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En el siglo XXI seguimos quemando brujas

¿Existe la quema de brujas? La quema de la efigie de Judith Butler muestra la violencia a las mujeres y a sus derechos humanos.

La disputa por el derecho a vivir la vida que deseamos

Tuvo que llegar la década de los años 70 del siglo XX para que la “quema de brujas”, común en los siglos XVI y XVII intentara explicarse desde una perspectiva económica y política. Fue hasta que las feministas se identificaron con la persecución encarnizada y la tortura pública que sufrían las mujeres acusadas de brujería que la cuestión se analizó bajo luces nuevas. Silvia Federici explica que:

Las feministas reconocieron rápidamente que cientos de miles de mujeres no podrían haber sido masacradas y sometidas a las torturas más crueles de no haber sido porque planteaban un desafío a la estructura de poder. (Calibán y la bruja, 221)

(Foto por Henry Guttmann/Getty Images)

De acuerdo con esta historiadora, la quema de brujas en Europa fue una manera de controlar y someter a las mujeres, cuyo trabajo doméstico debía permanecer invisible y sin merecer salario alguno para permitir la acumulación de bienes en manos predominantemente masculinas. Uno de sus argumentos es que la cacería de mujeres (es difícil establecer un número exacto, pero se calcula que murieron más de 100 mil) coincidió con la invasión de América y el paso del sistema económico feudal al capitalista.

De varias maneras, el sometimiento de las mujeres aseguraba el monopolio del poder para los hombres y proporcionaba las dinámicas económicas necesarias para la acumulación del capital. “Bruja” fue la palabra que se usó para designar a toda mujer que atentara contra la estructura en desarrollo, a toda aquella que amenazara con su libertad (sexual, de creencias o de pensamiento) la dominación que padecía. La quema de brujas es, desde el comienzo de la historia moderna, la forma en que la sociedad conservadora ha intentado callar y oprimir a las mujeres que la contradicen de una forma y otra.

Una mujer que habla de sexo en la Universidad

Cuando la filósofa Judith Butler asistió hace unos meses a Brasil para participar en un ciclo de conferencias sobre democracia en el Centro Cultural SESC de Pompéia, en la ciudad de São Paulo, varios grupos de personas se manifestaron contra su presencia y quemaron una efigie suya a la entrada del recinto. El encuentro, titulado “Los fines de la democracia” había sido organizado conjuntamente por la Universidad de Berkeley, donde ella imparte clases en California (Estados Unidos) y la Universidad de São Paulo (Brasil). ¿Por qué una académica universitaria fue agredida de esta manera? ¿Qué ideas merecieron el repudio público? ¿Qué significó hacer arder su imagen?

Desde que se anunció oficialmente la visita de la profesora, comenzaron a reunirse firmas para que se cancelara el evento. Al final, más de 360 mil personas apoyaron esta petición en la plataforma CitizenGo, con el argumento de que las ideas propagadas por el trabajo de Butler eran dañinas para la moral, promovían la destrucción de las familias y ponían en riesgo a los niños de Brasil. Desde luego, no hay ninguna prueba válida para apoyar tales juicios. En primer lugar, la charla de la filósofa estaría destinada a temas ajenos a cualquiera de los temas implicados en las protestas.

Pese a la repercusión de sus investigaciones sobre la teoría de género, ninguna de las ponencias de la filósofa en Sao Paulo tratarán sobre el tema. Además del coloquio sobre democracia, Butler abordará su crítica al sionismo en la conferencia prevista para este lunes en la Universidad Federal. (vía El Clarín)

En un texto publicado el 19 de noviembre en un diario brasileño y traducido un día después por Emergentes, la filósofa aclaró que desde el comienzo, las agresiones en su contra se fundamentaron en fantasías:

No sé realmente qué poder le fue otorgado a la charla sobre género imaginada que yo daría. Debe haber sido una charla muy poderosa, ya que, aparentemente, ésta amenazó a la familia, la moral y hasta a la nación.

Su trabajo sobre temas de género y sexualidad no apunta hacia ninguno de los objetivos difundidos por sus opositores. La teoría que ella desarrolló (llamada teoría de la performatividad del género) habla de la manera en que, a lo largo de la vida de un ser humano, la sociedad otorga significados a rasgos anatómicos de nuestros cuerpos. De tal manera, si una persona nace con vagina, es tratada como mujer; lo que implica que debe cumplir determinadas funciones sociales (en el caso de Occidente sería tener hijos o formar un hogar) y observar ciertos comportamientos, tanto en los espacios públicos como privados. Por lo contrario, si una persona nace con pene, es tratada como hombre y eso trae consigo otro tipo de expectativas y obligaciones sociales impuestas por los parientes más cercanos, la escuela, las amistades, las instituciones de salud, etc.

Judith Butler en conferencia (Jreberlein/ Wikimedia, CC BY 2.5)

Lo relevante del pensamiento de Butler es que estas relaciones entre biología y cultura no son naturales, es decir, no tienen formas fijas y, de hecho, han ido cambiando a lo largo de la historia de la humanidad (cosa que se ha observado en estudios antropológicos, históricos y etnográficos). Reconocer algo que a primera vista parece obvio se vuelve urgente cuando aparecen personas que no pueden vivir las vidas que desean debido a estas restricciones tradicionales. Butler explica:

Algunas personas viven en paz con el género que les fue atribuido, pero otras sufren cuando son obligadas a conformarse con normas sociales que anulan el sentido más profundo de quién son y quién desean ser. Para estas personas es una necesidad urgente crear las condiciones para una vida posible de vivir.

Si lo que está en juego al admitir la base de su teoría es una defensa por la libertad de las personas para vivir de forma digna y por su autodeterminación, Judith Butler no apoya para nada ninguna forma de violencia. Por lo contrario, a lo largo de sus años activos, la autora ha observado que admitir la base cultural de los significados de los rasgos anatómicos es un paso para reconocer que esos rasgos tampoco dicen algo sobre la identificación con algún género (masculino, femenino o queer) ni sobre la orientación sexual de una persona.

¿Por qué es relevante lo que dice Butler?

Judith Butler. (CC0)

Las investigaciones de Butler son relevantes porque tienen relación con realidades violentas a las que se enfrentan personas concretas. En 2015, la Organización de las Naciones Unidas estimaba que en Brasil 15 mujeres morían asesinadas por razones de género cada día. Si comparamos estas cifras oficiales con México, la situación es alarmante: en nuestro país se estima que diariamente mueren 7 mujeres por las mismas causas. Una comprensión clara de las diversas identidades y orientaciones sexuales que puede tener una persona es un mecanismo para evitar prácticas violentas relacionadas con el género. De acuerdo con Diana Russel, la fundadora del término femicidio:

se aplica a “los asesinatos realizados por varones motivados por un sentido de tener derecho a ello o superioridad sobre las mujeres, por placer o deseos sádicos hacia ellas, o por la suposición de propiedad sobre las mujeres”.

En términos más específicos, el feminicidio, concepto desarrollado por Marcela Lagarde es:

el acto de matar a una mujer solo por el hecho de su pertenencia al sexo femenino, confiriéndole también un significado político con el propósito de denunciar la falta de respuesta del Estado en estos casos y el incumplimiento de sus obligaciones de garantía.

Esto quiere decir que realidades dolorosas y apremiantes como la violencia feminicida en América Latina tienen que ver con la manera en que las personas pueden vivir sus vidas, según las normas sociales impuestas sobre el género. Si una mujer no cumple con las expectativas y obligaciones que le demanda la sociedad por el simple hecho de ser mujer, posiblemente recibirá un trato violento que, además, será visto como algo normal.

Manifestantes bailan debajo de la bandera LGBTTTIQ en Brasil. (AP Photo/Mauro Pimentel)

En Brasil no sólo las mujeres viven expuestas a este tipo de violencia, también los miembros de la comunidad LGBTTTIQ son víctimas de ataques sistemáticos, reforzados por la intolerancia y el desconocimiento de los derechos humanos fundamentales. En una investigación de 2016, Andrew Jacobs apuntaba que:

Casi 1600 personas han muerto en ataques causados por el odio en los últimos cuatro años y medio, de acuerdo con el Grupo Gay da Bahía, que rastrea las muertes en los artículos noticiosos. Según sus cálculos, una persona homosexual o transgénero es asesinada casi a diario en este país de 200 millones de habitantes.

¿Qué significa hoy quemar a la bruja?

(AP Photo/Thomas Kienzle)

Quemar una muñeca de la filósofa estadounidense implicó no sólo el rechazo a su trabajo académico sino la intolerancia frente a su discurso y, por extensión, un gesto de odio contra su persona. A su juicio, esa oleada de violencia alcanzó también a sus simpatizantes y a las personas de las que habla en sus libros:

Aquel gesto simbólico de quemar mi imagen transmitió un mensaje aterrorizante y amenazador para todos los que creen en la igualdad de las mujeres y en el derecho de mujeres, gays y lesbianas, personas trans y travestis, sean protegidos contra violencia y asesinato.

La situación requiere una atención detallada porque es indicativa del estado de los derechos humanos fundamentales en Brasil. La no discriminación y la libertad de expresión ocupan los artículos 2 y 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada y proclamada en 1948.

Todas las personas que apoyaron y defendieron la presencia de la filósofa en el seminario al que asistió, así como las comunidades de diversidad sexual, sufrieron una amenaza implícita en el repudio contra Butler. Sin embargo, este tipo de violencia no se desencadenó con la visita reciente; sólo cobró visibilidad. Al hacerse evidente, pudo nombrarse y señalarse. La cuestión no es menor: hablar del tema con las palabras que amerita hace posible un futuro de no violencia, respeto y libertad.

[La imagen principal es una pintura en la que se muestra cómo quemaron a Juana de Arco, heroína y militar francesa].

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