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Marte, el planeta que va a salvar a la humanidad del apocalipsis

Bradbury nos hizo soñar con la vida en Marte. Ahora, Elon Musk está hablando de colonizar al planeta rojo para salvar a la humanidad.

Ray Bradbury nos hizo soñar con la vida humana en Marte. Ahora, por primera vez en la historia, Elon Musk está hablando, seriamente, de colonizar al planeta rojo para salvar a la humanidad.

¿Qué podemos aprender de Las Crónicas Marcianas de Ray Bradbury?

Las Crónicas Marcianas de Ray Bradbury, una obra esencial para la literatura de ciencia ficción, fue publicada hace más de sesenta años. La visión de Marte  que ahí se retrataba era completamente distinta… se podría decir ahora que era inocente. En esta visión, Marte es perfectamente respirable, está habitado y tiene propiedades ricas en el suelo que producen un crecimiento desmedido de los árboles terrestres…

Claro, hace seis décadas, no se sabía gran cosa de nuestro vecino rojo.

Se puede pensar, entonces, que esta serie de relatos ha quedado como un objeto de museo, un testimonio de cómo soñábamos, inocentemente, con los paisajes marcianos. Sin embargo, el libro de Bradbury -como toda buena ciencia ficción- contiene poderosas reflexiones que siguen siendo absolutamente válidas. Y, ahora, nos seguimos preguntando sus pertinentes dudas…

¿Será Marte nuestro bote salvavidas? ¿Estamos buscando colonizar Marte porque sentimos que perderemos la tierra? ¿Seguiremos soñando con cambiar la atmósfera del planeta rojo? ¿Podremos ver, algún día, ríos bajo el cielo azul de otro planeta?

Laboratorio para estudiar las condiciones de Marte en Hawai. (University of Hawaii via AP)

Las crónicas de otro mundo

Las Crónicas Marcianas de Bradbury son relatos que sueñan con la llegada histórica del hombre a Marte; un planeta habitado por una antigua civilización que vive en paz. La colonización humana interplanetaria llega, primero, para mostrar la imposibilidad de contacto entre dos especies que todavía no entienden la realidad del otro. Los primeros astronautas en llegar a Marte terminan, entonces, en hospitales psiquiátricos marcianos, asesinados brutalmente o engañados por los poderes telepáticos de los habitantes del planeta rojo.

En cualquier caso, las primeras expediciones muestran la incomprensión cultural entre dos pensamientos muy humanos: el miedo de los marcianos hacia migrantes desconocidos y el miedo de los terrícolas hacia los colonizados que buscan conquistar. Y las reminiscencias históricas de estos primeros contactos son, como habrán notado, poderosas.

Ray Bradbury en 1959. (Wikimedia)

La idea de Bradbury era hablar del colonialismo y sus males: ¿cómo podía resultar un contacto pacífico si los marcianos, como la población indígena de América, no creían la existencia de otro mundo? Cuando los primeros cohetes humanos llegan a Marte, los marcianos reaccionan como reaccionaría cualquiera que viera llegar un platillo volador: con miedo, violencia e incredulidad.

En esta reacción y en el desenlace de la relación entre terrícolas y marcianos, hay verdaderos paralelismos con el imaginario de la conquista de América (y, en particular, con el despojo, en Estados Unidos, de los nativos americanos). Como con las viejas historias de cobijas infestadas, la población de Marte se extingue por una enfermedad humana. Esta vez no se trata de la viruela que llevaron los europeos a América sino de la varicela. El resultado es el mismo: millones mueren en el desafortunado contacto.

Portada de Planet Stories, 1953. (Wikimedia)

¿Qué es lo que queda de los marcianos? Rastros, ruinas, furtivos sobrevivientes y libros ilegibles. Estos rastros culturales invaluables muestran, de nuevo, la torpe brutalidad humana. Al igual que en la tierra, los hombres desprecian el valor de estos objetos, desprecian la cultura que ellos mismos exterminaron.

Bradbury nos muestra así una imagen del hombre: el hombre como prepotencia tecnológica, que se cree superior a toda forma de vida que no siga su progreso inevitable y acumulativo hacia el dominio del universo; que desprecia las diferencias culturales y que teme el contacto con el otro. El hombre como fuerza necesariamente destructiva que busca reproducir sus patrones depredadores; que no sabe integrar el pensamiento ajeno; que busca erigir Texas en los horizontes rojos de un nuevo planeta…. el hombre, en general, como un ser necio que no aprende de sus errores.

Bradbury en 1975. (Wikimedia)

Y todo esto sigue siendo absolutamente válido. Bradbury lee a la humanidad en su conquista de Marte desde una perspectiva histórica: si Marte estuviera habitado, el hombre destruiría a la cultura que lo habita. Un pensamiento terrible, sin duda, pero terriblemente real.

Sólo hay que voltear a ver los estragos de la colonización en nuestro planeta, las lenguas perdidas, las culturas perdidas y la dominación, ahora económica, de una mitad del mundo por la otra. Sólo hay que voltear a ver el desprecio al otro en los fenómenos de migración masiva, los slogans tipo “Estados Unidos primero” y los nacionalismos en auge en Europa, para entender el miedo que sigue causando en nosotros la diferencia.

Bradbury hablaba de un sueño lejano en la conquista de otro planeta. También, en medio de las maravillas tecnológicas, hablaba del hombre y de sus horrores. Si el hombre llega a conquistar Marte la pregunta de Bradbury seguirá siendo la misma: ¿Acaso lo merecemos?

(NASA via AP)

El Iron Man de la vida real

Hace unos cuantos meses, Elon Musk, empresario multimillonario y genio tecnológico, dio una conferencia en Guadalajara para explicar sus planes para colonizar Marte. No se trató aquí de una conferencia cualquiera: Musk dio detalle prácticos y específicos para un desglose, paso a paso, del proceso que llevará al hombre al planeta rojo.

Muchos criticaron el discurso de Musk como algo demasiado esperanzado, irrealizable y prospectivo. Muchos otros se rieron. Pero, no dejemos de lado la importancia histórica de este acontecimiento: el hecho mismo de plantear la conquista de Marte comenzó un proceso irreversible.

El gobierno de Estados Unidos ha dicho que el hombre llegará a Marte para el 2030 y diferentes gigantes de la tecnología se han alistado para emprender el viaje al planeta rojo. La competencia sigue viva entre SpaceX, la compañía de Musk y Virgin Galactic, Blue Origin e, incluso, Boeing. Y todo esto nos indica que los planes de Elon Musk para conquistar Marte pueden iniciar una carrera espacial nueva.

Musk durante la conferencia en Gudalajara. (AP Photo/Refugio Ruiz)

En cualquier caso, no se necesita más que el entusiasmo: el plan mismo de Musk es completamente impresionante. La idea es crear cohetes que puedan regresar a la tierra para poder tener naves espaciales en órbita que se abastezcan de combustible en el espacio.

¿Por qué es esto tan importante?

Al recargar combustible en el espacio, las naves pueden llevar toda la energía que necesitan para llegar rápidamente (en 80 días aproximadamente) a Marte. Una buena parte del combustible se gasta en salir de la tierra, por la atmósfera y la gravedad. Sin embargo, en el espacio, no hay ninguna resistencia, todo es vacío.

Musk sueña, entonces, con tener una veintena de naves espaciales flotando en el espacio, llenándose de combustible y esperando el momento óptimo (cada 26 meses) para que el alineamiento de los planetas permita un viaje rápido y preciso.

Musk junto a un prototipo para los vuelos en baja órbita. (AP Photo/Jae C. Hong)

Cada misión transportará una enorme cantidad de materiales para crear plantas de procesamiento de la atmósfera que puedan, a su vez, crear combustible. Y cada misión se encargará de descubrir un poco más de las casi infinitas reservas de hidrógeno y agua congelada en Marte.

Así, el plan de Musk no nada más contempla llegar a Marte sino que busca robustecer la atmósfera de Marte para plantar árboles y crear, en algún futuro, una nueva tierra. También, planea un flujo constante de vehículos entre los dos planetas y, finalmente, quiere convertir a la humanidad en una especie interplanetaria.

El hecho mismo de que Musk tenga tanto interés en abastecer las naves en el espacio, en volver eficientes los vuelos a Marte y en optimizar la carga de los cohetes enviados es para reducir, considerablemente, el costo de los viajes. Y esto no es nada más por una preocupación financiera propia, sino porque quiere que todos los habitantes de la tierra puedan, si ahorran lo suficiente, comprar un boleto para ir a Marte.

(AP Photo/Paul Sakuma)

Musk no quiere nada más conquistar el planeta para plantar una bandera con su cara en la superficie. No, Musk habló de la extinción de la humanidad y de la necesidad de buscar otros horizontes de la siguiente manera:

Algún evento cataclísmico va a ocurrir en la tierra. No sabemos aún qué es, pero es algo que va a suceder. Ahora mismo tenemos los recursos y la posibilidad de llegar a Marte. Estamos entonces en un momento único de la historia en el que tenemos que decidir, como especie, si nos extinguimos en la tierra o nos volvemos interplanetarios.

La preocupación de Musk no es personal, sino una real visión a futuro sobre la humanidad como especie. Por algo se ganó ese nombre megalómano de “El Iron Man de la vida real”…

Lanzamiento de un cohete de SpaceX en Cabo Cañaveral. 2017.
(AP Photo/John Raoux)

Setenta años soñando horizontes rojos

El sueño de Elon Musk es entonces un sueño basado en la esperanza y el miedo. Miedo a que la humanidad logre, por fin, destruir la tierra; miedo a una nueva guerra que acabará con todas las guerras; miedo al agotamiento de nuestro clima. Y, en contraparte, esperanza por ver a la humanidad sobrevivir a sus propios procesos de destrucción; esperanza en que lo mismo que nos llevó a la aniquilación del planeta, pueda ahora salvarnos.

En este balance entre miedo y esperanza, viven también todas las predicciones de Las Crónicas Marcianas. Porque el libro termina, justamente, con el exterminio absoluto de la tierra y la supervivencia de la especie humana, ahora convertida en una nueva especie marciana.

En los últimos relatos del libro, observamos, desde la lejanía de Marte, la destrucción completa de la tierra en un cataclismo nuclear. Es lo que da lugar, por ejemplo, a uno de los relatos más inquietantes del libro, There Will Come Soft Rains, que nos muestra la vida automatizada de los hombres después del apocalipsis nuclear. Lo que queda del hombre es una imagen robótica y el negativo de su silueta impreso en una pared por las detonaciones de las bombas.

(Joel Kowsky/NASA via AP)

Y, mientras tanto, en Marte quedan pocos habitantes. Entre ellos, reconocen el único futuro del hombre: la única forma en que va a sobrevivir nuestra especie es en la pervivencia de un planeta que era hostil pero que, con los años, convertimos en nuestro hogar.

El sueño de Bradbury pasa, entonces, del miedo al otro, de la colonización violenta, hasta la comprensión de un nuevo espacio y la transformación de Marte en el hogar de la gastada y arrepentida especie humana. El sueño de Musk no es muy distinto y la historia reciente confirma la pertinencia de ambos.

Musk nunca especifica un apocalipsis, pero se entiende la premura en sus palabras. Como Bradbury, el genio de Sillicon Valley huele el miedo en la humanidad y el odio exacerbado. El escritor plantea, incluso, en uno de sus relatos más controvertidos, Usher II, la posibilidad de una dictadura fascista en Estados Unidos que prohíbe la literatura (una anticipación clara a su novela más famosa, Farenheit 451).

Cientos de manifestantes protestan frente a la Casa Blanca contra el presidente Donald Trump. (Getty Images)

Como Bradbury, también, podemos observar el auge de los nacionalismos y una tendencia, cada vez más marcada, hacia radicales opciones políticas que juegan con el odio y el miedo de la población. Y Trump ahora, fuera de sus discursos de odio y miedo, insiste en negar el cambio climático.

Los símbolos del apocalipsis están ahí y algunos, como Musk, los observan con una cierta arrogancia responsable. Porque Musk parece tener muy claro su papel en la historia: sabe qué es lo que tiene que hacer para dejar de pensar como individuo y empezar a pensar como especie. Musk, como Obama, como tantos otros, piensa de forma histórica, en el presente como lectura del pasado para planear el futuro.

Trump, en cambio, no puede pensar más allá de su propia realidad presente. No es un gran aficionado de la historia -se ha equivocado, en distintas ocasiones, citando a antiguos personajes americanos-; no busca crear un legado -a diferencia de Obama-; y prefiere revertir rápidamente la economía que proteger, para generaciones futuras, al planeta.

(AP Photo/Branden Camp)

Claro, las catástrofes climáticas son, ahora, un problema de países pobres. Cosa que, a Trump, no podría importarle menos. Pero, en 2040, los problemas se van a desplazar al norte. Para esas fechas, por ejemplo, México tendrá serios problemas de escasez de agua. Se van a multiplicar los fenómenos climatológicos extremos y, aunque Trump ya no estará para hacer pataletas, habrá hordas masivas de migrantes climáticos.

Para entonces, Musk quiere tener listo un plan B. Convertir a Marte en el sueño de Bradbury, en nuestro nuevo hogar como especie, es, entonces, mucho más que tener un bote salvavidas. Se trata aquí de terraformar, de crear una atmósfera, de plantar árboles, de tener ríos.

(NASA via AP, File)

Se piensa que Marte, hace millones de años, fue un planeta muy parecido a la tierra. Y se piensa que podría volver a serlo. Musk sigue soñando con lo que imaginó Bradbury hace casi setenta años; sueña con otra tierra, con un nuevo aire limpio en otro planeta, con ríos bajo el cielo azul del planeta rojo.

Tal vez estos sueños puedan, algún día, juntarse. Porque el último relato de Bradbury tiene una fecha tentativa en las versiones más recientes; una fecha que nos hace soñar con las posibilidades de la vida interplanetaria; una fecha que marca un nuevo nacimiento humano y que podría ser nuestro único futuro: 2057.

Por @Pez_out

(AP Photo/Keith Srakocic)

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