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Los pendientes que quedan con Sergio Pitol

¿Por qué debería importarnos el fallecimiento de otro escritor?

En algún momento de los años cincuenta, Sergio Pitol (Puebla, 1933-Xalapa, 2018) descubrió que era narrador de cuentos después de empezar a trabajar como editor y traductor. Desde el principio de su carrera trabajó para grandes editoriales mexicanas, como la Compañía General de Ediciones y Novarro, pero también para unas de más reciente creación, que llegarían a ser sellos editoriales fundamentales en nuestra cultura letrada: Era y Joaquín Mortiz.

En ellas corregía textos, recomendaba títulos para los catálogos y hacía traducciones. Estas actividades lo convirtieron en lector voraz y escritor prolífico. Pero no fue sino hasta que, alrededor de los veinte años, se mudó a Tepoztlán un par de semanas con el objetivo de concentrarse en sus pendientes laborales y, estando allá, decidió darle solución a una idea que había estado rondándolo: escribir un cuento. A partir de allí empezó algo nuevo y no hubo vuelta atrás.

Me proponía comenzar la labor esa primera noche. Pero no abrí el libro ni esa noche ni ninguno de los días siguientes. Hice un cuento y no abandoné la mesa sino hasta la madrugada. Me quedé consternado. Por las mañanas despertaba aturdido y salía como sonámbulo a pasear por el pueblo. (vía Pitol, Una autobiografía soterrada)

Para ese momento sus amigos de generación ya eran considerados jóvenes escritores: Juan García Ponce, Salvador Elizondo, Juan Vicente Melo y José de la Colina se reunían con él en algún café de la Ciudad de México a discutir lo que estaban leyendo y a hablar sobre arte. A su vez, los jóvenes Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco visitaban la casa de Pitol para compartir y corregir lo que cada quién escribía o ideaba. De ese modo, la promesa editorial que era Sergio se convirtió en un narrador hábil y con oficio.

Se trataba de una época de renovación literaria y de ruptura con las formas de escribir practicadas en el pasado. Por esos años las lecturas que más determinaron su estética fueron inglesas, norteamericanas y algunas de Hispanoamérica. En 1961, con el afán de emprender su carrera como escritor fuera del medio conocido, Pitol decidió emprender un viaje a Europa y desde allá descubrió con gusto la historia de la literatura mexicana, desde las crónicas de conquista hasta las publicaciones más recientes.

Su escritura viajera

Sergio Pitol en el funeral de la cantante Chavela Vargas en Bellas Artes. Agosto 7 del 2012. (AP Photo/Alexandre Meneghini)

Los lectores de la obra de Pitol coinciden en que la suya es, en cierto sentido, una literatura de viajes. Si bien el tema no siempre sea el traslado geográfico, en sus escritura siempre está presente la huella de lugares visitados, ya sea con el cuerpo o con la mente. Quizás esa fascinación por el viaje haya comenzado en 1953 con su primera visita a Cuba y se haya continuado durante más de 28 años de vivir en el extranjero y traducir diversos textos al español.

Debido a su temprana orfandad, a Pitol no le fue sencillo conseguir el permiso de su tutor legal para emprender una primera salida al extranjero. En principio, el plan era viajar junto con varios amigos por todo el sur del continente americano; sin embargo, al final el único que llegó al puerto de Veracruz para tomar el barco fue él. Su arribo no fue oportuno: unas horas antes, la embarcación había zarpado para evitar la llegada de una tormenta. Para alcanzar la nave, Pitol abordó otra embarcación que lo llevaría a La Habana, desde donde intentaría retomar su destino original. Al llegar a la isla, las cosas dieron un giro inesperado: el capitán del barco y unos marineros lo invitaron a una noche de fiesta en el Shangai, famoso cabaret habanero y allí se abrió una nueva vida.

El joven era feliz, jamás había sentido tan intensa comunicación con sus sentidos, con su piel, sobre todo su cuerpo. Extasiado, vivía como en un sueño del que jamás quería desprenderse.

Al día siguiente, hacia el mediodía, sin haberse bañado, ni cambiado de ropa, maloliente, con una jaqueca atroz, sin saber bien a bien dónde había dormido, salvo que en un edificio de varios pisos no muy lejos del barrio chino; caminó hasta la avenida central […] el joven se alarmó, bajó la vista y advirtió que llevaba unos zapatos que no eran los suyos, y se quedó estupefacto (Sergio Pitol, vía Casa de las Américas).

Cuba le descubrió un mundo del que había estado ausente hasta el momento. Le mostró la importancia que tiene la vida fuera de los libros para la escritura. Durante su breve espera por el barco que lo llevaría a su viaje planeado, el joven Sergio fue testigo de su despertar hacia la vida adulta y también de la represión policíaca del gobierno de Rubén Batista en Cuba: un dirigente estudiantil fue asesinado y en su cortejo fúnebre comenzó una balacera entre soldados y estudiantes. Cuando su barco finalmente llegó a la costa, Pitol continuó su viaje hacia Venezuela y siguió su camino.

En 1959, publicaría su primer libro: Tiempo cercado, el único de sus libros que no fue enteramente escrito en el extranjero. Dos años después, otro viaje (esta vez a Europa) determinaría su desarrollo vital y profesional. En sus propias palabras, la estructura errante de sus textos, la mezcla de géneros literarios al interior de un mismo texto y el tono burlesco o lúdico de su prosa obedecen a su gusto por no permanecer mucho tiempo en un solo lugar.

En una conversación con Carlos Monsiváis, le dijo: “Como mis ensayos eran bastante aburridos y tristones, comencé a interpolar una que otra pequeña trama, un sueño, unos juegos y varios personajes”. El estilo y las estructuras de Pitol son camaleónicos y viajeros. Ensaya la divagación y la digresión, el cambio de ritmo y el cruce de límites (vía Jorge Carrión).

Muerte y legado

El cuerpo del escritor Sergio Pitol fue cremado en Xalapa, Veracruz. (AP)

Sergio Pitol falleció el 12 de abril de 2018 en Xalapa, donde se había establecido desde el año 1993 para atender sus problemas de salud. Antes de su partida hubo muchos rumores sobre lo desgastado de su salud, pero no fue sino hasta su defunción que apareció una denuncia pública. Su sobrina, Laura Demeneghi, señala al gobierno del estado de Veracruz “por los delitos de manipulación de un incapaz, usurpación de identidad, robo y negligencia” y “por los delitos de abuso de confianza, coalición y manipulación de un incapaz”. Ambas acusaciones, respaldadas con las carpetas judiciales de investigación que les corresponde.

Desde 2009, testimonia Demeneghi, Sergio Pitol había sido diagnosticado con “Afasia Primaria Progresiva no fluente”, tipo de demencia frontotemporal que afecta la capacidad de hablar con fluidez y nubla el juicio hasta llevar al paciente a la incapacidad de ser autónomo. Por las características de su padecimiento, era necesario que Pitol contara con un tutor legal que se hiciera cargo de sus cuidados. Este papel se adjudicó indebidamente a personas que sólo se aprovecharon de la situación y abusaron del escritor y de su familia:

A lo largo de este tiempo hemos denunciado a través de varios medios de comunicación y de una serie de litigios el precario cuidado que tenían con él, el robo que sufrió de sus cosas de valor, el saqueo de sus cuentas bancarias, además del uso personal y mediático que ejercían con su nombre las personas que se autodenominaban “el círculo más cercano” […]. Todo esto acompañado de una campaña mediática que se empeña en seguir insistiendo una supuesta lucidez de Sergio Pitol, una lucidez que nunca ha existido en estos últimos años. (vía Demeneghi)

Ahora que el panorama se aclaró de esta forma, corresponde a la sociedad civil y a la comunidad intelectual exigir la resolución de todas estas denuncias y el esclarecimiento de lo que aconteció los últimos años de este escritor. El legado de Sergio Pitol no son sólo sus numerosas traducciones, su entregada labor editorial y su fascinante producción narrativa y ensayística; sino también un llamado a la justicia y a la claridad de nuestras instituciones en el manejo de la salud pública de los ciudadanos. Tristemente, aún no es momento para celebrar sin sombra la herencia literaria de nuestro Sergio Pitol. Estamos frente a cuestiones más urgentes: atender las denuncias de violaciones hechas contra su persona y obtener justicia para su familia. De esa manera, podremos leerlo con la tranquilidad de que su muerte fue digna.

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