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Qué puede aprender México de la desastrosa reapertura post covid de Estados Unidos

5 lecciones para México si queremos evitar los alarmantes efectos de la segunda ola de coronavirus que padece Estados Unidos

A inicios de junio, cuando las protestas que se manifestaron por todo Estados Unidos estaban en su punto más álgido, Donald Trump dio a conocer sus intenciones de realizar un mitin el 19 de junio en Tulsa, Oklahoma. El anuncio despertó bastante indignación entre la oposición porque el 19 de junio es juneteenth, una festividad importante para la comunidad afroamericana, ya que conmemora la abolición de la esclavitud en este país. La fecha, por lo tanto, fue interpretada como una provocación de parte del gobierno en el contexto de una tensión racial desmedida, subrayado por el detalle de ser un mitin convocado en Tulsa, una ciudad con un pasado infame, marcado por los disturbios de 1921.

Luego de sacudir los ánimos, Trump cedió a la presión pública y movió su discurso al 20 de junio. Pero hubo otro dato que no pasó desapercibido aunque recibió menos atención mediática. El susodicho rally marcaría la reanudación de la campaña por la reelección de Donald Trump a la presidencia, luego de suspender toda actividad electoral a causa de la pandemia de coronavirus/COVID-19. Los mítines de Trump suelen llevarse a cabo en espacios cerrados, con grandes aglomeraciones de gente y mucha interacción con el público. Es prácticamente un concierto. Cierto, el número de asistentes en Tulsa quedó bastante corto de la capacidad total del recinto, pero de cualquier forma, ocho integrantes del personal de campaña de Trump dieron positivo a la prueba de covid pocos días después del mitin y el resto del staff tuvo que aislarse.

Con más de 125 mil fallecidos en cuatro meses, es evidente que la Casa Blanca estaba ansiosa por dejar atrás la crisis sanitaria, de la misma manera que ya nadie se acuerda del juicio de destitución o de los múltiples escándalos en el espejo retrovisor de Donald Trump. Y parecía que ya lo habían logrado…

En la primera mitad de junio, el país ya estaba en fase descendiente mientras la economía se recuperaba gracias a la reapertura comercial en todos los estados de la nación. Los mercados bursátiles se estaban portando de maravilla a la vez que el doctor Anthony Fauci y su equipo de especialistas habían desaparecido de la luz pública. Pero muchas voces científicas dentro y fuera de Estados Unidos alertaron a las autoridades sobre el exceso de confianza de la población. A nivel nacional, todavía estaban registrando más de 20 mil casos por día, por lo que no podían asumir que la pandemia había terminado.

¿Y qué fue lo que pasó? A partir del 16 de junio se comenzó a registrar, primero un freno en la caída de casos y luego un aterrador repunte que llevó al país a documentar nuevos picos que no se habían visto desde abril. El jueves 25 de junio, medios confirmaron un nuevo máximo histórico de 39,327 casos. Por consiguiente, hay motivo para estimar que en julio habrá registros todavía más elevados. La explosión de nuevos casos tuvo lugar, no en el noreste del país, como ocurrió en la primera ola, sino en estados que habían salido relativamente bien librados en la primavera: California, Texas, Arizona y Florida. Es de notar que tres de estos estados son fronterizos, por lo que ambos lados de la frontera se han culpado entre sí ante el repunte de casos en el norte de México y el suroeste de Estados Unidos.

Hasta el 30 de junio, todavía no se habían reflejado las consecuencias de la segunda ola en las cifras de muertos. El presidente Trump se apresuró a decir que la explosión de casos se debió al aumento de pruebas diagnósticas, una medida que el mandatario insiste que las autoridades de salud deben frenar para no quedar tan mal parado frente al mundo. Pero también es de notar que las cifras de pacientes hospitalizados han acompañado el ascenso de casos positivos. Más bien el rezago en la cifra de defunciones se debe al hecho de que el virus no mata al portador de inmediato luego del periodo de incubación. Un enfermo de COVID-19 puede presentar síntomas graves por dos semanas antes de perder la vida. Ante este escenario, especialistas de salud -entre ellos, el doctor Fauci, una vez más en las primeras planas- temen que las cifras diarias de defunciones aumenten de las 500 muertes por día (un promedio aproximado) que se tuvieron en junio, y superen las 2 mil muertes por día que eran registradas en abril, durante las peores semanas de la pandemia en EE.UU.

¿Pero a qué se debió esta segunda ola? La comentocracia de la derecha señala el dedo culpable contra las manifestaciones que desató el asesinato de George Floyd a manos de policías en Minneapolis. Pero el consenso es que las marchas, por sí solas, no tienen un efecto considerable de propagación. Estas protestas se suelen desenvolver en espacios abiertos y al aire libre, y la mayor parte de los manifestantes involucrados en el movimiento Black Lives Matter han procurado llevar mascarillas o caretas. En este contexto, los únicos factores que tienen un efecto sobre las probabilidades de contagio tienen su raíz en las tácticas represivas de la fuerza pública: el uso de gas lacrimógeno, por ejemplo (ya que obliga a toser a los afectados), o el confinamiento en espacios cerrados cuando los manifestantes son detenidos y trasladados a prisión.

Varios especialistas señalan que los rebrotes surgen a causa de sucesos más ordinarios, mismos que se han permitido gracias a la reapertura económica, el relajamiento de medidas como la sana distancia y el fuerte cabildeo de la iniciativa privada. La reanudación de actividades como misas o fiestas, y el regreso a las oficinas, sobre todo en espacios cerrados y sin ventilación natural, todo esto ha resultado en un coctél idóneo para la propagación de coronavirus.

“Estamos descubriendo que los eventos sociales y las reuniones, estas fiestas donde las personas no usan máscaras, son nuestra principal fuente de infección”, dijo Erika Lautenbach a NPR; ella es directora del Departamento de Salud del condado de Whatcom en Washington. “Y luego, la fuente secundaria de infección son los entornos de trabajo.” ¿Y las protestas?

“Tuvimos una manifestación en Bellingham, que es nuestra sede del condado, y también hubo una protesta, y no hemos podido conectar un solo caso con esa manifestación o con la protesta, y lo que estamos encontrando es que en gran parte eso se debe al uso de máscaras. Casi todos en la manifestación llevaban una máscara, y es realmente un testimonio de cuán efectivas son las máscaras para prevenir la propagación de esta enfermedad”.

A todas luces, la reapertura económica en Estados Unidos ha sido un desastre, ¿pero podrá México aprender algo de los errores de nuestros vecinos?

Mariachi en Garibaldi (AP Photo/Eduardo Verdugo)

5 lecciones para México

México está intentando hacer la transición a una ‘nueva normalidad’ con una reanudación paulatina de actividades, bajo el señalamiento de un semáforo de riesgo. Se podría decir que la Ciudad de México es el nuevo laboratorio en materia epidemiológica, aprovechando que sus casos confirmados por día muestran una tendencia a la baja según cifras oficiales. Cada vez más gente vuelve a tomar las calles, pero si los capitalinos (o los residentes de cualquier otra ciudad en vías de recuperación) realmente quieren una reapertura que dure más de una semana, podrían empezar por aprender de los errores de los estadounidenses. Enseguida hago un listado de 5 lecciones para México.

1. Despertar a la realidad

El coronavirus no ha sido derrotado. Esa es la realidad. El mundo está muy lejos de este objetivo y en pocos lugares esto es más evidente como en México, país que en junio estuvo registrando alrededor de 5 mil casos por día y más de 700 muertes diarias. No sería exagerado decir que la gente está harta del confinamiento. Todos queremos disfrutar del verano, salir a la playa, comer en un restaurante, bailar en un antro, ver una película en el cine o celebrar una boda sin que alguien nos exhiba en redes sociales por ser un irresponsable. Vamos, el hartazgo es comprensible. Pero cualquier intento de asumir que lo peor ya pasó no es más que un acto de sabotaje frente a los esfuerzos de toda la sociedad.

Un ejemplo. El fin de semana pasado, en Tennesse, un artista de nombre Chase Rice dio un concierto de música country al aire libre, al cual asistieron alrededor de mil personas. Por los videos y las imágenes que se hicieron virales en redes sociales, ninguno de los felices aficionados portaba cubrebocas ni mantenía sana distancia. El show generó polémica, incluso en la escena artística, por lo que el músico tuvo que disculparse (a medias) por la falta de precauciones en el recinto y exhortó a sus fans (a medias) a observar las medidas sanitarias para prevenir los contagios de covid. Este no ha sido el único show en tiempos de covid, ni será el último con toda probabilidad, pero son muestras de un anhelo general por resumir aquella ‘vieja normalidad’ como si nada hubiera ocurrido.

La lección aquí es mantener la paciencia, darse cuenta de la realidad y asumir la responsabilidad como integrantes de una sociedad. Crisis como esta ocurren una vez cada cien años, pero todas llegan a su fin.

2. Evitar las tres ces

Hugo López-Gatell ha señalado que hacer pruebas masivas no tiene sentido estratégico, y Japón sería el primer país en darle la razón. Esta nación oriental pudo controlar sus brotes de COVID-19 sin la necesidad de realizar pruebas masivas entre la población, pero también invirtió en una campaña para comunicar la importancia de evitar “las tres C’s” en la medida de lo posible. Además de lavarse las manos con jabón, mantener sana distancia y estornudar contra el antebrazo, el gobierno japonés se dio a la tarea de generar conciencia sobre el protocolo a seguir en caso de salir a la calle:

  • Closed spaces: Evitar los espacios cerrados o cualquier lugar en el que no haya ventilación natural. Escuelas, oficinas, bares, gimnasios, y por supuesto, fiestas. Si tiene un techo y cuatro paredes (y no es tu casa), procura no estar ahí por mucho tiempo.
  • Crowded places: Evitar lugares en los que haya una fuerte aglomeración de personas, sobre todo si son espacios cerrados. Cines, museos, centros comerciales, estaciones de metro, y por supuesto, fiestas. Si hay más de cinco personas, corre por tu vida.
  • Close contact: Evitar las situaciones en las que tendrías encuentros cercanos y/o físicos con otras personas. Misas, conciertos, actividades deportivas, actividades escolares, y por supuesto, fiestas. A menos de que quieras lavarte las manos cada 15 minutos, evade los contactos físicos como si fueran comerciales de YouTube.

El motivo por el cual hago mención de Japón en una nota sobre Estados Unidos es porque Japón representa la otra cara de la moneda en este contexto. Aquí tenemos dos países desarrollados con dos estrategias muy diferentes para enfrentar la crisis sanitaria. En efecto, la situación económica de EE.UU. es más semejante a la de Japón, pero la cultura estadounidense es más parecida a la mexicana que a la japonesa: el énfasis en el individualismo, la desconfianza en las instituciones, la obsesión con la comida chatarra, etcétera.

Nuestra dependencia histórica hacia Estados Unidos nos hace cerrar los ojos al resto del mundo, cuando hay mucho que podemos aprender de otros países.

Póster en Japón sobre las Tres C’s

3. Usar cubrebocas

En los primeros meses de la pandemia, la Organización Mundial de la Salud señaló que el uso del cubrebocas no era necesario, a menos de que tuvieras síntomas de covid o fueras personal de salud. El señalamiento tenía sentido en su momento, la gente no estaba acostumbrada a este accesorio, no había tantos casos para justificar su uso, y no había suficientes estudios científicos serios que legitimaran la implementación. Las autoridades de salud en varios países, incluyendo México, atendieron las recomendaciones de la OMS y se abstuvieron de presentar el uso del cubrebocas entre la población.

Sin embargo, la evidencia empírica a favor del cubrebocas se fue acumulando con el paso de los meses y era difícil negar que las mascarillas tenían un efecto más positivo que negativo ante el disparo de casos confirmados en las grandes ciudades. La OMS, entonces, cambió de tono y emitió la recomendación del cubrebocas como medida auxiliar de prevención entre toda la población. Frente a la saturación de personas en el transporte público, por ejemplo, el cubrebocas brindaba más que una “falsa percepción de seguridad”, así que corrió a cargo de las autoridades locales de cada entidad recomendar o no su uso en los espacios públicos.

Entonces, es un hecho que el uso del cubrebocas salva vidas, pero este accesorio ha tenido un efecto peculiar sobre algunos sectores de la población. Ante el rechazo explícito del señor Trump de portar un cubrebocas en público, sus seguidores han mostrado la misma reticencia a las recomendaciones institucionales de usar las mascarillas. Este contraste se ha visto en las manifestaciones. Mientras los participantes en las marchas de Black Lives Matter se cubren la cara, los asistentes a los mítines de Trump optan por mostrar sus sonrisas ignorantes al mundo.

Por tal motivo, no debe ser sorpresa que el número de casos de covid ha aumentado en los estados donde el uso del cubrebocas no es uno de los requisitios para evitar la propagación en los espacios públicos.

4. No politizar la salud

En una sociedad tan polarizada como la estadounidense, la crisis sanitaria pasó de ser un tema de salud pública a un pleito político prácticamente desde el primer día que se registró un caso. Así es, desde que se tuvo noticia de los primeros casos, los medios de comunicación afines al presidente y al Partido Republicano minimizaron el daño potencial del virus, acentuaron el impacto económico del confinamiento y alentaron a sus audiencias a salir a protestar para que los gobiernos estatales reabrieran sus economías. Era como si el virus fuera un militante del Partido Demócrata.

El sentido común también emprendió la huida cuando el cubrebocas se volvió un punto de polémica. Al ver que Donald Trump, Mike Pence y varios de sus colaboradores en el Congreso salían en público sin mascarilla, los seguidores de Trump en redes sociales defienden a su presidente de las críticas y así los emulan en la vía pública. A pesar del ridículo mundial al que se exponen cuando alguien saca su celular para grabarlos, mucha gente se deja ver en el supermercado o donde sea sin cubrebocas, orgullosa de ejercer su libertad de expresión. Por lo general, estas personas suelen reaccionar con ira al ser exhibidas, tal como se consta en varios videos.

México no se ha salvado de la politización de la salud, principalmente en Twitter, aunque este fenómeno no se ha manifestado a un grado tan virulento como en Estados Unidos. En estas situaciones tan críticas, la ciudadanía requiere de líderes que puedan dar el ejemplo, y cubrirse la boca con un pedazo de tela no es mucho pedir.

5. Ignorar las teorías de conspiración

Las teorías de conspiración que giran en torno a la crisis sanitaria suelen ser tomadas a la ligera por la población, salvo por las miles, quizás millones de personas en Estados Unidos que le prestan un oído serio a los youtubers, a los influencers, o a las cadenitas de WhatsApp relacionadas a curas milagrosas, antenas de 5G, cubrebocas que cortan la respiración, el anticristo Bill Gates, una guerra biológica con China y otras tonterías que no tienen ni pies, ni cabeza. El hecho de que Donald Trump le de cuerda a estas pavadas a través de su cuenta de Twitter solo reitera la gravedad de un escenario donde las teorías de conspiración que escupe, digamos, Alex Jones tienen el respaldo de la oficina del presidente.

Las teorías de conspiración han tenido un impacto menos visible en México, aunque no menos grave. A causa de la “infodemia” que inunda las redes sociales y los servicios de mensajería, la circulación de noticias falsas ha derivado en agresiones contra personal médico y de enfermería o la quema de clínicas con pacientes de covid.

La lección aquí es muy obvia, tan obvia como las mentiras que comparten estas teorías: atiendan las instrucciones de las autoridades oficiales. No hay más. Pero si la información que emite la autoridad oficial pone a dudar a más de uno, la sociedad está en su derecho de exigir explicaciones, mientras que los funcionarios tienen la obligación de rendir cuentas claras. Y así como dice el subsecretario de Salud (“Con gusto te lo vuelvo a explicar”) así es como tienen que decir todos.

Manifestación de Trumpistas en Harrisburg, PA (AP Photo/Matt Rourke)

Foto principal: Donald Trump realiza un mitin el 20 de junio en un centro de convenciones de Tulsa, Oklahoma (Win McNamee/Getty Images)

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