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Día Mundial del Internet: ¿Cómo ha cambiado esta red informática nuestra vida?

La forma en la que nos relacionamos, comunicamos, trabajamos y nos divertimos tuvo un antes y un después con la llegada del internet.

Nunca antes en la historia de la humanidad la tecnología había avanzado tan rápido en un periodo tan corto de tiempo; en gran medida, esta evolución de los últimos 50 años tuvo como detonante la aparición y evolución del Internet.

Si en el siglo XVIII los inventos tecnológicos de la Revolución Industrial produjeron cambios profundos en el proceso productivo, con la llegada del internet la transformación parece ser todavía mayor, representando un antes y un después en la forma en la que nos relacionamos, comunicamos, trabajamos y nos divertimos.

Este es un recuento de cómo ha cambiado al mundo esta red informática.

Las relaciones interpersonales

Aunque todavía es pronto para que estos cambios tengan una repercusión real en la composición social de la humanidad, las relaciones sociales son uno de los ámbitos que más están siendo modificados por el uso de Internet, afectando directamente la forma cómo interactuamos y creamos lazos con nuestros semejantes.

En esencia, cualquier conjunto de personas organizadas alrededor de un interés, gusto u objetivo conforman una red social donde los vínculos pueden reforzarse o transformarse. Sin embargo, con el surgimiento de la era digital este término se maximizó hasta el punto de transformar la forma en la que las nuevas generaciones se interrelacionan entre sí.

Hasta no hace mucho los espacios de convivencia social como los trabajos, escuelas o los centros recreativos y de entretenimiento eran los lugares más comunes para entablar y desarrollar nuevas relaciones, y la forma más común para mantenerse en contacto a la distancia era el teléfono.

Con la llegada de las redes sociales digitales y la acelerada evolución que estas tuvieron, se abrió la posibilidad (hasta antes inaudita) de conocer y estar en contacto con muchas personas a la vez, sin importar el lugar del mundo en el que cada uno se encuentre.

Hoy en día, no es extraño escuchar de personas que sostienen una relación amorosa que surgió desde alguna red social o aplicación.

Imagen de archivo (Pixabay).

La posibilidad de intercambiar mensajes de texto, notas de voz, fotografías, videos e incluso entablando una videollamada hicieron que el mundo se hiciera “mucho más pequeño”, abriendo un espacio al debate e intercambio de ideas.

Como en toda historia este microuniverso en el que las barreras no existen y es tan fácil conocer a nuevas personas sin salir de casa también ha traído varios problemas, como el riesgo de que el anonimato que permite la red derive en casos de bullying, ciber acoso y estafas.

Información noticiosa

Bastan unos minutos (o a veces hasta menos) para que la información sobre un evento trascendente llegue hasta nosotros sin importar en qué lugar del mundo ocurra. Lo que antes dependía enteramente de un corresponsal, agencias noticiosas y los impedimentos que había hace unas décadas para mandar fotos y videos a las redacciones de periódicos y noticieros hoy se ha visto reducida de forma vertiginosa.

Cualquier persona con un smartphone en la bolsa tiene la posibilidad de registrar y transmitir al mundo todo lo que está ocurriendo a su alrededor. Ya no es necesario esperar hasta el otro día para comprar un periódico para informarnos sobre algún evento, hoy podemos seguirlo en vivo desde la palma de la mano.

Esta reconfiguración de la oferta y consumo de las noticias ha obligado a los propios medios a plantear sus estrategias, priorizando el sentido de la inmediatez. Si antes la competencia era por tener la mejor información, ahora parece ser por informar primero y generar el tráfico necesario hacia las plataformas digitales, a sabiendas del riesgo de caer en imprecisiones.

Y es precisamente la proliferación de las noticias falsas o con un reducido rigor periodístico el mayor reto al que se enfrenta la industria informativa, principalmente cuando los motores de búsqueda y el algoritmo de las redes sociales puede manipularse para distorsionar y/o sesgar la realidad, impactando en la opinión de los usuarios.

Un ejemplo de los alcances que puede tener esta manipulación digital es el caso de la compañía británica Cambridge Analytica, acusada de haber utilizado con fines políticos los datos de 50 millones de usuarios de Facebook en 2016 para favorecer la campaña presidencial de Donald Trump.

Publicidad y comercio

Hagamos un viaje a la década de los ochenta y supongamos que somos los dueños de una empresa y queremos promocionar alguno de nuestros productos y servicios. Lo más convencional y hasta cierto punto lógico sería optar por anuncios en radio, televisión, medios impresos, anuncios espectaculares y volantes, pensando que con ellos la información llegará a gran parte de la población.

Cuatro décadas después, internet permite que las empresas y compañías hagan llegar sus productos a un público meta, que por sus características de consumo es más probable que termine convirtiéndose en cliente.

Hay varias formas de conseguirlo: ya sea de forma más o menos orgánica al buscar medios y/o creadores de contenido afines al producto o marca, o bien, valiéndose de la información que muchas plataformas digitales tienen sobre los perfiles (edad, sexo, nivel socioeconómico), hábitos de consumo y preferencias de sus usuarios.

Aunque la forma en la que se da el manejo de la información por parte de las plataformas digitales es un tema que está en el ojo público, pues en opinión de muchos y como vimos unos párrafos atrás, vulnera el derecho a la privacidad de los usuarios, lo cierto es que a nivel mercadológico ha representado toda una revolución.

El mercado, principalmente las pequeñas y medianas empresas, también han sabido sacarle provecho a esta ola digital de oportunidades en la que muchas veces pesa más la creatividad que los grandes presupuestos. Herramientas como WhatsApp Business, los perfiles de Instagram, las páginas en Facebook o las tiendas en línea son hoy indispensables para que un negocio pueda despegar y mantenerse competitivo en el universo digital.

Imagen de archivo (Pixabay).

Darle mayor peso a nuestra voz

Aunque la penetración de Internet a nivel mundial todavía dista mucho de ser total, y no todas las plataformas tienen un alcance que podría considerarse universal, no se puede negar que al menos, dentro de este espectro online, la posibilidad de exponer nuestras ideas y darles mayor peso es más asequible.

Incluso estos puntos de vista pueden llegar hasta oídos de personajes que antes podríamos pensar eran inalcanzables, como políticos, estrellas del entretenimiento o autoridades.

Aunque depende de muchos factores, un mensaje bien dirigido o posteado en el momento indicado puede viralizarse y llegar a millones de personas, y en casos más extremos, hasta detonar movimientos sociales como fue el caso de las protestas de la “primavera árabe” que tuvieron lugar entre 2010 y 2013.

Egipto, 2013. Parte de la Primavera Árabe (AP Photo/Khalil Hamra)

Lógicamente, al ser una red en la que confluyen muchos puntos de vista e ideologías distintas, con frecuencia surgen desencuentros y polémicas que en cierto modo ayudan a promover un sano debate. El problema es cuando la intolerancia lleva a discursos de odio que tampoco deberían tener cabida en el mundo digital.  Para bien, y también para mal, actualmente cualquiera con acceso a Internet tiene un “megafono” para masificar sus ideas.

“¿Qué tanta libertad de expresión hay en internet? y ¿cuáles son los límites que ésta debería tener sin caer en censura? son preguntas que llevan años discutiéndose y que aún se encuentran lejos de encontrar una respuesta.

Entretenimiento

Quizá este sea el rubro que más se ha transformado, dando como resultado una revolución total, con una oferta de entretenimiento tan amplía a nuestra disposición que por momentos parece abrumadora.

Para sobrevivir, la industria de la música debió transformarse radicalmente, primero luchando contra la difusión “ilegal” en la red de contenido en páginas como Naptser, después tratando de encontrar un modelo de negocio afín en las tiendas digitales de música que iban surgiendo (como iTunes), para terminar acoplándose al streaming por medio de plataformas como Spotify o Apple Music.

Lo mismo ocurrió con la radio y la televisión, medios masivos que si bien todavía no han sido desplazados totalmente por los medios digitales, sí suponen una alternativa real para el consumidor. Así han ido surgiendo los podcasts como una opción a la radio hablada, o los servicios de video en streaming como Netflix, Amazon Prime Video o Disney Plus, que producen cientos de horas de contenido de cine y televisión.

Rituales tan arraigados en la cultura popular como ir al cine a ver una película “de estreno” o tener que esperar una semana para ver un capítulo de nuestro programa favorito a una hora en específico ahora parecen obsoletos ante la opción de reproducción de contenido on demand.

Imagen de archivo (Pixabay).

La industria de los videojuegos tampoco se ha quedado atrás ofreciendo interconectividad entre jugadores sin importar que no se encuentren en el mismo espacio físico y la oportunidad de tener a su disposición un amplio catálogo de juegos en la nube.

Tras años de ser una novedad, estos servicios de entretenimiento (principalmente los de paga) han comenzado a enfrentarse a una saturación del consumidor que se ve rebasado y tiene que optar por ser más selectivo en las opciones que elige. ¿Terminará por haber una fusión entre varios servicios para seguir contando con la preferencia de las audiencias? ¿La competencia generará una mayor calidad de contenidos o por el contrario la premura por generarlos favorecerá la mediocridad?

El trabajo remoto

Desde que Internet fue masificándose la forma en la que las personas se relacionaban con sus trabajos también fue cambiando. Al principio de forma muy lenta, por medio de herramientas que la tecnología fue poniendo en manos de los empleados y empleadores para estar más comunicados, facilitar procesos y favorecer modelos cooperativos.

Dispositivos como las laptops, las tablets y por supuesto los smartphones hicieron posible que cualquier lugar se pudiera convertir en una oficina móvil. Desde ellos pueden gestionarse diferentes actividades laborales y aunque en un principio esta conexión ‘a todas horas’ parecía una gran idea para impulsar la productividad, dio paso a un círculo vicioso en donde las personas cada vez encuentran menos tiempo para descansar y realmente desconectarse una vez que termina su horario de trabajo.

Gobierno federal extenderá periodo de home office a servidores públicos hasta el 30 de julio. (Foto: Getty Images/archivo)

La llegada de la pandemia de COVID-19 hizo que este proceso se acelerara todavía más, haciendo del trabajo en línea una tendencia que parece haber llegado para quedarse, aunque aún sigue dividiendo opiniones.

¿Trabajar desde casa y olvidarnos de lidiar con los tiempos de desplazamiento y el estrés por tener que estar en una oficina a una hora determinada; o la falta de convivencia social entre compañeros que se ve reducida a videollamadas, además de lidiar con la falsa idea de ‘estar siempre disponibles’?

La respuesta inmediata y quizá más lógica parece ser la adopción de un modelo híbrido, pero esta tendencia, al igual que todo lo relacionado con Internet, podría cambiar  en cualquier momento.

Así son estos tiempos digitales, en donde lo único seguro es que todo está en constante evolución.

(Photo by China Photos/Getty Images)

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