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¿Qué es lo kafkiano y por qué está en todos lados de nuestra vida?

¿Qué es lo kafkiano? Una reflexión sobre los libros (novelas y de cuentos) del escritor Franz Kafka.

Es una situación por la que muchos pasamos actualmente: checamos un catálogo en línea, finalmente encontramos aquello que andamos buscando y lo pedimos vía internet. Por su automatización, el proceso parece sencillo, instantáneo y sin los inconvenientes del trato personal. El cargo exacto acordado se hará a tu tarjeta y tu recibirás en la puerta de tu casa justo lo que pediste. Así será la mayoría de las veces pero, oh problema, cuando no es el caso. Cuando pasan los días y aquel objeto tan esperado no llega, checas “el rastreo” y dice que el artículo ya fue entregado, que por su parte, la empresa ya cumplió y su compromiso contigo está finiquitado. Lo que sigue es una serie de vericuetos que no tienen fácil solución. La burocracia y la tramitología devienen en una pesadilla que, un siglo atrás, anticipó el escritor Franz Kafka en su obra.

Pero primero volvamos a nuestra historia original: uno consulta la página del proveedor o el intermediario, pero lo más seguro es que no encuentre solución al problema, así que solo queda llamar al número telefónico de la empresa o, peor, contactarlos vía chat. Es entonces cuando no parece tan mala idea tener un poco de contacto humano, sin embargo, ¡bendita modernidad!, lo que sigue es una batalla de ingenios entre el ser humano y la máquina. Pues en el caso de recurrir al teléfono, una contestadora te dará un muy (demasiado) amplio menú de opciones que te remitirán a un laberinto de dígitos que, a veces, no resuelve nada, ya que para hablar con uno de los ejecutivos necesitas quién sabe qué clave; y la cosa se pone peor con los chatbots, programados para comerse tiempo valioso de nuestras vidas en la más inhumana de las burocracias.

El siglo XX cerró con la promesa de que las grandes burocracias y los callejones sin sentido de la tramitología serían cosa del pasado, de los estados comunistas o yo qué sé, pero lo cierto es que esas burocracias, aunque ahora son más eficientes, solo se descentralizaron y se multiplicaron. Y, hay que decirlo, la mayoría de las veces todo sale bien en estas nuevas burocracias del internet, sin embargo, cuando no es ese el caso, la situación se puede tornar compleja y nadie te resuelve nada. Seguro usted que está leyendo padeció un caso así, o conoce a alguien que se las tuvo que ver con burocracias modernas, ya sea estatales o privadas. Como si ese fuera el destino del ser humano moderno.

Podría ser una compra trivial, o una calificación equivocada en la boleta, el trámite de un pasaporte, o quizá algo más grave, un tremendo problema legal del cual uno no es culpable pero tampoco tiene forma de comprobar la inocencia. En ambos casos, si media la burocracia, puede ser un problema que genere angustia, pues todos pueden compadecerse de ti pero nadie puede hacer nada al respecto.

Alguien que sabe muy bien de esto es el personaje Josef K., un hombre que un día recibe notificación de que próximamente será enjuiciado por un crimen que supuestamente cometió. Nadie es capaz de informarle cuál es el delito del que se le acusa; es más, las autoridades que llevan el proceso no forman parte del gobierno, sino de otra estructura todavía más elusiva, que casi todo el mundo conoce a medias pero nadie sabe bien a bien qué es, ni siquiera los empleados de esa estructura, quienes se limitan a hacer la parte de trabajo que les corresponde, sin hacer muchas preguntas.

K. trata de vivir su vida, mientras tanto, ese proceso legal continúa en un segundo plano. Hasta que poco a poco termina por colmar cada parte de su cotidianidad… K. es el protagonista de El Proceso, una emblemática novela de la literatura universal, escrita por el autor checo Franz Kafka.

Desde joven, Kafka (1883-1924) se interesó por hacer literatura, sin embargo, por su personalidad y la presión de su padre, Hermann, no vio en las letras una opción de vida. Y en su lugar, estudió Derecho. Todo parece indicar que fue hasta que concluyó sus estudios universitarios que comenzó su periodo más fructífero como autor, pese a que (o quizá debido a que) la mayor parte de su vida profesional la pasó trabajando en compañías de seguros.

Quizá fue entre los áridos textos de Derecho y el barroco proceder de las aseguradoras que Kafka desarrolló aún más pesadumbre por la modernidad burocrática que existía desde entonces y que nos acompaña hasta el día de hoy. Pues, si bien las computadoras y el internet facilitan todo tipo de procedimientos, también es cierto que todo trámite frente al monitor de una máquina es más inhumano que nunca.

El absurdo que se vive al pasar por un trámite sin fin o en un procedimiento burocrático que no parece tener salida forma parte de lo kafkiano, un elemento dentro de las obras de Kafka como El proceso o El castillo.

Es importante hacer notar que el absurdo en lo kafkiano no es un fenómeno exclusivamente exterior, pues en sus relatos, el escritor deja claro que dentro de nosotros existe esa predisposición a participar de ese absurdo. Podríamos salir del suplicio pero preferimos no hacerlo.

Sin embargo sería erróneo pensar a Kafka como un nostálgico, opuesto a la modernidad o al “progreso”, más bien es un frío observador de la realidad. Esto queda claro con trabajos como el ensayo “Paraíso” (para una lectura en inglés dar clic aquí), donde el escritor hace una lectura transgresora del Génesis de la Biblia y señala que, si bien el comer del árbol del conocimiento nos quitó el paraíso, también llegó a su fin la naturaleza parásita del ser humano ante la divinidad.

Finalmente cabe señalar que en el texto que ahora lee, estimado lector, se ha abordado lo kafkiano y la obra de Kafka en su sentido más superficial. No obstante, de textos como La Metamorfosis (que se puede leer aquí), “Carta al padre” (donde se dejan ver las diferencias con su padre) y “Un artista del hambre” (que puede leer aquí), así como los ya mencionados El proceso y El Castillo se pueden hacer pertinentes lecturas sobre la religión y hasta la angustia existencial, como las que viven los personajes de los cuentos y novelas de Kafka.

Ilustración: Cuemanche!

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