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La importante relación entre la gramática y la política

Desde que se creó la primera gramática del español, esta disciplina y la política han estado de la mano.

Después de que Su Alteza haya sometido a bárbaros pueblos y naciones de diversas lenguas, con la conquista vendrá la necesidad de aceptar las leyes que el conquistador impone a los conquistados, y entre ellos nuestro idioma; con esta obra mía, serán capaces de aprenderlo, tal como nosotros aprendemos latín a través de la gramática latina (vía Wikipedia).

Estas palabras de Antonio de Nebrija iban dirigidas al rey de España por motivo de su Gramática, la primera del español, y se publicaron en 1492, el mismo año de la llegada de Cristobal Colón a lo que hoy es América. Como estudioso de la lengua, Nebrija era consciente de la fuerza del idioma para facilitar el proceso de colonización de las nuevas tierras y por ello puso a disposición del Rey la gramática española. Este documento resumía las reglas generales del comportamiento de la lengua y posibilitaba su enseñanza. Basada en el modelo de las gramáticas latinas, la obra de Nebrija explicaba cuestiones de ortografía, sintaxis, prosodia y etimologías, entre otras.

Gramática Castellana de Antonio de Nebrija (1492). Wikimedia Commons

La aparición de la primera gramática española y la popularización de la imprenta de tipos móviles favorecieron la expansión del imperio español. Nebrija no se equivocó: una lengua unificada mantendría la imposición de la Corona entre los pueblos conquistados por largo tiempo. Esto se debe, principalmente, a que las instituciones que rigen en un territorio dependen de su expresión en alguna lengua. Y, conforme esa lengua, atraviesa un proceso de legitimización. De tal manera, una lengua nacional se convierte en una lengua de Estado, ya sea monárquico o secular. Esto quiere decir que se hace el medio de comunicación preponderante e invalida expresiones jurídicas o políticas hechas en otros idiomas o, incluso, dialectos.

Una lengua para regirlas a todas

Lema de la Real Academia de la Lengua Española en 1737 (Wikimedia Commons)

Con la instalación de un nuevo sistema jurídico y gubernamental viene implícita la imposición de una lengua dominante, que sirve precisamente para instaurarlo (una lengua y un uso aceptado como el “oficial”). De modo que todas las herramientas discursivas de comunicación se ejercen con fines de poder en una maquinaria que se vuelve lícita y “justa” con el uso. Al imponer el uso unitario de una lengua sobre las demás que se hablen en el territorio, estas últimas pierden importancia e incluso visibilidad. En México, por ejemplo, la imposición del español como lengua de Estado desde la invasión europea provocó el debilitamiento de muchas lenguas nacionales que hoy siguen usándose en varias zonas del territorio y están agrupadas en 11 familias lingüísticas indoamericanas, con 364 variantes lingüísticas. Sin embargo, a pesar de esta diversidad y del número de hablantes de estas lenguas, el español es la lengua oficial más extendida a lo largo del país.

  • I. Álgica
  • II. Yuto-nahua
  • III. Cochimí-yumana
  • IV. Seri
  • V. Oto-mangue
  • VI. Maya
  • VII. Totonaco-tepehua
  • VIII. Tarasca
  • IX. Mixe-zoque
  • X. Chontal de Oaxaca
  • XI. Huave

Aprender la lengua para dejarse dominar por ella

El filósofo Jacques Derrida explica que Claude de Seyssel, un consejero del rey de Francia Luis XII, recomendó al monarca imitar el método de expansión lingüística del Imperio Romano, que consistía no sólo en la imposición de la lengua sino en su “perfeccionamiento” para la transmisión de leyes. El argumento era que sustituir al latín por el francés como lengua oficial aseguraría la comprensión, y por ende, el cumplimiento de la ley. Sin embargo, la mayoría de las personas pertenecientes al imperio hablaban dialectos lejanos del francés oficial, por lo que lejos de ser un gesto incluyente era uno de dominación.

Derrida señala el truco: cuando la expresión de la ley se da sólo en una lengua oficial, cualquier persona ofendida por ella deberá primero aprender suficientemente bien esa lengua para poder enunciar su ofensa y pedir retribución. Para el momento en que ello ocurra, sin embargo, la persona ya habrá aprendido la lengua dominante y, en cierto sentido, perdido la batalla. El tema no es puramente lingüístico, se trata de una fuerza “que consiste de entrada en ese poder de facilitar, de trazar, de abrir y de controlar la ruta, el territorio, el paisaje, las vías, las fronteras y las marc(h)as, de inscribir allí y vigilar sus propias huellas”(vía El lenguaje y las instituciones filosóficas). De forma tal que las luchas por (y en) la lengua son, de fondo, luchas por el territorio. Esa dimensión material y tangible del problema no es sólo económica, en ella se disputan costumbres, culturas y leyes. 

En el caso específico del español, la lengua cuenta con una institución encargada de su conservación y de “regular” los cambios que en ella ocurren. Fundada en 1713 en Madrid por orden de Juan Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena y aprobada un año más tarde por el rey Felipe V, la Real Academia Española (RAE) empezó sus labores con el lema: “Limpia, fija y da esplendor”, que abre espacio para una consideración despectiva de todo cambio natural e histórico que el uso puede darle a una lengua (es decir, los usos del lenguaje se comienzan a dividir entre los permitidos y los que “contravienen” la gramática). Fue hasta 1870, que la RAE determinó que debían crearse academias americanas correspondientes que registraran y regularan los usos en las demás regiones hispanohablantes. Tras esta resolución, en 1875 se fundó la Academia Mexicana de la Lengua (AML), cuyo propósito ha sido (según su página oficial) “contribuir, de acuerdo con el deseo de los mexicanos, en la construcción de su identidad lingüística”.

En el transcurso de su existencia, a la Academia han pertenecido más de tres centenares de académicos: los más ilustres escritores, lingüistas y estudiosos del país; lo mismo filólogos y gramáticos que filósofos y ensayistas, poetas y novelistas, comunicólogos y jurisconsultos, dramaturgos e historiadores, humanistas y científicos (vía AML).

En abril de 1951, a más de dos siglos de la fundación de la RAE, se celebró en México el Primer Congreso de Academias de la Lengua Española (ASALE), en la Ciudad de México. A partir de ese momento histórico, la RAE trabajó en colaboración con la ASALE para determinar cuáles son los usos más extendidos en todas las regiones de habla hispana. La preponderancia numérica de las variantes americanas del español permitió una renovación de las obras preceptivas (ortografía, gramática y diccionarios) con la inclusión razonada de la riqueza continental del español de América.

Sin embargo, mientras el español se extiende a todos los terrenos institucionales y legales de los países americanos (exceptuadas las regiones angloparlantes, Brasil y demás países con otras lenguas como el francés o el holandés), las lenguas indígenas originarias quedan relegadas (en su mayoría) al campo del estudio antropológico de las culturas.

Indígenas tzotziles. 28 de Agosto, 2001. El letrero dice “Víctimas de la Guerra Sucia”. (AP Photo/John Moore)

El tiempo de la revaloración lingüística

En México, el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI), fundado en 2003, promueve el fortalecimiento, preservación y desarrollo de las lenguas indígenas que se hablan en el territorio nacional. Bajo la concepción de que la multiplicidad de lenguas habladas en México enriquece nuestra cultura, el INALI:

contribuye a la consolidación de una sociedad equitativa, incluyente, plural y favorecedora del diálogo intercultural, a través de la asesoría proporcionada a los tres órdenes de gobierno para articular políticas públicas en materia de lenguas indígenas nacionales, con las que se promueven el multilingüísmo, el ejercicio pleno de los derechos lingüísticos, el desarrollo de las lenguas indígenas nacionales y el fomento a su uso en todos los ámbitos de la vida (vía INALI)

Esto constituye un paso (reciente, si se compara con la trayectoria de la RAE) por legalizar otras lenguas que se usan en el país. En tanto que se lograra incorporarlas al sistema institucional del Estado (considerándolas a la hora de legislar e incluyéndolas en un marco legal), la desigualdad social tendría que reducirse. Estas victorias de la lengua jugarían a favor de las luchas de territorio, por ejemplo en el caso de la resistencia frente a la explotación de la tierra o el agua o en los casos de desplazamientos forzados.

Es interesante resaltar lo que pasa con las lenguas nacionales, las lenguas marginadas, los pequeños movimientos de resistencia en las grandes lenguas… parece que todo el tiempo se están conquistando territorios que antes estaban dados por perdidos. Y es que, a pesar de que la RAE y la ASALE son instituciones (al igual que el INALI), la lengua, las lenguas, son “ingobernables”. Los cambios sucederán y suceden todo el tiempo. Lo importante es no perder de vista que la gramática, por lo menos en el español, siempre ha estado de la mano de la dominación política.

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