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Catalanes, vascos, valencianos: ¿Por qué hay tantos movimientos nacionalistas en España?

Los catalanes llevan poco más de un siglo buscando la desconexión con España, pero ¿qué no España y Catalunya son lo mismo?

Las razones de que haya tantas comunidades españolas buscando la independencia

Antes de que avancemos a los tiempos del convulsionado referéndum catalán que tiene a toda Europa al vilo del asiento, retrocedamos un poco… unos 525 años, a una época en la que España no existía.

Antes de 1492, año popularizado por ser en el que Colón descubrió e invadió brutalmente parte del continente americano, existían dos reinos en los que los que la historia oficial de España rastrea su legado cultural e histórico: Castilla y Aragón. Nada más.

Ambos reinos coexistieron y comerciaron en paz hasta que fueron unidos de manera oficial por el matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Con esas nupcias se creó el germen de lo que pronto sería el Imperio Español del que tanto hemos oído hablar.

Pero antes de que eso pasara, había muchos reinos que conquistar, moros que expulsar y judíos que perseguir.

España, en 1492, existía solo como el Reino de Castilla y Aragón. (Wikimedia Commons)

Siglos de expulsiones, conquistas y anexiones

Para entonces la comunidad de Catalunya ya existía en la forma de condados catalanes independientes cuyos habitantes hablaban su propia lengua, llevaban su muy particular gobierno y tenían su característica cultura a pesar de ‘existir’ dentro del Reino de Aragón.

Poco o nada relacionaba a estos catalanes medievales con sus contrapartes aragoneses y castellanas.

Una vez que en 1492 los Reyes Católicos expulsaron a todos los judíos del reino y se consolidó el Reino Español, los monarcas decidieron unificar la península ibérica bajo una sola corona, por lo que ellos y sus sucesores, se dieron a la tarea de anexar Valencia, el Emirato de Granada (último bastión de los musulmanes en Europa occidental), el Reino de Navarra (el país de los vascos, pues) y, por último y a través de muchas triquiñuelas políticas, Catalunya.

A lo largo de los siguientes siglos impuso una lengua, el castellano, a todos los pueblos que no la hablaban, y se obligó a los ciudadanos del nuevo y potente Imperio Español a rendirle tributo a La Corona.

Sobra decir, claro, que México, entonces Nueva España, y el resto del continente americano, sufrió una conversión similar, pero un poco más brutal.

Es este contexto histórico el que fundó las bases de España, no como unión de estados federados como México, Estados Unidos o Francia, por ejemplo, sino como un Estado compuesto por distintas Comunidades Autónomas que se desenvuelven con cierto grado de autogobierno.

Conforme la atención comercial del mundo se fue enfocando más en el Atlántico, Cataluña fue perdiendo relevancia política y económica. (Wikimedia Commons)

El complejo sistema de las autonomías españolas

A pesar de ser oficialmente españoles, los habitantes de cada autonomía tienen su propia identidad. Mientras que algunas regiones como Valencia o Galicia se sienten un poco más relacionadas al gobierno central de Madrid, otras como las de los catalanes y los vascos, no acaban de acomodarse al estilo de vida español; mucho menos a la forma en la que sus políticos han administrado la nación.

Los vascos, por un lado, han exacerbado su carácter nacionalista desde, al menos, 1892, pero se pueden rastrear conatos de emancipación del Estado Español desde la época medieval.

A pesar de la fama independentista euskera, una encuesta reciente demostró que solo 16,9% de los habitantes de Euskadi quiere ‘desconectarse’ de España. Este porcentaje es, sin lugar a duda, uno de los más bajos en las últimas décadas.

El Estado Español calificó de ‘ilegal’ el referéndum independentista catalán (Reuters)

Por otra parte, el ánimo independentista de los catalanes es algo más reciente. Su faceta más moderna se remonta a la década de los años 30 del siglo pasado, unos pocos años antes de que estallara la Guerra Civil Española.

En aquel entonces, Francisco Franco perseguía el concepto de España Una y Grande, idea nacionalista que, a través de la persecución de las lenguas que no fueran el castellano, se buscó minorizar, principalmente, los idiomas, instituciones y culturas catalán y euskera.

Franco inclusó llegó a prohibir el catalán en las lápidas de los cementerios, y el euskera en los salones de clases de Euskadi.

Si vivías en la península, pero hablabas otro idioma que no fuera el castellano, Franco te perseguía (Wikimedia Commons)

Esto, más que disuadir el sentimiento nacionalista en Catalunya y Euskal Herria, lo exacerbó como nunca antes, pues no solo había un gobierno represor al cual desafiar, sino la latente amenaza de la desaparición de una cultura milenaria, que ha sido cultivada desde antes de que los romanos llegaran a la península.

Con la Constitución de diciembre de 1978, llegó la oportunidad de los catalanes de volver a autogobernarse junto a los gallegos, vascos, valencianos, extremeños, malagueños, andaluces y todos aquellos que viven en una de las 17 autonomías españolas.

Actualmente el discurso de Carles Puigdemont, Presidente de la Generalidad de Cataluña, para crear su propio estado, es uno menos histórico y más económico. Su discurso aprovecha el eslogan, ‘España nos roba’ para explicar que Madrid necesita más a Barcelona que Barcelona a Madrid, y que por eso hay que crear un país nuevo, independiente de España.

Carles Puigdemont, presidente de Cataluña, quiere que su pueblo vote, pero el gobierno español no (Getty Images)

Algunos españoles consideran esta retórica como una plataforma política sobre la que los políticos empujan su carrera a nuevas alturas, mientras que otros, la mayoría de expertos en sociología, dicen que alcanzar el estado catalán no será más que una victoria pírrica: una pequeña conquista alcanzada a través de un sacrificio muy grande. Tan grande, incluso, que pone en duda el objetivo mismo de la conquista.

Sin duda un estado catalán independiente no podrá ser aceptado en la Unión Europea, pues poco interés tiene Bruselas en alentar movimientos independentistas. Aún así, lo que quiere Puigdemont es que, al menos, el referéndum se lleve de forma pacífica y sin ningún tipo de obstáculo (menos aún con la violencia que desató el Estado español este pasado 1º de octubre).

Aún así ¿porqué reprimir un referéndum como el de aquel domingo? En Madrid (y el mundo) se conoce el resultado de los comicios independentistas de 2014: 10,07% de los votantes votaron que sí querían un Estado, pero no la independencia de España.

Porque para Rajoy, la constitución prohíbe el referéndum de autodeterminación para cualquiera de sus autonomías. En otras palabras, el proceso del 1ro. de octubre fue ilegal y de ninguna manera podría legitimarse… excepto si se reforma la constitución, cosa que el gobierno centralista español no parece estar cerca de aceptar.

La pregunta persiste: ¿por qué intentar suprimir el derecho a decidir democráticamente el futuro de una región? ¿Por qué frenar el derecho a manifestarse en contra de un concepto de nación dibujado hace siglos? Tal vez lo que el presidente teme es que ese carácter nacionalista se propague a otras autonomías como Canarias, Galicia, Navarra, Valencia, Baleares, Aragón, Asturias, La Roja y Cantabria. Pero ¿desde cuándo España ha sido un estado libre de este tipo de cuestionamientos? La historia nos dice que nunca, y nos enseña que lo único que la represión logra es avivar, una vez más, la identidad de cada pueblo.

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