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Nazismo, neonazismo y fascismos en México

México ha tenido una historia donde se ha enfrentado con nazismo, neonazismo y fascismo. La realidad mexicana ha tenido que lidiar con ideas racistas.

Un pequeño repaso por la historia de la ultraderecha en nuestro país

La intolerancia puede adoptar varias máscaras, distintos grados de violencia. La discriminación se ejerce mediante el comentario sutil, aparentemente inocente, o a través de la violencia del cuerpo sobre el cuerpo. El efecto siempre será un deambular entre la humillación y el dolor. Corren horas intolerantes, ciertamente agresivas. Por ejemplo, hace unas semanas, se llevaron a cabo varias marchas del Frente Nacional por la Familia. Se trata de una organización católica que se opone al matrimonio y adopción entre parejas del mismo sexo. Se ha comentado mucho al respecto e incluso hay quien señala que más que una “defensa de la familia”, el Frente propaga un discurso de odio contra la diversidad sexual (a pesar de que ellos dicen no hacerlo).

Pero si algo resaltó de la última marcha, realizada en la Ciudad de México, fue un incidente que no debemos dejar de observar: la aparición de un supuesto grupo neonazi que marchó con el Frente y que al final del evento insultó a activistas de la comunidad LGBTTTI.

Aquí hay una escena interesante: una pequeña asociación de hombres hace el saludo nazi y canta Sieg Heil!. Uno de ellos, rabioso, grita a sus contrincantes: están podridos, están podridos, están podridos… En la mano izquierda lleva la bandera nacional. Viste, además, una playera blanca que dice “México”. Esto no es irrelevante, pues nos recuerda que no es la primera vez que hay expresiones ultraderechistas en nuestro país. El asunto no es nuevo, su constante resurgir exige nuestra atención. ¿Qué hacer con ello? Hay que recordar, primero, que el fascismo ha anidado en suelo mexicano desde hace mucho tiempo.

Es posible rastrear las huellas (y los efectos) de la ultraderecha aquí. Todo se remonta a la primera mitad del siglo XX.

Fascismo, saber totalitario, historia nacional

Pedro Salmerón dijo que “para hacer fructífero el malestar, hay que entender críticamente los cataclismos del siglo XX.” Partamos de allí para comprender la operación de la ultraderecha en México. Así pues, hay que preguntarse por la materia que soporta al fascismo, por su constitución ideológica. Conocemos algunos rasgos que la distinguen: nacionalismo rotundo; uso arbitrario de la fuerza como mecanismo de coerción; condena (y golpeo) de lo otro, es decir, de la alteridad racial, política, social y sexual. La función ideológica del fascismo puede pensarse como una forma pretendidamente total de saber: es total porque busca dominar a su adepto en cada nivel de su vida, pensamiento y cuerpo; además, es total dado que busca expandirse, que otros individuos se adhieran a él. Debemos hacer una precisión importante: la totalización del saber implica, por fuerza, la aniquilación de aquellos que no lo compartan. La sola existencia del resistente es un obstáculo a la propagación de ese sistema de creencias.

(AP Photo/Sven Kaestner)

Durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército hitleriano operó en nuestro país y, sobre todo, al interior de grupos políticos muy poderosos. Juan Alberto Cedillo, autor de Los nazis en México (2007), realizó una profunda investigación en documentos desclasificados por el Archivo Nacional de Washington, en reportes del Archivo General de la Nación, en informes de la Secretaría de Relaciones Exteriores y en expedientes militares del Archivo Histórico de la Secretaría de Defensa Nacional. Los resultados son relevantes. Para derrotar a Inglaterra, Hitler necesitaba estar al tanto de la ayuda militar que esta podría recibir de Estados Unidos. Por lo tanto, buscó ampliar las operaciones de espionaje en dicho país. El ejército nazi tuvo que idear una estrategia para llegar a México y, con ello, estar más cerca de Norteamérica. Fue así como, en 1941, Joseph Goebbels envió a una actriz alemana a nuestro país. Su nombre era Hilda Krüger; su tarea, hacer de espía. Según Cedillo, Krüger se hizo amante de Miguel Alemán Valdés, entonces Secretario de Gobernación de M. Ávila Camacho, y de Ramón Beteta, subsecretario de Finanzas de la misma administración. La operación fue fructífera: se enviaron informes a Alemania de movimientos navales de los Aliados, así como datos exactos sobre la fabricación de aviones y material bélico en Estados Unidos. Más allá de lo anterior, el nazismo tuvo también aparatos de propaganda en México. Su agente más importante fue José Vasconcelos.

En esa época, según Héctor Orestes Aguilar, México albergó un gremio ciudadanos alemanes que simpatizaban con el nazismo. En 1930, el grupo contaba sólo con 7 integrantes. Sin embargo, a finales de 1939, la comunidad había ascendido a 366 personas, distribuidas en todo el país. Así, el 22 de febrero de 1940 se publicó el primer número de Timón, revista de corte filonazi dirigida por José Vasconcelos. Orestes Aguilar define el proyecto como “el mayor medio propagandístico favorable al Tercer Reich en América Latina.” No era un panfleto, sino una publicación para toda la familia: estaba conformada por un editorial, seis secciones fijas, columnas de modas, deportes, salud y vida diaria. Sin embargo, su objetivo era muy específico: mediante artículos de análisis sobre los procederes militares en Europa, se buscaba legitimar la ideología hitleriana, como la posibilidad de su triunfo en la guerra.

José Vasconcelos (Dominio público/Wikipedia)

El auge global y mediático del fascismo tuvo efectos correlativos. Es cierto que el Nacionalsocialismo no contó con un gran número de simpatizantes en México. Sin embargo, nuestro territorio (como nuestra historia) fue el escenario propicio para la aparición de un movimiento ultraconservador, paralelo a las ideologías totalitarias europeas. La Unión Nacional Sinarquista fue fundada en 1937 y buscaba combatir los efectos seculares de la Revolución Mexicana. La Unión se nutrió, sobre todo, de campesinos católicos y de aquellos que no se habían beneficiado del reparto agrario. Según estudios, los sinarquistas llegaron a ser entre 310 mil y 600 mil personas. Buscaban instaurar un Estado regido por los valores de la Iglesia: para ellos, ser mexicano era ser católico. Por lo tanto, buscaban abolir el laicismo en las instituciones y la educación, como la influencia de Estados Unidos en la vida del país.

Fascismo, nazismo y catolicismo recalcitrante aparecen como fenómenos contemporáneos e interdependientes. Por otra parte, la expansión del saber totalitario tiende ramificaciones diversas, efectos ulteriores. El fascismo hace metástasis. En los últimos años, México ha sido testigo de brotes filonazis al interior de algunos partidos políticos.

Campesino mexicano quemando una bandera nazi en 1941 (AP Photo)

Nazis de nuestro tiempo

Óscar Sánchez Juárez, ex dirigente del PAN en el Estado de México, también ha dado de que hablar. En 2012, Sánchez Juárez pretendía conseguir un escaño en el Senado. Durante esos días, el funcionario hizo una declaración delicada: “[Julio César y Hitler] fueron hombres que trascendieron en la historia, que dominaron al mundo, a lo mejor no de la manera más convincente para todos, pero admiro el liderazgo que ambos tenían para que miles de gentes (sic) estuvieran dispuestos a dar la vida por ellos.” El Comité Ejecutivo Nacional del PAN desconoció a Sánchez Juárez como su líder en la entidad mexiquense.

(AP Photo)

El corazón de la juventud es una meta primordial para la expansión ideológica. En México, los casos más recientes de formaciones neonazis han sido protagonizados por jóvenes. Entre dichas células, la más memorable surgió hace dos años, al interior de las filas juveniles panistas en Jalisco. Su nombre oficial era Movimiento Nacionalista Mexicano del Trabajo, aunque la opinión pública los bautizó como los Morenazis. Surgió en noviembre de 2013, bajo el liderazgo de Juan Barrera Espinosa, ex consejero estudiantil de Acción Juvenil-Jalisco. Su objetivo, decían, era “proteger a las familias tradicionales, a la religión católica-cristiana, a los micro, pequeños y medianos empresarios”. Buscaban, además, “abolir la propaganda-adopción-marchas-matrimonios homosexuales”. Los dirigentes locales del PAN en Jalisco se deslindaron de ese discurso. Por otra parte, en una entrevista realizada por Vice, Barrera Espinosa negó la existencia de su movimiento y su simpatía por el nazismo. Refrendó, sin embargo, una fidelísima militancia en el partido: “yo toda mi vida he sido panista, es un ideal, esa mística que tiene Acción Nacional me enamora completamente de este partido.”

Yo amo mucho al PAN”, remató.

A la luz de los datos anteriores, la aparición de grupos neonazis cobra un matiz específico. La subsistencia del nuevo fascismo tiene un soporte que, aunque declaradamente conservador, parece más aceptable: el mandato religioso como agente de operación política y, por lo tanto, ideológica.

Una serpiente se muerde la cola

Diego Duarte Flores formaba parte del Movimiento Nacionalista Mexicano del Trabajo. A pesar de que el organismo se haya diluido, el chico manifiesta aún su simpatía por el nazismo. En una publicación de su cuenta de Facebook, del 16 de febrero de 2014, Diego muestra un fotomontaje curioso: en un sendero en medio del campo, Jesucristo pasea al lado de un soldado nazi. El mesías carga el rifle y el equipaje de su compañero, como ayudándole a descansar. La imagen viene acompañada de un pequeño mensaje escrito por Duarte Flores: “el nacionalismo nunca fue contrario a Cristo, pues existía el ‘cristianismo positivo’ en el Tercer Reich […] Gott Mit Uns! (‘Dios con nosotros’, máxima que venía en todas las hebillas de la Wehrmacht)”.

Fotomontaje publicado por Diego Duarte Flores en 2014. “El nacionalismo nunca fue contrario a Cristo, pues existía el ‘cristianismo positivo’ en el Tercer Reich […] Gott mit Uns”.

A los ojos de algunos, esto puede resultar indignante. Sin embargo, no debe pasar desapercibido. La imagen constituye, a los ojos de Duarte, un legítimo punto de comunión entre la palabra de Jesús y el golpe del fascismo. Si Dios está con Hitler, entonces Hitler es un brazo de Dios. Y viceversa. En ese sentido, la fuerza totalitaria (el despojo, el daño, la humillación) se plantea como un supuesto mandato divino. Mandato que, por cierto, ha enraizado en sectores importantes de la vida política nacional.

Es momento de plantearse una pregunta ineludible. Sí, es cierto que los recientes brotes de filofascismo se nutren de católicos recalcitrantes que, demás, tienen cierto grado de intervención política. No obstante, falta cuestionarse qué tanto de fascismo (de fuerza arbitraria, de discurso totalizador, de condena a la alteridad) habita en el mensaje y el proceder de organizaciones como el Frente Nacional por la Familia. ¿Estamos frente a un discurso preocupado por la situación de las familias mexicanas, o bien, ante un discurso que puede ayudar a que individuos pasen fácilmente a la agresión arbitraria, al odio concreto?

¿Dónde radica el fascismo?

¿Nazis? No, gracias. (AP Photo/dpa, Jan Woitas)

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