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¿Qué es la amnistía y cómo ha funcionado en la historia?

¿Se puede pensar en México un proceso como que requiere la amnistía?, ¿qué es y cómo funciona?

Apenas el 2 de diciembre Andrés Manuel López Obrador hizo una declaración que conllevó el pronunciamiento de muchos actores importantes de la política mexicana. Ya sea para apoyarlo o contravenirlo, la discusión ha dejado claro un punto: es necesario entender el significado del concepto “amnistía“, revisar cómo ha sido aplicado en el pasado y considerar si funcionaría en México.

La declaración de López Obrador fue la siguiente:

“No es posible que siga este régimen de corrupción e impunidad. Vamos a empezar desde arriba para abajo. Vamos a hacer todo lo que se pueda para que logremos la paz en el país. Que no haya violencia… Si es necesario… vamos a convocar a un diálogo para que se otorgue amnistía, siempre y cuando se cuente con el apoyo de las víctimas, los familiares de las víctimas. No descartamos el perdón”

Según Daniela Malpica Neri, especialista en derecho, en su artículo Amnistías: más allá de la locura (Nexos):

“[N]o podemos hablar de amnistías sin antes comprender qué son y cuándo es que éstas son aplicadas. Para ello, debemos comenzar por entender que se llevan utilizando desde hace siglos cómo un método efectivo para solucionar conflictos. En los últimos 30 años, sobre todo en países de América Latina, África y el sudeste de Asia, las amnistías se han aplicado para coadyuvar a solucionar a sociedades que se encontraban en conflicto”

¿Qué es la amnistía?

(Photo by Scott Olson/Getty Images)

El primero en emplear una amnistía fue el general griego Trasíbulo quien realizó un golpe de Estado en el año 412 a. C. para restablecer la democracia en Atenas. Después de haber arrojado a los treinta tiranos de Atenas, mandó un olvido general (amnistía) para intentar recobrar la pujanza, la paz y la libertad ateniense.

¿Es entonces la amnistía una mera forma de instituir la impunidad?, ¿o es que puede que se esté apelando a otra noción de justicia?, ¿es que la justicia solo puede ser pensada en términos de castigos o podría pensársela a la luz de la reconstrucción del tejido social?

Trasíbulo no continuó con la persecución después de quitar del poder a los tiranos porque la guerra contra Esparta y las circunstancias apremiantes le llevaron a pensar que resultaba más conveniente concentrarse en otro tipo de acciones que pudieran restituir el esplendor que le había sido arrebatada a Atenas. Pero ¿son todos los procesos de amnistía similares al de este antiguo general griego?

En general, la Amnistía es una ley que tiene como objetivo “olvidar” ciertas infracciones; que se den por terminados ciertos procesos; o que queden sin efecto ciertas condenas impuestas antes de que fuera concedida la amnistía.

La Oficina del Alto comisionado para los Derechos Humanos de la ONU define la amnistía como:

“Medidas jurídicas que impiden el enjuiciamiento penal y, en algunos casos, las acciones civiles contra ciertas personas o categorías de personas con respecto a una conducta criminal específica cometida antes de la aprobación de la amnistía o la anulación retrospectiva de la responsabilidad jurídica anteriormente determinada”

Amnistía e indulto son cosas muy distintas. Por un lado, el indulto termina con la pena de alguien que cometió un delito, es decir, es un perdón que solo aplica en un caso en específico como cuando Obama indultó a Chelsea Manning. Por otro lado,  la amnistía es un decreto que determina que las personas que hayan cometido ciertos actos no tendrán responsabilidad por ellos, es decir, técnicamente no es un perdón (ya que no hay responsabilidad) y además, la amnistía se aplica a todos aquellos que hayan cometido el mismo tipo de actos.

Dar una amnistía suena a una acción muy fuerte para una sociedad como la mexicana que ha sido golpeada cruelmente por las acciones del narcotráfico. ¿Cómo es que la amnistía  ayudaría a conseguir un proceso de justicia distinto al que estamos acostumbrados?

Marcha por la Paz. México (Photo by Gustavo Graf / LatinContent / Getty Images)

Según Daniela Malpica Neri:

“La justicia transicional tradicionalmente se ha aplicado a sociedades que están o se encuentran transicionando de una situación de conflicto o de una dictadura, y donde han ocurrido violaciones masivas a los derechos humanos.

La Justicia Transicional tiene cuatro pilares: la verdad, la justicia, la reparación y las medidas de no repetición”

Los procesos de amnistía han sido distintos en todas partes pues, casi siempre, para lograr recibirla, los beneficiarios de la amnistía tienen que cumplir con ciertas medidas de reparación (es decir, muchas amnistías son condicionales).

Malpica agrega:

“En casos de violaciones graves a derechos humanos, se han reducido condenas a cambio de información sobre el paradero de personas o testimonios sobre la responsabilidad de otras personas en los hechos. Lo anterior acerca a las partes a la justicia y a las víctimas y sus familiares a conocer la verdad”

Mandela: la política del perdón y la reconciliación

“Los valientes no temen al perdón, si esto ayuda a fomentar la paz”
—Nelson Mandela

La ley del Talión impone un tipo de lógica: ojo por ojo, diente por diente. Aquí la idea de justicia está basada en una lógica de la venganza (si me quitan, quito; si me pegan, pego). Por otro lado, figuras como Jesucristo promueven una política distinta: “poner la otra mejilla” (incluso insta a Pedro a perdonar 70 veces 7 al que peque contra él). Mandela, en Sudáfrica, intentó hacer una variante que no cayera ni en el perdón absoluto ni en la venganza: la reconciliación.

(AP Photo/Greg English, File)

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En Sudáfrica existió una política de Estado llamada apartheid que privilegió a la comunidad blanca sobre la negra. Los blancos cometieron crímenes terribles contra la población negra y, en el momento más álgido de la lucha racial, la persecución tomó un cariz cruel e inhumano. Una vez que Mandela logró convertirse en el primer presidente negro de Sudáfrica, ¿cómo podía comenzar un nuevo país después de tanto daño y con una sociedad destrozada?

Con miras a no caer en una crisis política y económica como la de otros países africanos, Mandela se encargó de crear una coalición en su gabinete lo más heterogénea posible (lo que muchos negros consideraron como una afrenta, pues blancos que habían abusado de su situación estaban teniendo cargos públicos).

Mandela entrega la copa al capitán del equipo sudafricano de Rugby. Se considera que ese fue unos de los más grandes momentos en los que Mandela logró que la población blanca volteara a ver su proyecto con simpatía. (AP Photo/Jan Hamman, File)

Pese al rencor social, Mandela permaneció firme en el objetivo de construir un nuevo tejido social. De hecho, verificó la Comisión para la verdad y la reconciliación que se encargó de investigar crímenes cometidos durante el régimen del apartheid.

El trabajo comenzó en febrero de 1996 y pasaron dos años en los que se tomaron los testimonios de violaciones, torturas, atentados con explosivos y asesinatos. El reporte final se dio en octubre de 1998.

El proceso fue doloroso. Se consideró como un acto de “justicia restaurativa”. Este tipo de justicia se concentra en las necesidades de las víctimas y los ofensores y no en el mero castigo ni en el cumplimiento de principios legales abstractos.

La resolución entonces no se dio meramente con la cárcel sino con la manera en que lo resolvieron colectivamente los implicados. La “justicia restaurativa” busca que la comunidad encuentre una manera de lidiar con la consecuencias de ciertos actos y sus implicaciones futuras.

Niños sudafricanos que nacieron después del Apartheid y de las políticas de reconciliación de Mandela (Photo by Leon Neal/Getty Images)

Las víctimas se vuelven entonces un sujeto activo del proceso y los ofensores deben asumir la responsabilidad de sus acciones y deben reparar el daño que hicieron (pedir disculpas, la devolución de lo robado, servir a la comunidad de cierta manera para restaurar lo que hicieron, etcétera).

En el caso de la Comisión para la verdad y la reconciliación, las víctimas debieron narrar lo que les habían hecho y los ofensores tuvieron que confesar sus crímenes. Eran las propias víctimas las que decidían si concederles la amnistía. La Comisión no funcionaba como equipo judicial sino como intermediario entre víctimas y ofensores.

Muchas víctimas lograron, gracias a esta Comisión, el esclarecimiento de las desapariciones de sus seres queridos (derecho a la verdad), indemnizaciones y el reconocimiento de su sufrimiento.

Colombia: la búsqueda de la paz

“En Colombia no queremos vivir más en el miedo”
—Juan Manuel Santos

Bajo la condición de dejar las armas ( y así poder terminar con la guerrilla más larga en suelo latinoamericano −50 años) el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, concedió la amnistía a miles de guerrilleros de las FARC.

La amnistía colombiana incluía el cese al fuego, la entrega de las armas, dejar de vestir uniformes militares y la transición de las FARC a una sociedad de tipo civil.

El propio Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas acompaña el proceso de reincorporación de la guerrilla a la sociedad.

Claro que un gran revés fue el referéndum que se hizo en ese país en el que la ciudadanía colombiana votó el “NO” al proceso de paz (todo esto capitalizado por políticos opositores al presidente José Manuel Santos). El “NO” movió tanto a José Manuel Santos como al líder de las FARC, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, a realizar un nuevo acuerdo en el que, aseguran, se incluyen las observaciones de aquellos que estaban en contra del antiguo acuerdo de paz (excepto del tema de la participación de las FARC en política).

Exmilitante de las FARC celebra inicio del desarme en Colombia (AP, archivo)

El nuevo acuerdo precisaría las reglas y las áreas de restricción de libertad para los condenados, además las FARC se comprometerían a entregar un listado de sus bienes de antemano.

La discusión esta polarizada en el país sudamericano. Mientras el voto evangélico optó por el rotundo “No” a la paz, hay quienes dicen que los que están en contra no son los que vivieron el horror de la guerrilla en carne propia.

Esa es la opinión de Yolanda Perea, vocera de la Mesa Nacional de Víctimas. A los 11 años, Perea fue violada por un guerrillero y, cuando lo denunció, asesinaron a su madre. Según El País, Perea “vivió entre la amenaza de los grupos armados y el silencio, casi cómplice, del Estado”.

Perea dijo:

“Quienes se oponen a la paz fueron los que vieron la guerra por televisión. A ellos no les tocó, por eso no les importa”

Reconoce las deficiencias de los acuerdos de paz pero para ella lo más importante es terminar con la guerra en su país:

“El centro del país no va a tener que aguantarse a las FARC cuando se reincorporen, pero nosotros sí. Por eso estamos trabajando en la formación para entender la diferencia y vivir en paz”

Grupo de personas que votaron por el “No” a la paz en Colombia (Photo by Mario Tama/Getty Images)

En entrevista para El País aseguró:

“Desde el desarme de las FARC se han salvado 3 mil vidas, de 2015 a 2017 se ha reducido en un 86% el registro de personas que se declaran afectadas por el enfrentamiento armado y han bajado en un 73 % las víctimas de homicidio.”

Y añadió:

“Tenemos que lograr que a nadie más le pase lo que nos pasó a nosotros. La fábrica de víctimas se cerró y esta es la gran oportunidad de aquellas regiones en donde el conflicto trató de eliminar la esperanza.”

La justicia más allá del mero castigo es apenas un ensayo en Colombia pero puede ayudar a pensar en la posibilidad en México de cambiar la idea tradicional que tenemos de justicia. No asevero que sea la respuesta que necesitamos pero quizá valga la pena replantear lo que, hasta ahora, se ha venido haciendo.

¿México puede enfrentar de manera distinta al narco?

Plantear en México una política que incluya una justicia que no contemple solamente castigos ha sido difícil. La reacción entre el público casi siempre se dirige a la venganza y entre los actores políticos hay una visible tendencia a considerar el castigo como única posibilidad legítima (por lo menos en su retórica):

Margarita Zavala declaró al respecto de lo que dijo López Obrador:

“AMLO quiere amnistía para corruptos y criminales. Su propuesta es un país de impunidad. Yo quiero un México donde se respete la Ley y los delincuentes estén en la cárcel”

Sobre el tema también se pronunció José Antonio Meade quien considera que la amnistía en un proceso de paz:

“[E]s un planteamiento que niega de facto, de entrada, un proceso de justicia… plantear la denegación de justicia como principio de política es un error”

Y añadió:

“[P]ara detener este fenómeno de violencia, es necesario reconocer elementos que están dentro de ella, como las armas”

Miguel Ángel Mancera va aún más allá que Meade:

“Si tú planteas una amnistía en este sentido pues estás aceptando prácticamente un narcoestado y eso no se puede hacer. La amnistía quiere decir una ley de olvido, una ley del perdón y la verdad es que la ley que sanciona las conductas relacionadas con el narcotráfico no puede hacer distinciones en materia de los capos, tendrías que hacer prácticamente una transformación legislativa y que dejara de ser delito.”

La definición de narcoestado que realiza Mancera es interesante porque lo considera como la consecuencia del perdón y no como el fruto de los efectos de la lógica en la que se ha estado manejando el Estado. Es decir, un narcoestado no es necesariamente aquel que perdona lo que haya realizado el narco sino aquel cuya manera de funcionar alimenta, permite y preserva la existencia del narco (sin importar que sea ilegal y perseguido).

(AP Photo/Eduardo Verdugo)

En su artículo de Nexos, Malpica comenta lo complejo que sería un proceso de paz para la ciudadanía mexicana:

“debemos recordar que el proceso de reconciliación y establecimiento de paz, auxiliado de la Justicia Transicional y sus mecanismos, serían un maratón para la ciudadanía. Son procesos que pueden llegar a durar décadas y requieren del trabajo conjunto entre sociedad y gobierno, y dependen del contexto social y político, el cual va a ir cambiando y facilitando con los años la persecución y enjuiciamiento de los responsables. Exigen de toda la sociedad el reconocimiento de que le hemos fallado a las víctimas los últimos 12 años, y que muchas personas ocuparán papel de víctima y victimario al mismo tiempo (como nuestros niños sicario y grupos de autodefensa, entre otros). Asimismo, debemos tomar en cuenta a los grupos de personas que se encuentran en especial situación de vulnerabilidad, como las mujeres, niños, niñas y adolescentes, personas en situación de pobreza y pobreza extrema y determinados pueblos indígenas, han sufrido de manera particular el conflicto y requerirán de una planeación con perspectiva de género e interseccional en la aplicación de los mecanismos.”

Para la especialista en derecho no es una locura comenzar a hablar de mecanismos de justicia transicional, procesos de paz y de reconciliación en México, sino una necesidad.

Según la filósofa Hanna Arendt, en su libro La Condición Humana, cuando pensamos en el perdón no debemos pensar en un proceso unilateral sino en un compromiso del otro que es una condición para reinaugurar la relación entre ambos sujetos.

¿México está listo para una amnistía? (Photo by John Moore/Getty Images)

Es decir, para poder reinaugurar una relación entre ciertos miembros de la sociedad tendría que haber perdón entendido como el compromiso político de crear condiciones que permitan entablar una nueva relación. De otra manera, solo nos quedará el castigo como alternativa (el castigo no permite la creación de una nueva relación):

“La alternativa del perdón, aunque en modo alguno lo opuesto, es el castigo, y ambos tienen en común que intentan finalizar algo que sin interferencia proseguiría inacabablemente. Por lo tanto es muy significativo, elemento estructural en la esfera de los asuntos públicos, que los hombres sean incapaces de perdonar lo que no pueden castigar e incapaces de castigar lo que ha resultado ser imperdonable.”

Claro que pensar en la amnistía en México es un tema muy difícil, las condiciones son muy diferentes a lo que sucede en Colombia o a lo que sucedió en Sudáfrica. Aún así, debemos considerar que muchísimos jóvenes y adultos en todo el país están en las filas de las organizaciones criminales y que hay muchas comunidades a lo largo y ancho del país que están fragmentadas por la profundidad con la que el narco (y todas sus prácticas) ha penetrado en ellas. Si se ensayara una práctica de justicia como las que hemos enlistado aquí ¿de qué naturaleza sería?, ¿cómo lograríamos desarticular el narco y rearticular el cuerpo social? Parece un proceso muy complejo, difícil y doloroso.

Las preguntas en el caso del narco son: ¿de verdad sería algo imposible pensar en una alternativa a la justicia como castigo aquí en México?, ¿solo puede haber una manera en que podamos pensar la justicia?

La respuesta de los actores políticos del país a estas cuestiones determinará la manera en que enfrentaremos un problema del que no nos hemos podido librar desde hace ya muchos años.

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