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¿Por qué aún no tenemos todos coches eléctricos?

¿Por qué el coche eléctrico aún no es un producto masivo? ¿Es la autonomía, el precio? ¿Cuándo tendremos todos un auto eléctrico en casa?

Desde los noventa, medios y especialistas pronosticaban una revolución: el eventual dominio del coche eléctrico ante el calentamiento global y la caída en el uso del petróleo. ¿Por qué este pronístico aún no se ha cumplido? ¿Por qué aún no se venden masivamente los coches eléctricos? ¿Qué ha impedido ese salto?

Contrario a lo que muchos creen, los coches eléctricos no son una novedad. De hecho, se inventaron antes que los coches de combustión eléctrica. Mientras que la patente del vehículo de combustión interna de Karl Benz es de 1886, todos los candidatos a ser considerados como el primer coche electrico se inventaron en la primera mitad del siglo XIX, cincuenta años antes del invento de Benz.

En aquel entonces los bajos costos del petróleo, cuya exhuberante abundancia era un descubrimiento reciente, ganaron la batalla y las ciudades empezaron a ser moldeadas para acoger a los automóviles y sus necesidades aun por encima de las personas.

Acaso el punto más álgido de este entorno deformado en favor de las máquinas por encima de la gente ocurrió cuando las petroleras empezaron a vender gasolina con plomo, a pesar de ser sumamente tóxica. Y si la gasolina con plomo era inmediatamente venenosa, los vehículos de combustión interna juegan un enorme papel en las emisiones que contribuyen al cambio climático.

La gran duda es: si sabemos que el petróleo no es para siempre, y que coche convencional contamina, y que la solución ya se ha inventado, ¿por qué no ha ocurrido el gran giro en que el coche eléctrico se convierta en un producto masivo?

No es un secreto que la industria automotriz y las petroleras invirtieron mucho en minar el posible camino del automóvil eléctrico en los años noventa del siglo XX. El documental Who Kill the Electric Car?, que siguió el ascenso y fracaso del primer coche eléctrico de General Motors, recopiló la campaña de dos industrias aliadas en contra del coche eléctrico; los esfuerzos fueron desde campañas publicitarias hasta la compra de patentes cruciales para los vehículos eléctricos por parte de compañías petroleras.

Así imaginábamos el coche eléctrico del futuro en los libros de los noventa. (Imagen: Especial)

Las leyes californianas aprobadas a finales del siglo XX que promovieron la fabricación de los primeros coches eléctricos movieron a Toyota a fabricar el Prius, el modelo híbrido que se vende de finales de los noventa. Sin embargo, muchos de los mitos creados entonces siguen vigentes, como el mito de que la autonomía debe ser amplia, a pesar de que el ciudadano promedio en Estados Unidos no conduce más de 50 kilómetros al día.

Hoy en día el coche eléctrico sigue sin despuntar a pesar de que las leyes nacionales se han endurecido y muchas trabas comerciales se han disipado. Pero aún hay obstáculos en el camino. Actualmente la respuesta a por qué el coche eléctrico no es aún un producto de consumo masivo se puede responder de dos formas.

La primera respuesta apelaría a varios factores: las leyes no son adecuadas, los clientes no tienen la confianza suficiente y se muestran reticentes y, por último, la industria aún no ha lanzado un coche capaz de convertirse en un hito económico y cultural que gire la balanza en favor del motor eléctrico.

La respuesta con un solo culpable es mucho más corta: la inercia del mercado. Mientras las leyes de oferta y demanda no beneficien el consumo de coches eléctricos por encima de los que funcionan con gasolina, el panorama no cambiará gravemente.

Las encuestas son claras: la gente sabe de los beneficios ecológicos de comprar un eléctrico, pero no tiene ni los incentivos ni la confianza para hacerlo. El mayor incentivo que la gente podría tener es el precio. La gente considera que el coche eléctrico es un derroche. Aunque el gasto en energía eléctrica es un quinto del gasto en gasolina, los consumidores necesitan otra clase de incentivos para atreverse a cambiar una tecnología por otra.

Con frecuencia se alaba en medios de comunicación el caso noruego, acaso el país que más rápidamente está dejando atrás la gasolina. Muchas veces las alabanzas olvidan el principal ingrediente detrás de la receta noruega: un ambicioso programa fiscal, auspiciado por el gobierno, que hace más fácil y redituable para el consumidor comprar un coche eléctrico que uno a gasolina. Los noruegos no están comprando Teslas en masa porque amen el medio ambiente; lo hacen porque les conviene.

Hasta ahora, Tesla ha desarrollado productos de lujo, no para las masas. (Imagen: Especial)

Los gobiernos deberían apelar a la conveniencia del consumidor en lugar de su corazón. En la medida en que sea irrebatiblemente más beneficioso adquirir coches eléctricos, la gente los comprará; pero para llegar a ese punto hacen falta beneficios fiscales y subsidios, además de leyes que limiten y eventualmente prohiban los coches que emiten gases contaminantes.

Pero así como los consumidores necesitan incentivos y los gobiernos deben proponer leyes y políticas más agresivas, las compañías automotrices tendrían que ofrecer vehículos más accesibles que no representen solamente un atractivo monetario sino que representen incluso un cambio cultural: el coche eléctrico, para triunfar, necesita la llegada de un nuevo “Modelo T” capaz de convertirse en un símbolo del auto eléctrico.

El Tesla es, por mucho, el automóvil eléctrico más vendido de estos tiempos, pero es un producto oneroso, impagable para la mayoría, que se ha convertido en un símbolo de estatus y de ascenso social antes que de compromiso ecológico. El coche eléctrico que vencerá al coche de gasolina será no solo barato sino que conectará con el consumidor como lo hizo el Sedán de Volkswagen: un auto de ventas masivas debe apelar a las masas, no a las élites.

Todos estos factores (confianza del consumidor, leyes e incentivos gubernamentales, y un auto eléctrico más competitivo) podrían cambiar la balanza en favor del coche eléctrico. Ahora mismo las leyes del mercado operan a favor del coche de gasolina: es más barato, se puede conducir sin restricciones y se alimenta de un combustible fácil y barato de adquirir. El cambio se dará a medida que el costo de la gasolina crezca, el gobierno desincentive conducir un coche de combustión interna y los eléctricos sean más baratos.

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