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¡Que caiga Roma!

Cuarón nos mostró una injusticia universal. La Roma es Roma: un lugar construido sobre los oprimidos. EE. UU. es Roma... y también caerá.

Transformar el mundo colándose por las grietas de las conciencias. Para eso eso sirve el arte, en este caso el cine.

Alfonso Cuarón es más que un artista, es el héroe, el mago, el cocinero o el encantador bandido forastero que después de estudiar minuciosamente los gustos del insaciable, despiadado y fantástico dios del cine (Hollywood), se embadurnó de todo aquello que apetece la mítica deidad y en un acto de auto-ofrenda, se postró frente a sus grandes fauces para ser deglutido.

Marina de Tavira, Alfonso Cuaron, Yalitza Aparicio y Nancy Garcia. (Getty Images, archivo)

Con una convicción pocas veces vista, el dios de la ilusión se lo tragó enterito, sin hacerle un solo rasguño, logrando así su cometido de disuasión a la perfección. Alfonso el forastero del otro lado de la comarca, llevó a cabo magistralmente su plan, que el monstruo hiciera suyo su mensaje y lo esparciera por todo el planeta: ¡VEAN!

Roma, la película, ya no se refiere a la colonia chilanga obviamente, eso ha quedado rebasado. Si no eres chilango, Roma es un Imperio milenario, es la idea más concreta que ha ejecutado Occidente desde hace dos mil años, entre varias mezcolanzas, es hoy por hoy el sistema que persiste, Roma es la idea global por excelencia, Roma es grandeza a partir de la opresión de pueblos y culturas, Roma es el anhelo de los poderosos sin respetar lo anterior. Roma es, en esencia, origen de Occidente.

Actores celebran los 2 mil 766 años de la fundación de Roma. 21 de abril de 2013 (Photo by Giorgio Cosulich/Getty Images)

Pues Cleo, el personaje protagonista de la película citada, es originaria de algún municipio de la Mixteca Oaxaqueña, en este caso coincide que la actriz es de Tlaxiaco, Oaxaca. Digamos que los ecos del Imperio romano, han venido aplastando, desde hace quinientos años a la cultura de Cleo; de todas las Cleos, mujeres indígenas que han vivido la sombra de la injusticia y la miseria de manera consistente por decenas o cientos de generaciones.

Me parece un gran tino global de Cuarón haber llamado así a su película, y usar su truco de limelight (llamar la atención pública mundial). Imagínate que estás en Japón, eres japonés y nunca fuiste a la Ciudad de México, por todos lados ves una película intitulada Roma, pues pensarías que verás algo de Roma, “la eterna”, en México, ¿no es así? Pero, a primera vista, no tiene nada de romana la película. Para mí, es precisamente el efecto negativo (el término fotográfico) de Roma, con el que Cuarón le da visibilidad a algo que ya no podemos esconder más en México. Cuarón nos ha delatado internacionalmente.

México se construye desde hace 500 años en dos partes esencialmente, los pocos y los muchos. Los primeros sueñan vigorozamente con alcanzar a los grandes países, pero con un pequeño detalle: solos (es más, por encima de los muchos). En cambio los muchos no han cambiado su condición de estar por debajo de la media mundial en todo, y, a pesar de que se les oprime, siempre, sobreviven y sueñan en colectivo, siempre.

Acá donde vivo, “del otro lado”, en un clásico suburbio, todos los días, sin excepción, se puede ver a los paisanos mexicanos “los Cleos”, hincados o agachados haciendo cortes finos con sus grandes tijeras en áreas comunes, jardines preciosos, impecables.

Inmigrantes cultivando los campos de Estados Unidos. 13 de mayo de 1999. California, Estados Unidos. (Photo By David Mcnew/Getty Images)

Cuando voy en coche, bajo la velocidad un poco, bajo la ventana y les grito ¡Buenos días! algunos responden con grito pelón también, ya sé que no es nada, pero prefiero eso a pasar en silencio frente de ellos. En cambio, cuando voy caminando platico con ellos sin quitarles el tiempo, nadie les habla, nunca, están escondidos, no tienen documentos, están lejos de sus hijos, de sus casas, de sus fiestas, de todo en la vida excepto del dinero.

Hoy, Israel, jardinero del suburbio donde vivo, se acercó para saludarme y presentarme a Juan, paisano, calculo que de mi edad, 45 años. Me dijo que Juan quiere aprender jardinería y que lo estaré viendo por aquí, por la casa, Al saludar a Juan y preguntarle de dónde era, me dijo que de Puebla, y me preguntó que si conocía y le dije que obviamente que esas deliciosas semitas con pápalo quelite son inolvidables con su chipotlito. Nos reímos y siguieron trabajando. Juan está solo, lejos de su casa, tuvo que venir hasta acá a cortar plantas, tuvo que venir a Roma, al gran imperio moderno, que ahora es Estados Unidos. El día que visibilicemos para siempre a los mexicanos como Juan y a todas las empleadas domésticas (Cleo, personaje) ese día, Roma caerá de nuevo.

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