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¿Qué pasaría si estalla mañana el apocalipsis zombie, según esta novela de ciencia ficción?

Así se plantea el apocalipsis zombie en el libro Guerra Mundial Z.

Imagina por un momento que el apocalipsis zombie está empezando… aunque todavía no lo sabes.

El primer brote acaba de ocurrir en una aldea remota de China continental.

No lo sabes, tal vez, pero el tráfico de órganos que proviene de China es mucho más frecuente de lo que el resto del mundo quiere admitir. La enfermedad está viajando ya en un corazón que va a trasplantarse en Brasil.

También el virus vive en los aeropuertos. La gente que apenas fue mordida no sabe que porta una enfermedad mortal. En Sudáfrica empiezan a surgir brotes, en el mundo se oyen rumores de una nueva cepa de rabia.

Algunos medios la llaman “la rabia africana”.

(AP Photo)

Pero todo sigue siendo un rumor.

¿Cuántas veces no nos han espantando en falso? ¿Cuántas gripes aviares, H1N1, brotes de Ébola no han aparecido en nuestras vidas? ¿Cuántas de estas enfermedades se han convertido en pandemia?

Esta vez, aunque aún no lo sabes, la amenaza es real.

Para cuando te das cuenta de la magnitud del problema, estás oyendo pasos arrastrarse… y los gemidos de los muertos se acercan a tu puerta.

(David Simmonds / CC)

Olviden el cine

Todo este escenario está pensado en Guerra Mundial Z, el maravilloso libro de Max Brooks, publicado en 2006.

Esta peculiar novela es una joya del horror contemporáneo que se desperdició en una cinta fallida. Porque este libro tiene una estructura única que observa, de manera sorprendente y fresca, la temática zombie.

Este no es un cuento cualquiera de supervivencia. No es la trama sosa y sin chiste de la película. Su originalidad no está en mostrar a zombies que corren… o que escalan, o lo que sea.

Por el contrario, los zombies de esta novela son la cosa más tradicional del mundo: muertos vivientes que contagian con su mordida, que nunca paran en su hambre de carne humana, que solo pueden morir por un severo trauma en el cerebro.

Night of the Living Dead de George A. Romero (Wikimedia)

¿Entonces, qué hace de este libro una novela tan original?

El subtítulo del libro lo dice todo: Historia oral de la guerra zombie. No es la narración de un héroe inesperado en el apocalipsis zombie, ni una narración habitual en tercera persona. No, este libro es la recopilación de entrevistas por parte de un observador de la ONU que sobrevivió a la guerra contra los muertos vivientes.

Son grabaciones transcritas de personas clave, testigos de cómo el mundo se desplomó, de cómo sobrevivió y de cómo se logró reconstruir. Es la historia del fin de nuestra civilización contada por los que la vivieron.

¿Y qué dice esta historia realista de un apocalipsis zombie?

(AP Photo)

La nueva guerra

Matar zombies no es tan fácil como parecía. Todos los soldados del mundo están entrenados de cierta manera, para combatir enemigos que caen con disparos en el pecho y que no se levantan.

Años de acondicionamiento para apuntar al medio del cuerpo, metralletas para echar ráfagas poderosas y, ahora, nada de esto sirve. Los zombies caen y se levantan, las ráfagas de metralleta son poco precisas, las explosiones de granada no les hacen nada.

En la batalla de Yonkers, en Nueva York, se comprobó la fragilidad del ejército más poderoso del mundo. Los americanos llegan con todo, armados hasta los dientes, con sus artillerías más modernas.

Llenan a sus soldados de comunicaciones, de sistemas complejos de cámaras, de armaduras pesadas que los hacen sudar litros.

¿Pero de qué sirven los camuflajes y las armaduras si es una horda de cuerpos putrefactos la que ataca?

(The U.S. Army / Andrew D. Pendracki)

Las cámaras y los radios de las armaduras lo vuelven todo peor. La tecnología ya no sirve a la humanidad en esta nueva guerra. Los soldados se desesperan cuando los zombies siguen avanzando después de que la artillería hace llover explosivos sobre ellos. A través de los modernos medios de comunicación, los soldados ven los fragmentos despedazados de cuerpos siguen avanzando, ven que los zombies cubiertos de napalm siguen atacando… y pierden la esperanza.

El primer soldado en caer transmite en vivo, sin saberlo, cómo se lo comen vivo. Las tropas empiezan a sentir el horror, se desata una retirada sin sentido. La artillería tira bombas termobáricas y comienza a matar a sus propios soldados, la prensa lo graba todo…

La humanidad acaba de sufrir su más dolorosa derrota. El ejército más poderoso del mundo termina hecho pedazos.

(AP Photo)

La experiencia es una gran maestra.

Después de la derrota en Yonkers y en Incheon, Corea, la humanidad entiende que este no es un enemigo convencional en una guerra convencional.

Toda la estrategia de las grandes guerras se basaba en cortar líneas de provisión, en atacar blancos estratégicos, en destruir la línea de comando. Pero los zombies no tienen línea de comando, no necesitan provisiones y no tienen puestos de control.

Los zombies encarnan algo que nunca pudieron lograr, realmente, las armadas del mundo: una guerra total. Cualquier país tiene eslabones débiles, ancianos, niños, enfermos. Toda armada debe descansar.

Pero los zombies no necesitan descanso, o sueño. Todos son iguales, ancianos, niños, hombres, mujeres; están desmembrados y nada los frena: mientras tengan el cerebro intacto, seguirán mordiendo.

¿Cómo puede planearse una estrategia de guerra contra un enemigo que no sueña, que no teme, que no se cansa?

(Mohamed Amine Abassi / Flickr)

El plan sudafricano

Para ganar una guerra imposible, las medidas que adopta el mundo son extremas. Un plan de contingencia surge de Sudáfrica, planeado por un afrikáner del gobierno del apartheid.

Este blanco privilegiado del gobierno racista que dominó 45 años a Sudáfrica desarrolló, en los ochenta, un plan para proteger a la minoría blanca frente a una cada vez más posible rebelión negra.

Y el resultado es un plan sencillo y despiadado. Abandonar pequeños grupos de población civil para atraer a los atacantes, cubrirse detrás de la carne de cañón y comenzar a fortificar pequeñas zonas seguras.

(AP Photo)

El gobierno de Sudáfrica desecha, claro, la terrible propuesta de un afrikáner racista. Hasta que un viejo sabio, llamado Nelson Mandela, interviene. La solución fabricada en los horrores del apartheid es la única cosa que puede evitar mayores daños y solo Mandela tiene la autoridad moral para implementarla.

Con este plan despiadado, el mundo empieza a entender el milagro sudafricano y la marea comienza a revertirse. Algunos países recuperan territorios, el mundo comienza a reconfigurarse.

Pero todavía hay otros problemas.

(Annahme der Existenz / Flickr)

La política zombie

No todos los países encuentran la unidad en un líder como Mandela cuando pega el apocalipsis zombie. El país en donde se origina el brote, China, piensa que la mejor manera de afrontar el problema es atacarlo de frente.

En vez de encontrar zonas seguras, los chinos siguen mandando a su poderoso ejército a enfrentar a los muertos vivientes. Lo que no entienden es que por cada soldado suyo que muere, la armada zombie gana a un integrante. Y la nación más poderosa del mundo crea así una horda monstruosa de muertos vivientes.

Finalmente, algunos generales declaran una cruenta guerra civil. La rebelión de los chinos también se replica en otras partes del mundo, por otros motivos.

El primer país en entender la amenaza zombie es Israel; en parte, claro, por el carácter paranoico de su servicios de inteligencia. Por eso, los líderes moderados en el poder deciden tomar una decisión muy poco popular entre la comunidad ortodoxa.

(AP Photo)

Israel opta por la cuarentena voluntaria. Cierra las fronteras y comienzan a construir un muro para fortificarlas. No se trata de una pequeña barda fortificada como la que conocemos en Gaza. No, este es un muro que haría salivar a Trump.

Abandonan la franja de Gaza para replegarse tras este muro y avisan, por cables diplomáticos, que todos los palestinos del territorio ocupado están invitados a protegerse por el muro. Muchos aceptan y se da la más grande migración de palestinos hacia territorio judío.

Israel se cierra completamente sobre sí mismo y se salva así del exterminio que asola al resto del mundo. El problema es que la guerra civil estalla adentro: los ultraortodoxos se rebelan por la presencia palestina y el abandono de Gaza.

La guerra es cruenta y, mientras los zombies se topan con un muro infranqueable, la población queda atrapada, dentro, en el fuego cruzado.

(AP Photo)

Por su parte, Corea del Norte desaparece. El líder supremo del país decide migrar a toda la población adentro de los enormes bunkers que servían como refugio nuclear. Esta compleja red de túneles que recorre toda la parte norte de la península coreana se puebla de 23 millones de personas.

La superficie del país queda completamente abandonada y así permanece por años. Después de que la guerra contra los zombies termina, incluso después de que se diezman las poblaciones infectadas en China, los norcoreanos no reaparecen.

Los líderes se convirtieron en dioses: dueños ahora, por el miedo de su población, del aire, la luz y la comida con la que se alimentan, el régimen se vuelca al eterno encierro.

Y nadie quiere abrir las puertas gigantes de los bunkers: ¿quién puede saber, a ciencia cierta, que no se convirtieron todos en una horda de millones de zombies atrapados?

La nación mejor preparada para el apocalipsis zombie, una nación con millones de soldados, con ríos en la frontera norte y la frontera militarizada más fuerte del mundo, termina desapareciendo voluntariamente de la faz de la tierra.

(AP Photo)

El gobierno de muchos países colapsa. Islandia desaparece, infestada completamente en los límites del mar. Japón es evacuado en su totalidad. México y otros países latinoamericanos emprenden una fuga masiva hacia el norte: el refugio del invierno sirve para congelar a los muertos vivientes y da posibilidades de sobrevivir en espera del verano.

Irán y Pakistán, al no tener líneas de comunicación diplomática terminan sumiéndose en la paranoia. Piensan que los movimientos masivos en la frontera se deben a una invasión y no a las hordas de zombies y refugiados que atraviesan Oriente Medio. Todo termina en hongos nucleares: los dos antiguos aliados se bombardean con el arsenal nuclear que construyeron juntos… y, juntos, desaparecen del mapa.

La Tierra se fragmenta en una guerra total y sin sentido, en incendios, en explosiones nucleares desesperadas. La cantidad de ceniza que llega a la atmósfera ensombrece la superficie del planeta, los inviernos se vuelven más largos, el clima cambia drásticamente.

Y todo lo demás cambia también.

(AP Photo)

El nuevo orden

Estados Unidos, después de la derrota en Yonkers, entiende que los grandes gastos en esfuerzo de guerra no sirven de nada. La tecnología militar es inútil y todo debe regresar a fusiles semiautomáticos de precisión, como los de la Segunda Guerra Mundial, y hachas modificadas para el cuerpo a cuerpo.

Y el esfuerzo de guerra para producir estas armas y modificar la industria militar cambia, necesariamente, la economía. Estados Unidos se convierte, de pronto, en un régimen volcado al esfuerzo comunal de la guerra. La distribución de trabajos y de ingresos es equitativa y los servicios se distribuyen por igual. Se adoptan los modelos socialistas del kibutz judío y nacen comunidades que distribuyen las pocas riquezas de los territorios americanos reconquistados. Estados Unidos se dirige rápido al socialismo.

¿Pero de dónde puede sacar este fragmentado país la fuerza laboral para la reconstrucción y la guerra?

(AP Photo/Matilde Campodonico)

Siendo una economía de servicios, la mayoría de los adultos en plena salud nunca han trabajado con sus manos. Abundan los agentes, programadores, asesores, mercadólogos, publicistas, banqueros y contadores que no conocen ninguna profesión útil para el apocalipsis.

De pronto, la fuerza laboral de los que antes eran migrantes, los centroamericanos, los mexicanos que habían cruzado, años atrás, la frontera, se convierten en los más valiosos conocedores. Albañiles, carpinteros, electricistas, plomeros son los nuevos jefes de una economía de guerra.

Y deben transmitir su profesión. De pronto, un poderoso agente de Hollywood, conservador y racista, debe tomar clases con el que cortaba su césped. Las relaciones de poder se revierten: lo único que vale ahora es lo material a la supervivencia humana.

Más al sur, los estadounidenses que escaparon, en balsas de todo tipo, algunas fabricadas con llantas, hacia Cuba, se convierten en la nueva fuerza laboral migrante de la isla. A través de su mano de obra barata, Cuba se convierte en la nueva superpotencia económica.

(AP Photo/Desmond Boylan)

La isla resiste al embate de los zombies que llegan por el mar, resiste a los invasores humanos que, con pequeñas armadas privadas, intentan conquistarla; y utilizan la enorme fuerza de migración para suplantar los campos de azúcar con enormes campos de cultivo.

El intercambio de sus productos en el esfuerzo de guerra los vuelve los herederos del plan Marshall. Cuba se convierte en los nuevos Estados Unidos.

Y México regresa a sus orígenes guerreros para convertirse en la nueva gran Aztlán…

Pero no quiero quemarles todo lo interesante.

En el posible apocalipsis zombie se esconden todavía muchos secretos intrigantes que ustedes mismos tendrán que descubrir.

(AP Photo)

El gran Max Brooks

Guerra Mundial Z es algo mucho más complejo que la película de Brad Pitt. Es todo un entramado político, económico y social de la guerra contra los zombies.

Y se pueden imaginar las preguntas intrigantes que plantean los zombies congelados que se descongelan en verano, los zombies que flotan en el mar por los gases de la podredumbre o aquellos que se quedaron varados en el fondo del océano.

Se podrán imaginar las anécdotas de destrucción y reconstrucción, los cuentos de heroísmo y sacrificio, los recuentas de vida animal y las ballenas atacadas por hordas flotantes de muertos vivientes.

Se podrán imaginar todo un mundo que se pinta, palabra a palabra, con el realismo vivo de un documental.

Y la obra de Brooks es impresionante por eso.

Ya no tenemos que imaginarnos un apocalipsis zombie, Max Brooks ya lo hizo por nosotros.

(Carlos Adampol Galindo / CC)

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