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Spider-Man, monstruos gigantes y un empresario: el verdadero origen de los Power Rangers

Todos los niños de los noventa tienen una anécdota especial de los Power Rangers. ¿Pero de dónde surge la extraña idea de los Power Rangers?

Todos los niños de los noventa tienen una anécdota especial de los Power Rangers. Y no es por nada: ese extravagante programa, con sus peleas aparatosas, sus coloridos leotardos y sus extraños personajes, acaparó la mente de millones de millennials y se convirtió en un impresionante fenómeno cultural.

¿Pero de dónde surge la extraña idea de los Power Rangers? ¿A quién se le ocurrió crear este programa y cómo llegó hasta nuestras pantallas? ¿Cuáles son sus verdaderos orígenes?

La respuesta a estas preguntas puede ser mucho más extraña de lo que se imaginan…

Captura de pantalla de la serie de Tohei Supaidaman. (Wikimedia)

Supaidaman

Imagínense a Spider-Man como un joven japonés de 22 años que se llama Takuya Yamashiro. Imagínense que obtuvo sus poderes arácnidos de un alienígena llamado Garia. Imagínense que, en su tiempo libre, Spider-Man se dedica a correr motocicletas de carreras.

Todo esto puede parecer una absoluta locura para nuestra percepción del querido personaje de Marvel. Pero, en realidad, este personaje existió, con todo y la bendición de Stan Lee, allá en los años setenta. Y, no nada más existió, sino que fue el principio fundador de lo que luego llegarían a ser, algunos monstruos enormes mediante, los Power Rangers.

¿Pero qué tiene que ver Spider-Man con criaturas gigantes en Japón y el nacimiento de los Power Rangers en Estados Unidos?

En aquellos bellos años del florecimiento de Marvel por la edad plateada de los cómics, la gran compañía de Stan Lee estaba pensando cómo expandir su mercado en el extranjero. Una de las aventuras de Marvel surgió entonces cuando Lee decidió juntarse con Toei, una compañía dedicada a crear programas de televisión llamados Super Sentai.

Típica imagen de batalla con tema Super Sentai (Ian Armstrong/Flickr)

La palabra Sentai proviene del vocabulario militar japonés y significa “grupo armado” o “comando militar”. Y los Super Sentai eran, entonces, un grupo de personajes que formaban un comando especial para combatir alguna invasión de fuerza sobrehumana.

Viendo estas locuras, Stan Lee hizo lo que mejor sabía hacer y pensó en negocios. Así que concluyó un trato de tres años con Toei para intercambiar personajes de sus universos de ficción: Marvel podría utilizar dos robots de las series de Toei en la línea de juguetes de Shogun Warriors para Mattel y Toei podría utilizar personajes de Marvel en sus programas.

La cosa llevó a que Toei creara un Spider-Man japonés que, además de tener los poderes arácnidos que tanto le conocemos al buen Peter Parker, podía llamar a un nave alienígena gigante que se transformaba en un poderoso robot llamado Leopardon. Y Leopardon combatía, entonces, a enemigos de gran tamaño para librar la tierra de unos feroces conquistadores alienígenas que buscaban gobernar el universo.

Leopardon (Wikimedia)

El contrato de tres años entre Toei y Marvel no generó gran cosa más fuera de este extrañísimo Hombre Araña y una línea de juguetes. Sin embargo, la idea de Leopardon permeó fuertemente en la cultura del Super Sentai; y, a partir de su enorme popularidad, se empezaron a introducir más robots gigantes a las series de Toei.

Spider-Man en la serie de Tohei, Supaidaman. (Wikimedia)

Super Sentai y el tokusatsu

La llegada de Spider-Man a Japón, cambió para siempre la cultura del Super Sentai. Ahora, los equipos de cuatro o cinco jóvenes que tenían poderes especiales, siempre terminaban combinando sus diferentes aptitudes para formar un vengador gigante.

Tomando mucho de la cultura Tokusatsu que había trasladado ya los grandes Kaijus del cine (como Godzilla) a la pantalla chica (con Ultraman, por ejemplo), las series de Super Sentai crearon una nueva forma de unir superhéroes gigantes. Y claro, para acabar cada episodio con la gran batalla épica del monstruo de la semana contra conocidos héroes.

1955, “Godzilla ataca de nuevo”

Y, fuera de la historia que daba continuidad a los programas, la gente esperaba ansiosa por ver estas épicas confrontaciones. Así, la gran mayoría del presupuesto se iba en los expertos de los disfraces y las maquetas Tokusatsu para lograr espectaculares giros y chispas, explosiones y batallas gigantes en pantalla.

Fue exactamente eso lo que un empresario llamado Haim Saban vio, cuando vivía en Francia, en los años ochenta. Y quedó maravillado. Desde ahí, el joven empresario pasó días y semanas pensando en la forma de comercializar esos espectaculares efectos.

Años más tarde, encontraría la fórmula secreta que lo llevaría a ser un enorme magnate televisivo.

Y esa fórmula se llamó Power Rangers.

Saban’s Mighty Morphin Power Rangers

A finales de los años ochenta Haim Saban fue a Japón y decidió negociar con Toei por los derechos de su serie Kyōryū Sentai Zyuranger (o algo así como “Escuadrón Dinosaurio Zyuranger”). Se trataba de una serie muy parecida a todas las que había producido Toei desde aquella famosa encarnación de Spider-Man: un grupo de jóvenes peleando contra malvadas fuerzas y uniéndose para crear un enorme robot que vence a gigantes oponentes.

Esta serie, en particular, mostraba a cinco adolescentes que provienen de una civilización humana en el tiempo de los dinosaurios. Después de una hibernación criogénica de 170 millones de años, son despertados por un brujo para combatir las fuerzas de Bandora, una terrible hechicera.

Rita Repulsa.. o Bandora

Los cinco jóvenes pueden invocar a criaturas mecánicas míticas que encarnan, cada una, un dinosaurio. Un sexto joven, que aparece a partir del episodio 17 de la serie, puede invocar a un gran dragón. Si se juntan estas criaturas pueden crear un robot gigantesco que los ayuda a combatir, cada semana, a un nuevo monstruo invocado por Bandora.

Como seguro ya adivinaron, estos cinco jóvenes que representan un color y un dinosaurio, se convertirán en los Power Rangers; la temible bruja Bandora será Rita Repulsa; y, claro, el sexto combatiente será el famosísima Ranger verde. Y, sin embargo, lo que es interesante aquí es que Saban no compró los derechos de esta serie para transmitirla tal cual. No, Saban la modificó completamente para adaptarla a la sensibilidad de las audiencias estadounidenses.

Y ahí radica el enorme genio de este empresario.

(Wikimedia)

Saban hizo un trato con Toei para comprar todas las escenas de acción en las que los Power Rangers salen enmascarados y algunas otras escenas (como los corajes de Rita Repulsa y la creación de ciertos monstruos). Al mismo tiempo, contrató actores estadounidenses para que representaran al grupo de jóvenes guerreros en su vida cotidiana.

El resultado fue una mezcla de las geniales secuencias de pelea -baratas pero llenas de carisma- que nacieron de la cultura Tokusatsu y una historia puramente americana en un pueblo ficticio de California. No más orígenes míticos en la era de los dinosaurios, no más brujos y criogénesis, sino un Zordon que tomó cuatro horas en grabar, jóvenes actores estadounidenses y un poco de doblaje para los gritos de Repulsa.

El resto es historia

Zordon

Al principio, claro, nadie quería tener nada que ver con esta locura que mezclaba cualquier cantidad de delirios televisivos y culturales. Y Saban pasó cinco años tocando puertas para vender su programa.

Fue entonces cuando llegó Margaret Loesch, la cabeza de programación para niños en Fox.

Loesch estaba buscando un nuevo programa para refrescar la selección de caricaturas de la cadena. Necesitaba algo “tonto y repetitivo” que pudiera cambiar la perspectiva de programación para niños. Y en Mighty Morphin Power Rangers, encontró justo lo que necesitaba:

“Como niña amaba las viejas películas de Godzilla. No podía saciarme de ellas. No me importaba si podía ver los alambres y las costuras de los trajes y los labios moviéndose cuando no había palabras, eran tan increíbles e imaginativas.”

Y sí, Loesch tuvo la corazonada correcta: el programa se convirtió en algo mucho más que un éxito; fue un fenómeno mundial que sigue vivo después de veinte años.

En 2001, la franquicia se vendió por más de 3 mil millones de dólares a Disney. En 2010, Saban la volvió a adquirir por sólo 100 millones; y, en dos años, ganó más de 120 millones de dólares solamente en venta de juguetes.

Haim Saban posa junto a algunas encarnaciones de los Power Rangers (Diane Bondareff/Invision for Saban Brands/AP Images)

Con esos números y el hecho de que Saban es ahora el billonario 232 en la lista de los más ricos del mundo según Forbes, nos dice suficiente sobre el enorme éxito de la franquicia.

Y ese éxito nace de las intuiciones de Saban. Mientras que en otros países los Super Sentai eran doblados, Saban supo que tenía que crear una adaptación al mercado estadounidense.

El éxito de este cálculo ha impactado profundamente en la vida cultural de los millennials. Porque todos, en este hemisferio, guardamos un recuerdo entrañable de los Power Rangers, un recuerdo de niñez en el que no importaba la nacionalidad de Rita Repulsa, ni dónde fueron producidos los aparatosos efectos de las peleas.

Desde Tokio, pasando por el Spider-Man gigante, hasta el profundo impacto de Tommy, el Ranger verde, la historia de los Power Rangers es de todos nosotros. Y, viendo la recepción de las nuevas generaciones, parece ser que esta historia puede seguir, por muchos años, su estrafalaria historia de coloridas ilusiones.

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