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La Guerra del futbol: el partido que desató un conflicto armado en Latinoamérica

La Guerra del Fútbol fue un conflicto armado que tuvo entre sus protagonistas a un partido para clasificar al Mundial de México 1970

Cuando Honduras y El Salvador se enfrentaron para buscar calificarse al Mundial de México 1970, muy pocos imaginaban que el resultado final de estos encuentros iba a ser una guerra entre ambas naciones. Claro, el futbol fue un pretexto más que agudizó un conflicto con raíces más profundas. Fue una herramienta política para exacerbar el nacionalismo patriotero. Fue lo que dio pie a lo que se conoce como la Guerra del Futbol.

Honduras vs El Salvador

Para entender por qué las hostilidades entre ambas naciones centroamericanas, tenemos que remontarnos a los inicios del siglo XX. Miles de salvadoreños emigraron de su país hacia la nación vecina, Honduras, huyendo de un gobierno opresor y aprovechando los bajos costos de los terrenos hondureños. En El Salvador, la tierra era de los ricos y los campesinos no podían aspirar a poseer tierras porque no había repartición ni distribución.

Aunado a lo anterior, el territorio de El Salvador es más pequeño que el hondureño y su población era mayor. Esta sobrepoblación también fue factor para la inmigración hacia Honduras. En la década de los 60, su situación se había tornado complicada cuando el General Oswaldo López Arellano buscó permanecer en el poder.

El Salvador y Honduras son vecinos | Foto: Twitter

En 1966, los terratenientes hondureños crearon la Federación Nacional de Agricultores y Ganaderos de Honduras con el objetivo de proteger sus intereses, no solo ante las grandes corporaciones como la United Fruit Company, sino también contra los campesinos salvadoreños que habían aumentado significativamente su número. Para 1969, había cerca de 300 mil salvadoreños que vivían en la frontera hondureña. Los campesinos hondureños resentían la pérdida de trabajo y el empobrecimiento de los salarios a causa de los migrantes.

Esto presionó al gobierno de Arellano, que terminó por lanzar una campaña propagandística desde el gobierno para fortalecer su causa. Uno de los efectos que tuvo fue impulsar el sentimiento nacionalista hondureño entre la población, mientras que el sentir antisalvadoreño iba permeando cada vez más. Arrobados por este nacionalismo, los hondureños comenzaron a atacar a los migrantes salvadoreños, particularmente un grupo conocido como La Mancha Brava, que llegó al punto de cometer asesinatos y generar terror, lo que provocó el retorno masivo de gente a El Salvador.

En 1969, las tensiones llegaron a un punto álgido cuando se aprobó una reforma a la Ley Agraria, en la que se confiscaba las tierras a los inmigrantes salvadoreños para ser redistribuida a los hondureños. Sin sus tierras, tenían otro motivo más para regresar a su país natal. Temiendo que el retorno de sus compatriotas causara tensiones sociales por las implicaciones socioeconómicas para El Salvador, los conservadores en el poder decidieron reclamar las tierras de las que fueron despojados sus campesinos como propias, haciendo que la situación en la frontera fuera crítica.

Rumbo al Mundial de México 1970

Con la prensa de ambos países estimulando aun más el odio entre ambas naciones, los equipos representativos de ambos países se vieron las caras, por primera vez desde que iniciaron las tensiones, el 6 de junio de 1969 en Tegucigalpa. El premio al ganador era un boleto para el Mundial de 1970 en México.

En ese entonces, la Concacaf sólo tenía un boleto para el Mundial. Pero, al ser México el organizador, se había abierto la oportunidad para que hubiera otro representante de la zona. El formato consistía en un sorteo en cuatro grupos conformados por tres equipos. El ganador del grupo avanzaba a la siguiente ronda donde se formaban grupos de dos equipos que se enfrentaban en una serie de partidos de ida y vuelta. En caso de empate en puntos, sin importar la diferencia de goles, se jugaba un partido de desempate en territorio neutral.

El Salvador se impuso a Honduras en el Estadio Azteca | Foto: Twitter

La noche previa al partido, los salvadoreños no pudieron dormir porque los hondureños rodearon su hotel. La masa enardecida arrojó piedras y objetos contra los cristales, estallaban petardos, tocaban el claxon de los autos e hicieron todo tipo de escándalo durante toda la noche. ¿El objetivo? Que los jugadores salvadoreños no pudieran jugar bien y perdieran el partido. Y lo lograron.

Honduras, con un gol de su jugador estrella, José Enrique Cardona, quien militaba en el Atlético de Madrid, en el tiempo añadido, venció 1 a 0 a la “Selecta”. En las tribunas se desataron disturbios y en las calles se registró el asesinato de dos hondureños. Mientras tanto, en El Salvador, Amelia Bolaños, una chica de 18 años decidió, al terminar el partido, murió. Tal era ya el grado de animosidad entre ambas naciones que la derrota resultó insostenible.

La muerte de Bolaños se usó con fines de propaganda por lo medios salvadoreños y fue un instrumento para exaltar el orgullo nacional y acrecentar el odio hacia sus vecinos. Su sepelio fue transmitido a todo el país, con la asistencia de miles de personas de la capital salvadoreña, incluyendo el ejército, el presidente Fidel Sánchez y sus ministros, así como los jugadores de la “Selecta”, que habían regresado a su país después de haber sido insultados, escupidos y agredidos en el aeropuerto en Tegucigalpa.

Una semana después les tocó el turno a los hondureños de ser agredidos. El partido de vuelta se jugó en San Salvador y el recibimiento fue el mismo que sus paisanos habían dado a los salvadoreños: noche en vela con vidrios rotos, lanzamiento de objetos, escándalo y ofensas. El ejército se encargó de la seguridad de los catrachos, pero no pudieron evitar la sonora rechifla y lluvia de improperios cuando sonó el himno nacional hondureño. Tampoco pudieron evitar que quemaran la bandera. Era claro que los jugadores no podían concentrarse en jugar. Lo que querían simplemente era sobrevivir a la visita. Perdieron 3 a 0, gracias a los goles de Élver Acevedo, Juan Ramón Martínez y Mauricio Rodríguez.

Apenas terminó el partido, los catrachos fueron escoltados al aeropuerto en los mismos carros blindados en los que llegaron al estadio. Pero los aficionados hondureños que habían tenido el valor de ir a ver el partido, fueron agredidos y golpeados. Dos de ellos murieron, con decenas de personas resultaron heridas y requirieron atención médica y hospitalización. Al llegar los jugadores a Honduras, narraron sus vivencias, una indignación encolerizada se apoderó de los hondureños, que se lanzaron para cobrar venganza contra los residentes salvadoreños. Escenas lamentables ocurrieron, con más muertos y heridos.

La Guerra del Fútbol

Como cada bando se llevó un triunfo, se requirió un partido de desempate, en México. El presidente de El Salvador no veía este partido sólo como un partido de fútbol, sino como una oportunidad para exaltar el nacionalismo (o patrioterismo) a través del triunfo de la “Selecta”. Mimó a los seleccionados antes de que partieran a México, pero les exigió el triunfo.

Fue necesario que cinco mil elementos de la policía mexicana, armada con porras, se interpusieran entre las porras que fueron acomodadas en lados opuestos del Estadio Azteca. El partido, disputado el 27 de junio de 1969, fue parejo e intenso. Juan Ramón Martínez puso en ventaja a El Salvador al minuto 8, pero Rigoberto Gómez lo empató al 11. Martínez de nuevo anotó para poner las cosas 2 a 1. En el segundo tiempo, Gómez hizo el 2 -2. Ambos equipos se lanzaron por el triunfo, pero no bastaron los 90 minutos reglamentarios para definir al ganador. En el tiempo extra, agotados y sofocados por la altura de la Ciudad de México, fue el Salvador el que logró la anotación definitiva a través de Mauricio Rodríguez.

El triunfo significó el primer Mundial para El Salvador, y, como era de esperarse, el júbilo no se hizo esperar. Pero para los salvadoreños que se encontraban en Honduras la victoria tuvo un costo alto, porque fueron perseguidos. “Hondureño, toma un leño y mata a un salvadoreño”. Con este lema, los ataques fueron mortales. Ese mismo día, 27 de junio, El Salvador cortó las relaciones diplomáticas con Honduras. El escenario estaba servido para un conflicto armado.

El 14 de julio de 1969 ocurrió el primer ataque, tras algunas escaramuzas en la frontera. El Salvador lanzó un ataque aéreo sobre Honduras, así como por tierra, en la frontera. Honduras respondió y ambas naciones se enfrascaron en una guerra que duró 100 horas.

La OEA intervino y negoció el alto al fuego, que tuvo lugar el 20 de julio de ese mismo año. Al final, ambos países no tenían los recursos para soportar un conflicto duradero. Tras acordar que los migrantes salvadoreños serían protegidos, El Salvador finalmente dejó el territorio hondureño el 2 de agosto.

El saldo del conflicto fue de 250 soldados y dos mil civiles hondureños asesinados. Por El Salvador, fueron alrededor de dos mil muertos. Ambas naciones perdieron. 130 mil salvadoreños regresaron y causaron la tan temida desestabilización de la economía. Además, el Mercado Común Centroamericano quedó en ruinas. La conclusión del conflicto llegó hasta el 30 de agosto de 1980, cuando se firmó el Tratado General de Paz en Lima, Perú, resolviendo la disputa territorial y fronteriza a favor de Honduras.

La Guerra del Fútbol no fue causada por el deporte, sino más bien fue una amalgama de factores políticos, sociales y económicos que habían generado una tensión que se volvió insostenible para ambas naciones. Sin embargo, el fútbol fue un catalizador para las expresiones arrebatadas de nacionalismo, comprobando, una vez más, como el fútbol tiene la capacidad de influir en la política, por la enorme influencia que tiene en la afición.

El fútbol no puede iniciar una guerra, pero puede tener el poder de dividir cuando está al servicio de factores y agentes que trascienden el juego y vuelven de la pelota un medio propagandístico. La Guerra del Fútbol es un recordatorio de lo que pasa cuando el odio nacionalista mancha la cancha y el peligro que tiene mezclar el balón con la política.

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