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Ver porno NO arruina tus relaciones sentimentales

El gobierno de Utah, la socióloga Gail Dines y el psicólogo evolucionista Douglas Kenrick afirman que el consumo de pornografía en los Estados Unidos Norteamericanos es una crisis de salud pública y que afecta las relaciones de pareja. Otros estudios científicos afirman que no hay evidencia suficiente para sostener esto

No hay evidencia científica que demuestre lo contrario.

El gobierno de Utah, la socióloga Gail Dines y el psicólogo evolucionista Douglas Kenrick afirman que sí, el porno arruina nuestras relaciones sentimentales y aún más, consideran que el consumo de pornografía en los Estados Unidos Norteamericanos es una crisis de salud pública.

Antes de mostrar la postura concreta de estos actores en el debate sobre el consumo de porno hay que decir que todos hablan desde el ala conservadora del país y es importante tenerlo en cuenta por las implicaciones que tendrá en la posición de cada discurso antiporno. Dicho esto, comencemos entonces con la postura del gobierno del estado de Utah.

En abril de 2016 el gobernador del estado, Gary Herbert, declaró el consumo de pornografía como una crisis de salud pública, Todd Weiler, el senador encargado de la resolución dijo que la pornografía es “mala, degradante, adictiva y nociva” y que su consumo va ligado al de las drogas y el alcohol, factores que ponen en riesgo a la juventud norteamericana. Weiler advirtió incluso que el consumo de porno deja secuelas psicológicas. En entrevista con The Atlantic, Weiler fue incapaz de explicar las razones por las que ver pornografía es un problema de salud excusándose en que él no es científico, sin embargo, refirió al periodista al grupo Fight the new drug, de bases mormonas, en las que tampoco hubo evidencias científicas sino sentencias del tipo “Porn kills love” y “Porn hates families”.

Organizaciones como el National Center on Sexual Exploitation (NCSE) de corte religioso y Fappy The Antimasturbation Dolphin, la mascota del grupo Stop Masturbation Now (!), quien defiende los valores familiares, celebraron la firma de la resolución y la consideraron un hecho histórico.

Gail Dines, profesora de sociología en el Wheelock College es partidaria de la opinión de Weiler, para Dines la pornografía no es una cuestión que debe tratarse moralmente sino como un problema de salud, en la columna titulada Is porn inmoral? That doesn’t matter: It’s a public health crisis, Dines se apoya en “una extensa investigación científica” para afirmar que tanto el consumo como la exposición a la pornografía son una amenaza a la salud física y emocional de los individuos y comunidades familiares, Gail también argumenta que investigadores de muchas disciplinas se valieron de muchas metodologías para demostrar que el consumo de porno es perjudicial, según el estudio al que remite Dines las personas que ven porno son propensas a cometer violaciones o agresiones sexuales.

Los resultados obtenidos de los estudios a los que Dines confía su posición sobre el porno la llevan a concluir que el costo sentimental de consumir pornografía es la pérdida de interés en la pareja, es decir, que entre más pornografía se consume hay menos interés por una pareja, lo que deriva en problemas de autoestima, depresión y, de últimas, una inmersión en el consumo de porno para salvar la vida en pareja.

La única fuente

(Photo by John Firth/BIPs/Getty Images)

Por su parte, Douglas Kenrick el psicólogo evolucionista pionero en los estudios sobre pornografía, publicó en 1989 sus investigaciones respecto a cómo reacciona una persona (heterosexual) a fotografías (porque 1989) de desnudos. Las conclusiones de dichas investigaciones arrojaron que los afectados por ver porno fueron hombres exclusivamente y expresaron que después de ver imágenes de mujeres ultra atractivas se sintieron menos atraídos por sus parejas pero no sólo menos atraídos sino además menos inclinados a amarlas. Los estudios hechos por Kenrick en la década de los 80´s son la principal fuente de investigación de los recientes proyectos anti pornografía y gracias a las conclusiones obtenidas es posible asegurar que el consumo de porno destruye a las familias, produce divorcios, crisis en las comunidades e incluso efectos destructivos en el cerebro.

Hay que anotar, al paso, que las investigaciones de Kendrick reportan resultados en hombres pero no en mujeres pues, según el psicólogo evolucionista, las mujeres no se sienten atraídas por lo físico o sexual sino por los sentimientos (por supuesto, no entregó evidencia científica para corroborar esto último).

¿Me enfermé de porno?: No hay evidencia científica

(Photo by Spencer Platt/Getty Images)

Ahora bien, los “argumentos” que estas tres figuras anti porno ofrecen para condenar el consumo de contenido erótico no están sostenidos por ninguna evidencia científica, y ellos mismos no tienen manera de probar la relación entre el consumo de porno y el deterioro en la calidad de una relación.

Tanto los discursos de Dines como el de Weiler y Kenrick se apoyan en las consecuencias de una supuesta relación (ver porno = menor interés sentimental) que, científicamente, no está probada.

La dirección hacia la que el gobierno del estado de Utah, y el senador Weiler, llevaron la discusión sobre los peligros del porno fueron los costos sociales y así, señalaron la situación como una crisis de salud pública. Pero no siguieron el procedimiento adecuado, para empezar, para declarar algún asunto como crisis de salud pública, los factores de riesgo no son los que la determinan sino los resultados empíricos que muestran la correlación causal entre las partes que se quiere demostrar, en este caso entre consumir porno y daños físicos o psicológicos.

El gigante salto argumentativo al que se recurre en este tipo de discusiones — que pueden entenderse como tabú — es muy común, la falta de rigor científico y los argumento morales siempre resultan la mejor herramienta para persuadir y alarmar a la gente sobre temas escandalosos y considerados tabú.

El senador Weiler fue más allá al comparar los efectos adictivos del alcohol, la metanfetamina y otras drogas con el supuesto daño por consumir porno, pero no sólo no dio pruebas sino que sí hay pruebas científicas para decir que esta relación “porno-adiocción” es falsa.

La institución encargada de tratar los desórdenes mentales, la American Academy of Psychiatry, no reconoce como suficiente la evidencia que se ofrece para declarar la “adicción” al porno como un desorden mental.

Las investigaciones que Douglas Kenrick realizó en 1989 no estaban dirigidas a ver la relación entre el porno y nuestras relaciones, y él mismo lo sostiene. En aquél entonces estaba tratando de consolidar una de sus teorías psicológicas conocida como contrast effects y sus implicaciones sociales. Sin embargo, sus apuntes sobre la pornografía siguen siendo citados como si fueran evidencia científica.

¿De verdad es tan claro que sea un problema?

(Photo by Peter Keegan/Keystone/Getty Images)

Pornhub ha mostrado en sus gráficas de 2016 que Utah ocupa el primer lugar de consumo de porno en los Estados Unidos de Norteamérica con el 41% del tráfico total.

La pregunta que surge entonces es, según la lógica de sus gobernantes, ¿hay tanta gente enferma en Utah o divorciados, o engañadores de parejas, o violadores? ¿O solo es que sus políticos capitalizan las “buenas costumbres” para hacerse populares entre “las buenas conciencias”?

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