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Gisella Perl: La doctora de Auschwitz que salvó vidas practicando abortos

Gisella Perl fue una ginecóloga que salvó muchas vidas practicando abortos en Auschwitz durante el Holocausto judío; a continuación te presentamos su biografía.

Auschwitz. Sinónimo de muerte y tragedia, este campo de concentración cobró la vida de 1.1 millones de personas en Auschwitz, incluidos casi un millón de judíos. Los que no fueron enviados directamente a las cámaras de gas fueron condenados a trabajos forzados. Uno de los lugares donde tuvo lugar el Holocausto judío.

Y tal vez más vidas se hubieran perdido en ese campo de concentración de no haber sido por Gisella Perl. Una ginecóloga que salvó muchas vidas practicando abortos.

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Gisella Perl nació en una familia judía en Hungría (en la actual Rumania) en 1907. A los 16 años, se graduó primero en su clase de secundaria, la única mujer y la única judía.

En 1982, contó para el New York Times que le pidió a su padre, Maurice, que la enviara a la escuela de Medicina, pero él se negó al principio, diciendo: “No quiero que mi hija pierda la fe y se separe del judaísmo”. Varios meses después, ella se le acercó de nuevo, esta vez con un el libro de oraciones que le había dado y dijo:

“Juro por este libro que dondequiera que me lleve la vida, bajo cualquier circunstancia, siempre seguiré siendo una judía buena y verdadera”.

Su padre cambió de opinión y pudo inscribirse en la escuela de Medicina. Tras graduarse y recibir su primer sueldo, le regaló a su progenitor un libro con su nombre grabado.

En 1944, Gisella Perl trabajaba como ginecóloga. Se acababa de casar y vivía en un gueto judío con su familia. Ante la invasión nazi en marzo de ese año, la doctora Perl, su esposo, hijo, padres y familia extendida, así como otros 400 mil judíos húngaros, fueron enviados a Auschwitz, donde fueron separados de inmediato.

Judíos siendo trasladados a Auscwhitz. Así fue llevada Gisella Perl al campo de concentración (Imagen: Getty)

Sin que ella lo supiera, su hija, Gabriella, estaba escondida con una familia no judía y logró escapar del horror de los campos de concentración.

Ahí, el temible doctor Joseph Mengele, el médico alemán y capitán de las SS en el campo de concentración, asignó a la doctora Perl para trabajar en el hospital.

Al principio, Gisella Perl encontró sus deberes bastante comunes para alguien de su profesión. Pero no tardaría en darse cuenta del horror.

El Ángel de la Muerte

A Gisella Perl se le ordenó que informara al doctor Mengele, conocido como “El Ángel de la Muerte”, de cualquier mujer embarazada dentro de Auschwitz.

Le dijeron que el motivo de esta petición era que estas mujeres serían enviadas a un campamento diferente donde se les brindaría una mejor nutrición.

Perl recordó para el New York Times que las mujeres iban directamente con Mengele a decirle que estaban embarazada. No obstante, no tardó en darse cuenta de la terrible verdad:

“¡El ejército alemán necesitaba plasma sanguíneo! Los conejillos de indias de Auschwitz eran simplemente las personas que proporcionaban ese plasma. Se olvidó de Rassenschande o contaminación con sangre judía inferior. Éramos demasiado ‘inferiores’ para vivir, pero no demasiado inferiores al ejército alemán para mantenernos vivos con nuestra sangre. Además, nadie lo sabría. Los donantes de sangre, junto con los demás prisioneros de Auschwitz, nunca vivirían para contar sus historias. Al final de la guerra, el trigo brotaría de sus cenizas y el jabón hecho con sus cuerpos se usaría para lavar la ropa del héroe alemán que regresaba.

“Todas fueron llevadas al bloque de investigación para ser utilizadas como conejillos de indias, y luego dos vidas serían arrojadas al crematorio”.

Decidió en ese mismo momento que no habría otra mujer embarazada en Auschwitz. No recibió medicamentos, instrumentos médicos ni capacitación, y se encontró en absoluto preparada para el trabajo moralmente exigente que emprendería. No obstante, sabía que era necesario para salvar vidas.

“El Ángel de la Muerte” (Imagen: Getty)

Abortar para vivir

Mientras que algunas mujeres llegaron embarazadas, otras quedaron embarazadas en el campo donde los intercambios sexuales y las violaciones eran demasiado comunes. Dentro de los campos, el cuerpo y la sexualidad de las mujeres eran objetos que tanto los oficiales de las SS como, a veces, los otros prisioneros, sentían que tenían derecho a poseer y usar.

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De hecho, había un cuartel especial que las SS usaban para violar y abusar de las mujeres, a pesar de los decretos contra la participación en actos sexuales con mujeres judías, que al final, eran acusadas de seducir a los oficiales.

Gisella Perl (Imagen: Wikimedia Commons)

Para Perl, nada era más milagroso que el nacimiento de un bebé. Pero, en Auschwitz, sabía lo que tenía que hacer para salvar vidas.

En su búsqueda por desafiar el proyecto de exterminio nazi y ayudar a las mujeres a sobrevivir, tuvo que invertir sus habilidades como sanadora y portadora de vida para otro fin.

Su plan consistía en esconder a las mujeres embarazadas que encontrara y, si era necesario, interrumpiría su embarazo o daría a luz en silencio y luego mataría al recién nacido.

Era la única forma en que las mujeres tendrían la más mínima posibilidad de sobrevivir y algún día, esperaba, tendrían la oportunidad de tener un bebé en libertad.

“Nadie sabrá jamás lo que significó para mí destruir a estos bebés”, escribió en sus memorias, tituladas Soy la doctora de Auschwitz, publicadas en 1984. Pero “si yo no lo hubiera hecho, tanto la madre como el niño habrían sido cruelmente asesinados”.

Encontrar sentido a la vida

En marzo de 1945, Perl fue trasladada de Auschwitz a otro campo de concentración, Bergen-Belsen en el norte de Alemania, donde sería testigo de la liberación de los prisioneros.

Permaneció allí durante varios meses después, trabajando en el hospital para dar a luz a decenas de bebés, pero ahora en libertad. Finalmente, se fue a vagar por Alemania, caminando, durante 19 días en busca de su familia.

Pero la verdad que la enfrentó la puso a prueba. Descubrió que su marido había sido asesinado a golpes poco antes de la liberación, mientras que su hijo había sido incinerado. Sus padres también habían muerto en los campos de exterminio.

Auschwitz fue el cementerio de alrededor de 1.1 millones de judíos durante el Holocausto (Imagen: Getty)

Por primera vez, ya no quería vivir e intentó suicidarse con veneno.

Sin embargo, le salvaron la vida y fue enviada a recuperarse a un convento en Francia. En 1947 se trasladó a la ciudad de Nueva York. A su llegada fue interrogada bajo sospecha de haber ayudado a la SS que dirigía los campos. Hubo especial preocupación por la ayuda que pudo haber brindado a los experimentos llevados a cabo por el doctor Josef Mengele.

Finalmente, Gisella fue puesta en libertad gracias al testimonio de los reclusas a las que les salvó la vida o que supieron de su valentía.

Se intentó deportar a Gisella Perl. No obstante, con la ayuda de activistas y políticos, finalmente se le dio permiso para quedarse en Estados Unidos. Se hizo amiga de Eleanor Roosevelt, quien la convenció de que volviera a trabajar como doctora. Fue ginecóloga en el Hospital Mount Sinai. Se estima que durante esos años, ayudó al nacimiento de más de 3 mil bebés.

“El Ángel” de Auschwitz

En 1978, Gisella Perl, descubrió que su hija había sobrevivido a la Guerra. Así que así en 1979, fue a vivir a Herzliya, Israel con su hija, Gabriella y su nieto.

Más allá de reunirse con su hija, fue un intento de cumplir una promesa que había hecho en 1944:

“Después de cuatro días en el vagón de ganado que nos llevó a Auschwitz, de repente los oficiales de la SS abrieron la puerta y los prisioneros en pijama de rayas nos sacaron. Mi padre y mi madre me abrazaron. Mi marido me dijo: ‘Nos veremos algún día en Jerusalén’”.

Gisella Perl murió a los 81 años el 16 de diciembre de 1988. Los medios de Israel se refirieron a ella como “el ángel de Auschwitz”. Y, para muchas mujeres que lograron sobrevivir el terror del campo de concentración, esto es una verdad innegable.

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