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¿Cuánto contribuyen los migrantes a las economías que los reciben?

Los migrantes no quitan trabajos, de hecho, impulsan la economía

La reciente llegada de la caravana migrante proveniente de Honduras a la frontera sur de México ha exhibido una veta nacionalista, chauvinista, racista y xenófoba de un sector de la sociedad mexicana, que defiende que la frontera sea cerrada con el fin de contener a los migrantes e impedir que entren a nuestro país, ya sea para tránsito hacia los Estados Unidos o bien para establecerse en México. Estas actitudes nacionalistas se desbordaron aún más después de que el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, asegurara que su gobierno otorgará visas de trabajo a los migrantes centroamericanos.

Solo hay que observar algunos de los argumentos vertidos contra los migrantes: “van a quitarle trabajos a los mexicanos”, “el gobierno debería preocuparse por los mexicanos y no por los extranjeros”,  “son delincuentes”, “primero que le den trabajo a los mexicanos antes que los migrantes”, “ya hay muchos pobres en México”, ” van a acabar con la cultura nacional”. Esto sin mencionar los señalamientos que apuntan a elementos raciales.

Caravana migrante en la frontera sur de México, Mexico October 19, 2018. REUTERS/Ueslei Marcelino

Estas posiciones antimigración ponen en evidencia dos cuestiones: en primer lugar la doble moral de muchos mexicanos que “ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio“, en el sentido de que se reproducen las mismas acciones y los mismos discursos que critican y que los indignan, por ejemplo, cuando un sector de la sociedad estadounidense (incluido su presidente) arremete contra los migrantes mexicanos diciendo que son criminales o que quitan empleos, la sociedad mexicana reacciona completamente indignada, ¿pero acaso los mexicanos no están afirmando lo mismo sobre los migrantes centroamericanos?

En segundo lugar, muestra un prejuicio generalizado de aquellos que se oponen a la migración, quienes conciben la existencia de trabajos en México como un juego suma cero. Es decir, asumen que la llegada de migrantes implica que forzosamente se le quite algo a la población local, ya sean empleos, asistencia del gobierno o recursos. Se piensa que recibir migrantes volverá más pobres a los pobres, aumentará el desempleo y disminuirá la atención del gobierno hacia los principales problemas del país. Repito: como si un migrante representara un empleo menos, un salario menos y un pobre más en nuestro país. Pero, ¿es esto verdad?

Migrantes: motor de las economías

Inmigrantes vendiendo comida en Los Ángeles, California. REUTERS/Lucy Nicholson

Contrario a las creencias de que la inmigración quita algo a la población local, es posible sostener que de hecho la migración en general impulsa el desarrollo económico de las naciones receptoras y, también transforma de cierta forma la cultura de los lugares en donde se establecen.

En términos económicos la recepción de migrantes significa un impulso importante en términos de productividad, crecimiento y formación de recursos humanos. Los países con mayor población inmigrante por número de personas son Estados Unidos con un total de 49.8 millones de personas; Arabia Saudita, con 12.2 millones; Alemania, con 12.2 millones; Rusia con 11.7 millones y Reino Unido con 8.8 millones de personas.

Pongamos de ejemplo a Estados Unidos, que tiene 49.8 millones de migrantes, lo que representa el 15.3% de su población total, que es de 325.7 millones de personas; según datos del Comité para el Desarrollo Económico de Estados Unidos (CED, por sus siglas en inglés), los inmigrantes representan un capital humano valuado anualmente en 314 mil millones de dólares, equivalentes a 1.9% de su PIB, sin representar una inversión extra para las finanzas estadounidenses; solo en 2016 la población migrante aportó lo equivalente a 2 trillones de dólares al PIB de Estados Unidos.

Asimismo, estos migrantes aportan en impuestos federales 223 billones de dólares y 104 billones en impuestos locales y estatales. Por su parte, los migrantes indocumentados aportaron alrededor de 11.7 billones de dólares en impuestos locales y estatales, esto según cifras del American Immigration Council. De hecho, una investigación de la Universidad de Pensilvania calculó que detener la inmigración a Estados Unidos, como propone Trump, desaceleraría la economía en 1% del PIB en la primera década y en más de 2% para 2040, es decir, tomando en cuenta el crecimiento actual de Estados Unidos, que es de 2.2%, tendríamos que en presentaría crecimiento entre 0 y 1% anual, solo en la primera década.

Tienda de reparación de zapatos Arturo’s en Beverly Hills. REUTERS/Mario Anzouni

El miedo a los migrantes no tiene ningún sustento económico como tal, es más una cuestión de prejuicios de sentido común y de mera ideología política. Si a algo tendrían que tenerle miedo los trabajadores no es a los migrantes, sino a la automatización, que en gran medida ha generado la pérdida de empleos, sobre todo en el sector primario y el secundario, tal como se puede observar en esta investigación de Bloomberg.

Por supuesto, no todo es color de rosa. Muchas de las sociedades que reciben migrantes generan sistemas que los excluye económica, étnica, lingüística e incluso geográficamente lo que causa que los migrantes tengan problemas para acceder a la educación, salud, seguridad, etcétera. Piénsese en los barrios de migrantes africanos en Francia o de latinos en Estados Unidos y los problemas alrededor de ellos.

Estos sistemas de exclusión generan distintas problemáticas sociales tanto al interior de las comunidades, como al exterior; al mismo tiempo que hay cierto tipo de integración y aumento de la complejidad social, hay también un incremento en los conflictos. De ahí que, por ejemplo, algunos sectores de la población, reaccionen ante la migración con sentimientos nacionalistas que llevan consigo una exigencia política de cerrar las fronteras y de regular los flujos migratorios.

México, país xenofóbico

Con excepción de las migraciones españolas en los años  30 y 40 y la recepción de exiliados de las dictaduras latinoamericanas, históricamente México ha sido un país altamente restrictivo hacia la inmigración, de hecho, nuestro sistema jurídico es mucho más rígido que el de Estados Unidos hacia los migrantes.

Por ejemplo, según datos recopilados por el diario El Universal, México ha deportado a más migrantes del llamado Triángulo del Norte (El Salvador, Honduras y Guatemala) que Estados Unidos; de 2015 a 2018, México expulsó a 436 mil 125 migrantes del Triángulo del Norte, mientras que Estados Unidos a 293 mil 813 personas.

Caravana migrante en la frontera de Guatemala y México. Tecun Uman, Guatemala.

Esta cifra refleja no solo que México ha aceptado fungir como un muro de contención de migrantes centroamericanos que se dirigen a Estados Unidos en el marco de la relación bilateral; también exhibe la doble moral del Estado mexicano: se presenta como un país pro-migrantes ante la comunidad internacional, pero a nivel interno es altamente restrictivo. Esto sin mencionar los problemas que tienen las instituciones migratorias mexicanas con el cumplimiento de los protocolos de respeto a los Derechos Humanos, tal y como muestra este informe de ONU-DH.

Las restricciones migratorias mexicanas se expresan también en el número de migrantes que residen en el país, según datos del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU (UN-DESA, por sus siglas en inglés), en 2017 residían un total de 1.2 millones de migrantes, lo que representa el 0.9% respecto a la población total del país que es de 129. 2 millones de personas. De ese total de población migrante, cerca de 20 mil personas son consideradas refugiadas, esto según cifras de la Agencia de Refugiados de Naciones Unidas.

En el caso de México, hay que subrayar que cuando se ha abierto a la migración ha resultado muy beneficiado, tanto en términos económicos, como también en términos culturales y artísticos. Como señaló la socióloga Laura Ibarra en un artículo publicado en Milenio: “Una rica cultura es aquella que se nutre de distintas influencias”. Dicho todo esto, no nos caería nada mal ser un país mucho más abierto a la migración, nuestra economía y nuestra cultura nos los van a agradecer aunque no lo haga la sociedad en general.

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