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¿Por qué las políticas anti-ciencia de Trump deberían preocuparte?

Desde que llegó a la presidencia, Donald Trump, ha tomado diferentes medidas que han antagonizado a la comunidad científica: desde prohibirle a instituciones que twitteen o publiquen sus descubrimientos, hasta la construcción de oleoductos que pueden poner en peligro espacios naturales.

Miles de personas marcharán en Estados Unidos y el mundo como respuesta a las declaraciones y políticas de Donald Trump en contra de instituciones científicas. Esta reacción muestra la preocupación del mundo frente a un presidente americano que parece despreciar, profundamente, todo descubrimiento científico que no se ajuste a sus políticas.

Desde que llegó a la presidencia, Donald Trump, ha tomado diferentes medidas que han antagonizado a la comunidad científica: desde prohibirle a instituciones que twitteen o publiquen sus descubrimientos, hasta la construcción de oleoductos que pueden poner en peligro espacios naturales.

Pero esta tendencia no es algo nuevo.

Mucho antes de la campaña presidencial, Trump ha tenido una enorme racha de twitts y declaraciones científicamente cuestionables (por decir lo menos). Y no se puede esperar mucho más de un hombre que considera que pueden existir “hechos alternativos” a los que propone la comunidad científica… o el más banal sentido común.

Para Trump, la realidad existe para todos en el prisma de su propia conveniencia; y en ese esquema, las verdades incómodas nunca serán bien recibidas.

Pero las verdades incómodas existen y es importante tenerlas presentes. Es importante recordar que la tierra se está calentando y que los polos se están derritiendo; es importante saber que el clima está cambiando y que tiene consecuencias para el mundo; es importante saber que las vacunas sirven, que el Zica mata y que el VIH sigue siendo una pandemia global.

Así, frente a los constantes embates de Trump contra la ciencia, es momento de preguntarnos por qué nos afectan las medidas de Trump contra el establecimiento científico y los hechos que lucha por comprobar. Este interés no es por ser mexicanos, latinoamericanos o por venir de un país musulmán; sino porque somos seres humanos y compartimos la trágica realidad de un mismo planeta.

Un pequeño cuento chino llamado “cambio climático”

(Photo by Christopher Furlong/Getty Images)

Donald Trump ha twitteado, en repetidas ocasiones, sobre el calentamiento global. En una ocasión dijo que “el concepto de calentamiento global fue creado por y para China con el fin de destruir la competitividad de la manufactura estadounidense” y que “el calentamiento global es un total engaño”.

Trump ha reportado que en Nueva York ha sentido frío y que, por eso, es totalmente aberrante que se considere que la tierra se está calentando. Ha declarado también, una y otra vez, que los científicos han reemplazado el mote de “calentamiento global” por el de “cambio climático” porque se están dando cuenta de que no hace calor cuando nieva.

Mike Pence mismo ha dicho que el cambio climático no existe y pronto, todas estas declaraciones empezaron a tener repercusiones más serias. Donald Trump aseguró que no respetaría más los acuerdos de París que son, sin duda, los acuerdos internacionales más importantes de la historia para revertir el cambio climático.

En la campaña por la presidencia, Trump llamó a Kevin Cramer como asesor energético. Y Cramer es una verdadera joya en cuestiones de cambio climático: no nada más niega completamente que exista el calentamiento global sino que está muy a favor del fracking y demás formas ecológicamente devastadoras de sacar provecho del planeta.

En esos momentos, también hablaba de revertir el plan de energía limpia con el que Barack Obama contaba reducir en un 32% las emisiones de dióxido de carbono entre el 2005 y el 2030. Por supuesto, Cramer dijo que esas medidas eran desastrosas para la industria petrolera.

(Photo by Chip Somodevilla/Getty Images)

Tiempo después, ya como presidente, Trump prometió a la industria automotriz relajar las restricciones ecológicas a toda la industria. También permitió que se reanudara la construcción de dos polémicos ductos que pueden tener consecuencias ecológicas irremediables.

Así, sea por medidas a favor de la industria, en contra de los liberales o simplemente por pura ignorancia de la futura consecuencia de sus actos, Trump ha atacado sistemáticamente a las medidas implementadas para reducir la desastrosa huella ecológica del hombre en el mundo.

Y, alguien podría decir, ¿en qué nos afecta esto?

Estados Unidos es el segundo país que más emite gases con efecto invernadero. Sólo este país emite el 14.4% de los gases responsables del calentamiento global. Y el calentamiento global afectará, finalmente, el acceso que tengan los mexicanos, en el futuro, al agua, a actividades relacionadas con la agricultura y con la pesca, a nuestra capacidad de proteger la diversidad biológica del país.  

Es importante notar que el cambio global afectará a todas las poblaciones del mundo. Pero serán siempre los países más vulnerables económicamente los que, como siempre, sufrirán las peores consecuencias. Hambrunas, lluvias torrenciales o sequías devastadoras, enfermedades, inestabilidad económica, migraciones masivas…

Al negar el cambio climático, Trump, tal vez, logrará favorecer a la industria americana en el corto plazo. En otra perspectiva, mucho más global, mucho más humana y mucho menos inmediata, su postura, basada en “hechos alternativos” y convenientes, nos afecta a todos.

Esa nimia cosa llamada investigación científica

(Photo by Joe Raedle/Getty Images)

Más allá de los embates al sistema interior de parques, más allá de poner a magnates petroleros en puestos clave de la administración, una de las cuestiones que más preocupa globalmente a los científicos son los recortes que Trump va a ejercer en la investigación científica.

El recorte a la investigación durante esta administración podría ser considerable. Existen sectores que no sufrirán de la ira de Trump: es el caso de la NASA que sólo sufrirá un recorte del 1% en su presupuesto. Sin embargo, este recorte se efectuará en temas de educación.

En las dinámicas políticas y presupuestales de Trump parece pues, evidente, que la educación científica no tiene ningún peso. Digo, no por nada eligió a Betsy DeVos como Secretaria de Educación. DeVos es miembro de la Iglesia Cristiana Reformada que expresa así su posición sobre el darwinismo:

La humanidad fue creada a la imagen de Dios; toda teoría que minimice este hecho y todas las teorías de la evolución que niegan la actividad creativa de Dios deben ser desechadas

El problema en todo esto no es que una iglesia niegue la teoría de la evolución, sino que la Secretaria de Educación de uno de los países más grandes y poderosos del mundo le pueda negar a los niños la posibilidad de una educación laica y científica. Como bien dice un artículo de The New Yorker, no se trata de enseñarles a los niños que la Tierra gira alrededor del Sol sino mostrarles el pensamiento que llevó a esas conclusiones.

(Photo by William Thomas Cain/Getty Images)

Establecer una educación que niega la evolución, que niega dar una educación sexual comprensiva, que explica a los adolescentes que la abstención es la mejor anticoncepción, puede repercutir terriblemente en todo el mundo. La religión es personal, cierto, pero la búsqueda de conocimiento y los problemas de salud sexual nos conciernen a todos.

Por demás, fuera de los cambios y recortes en la educación, Trump quiere recortar en un 18% el presupuesto del Instituto Nacional de Salud (NHI). Desde la campaña, el actual presidente había mostrado cierto desprecio por esta institución. Y ahora, parece que parte del balance presupuestario necesario para lograr cumplir su promesa de bajar impuestos vendrá de los fondos reservados a la investigación científica.

El NHI es, tal vez, el más importante centro del mundo en cuanto a investigación médica. Es el lugar con mayor prestigio en la investigación sobre cáncer, un centro esencial para la investigación sobre el VIH/SIDA y, claro, el laboratorio que ha encabezado las investigaciones sobre problemas de salud globales como el virus del Zica, la diabetes o el Ébola.

Gracias al cambio climático muchos países se están volviendo más vulnerables a estas enfermedades. El mismo cambio climático que Trump niega está matando poblaciones a través de enfermedades que podrían curarse en centros a los que Trump quiere dejar con el 20% menos de su presupuesto. El problema es redondo.

Claro, estos centros de investigación tienen diferentes formas de financiamiento y siguen siendo lugares extremadamente privilegiados. Sin embargo, la tendencia de Trump es peligrosa porque el presupuesto del NHI ya venía bajando desde hace varios años y si los recortes continúan podría peligrar seriamente uno de los centros responsables de una gran parte la investigación médica en el mundo.

Estados Unidos es el productor más importante de artículos científicos, patentes, investigación y doctorados. Cualquier disminución del presupuesto en desarrollo e investigación resulta, entonces, en una disminución en la capacidad mundial para producir conocimiento científico.

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Lo que Trump haga en Estados Unidos no es, entonces, solamente el problema de los americanos. Por cada enfermo de SIDA en el mundo, todo el mundo sexualmente activo peligra. Por cada de inundación que provoca pandemias, que aumenta la resistencia de virus y bacterias, todo el mundo peligra. Por cada ataque al medio ambiente, los habitantes más desprotegidos del planeta y las generaciones futuras sufrirán las consecuencias.

Puede no importarnos lo que depare el futuro, puede no importarnos la política de otro país, podemos pensar que lo que debería canalizar nuestros esfuerzos son problemas más inmediatos y locales. Sin embargo, pensar así es pensar, también, como los simpatizantes de Trump. Porque, lo queramos o no, lo neguemos o no, la salud del mundo y de sus poblaciones nos concierne, siempre, a todos.

(Photo by David McNew/Getty Images)

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