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Las inconsistencias en la investigación del caso Colosio

¿Cuáles han sido las principales y nuevas inconsistencias que se presentan sobre la investigación del caso Colosio?

Un caso con muchas dudas

El 23 de marzo de 1994 fue el día en que Mario Aburto Martínez, un joven con cabello rizado y de apenas 23 años de edad, se acercó al entonces candidato a la presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio, y disparó un revólver contra su cabeza.

En un video posterior, Aburto aparece sangrando de la cabeza y aturdido, mientras es jaloneado por policías y golpeado por una multitud confundida y enardecida durante su salida apresurada de la colonia Lomas Taurinas en la ciudad de Tijuana, Baja California Norte.

A los pocos minutos, un icónico video grabado por un policía federal fue transmitido en canales de televisión, ante los atónitos telespectadores mexicanos. Durante los próximos 24 años, Aburto se convertiría en el magnicida más conocido en México.

Irónicamente, también se convertiría en uno de los personajes más enigmáticos, pues ni cuatro fiscales especiales, encargados de desazolvar el cúmulo de testimonios confusos, señalamientos retractados y evidencia oxidada por el tiempo; lograron convencer completamente a la ciudadanía de su caso contra él, aunque lograron encarcelarlo por 45 años.

Mario Aburto Martínez, presentado como autor material del asesinato de Colosio en 1994 (Ricardo Reyes/Cuartoscuro)

Documentos desclasificados

Con la desclasificación del expediente por parte de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), nuevos datos son liberados al público que arrojan nueva luz sobre el caso Colosio, y esta luz delata ciertas inconsistencias: ¿Cuáles son las incongruencias que hacen que la sociedad mexicana siga tan marcada por los hechos fatídicos de marzo del 94 y las investigaciones posteriores?

Luis Donaldo Colosio da un discurso durante un acto proselitista (Cuartoscuro:Archivo)

El vaivén entre el asesino solitario y el complot

En el video difundido desde el inicio por la policía y transmitido por medios de comunicación una y otra vez, se escuchan dos detonaciones separadas por un espacio de tiempo de 2.4 segundos, según la PGR.

La autopsia efectuada al cuerpo de Colosio, cuyo video fue revelado el pasado 5 de febrero a través del INAI, también reveló la existencia de dos tiros: uno que entró por la cabeza y otro más en el abdomen, mismo que fue considerado como superficial, pues no penetró en la cavidad torácica ni afectó órganos internos.

Desde el inicio de la investigación, fue Mario Aburto el culpabilizado por ambos tiros. El primer informe del procurador general Diego Valadés agrega que los tiros fueron efectuados con un revólver marca Taurus de calibre 38, perteneciente al imputado:

De los múltiples datos aportados por los testigos oculares y de los elementos periciales obtenidos, quedó confirmado que Mario Aburto Martínez fue quien privó de la vida al licenciado Luis Donaldo Colosio […] realizó dos disparos, uno directamente en la cabeza y otro en la región abdominal. El primero, mortal por necesidad. Ambos, con entrada y salida del proyectil.

También fue Valadés quien, desde un inicio, aceptó desde la dirigencia de la PGR la teoría generada por el primer fiscal designado para el caso Colosio, Miguel Montes, de que una acción concertada entre varios miembros del equipo de seguridad del candidato tuvo como última consecuencia el asesinato.

Debido a esta inicial conjetura, se arrestó también a cuatro miembros del equipo de seguridad de Colosio y simpatizantes del PRI: Tranquilino Sánchez, Vicente Mayoral Valenzuela, Rodolfo Mayoral Esquer y Rodolfo Riva Palacio.

Las dudas e intercambio entre la teoría de una acción en equipo y la del asesino solitario no pararon. En julio de 1994, al no poder sostener la culpabilidad de los miembros del equipo de seguridad del candidato, Montes se retractó y presentó oficialmente la teoría del asesino solitario, después de la liberación de los acusados por falta de pruebas. Después de este acto público ante medios de comunicación, renunció al cargo.  

La teoría del asesino solitario se mantuvo hasta el arribo de un tercer fiscal especial para la investigación del caso.  Pablo Chapa Bezanilla, designado por el ya presidente Ernesto Zedillo, reactivó en 1995 la teoría de la acción concertada, pues no consideraba creíble la primera debido a la existencia de los dos balazos.

En efecto, parecía improbable que Aburto hubiera disparado en dos ocasiones: primero el lado derecho del candidato, en la cabeza, y por segunda vez en la cavidad abdominal izquierda.

Fue entonces cuando se trajo ante la justicia a Othón Cortés, quien aparece junto al candidato en el video difundido, acusado de efectuar un segundo tiro al abdomen por tres testigos que posteriormente se retractaron.

Cortés había sido integrante del PRI de Tijuana y chofer en la comitiva de Colosio. Declaró que fue víctima de tortura durante su arresto, además de haber sido obligado a firmar una declaratoria fabricada.

Othon Cortéz Vázquez en su presentación en el penal de Almoloya de Juárez (GettyImages/Archivo)

Salió libre del penal de máxima seguridad del Altiplano el 7 de agosto de 1996, luego de que el juez Jorge Pardo Rebolledo lo absolvió del homicidio al determinar que no existían pruebas de su participación.

Después de la liberación de Cortéz, Ernesto Zedillo destituyó a Chapa al frente de la Fiscalía Especial y la teoría del complot se fue diluyendo con el tiempo, quedando preso únicamente Aburto, imputado con ambos tiros ante la incredulidad del público nacional.

Agente del CISEN: con pólvora en la mano y sangre de Colosio

El mismo 24 de marzo en Lomas Taurinas, un hombre fue detenido a 15 metros del lugar donde cayó herido Luis Donaldo Colosio. Su chamarra blanca tenía sangre, por lo que fue trasladado a las oficinas de la PGR.

Dictamen de prueba de Rodozinato de Sodio de Jorge Antonio Sanchez Orgeta, Agente del CISEN (MCCI)

Su nombre era Jorge Antonio Sánchez Ortega. Nació en 1961 en Sinaloa y trabajaba en el Centro de Investigación y Seguridad Nacional de la Secretaría de Gobernación (CISEN).

En su declaración, aseguró que fue asignado por la dependencia para asistir al evento e informar oportunamente sobre el acto político de Colosio.

Sánchez aseguró no haber visto el momento del asesinato del candidato y reconoció desde la primera declaración que la sangre en su chamarra sí era de Colosio, pero que esto ocurrió porque alguien que iba cargando el cuerpo lo mancho en la manga izquierda.

Primero, Sánchez Ortega aseguró que no iba armado el día del magnicidio, pues arguyó que dentro del trabajo que realizaba no se le permitía portarlas.

Sin embargo, las pruebas de Harrison Gilroy, conocida como Rodizonato de Sodio, arrojaron que el agente sí había disparado un arma de fuego. El documento que lo indica se puede consultar gracias a la nueva desclasificación del expediente.

Posteriormente, la Fiscalía Especial llegó a la conclusión de que los hechos sí sucedieron como los narró el agente del CISEN e incluso consignó que dio positivo a las pruebas de arma de fuego. Sin embargo, se descartó su participación en el caso.

Las dos declaraciones de Graciela, novia de Aburto

Tres días después del fatídico incidente, una joven de 16 años que se identificó como la novia del principal sospechoso, Mario Aburto, llegó acompañada de su tío y una pasante de derecho que la asistiría para hacer una declaración.

La joven, Graciela González Díaz, comienza a declarar que conoció a su novio el 9 de marzo de 1994, cuando ingresó a trabajar a la maquinadora ‘Cameros Magnéticos’, donde se fabricaban cintas para cassettes.

Ella había preguntado la hora a unos compañeros que desayunaban en el comedor de la fábrica, y Aburto le respondió. Comenzó entonces una fugaz relación que duraría 14 días y en la que ocurrirían, presuntamente, una serie de acontecimientos que marcarían la versión de las autoridades mexicanas para siempre.

Según Graciela, el jueves 10 de marzo, Mario Aburto la invitó a conocer el museo de cera de Tijuana, donde le mostró una estatua llamada Caballero Águila.

Supuestamente, Mario Aburto confesó a Graciela que le llamaban así, “Caballero Águila”, en el grupo político al que pertenecía. También le dijo que sabía manejar armas debido a que entrenó en Chiapas durante cinco meses cuando explotó el conflicto armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y que era leal al “partido Cardenista” porque estaba harto de que siempre ganara el PRI.

Supuesto dibujo realizado por Aburto del ‘Caballero Aguila’ (MCCI)

Después, Graciela se arrepentiría de esta declaración. En una transcripción del careo entre Mario y Graciela el 9 de septiembre de 1994, la taquimecanógrafa consignó que Mario lloraba desconsolado, para después dirigir a la joven las palabras:

Graciela, no pido nada en contra tuya. Puedes estar siendo intimidada, sobornada o engañada.

Aburto añadió:

Sé que estás pensando en escoger entre yo y tu familia.

Graciela llora también y empieza a hablar, negando que él le hubiera comentado sobre su afiliación política y su adiestramiento con armas en el EZLN, y argumentando que a ella sólo le habían puesto unas hojas para que las firmara.

Carlos Salinas aparece en las declaraciones de Aburto

El desconcierto causado por el errático accionar de la PGR ante el caso contra Aburto alimentaban las teorías y conspiraciones que implicaban el accionar de las cúpulas más altas del poder. Un suceso en particular, declarado durante por Aburto meses después del asesinato, menciona a la máxima autoridad de la República en ese entonces: Carlos Salinas de Gortari.

El 29 de abril de 1994, ante su defensa, un juez con su respectivo secretario y la fiscalía mexicana, Mario Aburto amplió su declaración desde el Centro Federal de Readaptación Social No. 1, o Almoloya de Juárez.

En este episodio, Aburto rechazó que lo apodaran “El Caballero Águila”, negó que hubiera estado en Chiapas, desconoció tener un entrenamiento con armas y se empeñó en argumentar que el asesinato fue un accidente, después de alguien había golpeado la pierna derecha, haciéndolo perder el equilibrio con arma en mano.

El Presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, José Cordoba Montoya, Fernando Gutiérrez Barrios y Manuel Camacho Solís durante la presentación del libro de estudios sobre la Constitución de 1917, el 04 de febrero de 1992.
(Archivo/Victor Mendiola/cuartoscuro.com)

Además, Aburto sostuvo que cuando fue detenido y presentado ante la PGR en Tijuana, los agentes ministeriales lo forzaban a declarar que pertenecía a un grupo armado o político, a lo que no accedió, para luego declararse culpable.

Posteriormente, contó que en la procuraduría fue envuelto en un colchón y torturado física y psicológicamente, diciéndole que su familia y su madre también estaban siendo torturadas.

Curiosamente, esta declaración ampliada del 29 de abril también menciona una supuesta llamada del presidente Carlos Salinas de Gortari, en la que un agente, sin ser notado por sus compañeros, le ofreció un teléfono y dijo al declarante que el presidente de la República “quería negociar con él”.

Aburto dijo que no cedió, pues no “se prestaría para ‘porquerías’ de ese tipo”. Sin embargo, ahí no concluyó el accionar de este agente, a quien la segunda fiscal encargada del caso, Olga Islas, menciona como un posible pasajero “no identificad” en el avión que trasladó a Aburto desde Tijuana hasta la Ciudad de México.

Las versiones cambiantes de los escoltas de Colosio

El Grupo Omega, encargado de la seguridad personal del candidato Luis Donaldo Colosio, estaba compuesto por exagentes de distintas corporaciones,  incluyendo a la infame Dirección Federal de Seguridad (DFS), policía política mexicana desarticulada poco antes por actos de corrupción y presuntos nexos con la delincuencia organizada.

Fernando de la Sota era un policía proveniente de la DFS y colaborador de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, empleado por el equipo de la campaña. Declaró a las 7 de la noche del 23 de marzo que vio cómo Mario Aburto disparó por segunda ocasión contra Colosio. Fue él quien, junto al también miembro del Grupo Omega, Alejandro García Hinojosa, detuvo en el acto a Mario Aburto.

De la Sota, en otra declaración, luego afirmó que vio el cuerpo de Colosio boca arriba con una mancha de sangre en el abdomen, aunque según las pruebas periciales el cuerpo había quedado boca abajo.

Alejandro García Hinojosa, por su parte, declaró que los hechos sucedieron en menos de cinco segundos, por lo que ni si quiera pudo precisar en qué mano sostuvo la pistola el asesino o si había sido él quien disparó por segunda ocasión.

Sin embargo, en el expediente desclasificado se encuentra otra declaración García Hinojosa en la que contradice su versión y ratifica que fue Aburto quien tenía una pistola revólver en la mano derecha y quien disparó en segunda ocasión.

Integrantes el Grupo Omega y policías llevan el cuerpo de Colosio hacia su camioneta

El careo entre De la Sota y Aburto fue registrado por el expediente como “prepotente”, pues el exagente de la DFS se dirigió a Aburto de forma agresiva, diciéndole:

yo te vi realizar el segundo disparo.

Adicionalmente, otro integrante del Grupo Omega de nombre Héctor Javier Hernández se presentó a declarar el 6 de abril. Hernández aseguró que, cuando intentaba acercarse a Colosio por su lado izquierdo, escuchó los gritos de Fernando de la Sota justo antes de llegar: “quítate de ahí”. Unos segundos después, Colosio recibió el disparo en la cabeza que lo mató.

Declaraciones de Policías Federales que nunca estuvieron ahí

El expediente del caso Colosio muestra cuatro cuartillas llenas de detalles elaboradas por nueve elementos de la Policía Federal adscritos a Tijuana. Según ellos, Mario Aburto les confesó cuando lo detuvieron en Lomas Taurinas que trabajaba en una maquiladora y que accionó el arma en dos ocasiones: contra la cabeza y contra el estómago.

En las fojas desclasificadas por Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), se encontró que aunque todos ellos firmaron y narraron cómo ocurrieron los hechos, seis de ellos no participaron en la detención o estuvieron cerca, aunque fueron presentados como testigos.

Uno de ellos confesó, más tarde, durante la recepción del arma homicida, que sólo participó en la filmación de un video a varios metros del lugar de los hechos. Otro aceptó que nunca vio a Mario Aburto y dos más reconocieron que se encontraban resguardando el hospital a donde fue trasladado Colosio, mientras que otros tres no ratificaron sus declaraciones y tampoco dieron motivos.

Una agente dijo que ella se hizo pasar por reportera internacional para sacarle información a Mario Aburto. También ratificó que fue el subdelegado de la Policía Judicial Federal, Raúl Loza Parra, quien hizo el parte informativo y se los dio a firmar en grupo a los policías federales.

La agente Dora Enriqueta Buitrón contestó en su declaración:

El único contacto que tuve con el señor Mario Aburto fue cuando recibí órdenes del comandante Raúl Loza Parra de entrevistarlo, haciéndome pasar como periodista internacional.

Parte del testimonio de la policía federal Dora Buitrón, quien recibió órdenes de hacerse pasar por periodista para obtener información (MCCI)

Además de estos señalamientos a raíz de la desclasificación de los documentos oficiales, existen muchas más profundas inconsistencias a lo largo de toda el caso, influidas por el temor al poder de los gobernantes y por una serie de procederes “inadecuados” a la hora de la impartición de la justicia en este país. Las heridas en la sociedad están abiertas y la suspicacia está a flor de piel.

El señalamiento reiterado de estas inconsistencias por la sociedad civil, los votantes e incluso testigos o el propio detenido no fueron suficientes para evitar que el tiempo enterrara el caso y el amargo resabio se asentara en el imaginario mexicano.

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