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Corrupción, drogas y violencia: entrevista con Nicholas Jarecki, director de la película “Crisis”

En esta entrevista con el director Nicholas Jarecki, nos adentramos en el peligroso mundo de la crisis por adicción a los opioides.

Más de 100 mil personas mueren al año por sobredosis relacionadas con la adicción a los opioides en Estados Unidos. Esta terrible epidemia, la más apremiante del siglo XXI en el país más poderoso del mundo, no parece disminuir. En Crisis (2021), el director Nicholas Jarecki quiere acercarse al problema desde una perspectiva múltiple, que muestra los matices de la corrupción institucional y que entiende la complejidad social que implica.

La cinta, protagonizada por Gary Oldman, Armie Hammer, Evangeline Lily y Luke Evans es una mezcla de géneros que juega con el thriller policiaco, el thriller corporativo y el drama familiar en una amalgama entretenida y aterrorizante. Para comprender más a fondo esta cinta y lo que implica, entrevistamos a su director, Nicholas Jarecki, y hablamos de todo lo relacionado con la producción de una película independiente que denuncia un problema vergonzoso y poco tratado en el cine estadounidense. La corrupción, en este sistema económico, no tiene nacionalidad.

La crisis de los opioides es una cuestión apremiante en Estados Unidos. Pero también es un tema particularmente complejo y difícil de tratar. ¿Cómo llegaste a este tema y cómo empezaste a explorarlo en toda su complejidad?

Hace 15 años, tenía un amigo joven que se involucró con pastillas para el dolor como la oxycodona. Al principio, el asunto era inocente, pero pronto todo se convirtió en una pesadilla. Comenzó a comprar heroína después de las pastillas, y acabó muerto. Fue una noticia muy impactante para todos sus amigos cercanos.

Diez años después, estuve leyendo una serie de artículos en el Los Angeles Times. Un grupo de periodistas de investigación comenzaron a desenterrar documentos que mostraban que las compañías farmacéuticas, los que manufacturan estas drogas de opioides, siempre supieron que eran mucho más adictivas de lo que le decían al público. Ellos aseguraban que, al tomarse como el doctor las recetaba, solo el 1% de los pacientes se podría volver adicto. Ahora, todo parece indicar que el porcentaje real oscila entre el 20% y el 50%. Incluso si son personas que fueron al doctor nada más por una herida, porque les dolía la espalda o algo así. Estas personas fueron por un inconveniente menor y se convirtieron en adictos.

Quedé fascinado por lo que decía este artículo sobre un caso muy grave de corrupción corporativa. Desde Arbitrage, me interesan los casos de corrupción corporativa y esta es otra área en donde las regulaciones son muy laxas. Así que le llamé a los periodistas del Los Angeles Times, y Lisa Girion, coescritora del artículo, me llamó y me invitó a comer. Fuimos por un bagel y me empezó a contar una historia increíble que no parecía tener fin.

De pronto, me dijo que debería conocer también la opinión de los policías que se están enfrentando al problema. Así que empecé a hablar con Steve Opferman, un sargento en el que basé el personaje de Armie Hammer. Era un policía encubierto del departamento del Sheriff de Los Ángeles. Se enfrentaba a los crímenes relacionados con narcóticos prescritos en un grupo de trabajo especial. Así que él se encargaba, en la vida real, de derrocar a todos estos cárteles. Y todo eso aparece en la película: el sindicato de crimen armenio, los engaños, las pandillas de motociclistas en Canadá. Todo se basa en casos reales. Él se convirtió en mi asesor técnico, me ayudó con el guión, visitó el set, etcétera. Y es algo bastante peculiar, porque a él le gusta viajar por todas partes con una bolsa con armas. Tiene una AK-47 y una Glock y una Luger… es un maestro de las armas. De pronto, venía a mi casa y traía una enorme bolsa de armas y estaba jugando con ellas en la mesa de mi cocina. Una situación totalmente demente. También, fue una gran fuente.

Finalmente, tenía el lado corporativo de las farmacéuticas y el lado policiaco, pero necesitaba abordar el lado científico. Contacté entonces a una doctora maravillosa que tiene una compañía de investigación biológica en la que hacen pruebas de medicinas nuevas con ratones. Cuando lo junté todo, me di cuenta de que era una tela de fondo amplia y fascinante para una película. Y así fue como nació Crisis.

Una pastilla de oxycodona (Wikimedia)

Me imagino que esta fue una película compleja de hacer. Hay muchas locaciones, el reparto es muy amplio, y tienes un guión complejo… ¿Cómo fue el proceso de hacer esta película 10 años después de Arbitrage (2012) y cómo fue regresar al set con algo tan difícil de realizar?

Grabamos en Canadá, en marzo, y hacía mucho frío. El primer día fuimos a grabar una secuencia tipo James Bond con la que abre la película. Estábamos en la montaña y hacía -30 grados. Yo no escuché a mi asistente de dirección cuando me aconsejó usar botas especiales para nieve. Después de un rato en la nieve sentía que se me iban a caer los pies y tuvieron que traer unos calentadores para el idiota director que no quiso ponerse los calcetines y las botas adecuadas. Pero ese no era el menor de mis problemas. Yo tenía frío, pero ¿sabes quién más tenía frío? La cámara. Estábamos filmando en 35mm con unos lentes hermosos y dos lentes se congelaron. Tuvimos que traer unos calentadores para los lentes y varios equipos tomaban turnos para darles calor y tratar de salvarlos. Una locura. Toda la óptica valía más de medio millón de dólares…

Ese fue nada más un ejemplo de las dificultades del rodaje. Es una película independiente, y por eso nunca tienes suficiente dinero. No invertimos mucho más que en Arbitrage, y queríamos sacarle jugo a la inversión. Pero, en nuestra ambición, acabamos filmando en 57 locaciones, utilizamos drones, tirando en 35mm, y con un elenco estelar. Teníamos un gran elenco y todos fuimos a Montreal para filmar. Pero no le pagamos a ninguno de los actores por hacer esta cinta. Muchos se me acercaron para hacer esta película porque les parecía importante tratar el tema de la crisis de opioides. Así que todos están trabajando gratis y, por eso, sólo podían permitirse estar en el set una o dos semanas. Después, tenían que ir a ganarse la vida en películas que sí tienen presupuesto, películas reales (ríe). Tuvimos que hacer los ensayos por Skype y con algunos otros actores presentes. Un verdadero caos.

Después, empecé a sentir una enorme paranoia. Sentía que había una compañía de opioides que quería sabotear la película porque empezaron a pasar cosas increíblemente malas. Todo empezó a salir mal. Dos actores se enfermaron, tuvimos que cerrar el rodaje dos veces, durante dos semanas. No te puedes imaginar lo que es eso. Tienes a 300 personas trabajando y, de repente, los tienes que mandar a todos a su casa mientras les sigues pagando…

Luego, a un actor le explotó el apéndice en pleno rodaje. Lo tuvimos que llevar de emergencia al hospital y casi se muere. Lo mandamos en un jet privado hacia Los Ángeles. Luego, tuve que volver a hacer el casting para su papel, y tuvimos que volver a filmar todas sus escenas.

Entre toda esta locura, sin embargo, hubo mucha pasión en el set. Gary Oldman entró al proyecto desde el día uno. Produjo la película conmigo porque, para él, el tema de las adicciones era sumamente importante. Él tuvo un problema de adicción que venció hace 24 años. A partir de ahí, le llamé a otros amigos. Llamé a Greg Kinnear, a Michelle Rodríguez que se unieron al proyecto. Luke Evans llegó de la nada. También Martin Donovan. Y todos me daban su tiempo porque todos tenían una conexión personal con, al menos, una persona que vivió una adicción a los opioides.

Greg Kinnear, Gary Oldman y Nicholas Jarecki en el set de Crisis.

Hay algo que me parece bastante terrorífico del sistema político y económico estadounidense. Después de la crisis de 2008 hubo un rescate financiero gigantesco por parte del gobierno. Ahora, en esta película, creo que hay un paralelo entre la parte más ilegal del negocio de las drogas con pandillas y asesinos, y la corrupción aceptada en altos mandos políticos y en la cultura corporativa. ¿Crees que tanto la parte más sórdida del negocio de las drogas como la parte más encumbrada, son corresponsables de este problema tan grave?

Es una pregunta interesante. Creo que lo que es tan maravilloso y tan frustrante de Estados Unidos es esa creencia arraigada en el capitalismo puro. Es algo que exploré en Arbitrage con el personaje de Richard Gere, un multimillonario que está en la cima del mundo y que todos creen que es maravilloso, pero que, detrás de todas las miradas, roba por aquí y por allá, hace fraudes y es una persona terrible. Todos piensan inmediatamente que por ser rico es un hombre decente. Es lo mismo que sucedió con el colapso económico: no observamos verdaderamente a estas personas, y pusimos demasiada fe en empresarios y banqueros.

Richard Gere y Nicholas Jarecki en el set de Arbitrage (2012)

Algo similar pasa aquí en cuanto a la corrupción del sistema. Obviamente los pandilleros que asesinan para traficar drogas están en un nivel inmediatamente más reprobable que una compañía que hace productos peligrosos. Pero, al final, lo que más me gusta es observar cuál es el papel que juegan los incentivos económicos en este esquema de corrupción. Si no se vigilan, ¿qué pueden producir estos incentivos económicos?

Esta es una película sobre la distribución, el tráfico, y el contrabando. Si se trata de una corporación que está produciendo masivamente el producto mientras no explican sus peligros, o bien si es un círculo de contrabando ilegal de drogas, el fin es el mismo. Todos están persiguiendo el mismo fin monetario. La idea de la película era mostrar eso.

En esta película, por ejemplo, hablamos de fentanilo. Se trata de una droga que viene de China y que podríamos estar regulando mejor. Mientras estaba haciendo la película, me podía meter a Alibaba.com y pedir fentanilo para que me lo enviaran a mi casa. Me podían enviar una bolsa con suficiente fentanilo para matar a 100 mil personas. Todo de manera perfectamente legal…. Por eso, además de hacer un thriller divertido, queríamos crear consciencia sobre estos problemas para que los ciudadanos estén más informados y le pidan al gobierno que regule ciertos aspectos de un mercado tan terrible.

Esta es una dosis letal de fentanilo para la mayoría de las personas. (Wikimedia)

Los números que pones al final de la película son escalofriantes: 100 mil personas mueren al año por el abuso de estas drogas y ese número aumenta en un 20% cada 12 meses. Debajo de la frontera sur, en México, tenemos otro problema de muertes relacionadas con las drogas: el de la violencia desatada por la guerra contra los cárteles. Tenemos demasiadas muertes de ambos lados de la frontera y parece que este problema nunca se detendrá. ¿Qué crees que estamos haciendo mal?

En mi opinión muy personal, la guerra contra las drogas es un fiasco. Tomar millones y millones de dólares y meterlos en la DEA, en aviones espías, en helicópteros y drones para detener la cocaína mexicana; encerrar a más personas en la cárcel que en ningún otro lugar del mundo… ¿De qué sirve todo esto? ¿Por qué lo hacemos? ¿El fin es detener a un chico que vende 10 dólares de cocaína? ¿20 dólares de pastillas? Es ridículo. Todos estos recursos se están destinando a meter a personas a la cárcel para demostrar que las drogas son malas. Cuando lo que en realidad se necesita, en mi opinión, es educación.

Había unos anuncios (y creo que todavía los pasan) de la Partnership for a Free Drug America (Unión para Estados Unidos libre de drogas) en donde ponían un huevo friéndose en un sartén con el eslogan: “este es tu cerebro en drogas”. Hicieron un estudio en el que le mostraron este comercial a un grupo de adolescentes. Les preguntaron si, después de ver el anuncio, tenían más o menos ganas de consumir drogas. Y todos dijeron que el comercial era verdaderamente estúpido; que era propaganda barata y que estaban insultado la inteligencia de los jóvenes. Creo que tienen razón: tienes que decirle la verdad a la gente.

Lo vemos ahora claramente. En Estados Unidos siempre se pensó que las drogas eran algo malo que había que alejar de los niños, por una parte; y que era un problema de pobreza, por la otra. Ahora, todas estas fronteras se rompieron. Con este número tan grande de muertes, lo que está ocurriendo está afectando a un círculo cada vez más estrecho. El adicto ahora es tu hermano, tu madre, o alguien entre la gente que más quieres.

Por otra parte, tenemos un terrible programa de tratamiento de adicciones. Para esta película, hice muchas investigaciones y fui a visitar clínicas de tratamiento de heroína en Detroit. En estas clínicas, les dan metadona a los adictos. La clínica que visité era un cuarto trasero oscuro, con dos mesas de plástico y una señora enojada sentada despachando. Nada más llegas y avientas unos cuantos dólares y te dan metadona. No necesitas, ni siquiera, una identificación. No les importa. Es otro negocio para aprovecharse de la gente pobre.

Creo que todo el dinero que estamos pagando en la prohibición y en las cárceles, podría utilizarse para cosas más productivas. Tendríamos que sacar a esas personas de la cárcel, darles trabajo, darles tratamiento. Deberíamos entender que una persona adicta no es una mala persona. Deberíamos ayudar al adicto. Deberíamos darles buenos tratamientos, en buenas instalaciones, con sitios limpios de inyección, si es necesario. Creo que otros países han sido más progresivos en esto. En Europa o, incluso, en México en donde, tengo entendido, están por despenalizar la posesión personal de marihuana…

Sí, aunque, como todo en México, nada funciona muy bien…

Sí. Es un problema de muchos factores. Hablamos mucho, actualmente, de la desestigmatización para que la gente que tenga un problema se acerque a la ayuda sin temer que lo cataloguen como un adicto, una persona mala o un criminal. Lo que se quiere lograr con estas campañas es que los adictos se reintegren a la sociedad como miembros productivos. No deberíamos sentarnos a juzgar a las personas por lo que hacen. Tampoco deberíamos decir que no es divertido probar ciertas sustancias. Eso es simplemente estúpido. Por supuesto que puede ser placentero, si no nadie lo haría. Pero sí es importante usar los recursos de la guerra contra las drogas en otros sentidos. En educación, en cuidado, en transparencia.

Por otra parte, creo que hemos visto muchas películas sobre la frontera sur de Estados Unidos con México, pero nunca hablamos de lo que pasa en el norte. Tenemos una frontera enorme con Canadá que, como ya te había comentado, tiene historias reales que se utilizaron para esta película. La historia del joven que capturan en la frontera con un trineo y una mochila llena de pastillas de fentanilo con un valor estimado de medio millón de dólares, es absolutamente real. La tomé de un periódico. Hay una frontera de más de 2 mil kilómetros con Canadá en donde no hay restricciones, no hay vigilancia, no hay nada… Como te digo, el problema es complejo.

Pastillas de oxycodona (Wikimedia)

Algo que me gustó de tu película es justamente la complejidad del guión y la forma en que está tratando un problema que abarca muchos aspectos. La idea aquí, creo, es que este problema de drogadicción toca absolutamente todos los niveles de la sociedad. Desde problemas políticos, problemas sociales, problemas académicos… Y quería preguntarte algo sobre este último aspecto.

En este momento, tenemos un problema con la desconfianza en la ciencia y creo que, en particular, en Estados Unidos, este problema es aún mayor. Por una parte necesitamos creer en la investigación científica, pero por la otra, las compañías farmacéuticas están haciendo todo en su poder para quitarnos cualquier fe saludable en la ciencia. ¿Podrías hablar un poco de esto? ¿De la confianza de la gente en la investigación científica, la importancia del prestigio académico y la sensación muy presente de que nos están engañando?

Es una idea preocupante. Cuando esta película empezó a ser proyectada, le pedí a las audiencias que se comunicaran conmigo. Algunas personas vinieron a decirme que les daba miedo mi postura. Pensaban que, en algún momento, me iba a revelar como antifarmacéutico o que me oponía en principio a los medicamentos para el dolor. Personas me decían: “Tengo dolor, tengo mialgia, tengo cáncer, necesito estas medicinas y se está volviendo difícil conseguirlas…” Y quiero ser perfectamente claro en este punto: no me opongo a estos medicamentos. No me opongo, en general a ningún medicamento. Estas son innovaciones maravillosas. Tengo un familiar con cáncer y ha sobrevivido más de diez años después de su diagnóstico gracias a medicinas que salieron de este tipo de laboratorios. Estos medicamentos son increíbles y es increíble lo que la ciencia puede lograr. Pero creo que esto va más allá.

Me gusta mostrar en mis películas que no existe un villano específico. No existe un señor sombrío con bigote que hace opioides pensando en matar la mayor cantidad de personas para sacar más dinero. Así no funciona el mundo. Cuando tenemos incentivos económicos sin ningún balance, se puede fomentar un comportamiento poco ético. Una corporación puede caer en este comportamiento tanto como un individuo. Hay una cultura para cada corporación, como hay una personalidad para cada individuo. Creo que, con la crisis de los opioides, lo que sucedió fue que todo cayó en manos de algunas compañías que no tenían los más altos estándares de cultura corporativa, y que se enfocaban más en las ganancias trimestrales; corporaciones que hicieron estudios a modo; corporaciones a las que no les importaban las consecuencias a largo plazo.

Deberíamos tener regulación y debería funcionar la FDA (Administración de Medicamentos y Alimentos por sus siglas en inglés). Pero hay problemas de principio, como en todas las ramas de gobierno. La mitad de las personas que trabajan en la FDA, cuando acaban sus turnos diarios, van a trabajar a las grandes compañías farmacéuticas. Esta puerta giratoria es un grave conflicto de intereses. Es un problema muy común en el gobierno estadounidense.

En los últimos tiempos hemos visto que se empieza a confrontar esta lógica corporativa. Pero para una compañía que gana 20 o 50 mil millones de dólares al año vendiendo oxycodona, ¿Crees que les importan mucho las multas? Esas multas son como multas de velocímetro para ellos. Mientras, hay gente que se sigue muriendo. Deberíamos someter a estas compañías a presiones fiscales mucho más serias y utilizar ese dinero para los tratamientos.

No sé si algún día lleguemos a eso. En todo caso, queremos apoyar el desarrollo de productos farmacéuticos. Incluso, de medicinas para el dolor. No quiero que desaparezcan las medicinas para el dolor. Pero tenemos que encontrar una manera de fomentar su uso de forma científica, regulada y saludable. Y no en un mundo que permite a las compañías farmacéuticas mandar a un doctor a las Bahamas como agradecimiento por mover una nueva droga mal regulada. O un mundo en donde está bien que te den una pastilla de oxycodona cuando te duele la cabeza. Eso es ridículo.

¿Crees que el cine puede cambiar al mundo?

Me gusta mucho el escritor David Mamet. Él dice que las películas no son una buena herramienta para el cambio social porque ya existe una buena herramienta para el cambio social: el cañón de una pistola. Creo que es un dicho interesante… y también es chistoso. Porque, comparada con una revolución, no sé qué tanto puede lograr una película.

El primer trabajo de un cineasta es entretener. Si logro entretener a una audiencia, hago que les importe el drama de los personajes en luchas por lo que consideran correcto. Si la música está bien, la fotografía es interesante y el diseño apelativo, van a adentrarse con gusto en la trama. Si logro llevar a los espectadores a ese punto de entretenimiento, entonces tal vez pueda abrir la mente de las audiencias para explicarles algo que no sabían. Porque son cosas que yo tampoco sabía: ¿Sabías que las investigaciones para estos medicamentos están cooptadas? ¿Sabías que cientos de miles de personas han muerto por adicciones a los opioides? ¿Sabías que podría ser prevenido?

Fuera de eso, hay películas que cambiaron mi forma de ver el mundo. Contar historias es un camino válido para cambiar lo que no nos gusta de la sociedad. Contamos historias que cambian a las personas colectivamente en el transcurso del tiempo. Así, las películas pueden tener un impacto duradero. No es tan relevante como el Día Internacional de los Trabajadores o cualquier otro momento esencial en la historia, pero yo no estoy ahí en la línea de fuego con una pistola. Así que hago lo que puedo con una película y, finalmente, espero que sirva de algo.

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Crisis tendrá un estreno nacional en salas de todo el país en mayo de 2021.

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