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“¡Zapata vive!” ¿Quién fue el Caudillo del Sur y por qué perdura su influencia?

Resumen de la vida de Emiliano Zapata y su influencia en el extranjero y en la actualidad mexicana.

Las ironías de la historia nos enseñan que las revoluciones son detonadas por idealistas y finalizadas por traidores y oportunistas. En 1913, la Revolución Mexicana pudo haber concluido de esta manera, con el cobarde asesinato del presidente Francisco I. Madero, la usurpación del general Victoriano Huerta, y la capitulación de Pascual Orozco, en ese entonces, jefe supremo del movimiento revolucionario.

Parecía que los poderosos intereses reaccionarios habían sofocado los sueños democráticos de Madero. Una vez en el poder, Huerta no esperaba toparse con jefes subversivos que no pudieran ser comprados por el Estado o aplastados por su aparato militar con facilidad. Sin embargo, en los residuos del movimiento revolucionario que derrocó a Porfirio Díaz, aún quedaban algunos líderes que se aferraban a los principios por los que se habían levantado en armas. Emiliano Zapata, el Caudillo del Sur, fue una de estas figuras incorruptibles.

¿Quién fue Emiliano Zapata?

Si nos ponemos a investigar a los diversos protagonistas que produjo esta sangrienta década, hay dos personajes principales que se destacan por su nobleza: Francisco Villa, todavía admirado en la actualidad por su espíritu de rebeldía, y el general Zapata, un hombre que encarnaba la conciencia del movimiento armado.

Para Zapata, la Revolución tuvo su origen en el reclamo social generado por las injusticias del campo. Por mucho tiempo, un joven Zapata fue testigo de los abusos cometidos en su natal Morelos por hacendados y latifundistas que se adueñaban de tierras que pertenecían a campesinos, todo esto con la anuencia del régimen porfirista y sus llamados ‘científicos’. Por tal motivo, la Revolución no se podía consumar sin que se implementara primero el reparto inmediato de las tierras.

Esta exigencia quedó plasmada en el Plan de Ayala de 1911 y todo aquel revolucionario que no se suscribía a sus causas era declarado enemigo del zapatismo. El Plan de Ayala fue un punto de conflicto, primero con Madero y luego con Carranza, lo que mantuvo a los zapatistas en el centro de las hostilidades; para sus rivales del norte, la reforma política tenía prioridad. En cambio, para Zapata, la reforma agraria lo era todo.

¿Quién es Emiliano Zapata?

Ahora bien, esta nota no es el ‘wikipediazo’ sobre la vida de Emiliano Zapata Salazar (los videos de la Editorial Clio aquí compartidos presentan un buen resumen de su biografía). Es necesario realizar una nueva reflexión sobre esta figura que ha servido de fuente de inspiración para varias generaciones de intelectuales, artistas, activistas y luchadores sociales, no solo en México sino en todo el mundo.

Pero primero, tengamos en mente que en su momento el ejército zapatista fue retratado por la propaganda oficial como una banda de salvajes malhechores, violadores y asesinos. La población de las grandes ciudades en el centro de la República -como Cuernavaca, Puebla o México- vivía aterrada ante los rumores de una posible invasión de “bandidos” zapatistas armados hasta los dientes. A pesar de los esfuerzos de Zapata y sus generales por suprimir los daños y abusos que suelen cometerse en la guerra contra la población civil, por muchos años la prensa tuvo al zapatismo hundida en un desprestigio exagerado.

A esto hay que agregar que, con el triunfo de Venustiano Carranza y la promulgación en 1917 de la nueva Constitución Política de México, las legítimas causas campesinas del zapatismo corrieron el riesgo de ser reducidas a un pie de página en la historia de México. En 1919, Zapata fue asesinado y con su muerte, las esperanzas de retomar la reforma agraria en los proyectos de Obregón y Calles parecían nulas. No fue sino hasta casi veinte años después, durante el mandato de Lázaro Cárdenas, que se pudo cumplir uno de los grandes reclamos de la Revolución: la repartición de tierras. Fue entonces que por fin se reivindicó a Zapata en la historia oficial como uno de los grandes héroes del periodo revolucionario.

ZAPATA EN EL EXTRANJERO

No obstante las campañas de desprestigio y la desinformación generada por la guerra, la postura libertaria del zapatismo trascendió las fronteras del país. “La tierra es de quien la trabaja” fue una de varias frases atribuidas al jefe del Ejército Libertador del Sur que resonaban en los oídos de los explotados, los oprimidos y los desterrados del mundo. En aquel país llamado México, un hombre del campo desafió a una dictadura con 30 años de arraigo y se levantó en armas para reclamar el patrimonio de sus compañeros campesinos. Desde Sergei Eisenstein en la Unión Soviética al ‘Che’ Guevara en Cuba, no fueron pocos los que simpatizaron con una revolución agraria.

La revolución bolchevique que triunfó en Rusia en 1917 no pasó desapercibida por Zapata quien escribió una carta a su delegado en Cuba, Jenaro Amezcua, con el objeto de que éste “acuda a todos los centros y agrupaciones obreras del mundo, para hacerles sentir la imperiosa necesidad de acometer a la vez y de realizar juntamente las dos empresas: educar al obrero para la lucha y formar la conciencia del campesino.”

Zapata estaba consciente de los fuertes paralelismos entre su revolución agraria y el proyecto socialista de Lenin y así lo expresó en su carta de 1918:

Una y otro van dirigidos contra lo que León Tolstoi llamara ‘el gran crimen’, contra la infame usurpación de la tierra que, siendo propiedad de todos, como el agua y como el aire, ha sido monopolizada por unos cuantos poderosos, apoyados por la fuerza de los ejércitos y por la iniquidad de las leyes.

A su vez, Zapata fue rescatado por académicos soviéticos que vieron en su lucha armada un prototipo del marxismo clásico. “Es completamente natural que la voz de León Tolstoi como intérprete de la ideología de las masas campesinas hiciera mella en Emiliano Zapata,” escribió el escritor soviético Yuri Dashkevich, en una publicación titulada URSS.

El levantamiento armado de los campesinos oprimidos contra las ricos hacendados que usurparon sus tierras era, en su esencia, la generación de una conciencia de clase, tal como lo describía Karl Marx en sus obras; todo esto con el objetivo de formar comunas, o en este caso, ejidos en los que los campesinos son dueños de los medios de producción. En efecto, la tierra como fuente de riqueza para el quien la trabaja.

ZAPATA EN HOLLYWOOD

Un fragmento de la historia del Caudillo del Sur se vio plasmada en la pantalla grande, en la película Campanas rojas (1982), dirigida por el director soviético Sergei Bondarchuk. La cinta buscaba formar un vínculo ideológico entre las revoluciones rusa y mexicana, y muestra cómo se desarrolló el sitio de Cuautla de 1911, uno de los primeros grandes triunfos de Zapata, el cual desembocó en la caída del Porfiriato. Pero esto no se compara con el tratamiento que recibió el general sureño en Hollywood, donde el zapatismo también halló varios simpatizantes.

John Steinbeck, el célebre autor de Las uvas de la ira, Al este del Eden y La perla, fue un escritor estadounidense reconocido mundialmente por sus novelas cargadas de una fuerte crítica social. En la década de los 40, el señor Steinbeck visitó México, y fue en Cuernavaca cuando conoció la historia de Emilio Zapata, lo que le sirvió de inspiración para escribir un guion de cine. El libreto fue del agrado de un director de nombre Elia Kazan, quien había saltado a la fama por su adaptación al cine de Un tranvía llamado deseo (1951), protagonizada por Marlon Brando en uno de sus primeros papeles fílmicos.

El director Kazan volvió a reclutar a Brando, esta vez para interpretar al revolucionario morelense, con el actor mexicano Anthony Quinn como su hermano, Eufemio Zapata, y Jean Peters como Josefa Espejo. (Alan Reed, famoso por ser la voz de Pedro Picapiedra en inglés, tuvo algunas escenas como Pancho Villa). Aunque en la actualidad nos puede parecer ignominiosa la imagen de Marlon Brando con traje de charro y maquillaje que lo hace parecer moreno (ya sin mencionar los diálogos en inglés con acento “mexicano”), el guion es fiel al discurso político de Zapata, resaltando su figura como un defensor de la justicia social.

Viva Zapata! (1952) fue un éxito de taquilla y fue la primera de varias películas dirigidas por Elia Kazan con un mensaje de izquierda. En años posteriores, el director nos dio Un rostro en la multitud y Nido de ratas, entre otros clásicos del cine de protesta, retratando los excesos del capitalismo industrial, un sistema económico que dejaba al obrero de clase media-baja al margen del progreso.

En el contexto de un país sumergido en la paranoia de la amenaza comunista (eran los primeros años de la Guerra Fría), Elia Kazan pudo ser visto como un ‘Zapata hollywoodense’, pero aquel mismo año de 1952, el director fue obligado a comparecer ante el Comité de Actividades Antiestadounidenses, con el fin de señalar a sus otrora compañeros del Partido Comunista Americano, que en aquel entonces trabajaban en Hollywood. Muchos perdieron sus empleos a raíz de la persecución política y los delatores eran vistos como vil traidores. Zapata, por supuesto, odiaba los traidores por encima de todo lo demás.

Manifestación para liberar a los presos del caso de San Salvador Atenco (AP Photo/Alexandre Meneghini)

ZAPATA EN LA ACTUALIDAD

Al igual que Lázaro Cárdenas o los hermanos Flores Magón, el Caudillo del Sur ha sido una figura histórica algo incómoda para los gobiernos ‘neoliberales’ de los últimos 35 años. Los programas culturales de los gobiernos emanados del PRI y el PAN celebraban a Zapata por ser un protagonista del periodo revolucionario, pero optaban por no profundizar en el contenido de su lucha. ‘Zapata’ es el nombre de escuelas, avenidas y estaciones de metro, lo que se traduce en un marco vulgar a “un héroe más” de la historia oficial.

Pero el 1 de enero de 1994, cuando surge un movimiento de nombre Ejército Zapatista de Liberación Nacional en contra del Estado mexicano, el espíritu de Emiliano Zapata volvió a resurgir en su contexto más apropiado: en el reclamo de los pueblos por una vida digna. El EZLN retomó la esencia de la lucha zapatista, citando el Plan de Ayala como punto de partida. Así es como se pronunciaban estos ‘neo-zapatistas’ en su ‘Declaración de la Selva Lacandona‘:

Pero nosotros HOY DECIMOS ¡BASTA!, somos los herederos de los verdaderos forjadores de nuestra nacionalidad, los desposeídos somos millones y llamamos a todos nuestros hermanos a que se sumen a este llamado como el único camino para no morir de hambre ante la ambición insaciable de una dictadura de más de 70 años encabezada por una camarilla de traidores que representan a los grupos más conservadores y vendepatrias.

Ningún otro jefe revolucionario, tal vez ni Villa, mantiene ese resplandor de inspiración que posee Emiliano Zapata. Su nombre sigue siendo el estandarte que representa a diversas fuerzas (además del EZLN) que surgen contra una injusticia sistémica. Pero ¿por qué? Zapata no era dado a recitar discursos inspiradores antes de una carga como Enrique V, ni estaba inclinado a la violencia desmedida en el campo de batalla. Zapata era más bien descrito como un hombre “amable, afectuoso con sus subordinados, pero de pocas palabras, […] muy sencillo y muy discreto”, tal como lo describió Octavio Paz Solórzano (padre del poeta Octavio Paz) en su biografía del caudillo.

A lo largo de nueve años, miles de personas murieron en las filas del Ejército Libertador del Sur. Toda esa gente se arrojó contra las balas de ‘pelones’, ‘colorados’, ‘amarillos’ y demás, bajo el liderazgo de este hombre “sencillo y discreto”, un hombre que ni siquiera ambicionaba el Poder, y que juraba que pasaría por las armas al primero que le ofreciera la silla presidencial. Zapata no era un traidor de las ideas ni de los hombres, como tantos otros “héroes” lo fueron. Todos tenían claro que el triunfo del general Zapata era el triunfo de todos, porque los que ya no tenían nada que perder, tenían todas las de ganar.

Ilustración principal: Cuemanche!

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