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México: del trauma a la virtud

En este anecdotario, Gerardo Juárez "Bola", nos cuenta su recorrido por la mexicanidad y la hispanidad.

Nací y crecí en un país completamente desigual, en donde parece que nacer con fenotipo europeo predominante te pone en condición ventajosa frente a aquellos que no lo tienen, de hecho, yo cuento con esa ventaja. Algunos amigos míos dirán al leer esto: “¡No manches güey serás ruso!” pero es evidente que mis rasgos físicos no atienden los rasgos que caracterizan a los pueblos originarios del continente americano. Esto de alejarse de cualquier indicio indígena o prehispánico es cosa seria en México, es un juego relativamente fácil de jugar para los que tenemos la ventaja antes mencionada, que por cierto, es el más importante de todos los juegos.

Imagen de la diosa Toci-Tonantzin en el Museo Nacional de Antropología, en a Ciudad de México (Archivo)

Uno se siente “empoderado” en México por la simple razón de tener un fenotipo europeo dominante, y si estás entre el que si y que no, uno aún puede “dar el gatazo” es decir, hacerse de una parafernalia tal que disipe aquellas dudas frente a terceros, el juego consiste en parecer que estas muy lejos de cualquier vestigio autóctono, luego entonces, quien nunca se esforzó para lograr el cometido antes mencionado, por contar per se con la ventaja fenotípica de nacimiento, es por lo general quien no entiende o no quiere entender el tema de víctimas de la conquista o piensa que es una exageración, una necedad hablar del tema, ya que ni él ni sus ancestros se vieron afectados por su fenotipo en México, sino por el contrario, fueron beneficiarios, siendo que lo que está detrás de todo este juego, inició ciertamente a partir de la invasión española, y se resume en alejarse de parecer conquistado, invadido o perdedor.

Los mexicanos en lo general no estamos pensando de manera cotidiana en el tema de la conquista, lo hacemos de manera inconsciente y, eso sí, lo hacemos todos los días, en cada acción social, en todas y cada una de las interacciones entre nosotros.

Retrato anónimo del célebre conquistador español Hernán Cortés (dominio público).

Hace algunos años me di a la tarea de escudriñar en un buen número de crónicas del siglo XVI, desde el primer arribo de Colón a las que hoy conocemos como islas del Caribe, que por cierto llevan hoy ese nombre debido a que el almirante genovés estaba convencido que había arribado a la tierras del Gran kan, máximo jerarca del Imperio Mongol que abarcaba India dentro de sus territorios dominados, de ahí que se le ocurrió llamar a los oriundos de esas islas Caníbales, término que se asoció con la antropofagia más que otra cosa, así que Colón inventó la palabra canibal, y es de entenderse que si te creíste lo de Colón de “come hombres”, pues no quieres que te coman jajajaja y antes de averiguar, mejor los eliminas. Tan solo treinta años después del arribo de Colón, absolutamente todos los habitantes de esas islas fueron eliminados, de ahí que en las islas del Caribe al día de hoy predominan afrodescendientes (esclavos) y no ves ni un solo descendiente de los indios “caníbales”.

Veintisiete años después de lo mencionado en el párrafo anterior, Hernán Cortés llegó con diez barcos desde Cuba a las costas de lo que hoy conocemos como Isla Mujeres, siendo que en el ínter de esos veintisiete años se dieron muchos encuentros bélicos entre españoles y oriundos de esas costas caribeñas y un poco antes en lo que hoy es Tabasco tierra de los mayas chontales y parte de lo que hoy conocemos como Campeche, Yucatan y hasta Veracruz, y tan solo tres años después, como ya sabemos, cayó el más grande imperio mesoamericano, cayó Tenochtitlan y con ello prácticamente todos los pueblos dominados por los mexicas.

Mexicas bailan en celebración. (Foto por Hulton Archive/Getty Images)

Trescientos años después, todo aquello era del Rey de España, quien por cierto nunca visitó lo que nombraron como Nueva España ni el México independiente, sino hasta en los años setentas del siglo XX Juan Carlos, padre del destinatario de la carta enviada hace unos días por el presidente de México, en donde le solicita una disculpa básicamente por el abuso, exterminio y saqueo cometido por sus nobles ancestros. Esos trescientos años forjaron sustancialmente el molde de lo que hoy conocemos como México, un lugar donde algunos pocos privilegiados de fenotipo europeo, gozan de las oportunidades, y esos pocos privilegiados tenían la encomienda de explotar los recursos de la Colonia en beneficio exclusivo de la Corona española, mas no así de la entonces llamada Nueva España.

Hace unos años tuve la gran oportunidad de vivir en España, en Madrid precisamente. Fueron solo dieciocho meses, pero los dediqué en buena medida a entender cuál era la parte que me correspondía como mexicano de ese gran país, mi mente llena de contradicciones me hizo disfrutar enormemente la búsqueda de mi mexicanidad en España, recorrer los museos naval y de arqueología varias veces, caminar por las calles, leer a los cronistas de nueva cuenta, y la única parte que encontraba de mi mexicanidad allá era mi hispanidad, mi lengua, mis costumbres católicas, las canciones, los villancicos, la talabera, la virgencita, fui descubriendo que culturalmente era más español de lo que imaginaba, ya sé que parece bastante obvio lo que estoy diciendo, pero al poco tiempo fui encontrando pedazos de México allá, el fantástico museo de América que es muy poco visitado, que está en contra esquina con la Universidad Complutense, y no tan cerca del Palacio Real. La cantidad de tesoros prehispánicos que hay ahí deja a cualquiera sin aliento, es una belleza aquello. Hasta que un día me encontré de frente, en el mismísimo Palacio Real, con dos personajes protagónicos, no lo podía creer, en la entrada principal, frente a la Catedral de la Almudena, en las dos columnas mas importantes del edificio, en los casi extremos de izquierda y derecha se encontraban las esculturas de Moctezuma y Atahualpa, los grandes emperadores de los mexicas e Incas respectivamente, jugando el rol como parte de la realeza de España, ya que en esa fachada no encuentras mas que esculturas de Reyes de España, los que la historia ha considerado más importantes.

Palacio Real de Madrid (Foto: Carlos Delgado; CC-BY-SA)

Al salir de ahí, sentí que algo empezaba a tener sentido, como si hubiese quitado una gran piedra en mi viaje personalísimo de buscar parte de mi mexicanidad en aquel territorio ibérico, y de repente como un momento de epifanía, vi que México estaba debajo de mis pies, pero no nada más México, sino América Latina entera, en cada pisada que daba, en cada piedra que veían mis ojos, todo el saqueo de oro y plata estaba ahí, sin concesiones y sin cesar por trescientos años, como regalo de Dios, daba sentido al gran poderío que logró España precisamente durante tres siglos.

A mi regreso a la Ciudad de México, visité de nueva cuenta el museo de antropología e historia, pero mis ojos eran otros, ese magnífico e inigualable recinto estaba incompleto, faltaba todo aquello que acababa de reconocer que también soy como mexicano al tener tanta carga de hispanidad cultural, mi historia talayótica, celta, visigoda, romana, judía sefardí y árabe, nada de eso está en dicho museo, y pensé: ¿No será momento de unir el majestuoso Museo Nacional de Antropología, ubicado en Reforma en la Ciudad de México, con el maravilloso Museo de Arqueología Nacional ubicado en Serrano en Madrid y que esa interactividad museográfica sea una pieza clave en la narrativa de la reconciliación entre ambos países?

Parte importantísima de la reconciliación histórica es explorarla a fondo de nuevo. Para nosotros los mexicanos es fundamental comprender toda la hispanidad que nos toca como cultura así como la parte prehispánica, sobretodo porque venimos replicando inconscientemente un molde cultural que cada vez nos afecta mas, una especie de trauma que parece infinito. Es necesario romper el molde si queremos construir un mejor país, y explorar, reconocer y beneficiarnos orgullosamente de nuestras raíces indígenas, como fundamental también lo es reconocer nuestra hispanidad para acercarnos mas al mundo y a nosotros mismos.

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