El Gobierno Federal presentó ante la Cámara de Diputados su Paquete Presupuestal para 2019, que incluye la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos. La Ley de Ingresos indica de dónde obtendrá recursos el Gobierno Federal, mientras el Presupuesto de Egresos de la Federación incluye los rubros y las cantidades en que se gastarán los recursos obtenidos.
Para entender el Presupuesto de Egresos, propone Marco Cancino, director de Inteligencia Pública, hay cuatro preguntas básicas.
Cuánto se gasta son los montos. Son importantes y tienen que explicarse en términos de cuánto crece el presupuesto con respecto al año anterior, rubro por rubro, quitando la inflación (términos reales). El porcentaje de crecimiento del presupuesto (real) se puede comparar con el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB). Se puede decir que mientras el presupuesto del país crece en X por ciento, el de la economía crece en Y. También es bueno compararlo con el crecimiento de la pobreza, de acuerdo con las cifras de Coneval, recomienda.
¿Quién gasta? Esta pregunta es importante porque tiene que ver con las dependencias del Estado (las secretarías), los entes autónomos (Corte, INE, INEE, etc.) y las empresas productivas del Estado (Pemex, CFE). Al entender quién gasta, se entiende cuál es la agenda prioritaria para el Gobierno en turno y cuál dependencia tiene más influencia política. Para anticipar cuál será la agenda del gobierno, se puede comparar qué dependencia vio incrementar su presupuesto real respecto al año anterior y con referencia en las demás dependencias gubernamentales.
¿En qué se gasta? Si bien “sería ideal que se invirtiera mucha lana en gasto de infraestructura”, señala Marco Cancino, aconseja recordar que “una vez que se concluyen las obras es importante financiar su operación, mantenimiento, etc., y que para eso también se necesitan recursos”. Es, abunda, como cuando construyes hospitales. Eso es infraestructura, pero cuando lo terminas tienes que pagar sueldos del personal administrativo y médico, ambulancias, luz, medicinas, gasolina y todo lo que se requiera para tener funcionando el hospital. Por eso es tan común que estén abandonados los edificios”.
Al analizar en qué se gasta es necesario saber si es para gasto corriente, es decir cuántos recursos se usan, del total, para el día a día, como salarios, gastos de operación, copias, y cuántos recursos van a inversión en infraestructura.
Y finalmente, dice Cancino, hay que entender ¿para qué se gasta? Esto es el objetivo del gasto; es la definición de la prioridad temática del gobierno. ¿Dónde pone la mayor cantidad de recursos?, ¿en desarrollo social, en seguridad, en justicia, medio ambiente, educación? Para entender en dónde está poniendo el acento el gobierno federal, en todos los casos conviene comparar la tasa de crecimiento de lo planeado este año con el año anterior, quitando la inflación. Marco Cancino sugiere recordar que “el presupuesto es la evidencia más concreta de las prioridades políticas”. Es decir, “recibe más lana el tema que se posiciona mejor en la agenda política”. Ahora, acota, Andrés Manuel López Obrador tiene muy poco margen de maniobra. Sugiere recordar que el gasto programable es el que va a programas y proyecto concretos, y no puede cambiar de destino, mientras que el gasto no programable va a pasivos como deuda pública, pensiones, intereses de deuda “y es la mayor parte”.
En este contexto, el gasto programable es donde podrá incidir el gobierno federal, pero podrá mover poco porque ya no hay mucho más que recaudar. “la reforma fiscal dio todo lo que pudo en su momento y siguen cayendo los ingresos petroleros. Se sigue importando gasolina, más de la mitad de la que se consume; por eso decidieron no reducir el IEPS a la gasolina y no va a bajar el precio”. Entender esto no mejora las decisiones, pero sirve, porque la gente puede entender el porqué de las decisiones presupuestarias, “por qué jalan la cobija hacia programas sociales que privilegian las transferencias. Otro tema que hay que considerar es el de los pasivos, porque tendrán que pagar más de un billón de pesos en 2019. tfo
De ahí que se decante por la austeridad máxima, para poder canalizar recursos a programas que privilegien las transferencias directas a los beneficiarios, es decir, “darles dinero”, lo que “también está mal”, porque al recibir el dinero, las encuestas del INEGI pueden medir el ingreso y el gasto y tendrán el dato de que aumentaron los valores de ingreso y con eso “disminuyó la pobreza y están dando resultado los programas”, pero la gente no es menos pobre por esos recursos.