible que las ideas de Asimov hayan influido en la dirección que han tomado las ciencias sociales, cada vez más proclives a emplear matemáticas para lanzar pronósticos precisos. En buena medida, así puede interpretarse la tarea de los mercadólogos actuales, que vaticinan el comportamiento de los consumidores con la ayuda de científicos de datos.

No obstante, este afán no es exclusivo de nuestra época. Desde la prehistoria, el ser humano ha deseado anticipar su futuro. Hace miles de años, el principal interés de las tribus era vaticinar los cambios de las estaciones, las lluvias que permiten una cosecha abundante. Así nacieron múltiples ritos, los talismanes y, por supuesto, los adivinos.

En cada siglo han aparecido personajes que prometen información tan exclusiva como oportuna sobre el futuro. Nostradamus no fue el primero, pero acaso tuvo la suerte de presentar sus vaticinios de una forma tan atractiva como perdurable: los poemas de Las profecías.

Las profecías a medias son mentiras completas

Para sus contemporáneos, los poemas de Nostradamus eran de una complejidad monumental. Según la leyenda, el médico escribió poemas especialmente oscuros para esquivar la censura de los inquisidores y la venganza de sus enemigos.

Con los siglos, esta característica ha sido esencial para que perdurara la fama del adivino francés. Al ser textos crípticos, con frecuencia mal traducidos, las profecías de Nostradamus se adaptan a cualquier situación y contexto.

Además, sus partidarios tienden a caer en un sesgo de confirmación. En esta clase de sesgo cognitivo, las personas tienden a preferir y exagerar el valor de la evidencia que apoya sus ideas y a rechazar, y escatimar la evidencia en contra.

Algunas portadas de Las profecías de Nostradamus. (Fuente: WikiCommons)

Cuando un canal de YouTube hace hincapié en los dos o tres presuntos casos de éxito en que Nostradamus vaticinó un hecho histórico, por lo general deja de lado los otros cientos de textos en donde el adivino fracasó.

Por supuesto, esta es la misma treta mental que permite a los horóscopos mantener su vigencia. Sus aficionados tienden a obviar las veces en que un horóscopo falla y ponen una atención desmedida sobre las veces en que esos textos ambiguos parecen tener la razón.

Carl Sagan señala en El mundo y sus demonios que cada campo de la ciencia tiene su contraparte supersticiosa. La Astronomía cuenta con la Astrología, la Biología lidia con la Criptozoología y la Química tiene a la Alquimia; en el caso de Nostradamus y la adivinación, la contraparte científica bien podría hallarse en las ciencias sociales que buscan acercarse a la psicohistoria que imaginó Asimov.

Los seguidores de estas supersticiones tienen dudas legítimas sobre el mundo que los rodea. Tienen, también, una curiosidad valiosa que merece ser satisfecha. La invitación del científico siempre fue a que esta valiosa curiosidad buscara cobijo en la ciencia, que ofrece vaticinios aún más impresionantes que los de Nostradamus, pero llenos de certidumbre.

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