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Nomadland y las contradicciones del sueño americano

Nomadland: Crítica y explicación de la película nominada a los Premios Oscar 2021.

Chloé Zhao se ha enfocado, desde el inicio de su carrera, en hacer películas que observan, desde una mirada íntima, no desprovista de sentimentalismos, la cruda realidad de las comunidades más desprotegidas en Estados Unidos. Iniciando su producción fílmica con Songs My Brothers Taught Me en 2015, Zhao continuó su retrato de la reserva nativo americana de Pine Ridge con The Rider (2017) que le ganó reconocimiento internacional.

Finalmente, con Nomadland, Zhao se adueñó del honor más alto en el festival internacional de cine de Venecia y, desde entonces, no ha parado de recibir premios y alabanzas. Reconocimientos que, muy posiblemente, culminarán con varios premios Oscar esta semana y con el honor peculiar de ser la segunda mujer en ganar un Oscar como directora en toda la historia.

Nomadland cuenta la historia de Fern (magistralmente interpretada por Frances McDormand), una mujer que recientemente enviudó y perdió su casa. Estas dos tragedias no tienen la misma causa. Su marido falleció por una larga batalla contra el cáncer y el pueblo en donde vivía se vació completamente, sumido en deudas, después de que la crisis financiera destruyera la industria que lo alimentaba económicamente. Ahora Fern se dedica a vagar por Estados Unidos, durmiendo en su camioneta y conociendo a todo tipo de viajeros inesperados en el camino.

Más que una película sobre la pobreza en Estados Unidos o las consecuencias de la crisis económica de 2008, Nomadland intenta hacer el retrato de un personaje complejo que quiere encarnar, a pesar de sus tragedias, el sueño americano. Un sueño que, entre más ausente está, más presente parece vivir en las esperanzas de los estadounidenses.

En este breve ensayo, queremos explorar brevemente las contradicciones internas de la película y preguntarnos qué es lo que quiere proponer entre pautas melodramáticas, la construcción de un retrato y una reflexión como amplia crítica ideológica.

Un concepto en un título

Hay un oxímoron ahí, ¿no es cierto? “Tierra de nómadas”. La idea de una tierra que pertenezca a los nómadas es un contrasentido. Los nómadas no tienen tierra por definición. Eso es lo que los hace ser nómadas: la resistencia a lo sedentario.

¿Qué significa lo sedentario en el imaginario de esta película? Una confrontación de lugares comunes que crean y refuerzan el concepto de hogar. En algún momento, a Fern, la protagonista, alguien le dice que es “homeless” y ella responde con un matiz: no es “homeless”, es “houseless”. Esto responde al primer cliché, el que está tatuado en el brazo de una trabajadora temporal de Amazon por una canción de los Smiths: el hogar es donde están tus amores, tus recuerdos, tu persona. El hogar es algo que se puede mover, transitorio, nómada.

Frente a esta idea, el sedentarismo propone otro hogar; una idea rancia que dicta que el hogar es donde se sienta cabeza, donde se crean historias, donde se cuelgan los retratos de boda, luego de hijos, luego de nietos y así, sucesivamente. La casa que contiene en sus muros los recuerdos: ese es el hogar.

Pero estas dos concepciones del hogar empujan a algo imposible cuando hay un desarraigo. El desarraigo de una crisis inmobiliaria, de un pueblo minero que desaparece, de una ciudad industrial que se va a la quiebra. Los pueblos transitorios, creados solamente por una industria naciente para alimentar la panza de la bestia productiva, tienen fecha de caducidad. Y, sin embargo, se vendieron como el sueño americano. Detroit se vendió como el futuro. Empire, la ciudad abandonada de la protagonista, también, se vendió como el futuro. Y el nombre de este pueblo resuena, además, con la realidad marchita del imperio estadounidense. Cuando no sobrevive nada, cuando todo lo que se prometió como raíces, como un lugar para montar las fotos de la familia desaparece, ¿qué es lo que queda? La otra opción, el otro cliché, la idea de que la casa es lo que recordamos, lo que queremos, lo que llevamos con nosotros.

Todo se derrumba y la crueldad está en que, al derrumbarse el mundo material, el sueño americano permanece. Todo se pierde y, aún así, los estadounidenses siguen alimentando ese viejo mito del progreso basado en la familia y el hogar.

La realización imposible del sueño americano

En Nomadland, el oxímoron de la tierra nómada, vive en una protagonista que no puede establecerse después de que se rompiera la promesa de un hogar. Pero tampoco puede vivir en el descampado de su propio recuerdo porque todo el territorio abierto del mundo sólo le va a recordar a un paisaje: el que estaba detrás de su casa en Empire, el que hacía de esa casa algo especial. Ese borde de libertad en el establecimiento sedentario, esta invitación al viaje, es algo que recuerda insistentemente.

Fren es una persona demasiado honesta para establecerse en la farsa del sueño inmobiliario americano. Ese mismo sueño que, tras un barbecue espantoso, los bienpensantes maridos del círculo de su hermana, siguen alabando. A pesar de no conformarse al sueño americano del hogar, el amor hacia Bob, su difunto marido, la lleva a establecerse. Pero su establecimiento invita también a la huída: siempre vivió al borde del pueblo, en la frontera abierta de lo nómada. Fren había encontrado una frontera honesta para vivir en el oxímoron del sedentarismo vagabundo: con un pie adentro de una casa establecida, y con una puerta trasera que se abre hacia el salvaje mundo.

A partir de considerar esta construcción compleja de un personaje, todos los bellos paisajes, todos los atardeceres, o la vivencia única de ver golondrinas en un kayac, son una broma cruel. La mujer que va a leer a Kevorkian para morir haciendo lo que más quiere es libre porque sólo busca una imagen. Pero todas las imágenes hermosas de esta película no le sirven de nada a la protagonista porque el hogar ya no existe, porque el oxímoron muestra su crueldad, porque tuvo la frontera perfecta y la perdió para siempre. Cada toma de evidente belleza fotográfica en esta película es cruel, en ese sentido. También creo, por eso, que la edición sobreexcitada de Zhao tiene un punto de ansiedad: cada vez que se mira una belleza, una conversación, un momento, por demasiado tiempo, causa un escozor único. Porque esa es la visión de una protagonista atormentada por la idea del sedentarismo. Atormentada por la idea de posar, siquiera los ojos, por demasiado tiempo en algo, en alguien, en lo que sea.

Con todo esto, la película, no deja de tener horrores efectistas. Tal vez, su más imperdonable error es el score melodramático. No se necesita un piano meloso para mostrarnos la tristeza que transmiten esos planos; y el hecho de resaltar la tragedia con la música les quita mucha fuerza. Porque la tragedia aquí está en toda la belleza natural del mundo, en todo el interés de las personas, en todo lo que los ojos de la protagonista, vorazmente, ansiosamente, intentan abarcar para darse cuenta de que nada basta.

La crítica, finalmente, en esta película. está en la mentira de una promesa profundamente anclada en la psique americana: que en algún lugar, en algún momento, todos tendrán un hogar. Esa sociedad crea hogares que se desvanecen, promete vidas que no existen y utiliza a los despojos de una promesa para empaquetar regalos de navidad y mantener otras promesas. Ese es el camper de Amazon: la necesidad de mano de obra, para facilitar la creación de una sensación de hogar. Vaya crueldad. En ningún momento esto resulta acrítico. De hecho, es particularmente terrible en la idea que se mantiene, siempre tan firme, del sueño americano: incluso en donde no hay hogar, hay hogar.

La trampa, aquí, es que el hogar siempre puede desvanecerse, el Día de Acción de Gracias puede ser una intromisión sin gracia y la diadema de plástico para festejar año nuevo, sólo una broma cruel sobre el paso del tiempo. Todo esto rodea la enorme estupidez de un oxímoron: sólo hay nómadas cuando hay sedentarios. Ni los que tienen hogar, ni los que vagan, están realizando la promesa del sueño americano; esa promesa rota que, a pesar de su estruendosa caída, sigue viviendo entre paisajes plásticos, como un mesías sardónico.

*****

Calificación: 3.5/5

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