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Crisis económicas: ¿El apocalipsis o una ducha fría del capitalismo?

¿Una crisis económica en México o mundial significaría el fin del capitalismo o solo un resfriado?

Cada que aparecen las crisis económicas, no faltan los grupos políticos que vaticinan el principio del fin del capitalismo, como si se tratara de una profecía que, sí o sí, se tiene que cumplir por cuestiones del destino. Tal vez esta profecía apocalíptica venga de una lectura del Manifiesto Comunista de Marx, quien aseguraba que el modo de producción capitalista estaba destinado a desaparecer para dar paso al socialismo. La razón que daba el filósofo prusiano era que la contradicción dialéctica entre la burguesía y el proletariado llegaría a un punto de tensión tal, que las contradicciones serían insostenibles y generarían una crisis final del capitalismo.

Hay que recordar que el Manifiesto de Marx es a lo sumo un texto de divulgación ideológica más o menos sistematizada a través del método del materialismo histórico. Sin embargo, esas ideas han permanecido como marco interpretativo y explicativo de ciertos grupos políticos que ven en cada crisis económica un anuncio del ocaso del sistema capitalista.

Sin embargo, no hay que reducir a Marx al manifiesto, ya que, más allá de ese panfleto político, tiene un desarrollo teórico mucho más robusto que asume, sí, el fin del capitalismo, pero a partir de problemas económicos relacionados a las propias contradicciones del sistema económico. De hecho, Marx asume que el capitalismo opera a partir ciclos que oscilan entre el crecimiento, el desarrollo, el estancamiento y la crisis económica.

¿Las crisis económicas son señal del fin del capitalismo como escribió Marx? (AP Photo/Kirsty Wigglesworth)

En particular, la crisis, como parte de esta concepción cíclica del capitalismo, es para Marx resultado de que el sistema de competencia invierte más en capital constante (medios de producción), que en capital variable (que incluye la fuerza de trabajo). Este fenómeno, para Marx, genera escasez por la ‘subproducción’ y, por tanto, desempleo y pobreza; eso deriva, siguiendo sus planteamientos teóricos, en un aumento de las contradicciones dialécticas de la sociedad capitalista.

 

El verdadero límite de la producción capitalista es el mismo capital es el hecho de que, en ella, son el capital y su propia valorización lo que constituye el punto de partido y la meta, el motivo y el fin de la producción; el hecho de que aquí la producción sólo es producción para el capital y no, a la inversa, los medios de producción simples medios para ampliar cada vez más la estructura del proceso de vida de la sociedad de los productores. De aquí que los límites dentro de los cuales tiene que moverse la conservación y valorización del valor-capital, la cual descansa en la expropiación y depauperación de las grandes masas de los productores, choquen constantemente con los métodos de producción que el capital se ve obligado a emplear para conseguir sus fines y que tienden al aumento ilimitado de la producción, a la producción por la producción misa, al desarrollo incondicional de las fuerzas sociales productivas del trabajo, apunta Marx en el Tomo III de El Capital.

 

Luego añade:

 

El modo empleado (desarrollo incondicional de las fuerzas sociales productivas) choca constantemente con el fin perseguido, que es un fin limitado: la valorización del capital existente. Por consiguiente, si el régimen capitalista de producción constituye un medio histórico para desarrollar la capacidad productiva material y crear el mercado mundial correspondiente, envuelve al propia tiempo una contradicción constante entre esta misión histórica y las condiciones sociales de producción propias de este régimen.

Joseph Schumpeter: ciclos económicos y destrucción creativa

El austriaco Joseph Schumpeter, quien es considerado uno de los economistas más importantes del siglo XX, continuó con el análisis de los ciclos económicos inaugurado por Marx y otros economistas del siglo XIX. Sin embargo, sistematizó estos procesos cíclicos de manera mucho más pormenorizada y los complementó con el concepto de “destrucción creativa” en el capitalismo, el cual va en sentido contrario a lo planteado por Marx respecto de la interpretación de las crisis económicas.

En particular, Schumpeter identifica cuatro ciclos económicos que fluctúan a lo largo del tiempo y que van de la expansión a la contracción de manera sucesiva. La medición de estos ciclos la construyó a través de la diferencia entre PIB potencial y PIB real y el resultado son cuatro fases dentro del ciclo económico: depresión; expansión o recuperación; pico o alto; y recesión.

(AP Photo/Richard Drew, File)

Asimismo, dentro del espectro temporal, se pueden observar cuatro ciclos económicos (dos cortos y dos largos): el primero de los ciclos cortos es el ciclo de Kitchin, el cual tiene una duración de entre treinta y cuarenta meses y está relacionado con los cambios de inventario. El segundo ciclo corto es el del Juglar, el cual dura entre siete y once años, y está relacionado a las innovaciones tecnológicas.

Por su parte, el primer ciclo largo es el de Kuznetz, el cual tiene una duración de quince a veinticinco años y está relacionado a cambios demográficos como la tasa de natalidad o migración. Finalmente, el ciclo más largo de todos es el de Kondratiev, el cual tiene una duración de cincuenta a sesenta años y se originan a partir de transformaciones profundas de bienes de capital como la máquina de vapor o el internet.

Schumpeter, a diferencia de Marx, no observa las crisis económicas como un paso hacia el final del sistema capitalista, sino todo lo contrario, las concibe como procesos en donde el sistema económico capitalista se reconfigura, se renueva y, de hecho se fortalece. Las crisis económicas son para Schumpeter, procesos de destrucción creativa del capitalismo, es decir, fenómenos económicos creados por la economía y sus agentes que le permiten reconfigurar el sistema de competencia.

Con “destrucción creativa”, Schumpeter se refiere a los procesos de innovación que se generan en los mercados y que destruyen viejas empresas y modelos de negocio. En ese sentido, la “destrucción creativa” es llevada a cabo por nuevos emprendedores que introducen innovaciones en el mercado y que profundizan los desequilibrios de por sí existentes, en ese sentido, los ciclos largos mencionados anteriormente están íntimamente relacionados a procesos de “destrucción creativa”, es decir, a reconfiguraciones del mercado que permiten potencializarlo.

Las crisis: una ducha fría del capitalismo

En su curso inaugural en la Universidad de Harvard, Schumpeter les dijo a sus alumnos: “Señores, están ustedes preocupados por la depresión; no deberían, porque para el capitalismo, la depresión es una buena ducha fría”. Con esta metáfora, el economista austriaco daba a entender la función que tienen las crisis dentro del sistema económico: la de una renovación y reconfiguración del mercado, los procesos productivos y de la utilización de tecnologías, es decir, de la innovación.

En ese sentido, contrario a lo que piensa la tradición marxista, las crisis no son consecuencia de un mal funcionamiento del sistema capitalista, sino que son parte de su propia esencia. Simplemente se trata de una renovación que permite incrementar la complejidad del sistema a partir de la introducción de procesos y tecnologías más eficientes.

De hecho, hay evidencia empírica que ejemplifica las crisis como procesos de destrucción creativa, los que identificó el propio Schumpeter en su texto Capitalismo, Socialismo y Democracia fueron: de 1780 a 1840, causado por la innovación del vapor aplicado a la industria; el segundo, de 1840 a 1897, relacionado con el ferrocarril y el acero; el tercero, de 1897 a 1945, asociado a la electricidad y la química. Posteriormente podríamos identificar: de 1945 a 2005 relacionado a la cibernética y la informática.

Las crisis económicas y el Estado

Hasta ahora nuestras observaciones se han concentrado en operaciones propias del sistema económico, sin embargo, desde el surgimiento del estado social de corte keynesiano después de la crisis del 29, ya no podemos observar de la misma manera el comportamiento de la economía. Decimos esto porque la mayoría de las economías se encuentran de una u otra forma relacionadas a regulaciones de estados nacionales que inciden de distintas maneras en la economía, ya sea como ente activo o como observador y regulador externo.

Pero ojo: esto no quiere decir que el estado moderno tenga la capacidad de regular completamente las operaciones del sistema económico, ya que como bien señalaba el economista Friedrich Von Hayek, el estado no puede regular la economía porque no tiene acceso a la información que tiene el mercado. Esto quiere decir, que la economía tiene sus propias operaciones y el Estado, desde el entorno, solo puede acoplarse al sistema económico a través de distintos mecanismos, por ejemplo, impuestos, pero no puede regular las operaciones propias de la economía, específicamente el flujo pagos y no pagos, en referencia a la distinción del código del sistema económico establecido por el sociólogo alemán Niklas Luhmann.

 

[…] la reproducción autorreferencial de los pagos a través de pagos une en su base a la clausura y a la apertura, en tanto exista una economía monetaria. Pero la combinación forzada de estos dos aspectos cambia su carácter en la medida en que la apertura es a su vez dependiente de la economía y con ello la reproducción de la capacidad de pago se hace dependiente de la reproducción de capacidad de pago. Luego en esta situación, cuando la economía no se las puede arreglar consigo misma, apela a la política. Entonces el intento de desautologizar la autorreferencia mediante autorreferencia está condenado a fracasar. La economía se adhiere a una instancia externa la cual no suspende con su acción la autopoiesis del sistema económico, sino que la garantiza, señala Luhmann en su texto La Economía de la Sociedad.

 

Luego señala:

 

Este último paso hacia la dependencia del entorno del sistema a partir del sistema se realiza con la transición a la sociedad industrial y desde entonces se hace prácticamente irreversible. Esto significa, entre otras cosas, que incluso el suelo (así como el resto de los recursos) y el trabajo solo se pueden basar en dinero. Solamente ahora la economía es un sistema integrado monetariamente y, como tal, se diferencia en todo lo que respecta a su propia reproducción. La sociedad renuncia a hacerse responsable de su propia economía y ya no hay tampoco instancias, es decir estratos altos, donde se pueda exigir dicha responsabilidad. El estereotipo negativo de los “capitalistas” se corresponde exactamente con esta situación. El capitalista es rechazado, pues no se percibe para él ninguna función en los estratos altos, él no representa a la sociedad, sino que solamente se ocupa de concentrar la capacidad de pago. Sin embargo la política, según todo lo que sabemos hoy en día, tampoco podría siquiera hacer algo más que esto.

 

Siguiendo el argumento, la política no puede más que irritar a la economía, el experimento socialista del siglo XX y casos particulares como el de Venezuela o Corea del Norte en la actualidad han mostrado la imposibilidad que tiene el estado para regular las operaciones de la economía. Esto se ve en particular en que no han logrado incidir o regular de manera real en el sistema de precios, no es casual que el mercado negro de productos básicos o de divisas como el dólar sean algo común y corriente; tampoco han desaparecido la inflación en términos de la relación entre escasez de dinero y escasez de bienes y servicios.

Durante la crisis de Venezuela, un joven recoge granos de maíz que se cayeron de un camión. (AP Photo/Fernando Llano)

Esto no quiere decir que el mercado debe operar de manera desregulada. Solo decimos que, de hecho, la economía se regula a sí misma como sistema autopoiético y autorreferencial, es decir, no estamos hablando de un “deber ser” de la economía. Esta clausura operativa permite cierta apertura, principalmente hacia el estado y el derecho, quienes están acoplados a la economía y permiten, de cierta forma, limitarla o regularla. Piensen en las leyes de competencia, en los ya mencionados impuestos, en la prohibición de ciertos negocios, en leyes antimonopolio o en políticas económicas y monetarias de los países.

En ese sentido, la política o el estado no pueden incidir en los ciclos económicos, a lo mucho pueden amortiguar los daños tomando ciertas medidas contracíclicas, pero no pueden evitar que las recesiones y las crisis económicas aparezcan. De hecho, también pueden profundizar las crisis económicas si, desde la política, se toman medidas incorrectas, ya sea de sobrerregulación o de completa desrregulación.

Sin embargo, las crisis económicas y los auges seguirán apareciendo y no hay nada apocalíptico en ello. El fin catastrófico del capitalismo que vislumbraba Marx está muy lejos de ocurrir, esto se lo debemos a Keynes, quien introdujo el factor Estado en la ecuación de la política económica, el cual privilegia, sin importar el caso, disminuir los efectos de las crisis económicas, que dejar que se profundicen, aceptando las consecuencias calculadas y no calculadas que eso implica. 

Finalmente, habría que asumir que la economía como tal no se dirige hacia ningún lado, es decir, no tiene un objetivo que tenga que alcanzar, como la plena igualdad, la satisfacción de necesidades o la riqueza de todos los miembros de la sociedad, eso más bien es una atribución que la política le ha dado a la economía. El estado, a través de la política económica, la política social y demás políticas públicas, es la que se encarga de generar elementos que resulten en una redistribución de la riqueza.

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