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PIB: historia de una medida

¿Qué es el PIB?: La definición e historia del producto interno bruto y de las mediciones anteriores.

Por allá de 1665, una de esas personas que en aquella época se dedicaban a todo, William Petty, se dio a la tarea de estimar el ingreso, gasto, número de población, tierra y otros activos en el Reino Unido, con el mero objetivo de saber la cantidad de recursos con los que contaba el país en caso de que fuera necesario financiar un conflicto bélico a través de impuestos. Por esto, la historia le atribuiría a Petty el primer intento por realizar una medición sobre el conjunto de una economía, y también el primer paso hacia lo que hoy en día conocemos como Sistema de Cuentas Nacionales, dentro del cual el Producto Interno Bruto (PIB) probablemente sea una de sus medidas más populares.

Medir el ingreso nacional

La guerra, o el temor de ella, ha sido un aliciente para la innovación. Tener ventajas comparativas frente a los enemigos acelera los procesos para generar nuevos conocimientos y nuevas tecnologías. El desarrollo de los sistemas de cuentas nacionales cae perfectamente como un ejemplo de esto.

Si bien es cierto que los cálculos de Petty eran muy elementales para medir el tamaño de una economía, a la larga se demostró que tener información estadística sobre la contabilidad nacional realmente marcaba una diferencia importante. De hecho resulta muy interesante que el propio origen de la estadística se remonta a esta necesidad por saber la capacidad de un Estado, a través de los datos que este producía (Coyle, 2014).

Los primeros cálculos del “tamaño” de la economía propuestos por William Petty apelaban al concepto de ‘ingreso nacional’. El sentido de este término puede parecer obvio si no se problematiza demasiado, basta con hacer una sumatoria de los ingresos individuales de las personas para obtener el ingreso nacional. Sin embargo, en la práctica, definir qué cosas eran constitutivas del ‘ingreso nacional’ fue uno de los grandes retos de los estadistas, incluso mucho tiempo después de la época de Petty.

“Lo que estas primeras cuentas nacionales tenían en común era la idea general de que el ingreso nacional dependía de cuánto había disponible para gastar en el momento y cuánto quedaba para incrementar el conjunto de activos nacionales” (Coyle, 2014).

La historia de la contabilidad nacional y el desarrollo del Producto Interno Bruto como medida macroeconómica demuestra precisamente el proceso de sofisticación y complejización de aquello que constituía la ‘Economía’ de una nación. Por ejemplo, al ir incluyendo variables que hoy en día damos por sentadas de la economía, como el comercio exterior o el tamaño de la deuda de un territorio.

Un gran parteaguas en esta trayectoria lo marcó Adam Smith en su famoso libro de 1776 La riqueza de las naciones, en el que proponía la diferencia entre trabajo productivo e improductivo. Esto es: si antes se concebía al ingreso nacional a partir de lo que toda la población de un territorio consumía o gastaba, Adam Smith propuso considerar en los cálculos solo aquellos recursos que estuvieran directamente involucrados en la producción de bienes materiales, agricultura e industria. Para él, las actividades asociadas a los servicios indirectamente utilizados para producir estos bienes eran costos. Por eso los consideraba labor improductiva.

Esta diferencia entre trabajo productivo e improductivo perduró hasta ya entrado el siglo XX, en mayor medida, porque tuvo mucha resonancia entre los intelectuales de las economías de planificación centralizada, como la Unión Soviética. En el caso de la URSS, mantener esta diferencia los llevó a omitir dentro de sus mediciones el peso económico de las actividades de servicios, lo que significó subestimar el tamaño del PIB de las economías capitalistas. Representaban dos terceras partes de la economía de estos países para finales de la década de 1980.

Contabilidad nacional y crisis económica

Por lo menos hasta finales del siglo XIX (y en algunos países hasta bien entrado el siglo XX), la medición de la economía estuvo profundamente enfocada en la producción material de bienes. Sin embargo, esto comenzó a cambiar. Sobre todo, gracias a los trabajos de Alfred Marshall. Con él, se vuelve a dar un giro importante en la forma de medir el ingreso nacional, pues este economista incluía las actividades de servicios dentro de su definición. De hecho, es gracias a su libro de 1890, Principios de economía, que se le reconoce como iniciador de la “primera fase” en la contabilidad del ingreso nacional (Coyle, 2014).

Ya para este momento, la necesidad de medir seriamente la economía de un territorio no respondía exclusivamente a la coyuntura política o a una necesidad militar. La idea de medir con mayor precisión adquirió empuje cuando fue cada vez más notable el crecimiento económico atribuido a la revolución industrial. La aceleración de los cambios productivos hicieron que se escaparan las estimaciones sobre su impacto.

Sin embargo, un nuevo punto de inflexión en las mediciones económicas vino con el crack del 29. Esfuerzos en Estados Unidos e Inglaterra se conjuntaron para entender la Gran Depresión y así poder generar maneras para hacerle frente. Un primer aporte vino del economista inglés Colin Clark, quien calculó los niveles de gasto e ingreso nacional a través de mediciones trimestrales y no anuales; hizo sus estimaciones con ajustes respecto a la inflación y distribuyó por categorías los tipos de gasto.

Mientras tanto, en Estados Unidos los trabajos de Simon Kuznets estuvieron en esa misma línea. Aplicaría y profundizaría los métodos de Clark para entender la economía de Estados Unidos. Su reporte de 1934, entregado al congreso de aquel país, se convertiría en un hito, incluso en aquella época, pues fue un bestseller del momento. Sus cálculos sobre el ingreso nacional llegarían a usarse para orientar el enfoque de la política económica que adoptaría el presidente Roosevelt para recuperar a Estados Unidos de la Gran Depresión. Kuznets eventualmente ganaría el Nobel de Economía.

Guerra mundial y superación del concepto de ‘ingreso nacional’

A pesar de las grandes aportaciones de estos dos economistas, el mayor cambio que sufrió la contabilidad nacional vino con la superación del concepto de ‘ingreso nacional’. Este último resultaba muy limitado para dar cuenta de la actividad económica con precisión. Un ejemplo de ello es que los cálculos sobre el ingreso nacional podían demostrar que la economía se estaba debilitando por el simple hecho de que el consumo privado declinaba, a pesar de que otras áreas, como el gasto del Gobierno, pudieran estar en expansión, especialmente en el tiempo de entre guerras.

Esto fue lo que inclinó la balanza a favor del concepto de Producto Nacional Bruto, el antecedente inmediato al PIB. Con este concepto se buscó establecer el significado del “crecimiento económico”, cómo se podía medir estadísticamente y, sobre todo, para imponer un estándar para la toma de decisión en política económica; es decir, con la implantación de medidas macroeconómicas cada vez más confiables, la política económica pudo contar con mejores pautas para tomar decisiones sobre el gasto público, a partir de referencias más precisas sobre los recursos disponibles y el tamaño de la actividad económica de un país.

Así, para 1942 se publica la primera estadística del PNB en Estados Unidos, donde se clasificaron los diferentes tipos de gastos, incluidos los del gobierno. Esto otorgó información invaluable para la medición del crecimiento económico, pues antes del PNB, el gasto del Gobierno era desestimado dentro de la actividad económica. De hecho, la ‘Economía’ era vista como resultado de aquello que producía solamente el sector privado. El Producto Nacional Bruto vino a dar una nueva perspectiva: al Estado se le dejó de ver como un ente que solo cobraba impuestos para financiar guerras, y se le dimensionó en el marco de los servicios públicos que hoy en día tomamos por elementales, como los caminos, el agua o el sistema judicial.

Se podría decir que ese es un factor que permite hablar de la transición que vivimos de un Estado monárquico a uno moderno-democrático: dejaron de cobrarse impuestos exclusivamente para financiar guerras, y más bien se destinaron para ciertos servicios públicos y seguridades sociales. Por eso se puede establecer el paralelismo entre el cambio en las mediciones sobre la economía y el cambio en las formas de tomar decisiones políticas. A diferencia del concepto de ‘ingreso nacional’, el de ‘Producto Nacional Bruto’ añadía el gasto del Estado como parte de la actividad económica, en lugar de sustraerlo.

El PIB y el sistema de cuentas nacionales

Los tiempos de guerra, el peso de la participación del Estado y la necesidad de tener más capacidad de planeación de la economía empujaron al desarrollo de las estadísticas que hoy en día están asociadas al crecimiento económico y las cuentas nacionales, muchas de las cuales a la larga decantaron en el concepto del Producto Interno Bruto. Este último paso lo dieron dos economistas ingleses – quienes ganarían en diferentes años el premio Nobel de economía – Richard Stone y James Meade, comisionados por el gobierno inglés para desarrollar lo que llegaría a convertirse en el primer sistema de cuentas nacionales y de medición del PIB.

Independientemente de las diferencias teórico-ideológicas que se dieron en la época y tiempo después, el acceso a estos datos estadísticos dio pie a los debates sobre cómo los gobiernos tendrían que abordar su política económica y qué tipo de decisiones y programas tendrían que tomar en este rubro a futuro.

“La historia del PIB desde 1940 es también la historia de la macroeconomía. La disponibilidad de las estadísticas de las cuentas nacionales hicieron no solo factible la administración de la demanda, sino también científica” (Coyle, 2014).

En última instancia, con la aceptación del PIB como una de las medidas macroeconómicas más importantes, se dio pie a la econometría y la prognosis. Ello incrementó el uso de estadísticas de los Sistemas de Cuentas Nacionales para valorar con modelos el desempeño de la economía de un país, y es posible que también abriera las críticas a sus carencias (como desestimar el bienestar). Se da un paso importante cuando deja de ser solo una medida sobre el tamaño de la economía y se vuelve un instrumento para predecir (y decidir) su curso a través de la decisión política. Con todo, no hay que confundir los modelos econométricos basados en el PIB con su propia medición.

Al final, el debate técnico sobre cómo medir el crecimiento económico continúa abierto. Más, cuando la economía del mundo se va complejizando con el tiempo. El PIB es un cúmulo de estándares para calcular el tamaño de la economía, pero no significa que sea una receta terminada. Mide y clasifica gastos dentro de un país, pero es en los detalles donde surgen los debates. Hay que asumir que el cálculo del PIB implica usar datos incompletos de un sinnúmero de actividades económicas dentro de un territorio. Entonces, el reto siempre será construir datos confiables, a pesar de los vacíos de información que siempre habrán al respecto. Por eso mismo es que también tiene que verse al PIB dentro del universo definido por el Sistema de Cuentas Nacionales.

Fuente: Coyle, Diane (2014). GDP: A brief but affectionate history, Princeton University Press.

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