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¿Cuánto le debo?

"El anecdotario" es una columna de opinión que esta vez trata sobre el tejido social en México y lo que significa su descomposición.

15 de noviembre de 2018

¿Quién lo teje? ¿Cómo se teje? ¿Es de punto, trenza o red? ¿Es bufanda, tortillero, cobija o chambrita? ¿De qué calidad y color los hilos? se habla de su deterioro y esto supone que antes estaba mejor, que se ha descuidado la calidad de los hilos, la técnica del punto y el diseño, por eso se anda destejiendo, se le andan tronando los hilos, coincidimos los mexicanos que antes teníamos un mejor tejido social; ¿por qué creemos que antes teníamos un mejor tejido social? ¿Será porque no había tanta violencia? ¿No había tantos homicidios? ¿No se cometían tantos delitos? ¿No había tanta impunidad? ¿No había tanta desigualdad?

Supongo que el tejido social lo forman todas las acciones y omisiones (nudos) de cada uno de los miembros de la sociedad entre sí o frente a las Instituciones del Estado, dotados de una gran carga de componentes culturales, pero son los gobernantes quienes diseñan la mayor parte del tejido, eligen la técnica (leyes), así como los materiales que es la infraestructura (instituciones) todo esto en un entorno global y deciden qué vale la pena tejer ante dicho entorno de ventajas y adversidades. Es obvio que nos faltó levantar la mirada de vez en cuando y hablar entre nosotros los tejedores (ciudadanos) para reparar las partes que a todas luces se estaban deteriorando del tejido y ponernos de acuerdo para seguir tejiendo pero con claridad de lo que queríamos hacer, algo de lo que hubiéramos hecho todos juntos y nos sintiéramos orgullosos.

Ciudad de México. 10 de mayo de 2017. En el Día de las Madres, mamás de desaparecidas y desaparecidos de la Guerra contra el Narco protestan por sus hijas e hijos. (Photo by Miguel Tovar/LatinContent/Getty Images)

El primero de julio pasado, en las elecciones presidenciales, vimos cómo la mayoría de los votantes dijeron, al votar, que ya no quieren seguir participando en ese tejido, que así como íbamos, nos quedaríamos sin tejido literalmente.

El antropólogo Guillermo Bonfil Batalla puso en la mesa el término control cultural y lo definió como el sistema según el cual se ejerce la capacidad social de decisión sobre elementos culturales, siendo estos, los componentes de una cultura que resulta necesario poner en juego para realizar todas y cada una de las acciones sociales.

De esos elementos culturales hay uno que se ha ido encarnando con sigilo en prácticamente todas nuestras acciones sociales durante los últimos cuarenta años, esto es gracias a un gran despliegue mediático: radio, televisión, cine, etc…acentuándose, aún más, en ésta época de internet y redes sociales. Me refiero a la influencia norteamericana y principalmente su manera de ver la vida a partir del consumismo exacerbado, y me atrevo a decir que ahí inició el descontrol cultural en el que nos encontramos.

El problema no es el consumismo, ni los norteamericanos, ellos así funcionan y así gestaron su idea de país, (una idea de ellos y para ellos). El problema es que no teníamos el antídoto contra el bicho que se nos venía encima, precisamente cuando México abrió su narrativa oficial de socios con EE.UU. y Canadá a partir de la firma del Tratado de Libre Comercio.

Ahí iniciaron varios procesos, entre otros, la epidemia cultural de la que solo unos saldrían ilesos, los que mejores estudios tienen así como recursos, fue cuando oficialmente se explayó sin límites el juego del consumismo. Te ofrecen de todo pero no tienes con qué, subestimamos la poca capacidad que teníamos para jugar dicho juego (deficiente educación) entonces, como de consumir se trata, a costa de lo que sea, muchísima gente optó por lo ilícito, el crimen, el narco y otras monerías, con un solo objetivo, jugar bien el juego, el dinero como fin y única manera de ver la vida, no estábamos todos los mexicanos preparados, listos para su llegada.

Protestantes que apoyan la caravana por la paz del poeta Javier Sicilia en El Paso, Texas 11 de junio de 2011. La caravana surgió como una protesta pacífica en contra de la violencia en México durante la Guerra contra el Narco de la administración del presidente Felipe Calderón REUTERS/Gael Gonzalez (MEXICO – Tags: POLITICS CIVIL UNREST)

He llegado a escuchar el argumento de que el TLC o TMEC no podría ni debería ocuparse de cosas distintas al comercio…. pues ya ven que sí debería. México necesitaba una sociedad mejor educada y entrar al juego pero por partes, poco a poco, al mismo tiempo que la población recibía una educación de calidad con un objetivo ecualizador y no de rezago, para saber sobrellevar el tsunami de la oferta de artículos de todo tipo, y muchos aún defienden el tratado así como está. Acá nos estamos matando por dinero para poder comprar de todo, para ser un buen consumista, México es mucho mas que eso, como muchos otros países por cierto.

Tengo cuarenta y cinco años y he visto como México ha sido invadido por la cultura norteamericana, por sus valores y de eso no se ocupan los tratados, esa cultura que promueve el individualismo, el consumismo exacerbado, el utilitarismo, el ver por uno mismo y no por los demás, la religión del dinero, vivir y matar por el.

Los economistas parecen ser completamente ciegos ante esto, nunca lo advirtieron o, quizás, de la cultura no se ocupa su técnica, la cultura no es importante parece, son los números y ya, los componentes culturales juegan y son factor que incide, y brutalmente, en la economía familiar y quizás pueden ser disfrazados en la macroeconomía, ahí están los resultados, están frente a nosotros. Solo un sector de la población mexicana estaba preparada para dicho hecatombe cultural, la minoría que está educada en inglés, que lo americano es aspiración y destino inexorable.

Por cierto, esta tarde/noche de quince de noviembre, crucé caminando de Tijuana a San Diego por la garita de Otay como lo hago comúnmente. Después de recoger mi mochila de la banda de la rayos x, frente de mi estaba parada una joven señora con sus dos pequeños hijos, les calculo 1 y 2 años de edad, niño y niña, respectivamente.

Venía muy cargada, la señora, traía un par de mochilas al cuello y una maleta de ruedas con otra encima de esa y le ofrecí ayuda con la carga, a lo que accedió. Quien conoce ese trayecto ya del lado de San Diego, sabrá que no es muy corto que digamos hasta la zona de estacionamientos. Me sorprendió mucho lo pesadas que estaban las maletas de las que me ocupé. Juntas pesaban 50 kilos o más. A la mitad del trayecto le hice la broma típica que haría mi madre “¿traes piedras ó que?” a lo que sonrió. Le pregunté de dónde era, me dijo que era de Oaxaca, ya era de noche y cargaba a los dos niños cansados. La señora no llegaba a la mayoría de edad. Le comenté que me encantaba Oaxaca y le dije las únicas palabras en mixteco que me sé: “Aka naa ka ́ni, A qu cueeni” y me dijo: “ah, sí sabe mixteco!” y se atacó de risa, y me preguntó: ¿Dónde aprendió?, ¿Quién le enseñó? como si se tratara de un lenguaje encriptado al que pocos tienen acceso. Le dije que un maestra y amiga me enseñó mixteco pero que soy burro para aprender idiomas, así que aprendí poquito, y se rió más.

Llegamos por fin a la esquina donde me pidió que le pusiera las maletas, y, al despedirme y darme la vuelta y empezar a caminar hacia mi auto, me gritó: “¡OIGA!” y al darme la media vuelta, veo que saca su monedero y me pregunta: ¿Cuánto le debo?…me quedé helado…. sentí mil cosas, se me salieron las lágrimas como chisguete, “no me debes nada, ¿cómo crees?” le respondí, me volví a despedir. Me quedé con un sentimiento muy intenso, lleno de vida, solo veía las luces de las montañas de Tijuana brillar, fue clareando el sentimiento y supe que quien estaba en deuda con ella era yo.

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