¿Quién diría que unas pocas horas después del simulacro de cada 19 de septiembre, un nuevo sismo destructivo tomaría a México por sorpresa una vez más?
El sismo de 7.1 grados, con epicentro en Puebla, ya suma 143 víctimas mortales (a la hora de redacción de esta nota), Morelos, Puebla, Estado de México y Oaxaca.
A todo lo largo y ancho de la capital, varios edificios de departamentos y oficinas se desplomaron o sufrieron importantes fallas estructurales por el movimiento tectónico.
La impotencia ante la tragedia #Sismo #Puebla estas imágenes son muy fuertes pero hablan de la solidaridad pic.twitter.com/YBPTeXY2j3
— Maricela Luna (@maricelaluna) September 19, 2017
A diferencia de 1985, las comunicaciones no colapsaron y a los pocos minutos de que se disparara la alerta sísmica, herencia del terrible terremoto que sacudió a la ciudad más de tres décadas atrás, las imágenes y videos del suceso comenzaron a circular en las redes sociales.
En segundos, Twitter, Instagram y YouTube se inundaron de los testimonios audiovisuales de los mexicanos que, con celular en mano, se dieron a la tarea de mostrar el lado más crudo de la emergencia.
Sin embargo, hubo fotos y videos que no pudieron transmitirse en televisión nacional, por una u otra razón. Esas imágenes tienen su lugar aquí, para que puedan dar testimonio de la escala de la tragedia.
Cuando el infame terremoto de 1985 sacudió la ciudad, cobró la vida de decenas de miles de víctimas. Hasta ahora, esa cifra ha sido mucho menor. Quizá debido al cambio de cultura sísmica que los capitalinos adoptaron luego de la emergencia de hace 32 años así como a las características del fenómeno de hoy.
A pesar de los esfuerzos que se han realizado por robustecer la resistencia sísmica de los edificios donde los capitalinos viven y trabajan, muchos de ellos, principalmente en las colonias Roma, Condesa, Centro y Del Valle, han colapsado o sufrido fuertes daños estructurales que no dejan que sus residentes vuelvan a su interior.
Sin embargo, como hace más de tres décadas, los mexicanos dejaron ver su lado más noble y en seguida se pusieron a colaborar para rescatar a quienes hayan quedado atrapados entre los escombros.
Este fenómeno se repitió en diferentes puntos de la ciudad, a pesar de que, para el momento en que se redactó esta nota, la luz natural del sol había comenzado a menguar.
Conforme el día da paso a la noche y el suministro eléctrico en las partes más afectadas de la capital continúa dañado, los rescatistas apuran sus esfuerzos para liberar a las personas y animales que continúan debajo de los escombros.
Estas imágenes se parecen mucho a las que el terremoto de 1985 nos dejó, solo que ahora los protagonistas son los hijos y los nietos de aquellos que una vez salieron a las calles a ayudar a sus vecinos, amigos e, incluso, desconocidos.
Tal vez el terremoto de 1985 no solo nos enseñó que teníamos que mejorar las estructuras de los edificios, sino también lo que la solidaridad de la ciudadanía puede lograr.