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Luis Ernesto Miramontes, el mexicano que cambió al mundo con la pastilla anticonceptiva

El mexicano Luis Ernesto Miramontes hizo varias aportaciones a la ciencia, la más destacada de ellas fue la invención de una pastilla anticonceptiva.

A mediados del siglo pasado, el mundo se veía inquieto, muy inquieto. Las heridas de la segunda conflagración mundial aún no cerraban y los incipientes vientos de la Guerra Fría ya agitaban algunas banderas. Transcurría el año de 1951 y Estados Unidos había dado el primer paso para la experimentación de la bomba de hidrógeno, un arma mucho más poderosa que “Little Boy”, el azote nuclear que, seis años atrás, en Hiroshima, había sellado una de las páginas más negras de la historia universal.

Aún se percibía el mal sabor la guerra de Vietnam y estaba en curso la de Corea. Eran los tiempos del uranio, del plutonio y del napalm; los tiempos en que el planeta parecía estar en vilo; los tiempos en que la ciencia, voluntaria e involuntariamente, había dejado caer un pie en suelo bélico.

Pero mientras algunas naciones poderosas probaban sus devastadoras bombas en atolones y confines de los océanos, en un pequeño laboratorio de México se gestaba una de las grandes revoluciones globales de todos los tiempos. El incitador era un joven de 26 años, egresado de la UNAM, de nombre Luis Ernesto Miramontes Cárdenas. Jamás había usado un arma de fuego, mucho menos una bomba, no era un activista político y, sin embargo, lo que estaba a punto de conseguir tendría efectos explosivos.

Una revolución silenciosa de la ciencia

El 15 de octubre de ese año, el novel ingeniero químico, en calidad de becario para los laboratorios Syntex, y bajo la supervisión de George Rosenkranz y Carl Djerassi, consiguió sintetizar la noretisterona, la sustancia activa de la pastilla anticonceptiva.

El poder inhibidor de este agente anovulatorio no era del todo desconocido, pues las comunidades indígenas lo obtenían del barbasco que proliferaba en los bosques tropicales mexicanos. Sin embargo, aunque esta planta endémica podía responder a una demanda local, resultaba muy costosa e inviable para una producción masiva.

El logro del destacado científico mexicano fue la semilla de una revolución que acabaría transformando la sociedad y la dinámica cultural en las siguientes décadas; una metamorfosis que iría más allá del control de la natalidad para propulsar procesos de emancipación femenina, reivindicar derechos sexuales y reproductivos, y abrir más oportunidades laborales y de educación para la mujer. Ello explica que el uso de “la pastilla” se haya multiplicado exponencialmente desde la segunda mitad del siglo pasado hasta ser utilizada en la actualidad por más de 100 millones de mujeres en el mundo, de acuerdo con la Universidad de Harvard.

Para el Gobierno de México, la aportación de Luis Ernesto Miramontes representa “una de las invenciones más importantes de los últimos dos mil años y la principal contribución mexicana a la ciencia mundial del siglo XX”.

Reconocido como uno de los científicos más relevantes de la historia de la humanidad, el nombre de Luis Ernesto Miramontes resalta en el Salón de la Fama de los Inventores de Estados Unidos, al lado de los de Louis Pasteur, Thomas Alva Edison y Alexander Graham Bell. Y es que aquel joven ingeniero con gafas, de aspecto sosegado y gesto amable, no se conformó con innovar en el campo de la reproducción humana. Ese apenas fue el inicio de una larga cadena de inventos y aportaciones científicas. La prueba está en que a este científico mexicano se le conocen al menos 64 patentes (se cree que fueron más), entre las que destaca un proceso para elaborar fertilizantes microbiológicos, la fabricación de catalizadores, mejoras para la purificación de los gases de escape en motores de combustión interna, una composición para alimentar aves y hasta un procedimiento para producir un nuevo tipo de vino de mesa a partir de aguamiel de maguey.

Fue por estas aportaciones que Luis Ernesto Miramontes tiene un lugar destacado en la historia. No es para menos; sin armas y sin hordas, aquel ingeniero químico en ciernes, que acabaría convertido en el científico más influyente que haya dado nuestro país, detonó una de las grandes revoluciones sociales del siglo XX y quizá de todos los tiempos.

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