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¿Qué fue de las ballenas beluga de Chapultepec?

En 1998 dos ballenas beluga llegaron a la Feria de Chapultepec. La muerte de una de ellas estuvo relacionada con la Montaña Rusa.

Hasta no hace mucho, México carecía de una regulación respecto al cautiverio de mamíferos marinos, y por ello, en muchos acuarios y parques de diversiones, no era difícil encontrar ejemplares de tiburones, delfines o lobos marinos, entre otras especies,  que no siempre vivían bajo las condiciones más adecuadas.

Quizá el ejemplo más famoso en México es el de Keiko, una orca procedente de Islandia que por más de 12 años vivió en el parque de atracciones Reino Aventura (hoy Six Flags), y que tras años de esfuerzos y varios traslados, fue reintegrada a su hábitat natural en aguas noruegas, donde murió en 2013.

Sin embargo, hay un caso del que poco se habla, y que en cierta forma muestra de lo negativo que puede ser el cautiverio de especies marinas cuando no se cuenta con las condiciones ni cuidados necesarias. Esta es la historia de Nico y Gasper, las ballenas belugas que vivieron en Chapultepec.

I
Los canarios del océano

Aunque se les conoce como “ballenas”, en realidad las beluga son unos mamíferos que pertenecen a la familia de los cetáceos odontocetos. Entre las características que las identifican están su color blanco, la ausencia de aleta dorsal, y la prominencia frontal donde albergan un órgano conocido como melón que forma parte de su aparato nasal.

Habitan en la región ártica y subártica, así como la zona norte del continente americano, Rusia y Groenlandia, donde nadan entre icebergs y se les puede escuchar vocalizando con chillidos, crujidos y silbidos muy peculiares, estos sonidos son semejantes al tarareo de una persona, cualidad que les ha valido el sobrenombre de “canarios de los océanos”.

Su sentido del oído también está muy desarrollado, así como su habilidad de ecolocalización que los ayuda a encontrar respiraderos en medio de las placas de hielo.

(Photo by Barry Williams/Getty Images)

Aunque no está en peligro de extinción, la especie ha visto reducida su población por fenómenos como la contaminación y la caza. Su población mundial, de acuerdo a la organización MarineBio, se estima entre los 50 y los 70 mil ejemplares, aunque otros conteos más optimistas hablan de 150 mil.

El término “beluga” viene de byelukha, vocablo ruso que significa blanco. Alcanzan un tamaño de entre 3 y 5.5 metros de largo, y llegan a pesar mil 500 kilos; en condiciones naturales superan los sesenta años de edad, incluso hay casos donde rebasaron las 8 décadas.  Su curiosidad hace que busquen el contacto con los humanos, lo que las vuelve muy atractivas para los parques acuáticos.

II.
Belugas en México

En 1998, dos ballenas beluga procedentes de Rusia llegaron en 1998 a la Feria de Chapultepec de la Ciudad de México, donde serían las protagonistas del espectáculo de animales marinos. Conocidos como Gasper y Nico, estos dos ejemplares machos fueron colocados en el estanque del parque, ubicado debajo de la curva norte de la Montaña Rusa, y que fue remodelado con motivo de su llegada.

El empresario René Aziz Checa, entonces presidente del Fideicomiso ProZoológicos de la Ciudad de México, fue uno de los principales impulsores de este movimiento que desde el principio provocó la oposición de varias asociaciones ambientalistas y de protección animal, debido a lo ilógico que resultaba traer a dos mamíferos habituados a las bajas temperaturas y condiciones del Ártico, a una ciudad contaminada y con un clima completamente opuesto al de su hábitat. Una de las voces que entonces se alzó en contra  fue la de María Elena Hoyos, ex directora del zoológico de Chapultepec:

“Es una especie hipersensible a ruidos y diseñada para la vida en el ártico. Las ubicaron en una alberca instalada bajo la curva norte de la Montaña Rusa, la parte que más fuerte ruido produce”

Sin embargo, la administración de la Feria de Chapultepec se mantuvo firme en su propósito. En apariencia las ballenas se adaptaron bien a su nuevo entorno y durante los primeros años no mostraron ningún problema significativo en su salud.

Gasper era de tamaño más pequeño y carácter juguetón y curioso, mientras que Nico era más grande, un tanto huraño y serio a la hora de convivir con gente nueva. Se estima que durante los siete años que estuvieron en México, su show fue visto por 3 millones de personas.

III.
Un triste final

En el 2005, Grupo CIE y directivos del Georgia Aquarium de Atlanta, negociaron el traslado de Nico y Gasper a ese acuario que estaba por abrir sus puertas y donde ambos podrían vivir en un espacio más tranquilo y cómodo. Hay quienes dicen que esta decisión se tomó por motivos humanitarios ante las peticiones constantes de que los cetáceos fueran llevados a un sitio donde contaran con mejores condiciones de vida.

Para el traslado se construyeron unos contenedores especiales, en donde los mamíferos viajaron hasta el aeropuerto y de ahí volaron a la ciudad de Atlanta. Durante todo el viaje, que se realizó en octubre del 2005, Nico y Gasper fueron acompañados por entrenadores y veterinarios tanto de La Feria como del Georgia Aquarium. El hecho pasó desapercibido para la opinión pública y contrario a lo ocurrido con la despedida de Keiko, el adiós de las ballenas beluga no contó con suficientes reflectores.

Considerado uno de los acuarios más modernos del mundo, el Georgia Aquarium comenzó a operar en noviembre del 2005. Ahí, Gasper y Nico gozaron de cuidados y atenciones de primera, y junto a otras tres belugas (Natasha, Maris y Marina) compartieron un espacioso estanque.

Dos de las cinco ballenas beluga con las que contaba el Georgia Aquarium en Noviembre del 2005, entre las que se encontraban Nico y Gasper. (Barry Williams/Getty Images)

Lamentablemente esta historia no tuvo un final feliz. Ambos animales llegaron a su nuevo hogar con falta de peso y lesiones en la piel, sobre todo en el área de las aletas. Los resultados de los estudios que les practicaron no fueron nada alentadores, sobre todo para Gasper, quien fue diagnosticado con osteomielitis, una enfermedad infecciosa que afecta los huesos.

En estos padecimientos, una bacteria ataca el torrente sanguíneo de los huesos e infecta la médula, provocando inflamación y dolor. En el caso de Gasper, este padecimiento se intensificó en su cola y aleta derecha pectoral. El cuadro empeoró rápidamente por la debilidad de su sistema inmunológico.

“Gasper, de 17 años de edad, podía sobrevivir a las lesiones en la piel, pero no sabemos si podremos detener la infección en los huesos”

… señaló entonces Tim Binder, director del equipo de veterinarios del acuario.

Aunque Gasper luchó por su vida, el sufrimiento y dolor que padecía fueron en aumento, por lo que decidieron sacrificarlo en enero del 2007. La eutanasia dejó al descubierto que la osteomielitis muy probablemente tuvo su origen en la baja de su sistema inmunológico, ocasionado por el estrés al que estuvo sometido en la Ciudad de México, así lo comentó Binder a la prensa poco después de la muerte de Gasper:

“Antes de su arribo a Atlanta en octubre de 2005, Gasper vivió bajo una montaña rusa en un parque de diversiones en la ciudad de México, y llegó aquí con muy bajo peso, con lesiones en la piel sobre su aleta, cola y cuerpo. Sospechamos que el estrés de vivir bajo la montaña rusa, que ocasiona gran estruendo, pudo haber causado un inmunodepresión en el organismo de la beluga”

Sí, justo como muchos habían advertido años atrás.

 

IV.
Los muchos culpables

Si estuviéramos en un juicio y tuviéramos que dar con un culpable de la muerte de Gasper, lo más fácil sería decir que el asesino fue la Montaña Rusa de Chapultepec.

Si tuviéramos que ser más objetivos, deberíamos afirmar que la responsabilidad fue compartida. En primer lugar está la decisión de traer a la Ciudad de México a una especie marina cuyo ecosistema natural es muy diferente al de la calurosa y caótica Ciudad de México; después está el error de colocarlas en un estanque ubicado a unos metros del Periférico y debajo de un juego mecánico que constantemente genera ruido y vibraciones. Además están los directivos de gobierno que permitieron el ingreso al país de Nico y Gasper, así como la necedad de mantenerlos por tantos años en Chapultepec.

Han pasado diez años de la muerte de Gasper. Salvó algunas notas publicadas entonces, nadie volvió a poner este caso sobre la mesa y el recuerdo de las dos únicas belugas que han estado en la Ciudad de México hoy es una anécdota que se pierde en el tiempo.

Texto por @gabrielrevelo

Ilustración principal: @gallasteguig

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