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Filosofía: Consejos de un emperador romano para reducir la ansiedad

Mucho podemos aprender de las meditaciones de Marco Aurelio, el más sabio de los emperadores romanos, para combatir la ansiedad en tiempos de covid.

Si en este medio año de pandemia te has salvado de sumarte a la estadística de casos confirmados de COVID-19, es muy probable que en varias ocasiones en los últimos meses hayas “sentido” que ya se te pegó el tan temido coronavirus. ¿Has presentado dolores de cabeza, nausea, desequilibrio, incluso dificultad para respirar? En efecto, estos son algunos síntomas de COVID-19, pero también son los síntomas de muchos otros padecimientos, incluyendo la ansiedad.

Cuando una persona con ansiedad se queja de dolores en el pecho, por ejemplo, no se trata de los delirios de una psicosis paranoide, sino es una manifestación muy real de un fenómeno que especialistas han observado durante esta y otras crisis sanitarias. A la vez que se prolonga la pandemia de coronavirus, otra epidemia se propaga por el mundo, una de ansiedad (y también de depresión), y sus efectos pueden asustar a muchas personas que nunca habían experimentado estas sensaciones, es decir, nunca con esta frecuencia ni con esta intensidad.

Primero hagamos un breve repaso de qué es la ansiedad.

Así como el miedo o la furia, la ansiedad no es nociva por sí misma, ni es una reacción indicativa de “volverse loco”; más bien se trata de un mecanismo de defensa que se activa cuando tu mente detecta algún peligro. Digamos que estás caminando por la calle y de repente te percatas de un perro de raza pitbull que anda sin correa. Una vez que tu mente detecta esta fuente potencial de peligro, en tu organismo se dispara una serie de reacciones químicas que hacen que tus ojos se dilaten, tus músculos se tensen y tu cuerpo se prepare para emprender la fuga o luchar. Todos los animales, incluyendo los seres humanos, están programados con estos mecanismos que les permiten combatir las adversidades que enfrentan todos los días, y de esta forma, asegurar la supervivencia de la especie.

En la prehistoria, la ansiedad era necesaria si querías escabullirte de un animal salvaje o de una tribu enemiga, pero en la actualidad, la ansiedad se activa con mayor intensidad en la medida en que se acerca el plazo para pagar la renta o cuando se sube a la combi un hombre que percibes como peligroso. A pesar de los miles de años de progreso en la historia de la civilización humana, el sentirse ansioso sigue siendo una parte natural de la vida, sin importar cuántas cámaras de vigilancia cuelguen de los postes o cuántos policías patrullen las calles. A final de cuentas, siempre hay motivo para sentirse vulnerable, y por consecuente, ansioso. No obstante, hay personas que pueden llegar a dominar estas emociones mejor que otras, apoyándose sobre todo en la razón.

Un paréntesis: Esta nota no será de mucha ayuda para las personas que padecen un trastorno de ansiedad, como un estrés postraumático o un trastorno obsesivo-compulsivo. Los trastornos ocurren cuando el nivel de -en este caso- ansiedad es tan elevado que ya interfiere con tu vida diaria: no puedes trabajar, convivir con tus amigos o llevar una vida normal como consecuencia de esta enfermedad. La ansiedad, como trastorno psicológico, es la enfermedad más común que afecta la salud mental. En Estados Unidos, el 18 por ciento de la población llega a desarrollar algún tipo de trastorno de ansiedad, mientras que en México, la cifra es del 14 por ciento. En estos casos de mayor seriedad, es sumamente recomendable consultar la ayuda de un especialista, alguien con las aptitudes profesionales requeridas para hacer un diagnosis y proceder con el tratamiento adecuado.

Para el otro 80 por ciento de la población que no vive con la pesadilla de la ansiedad como un trastorno pero que probablemente esté padeciendo los efectos de una ansiedad crónica derivada del desgaste psicológico como consecuencia directa o indirecta de la crisis sanitaria, hay varias técnicas a las que puede recurrir y combinar para reducir los síntomas: diversos tipos de terapia social, ejercicios de respiración, meditación, escuchar música relajante, salir a caminar, distraerse con amistades y otras actividades que son mejores que no hacer nada. El estigma social en torno a una persona abrumada por sentimientos de tristeza, angustia o soledad deben ser cosa del pasado, porque hoy la sociedad cuenta con bastante evidencia científica que establece este tipo de discriminación como factor de riesgo de suicidio.

Obvio, esta no es la primera pandemia que azota a la humanidad. De igual manera, una guerra también es una fuente agonizante de estrés, sobre todo para la población de una zona ocupada, así como una hambruna o un desastre natural de proporciones similares al tsunami de 2004. Cualquier circunstancia que te arroja fuera de tu zona de confort por un periodo prolongado puede dar paso a los efectos de una ansiedad crónica o generalizada. Los síntomas más alarmantes son el aumento del ritmo cardíaco, una respiración acelerada, sensación de debilidad o cansancio, problemas de concentración, problemas para conciliar el sueño o problemas gastrointestinales. Con ese cuadro clínico, no es raro asumir que uno ya se contagió de covid, cuando bien puede ser un caso de ansiedad.

Consecuencias de una guerra, situación de estrés (AP Photo/Ramil Zeynalov)

Emperadores al borde de un ataque de nervios

En tiempos de la Roma antigua el mundo también tenía que lidiar con sus guerras y sus plagas, no menos devastadoras que las catástrofes de la era actual. En el siglo II después de Cristo, Marco Aurelio, quizás el más sabio de los emperadores romanos, nunca tuvo el tiempo para disfrutar de los privilegios emanados de su poder. Durante la mayor parte de su reinado de 29 años, estuvo enfrascado en campañas militares contra los enemigos de su enorme imperio, desde Siria hasta Germania, y encima de eso, tuvo que lidiar con la muerte de casi todos de sus hijos, salvo por el indigno de Cómodo, quien terminaría heredando el trono imperial.

Por aquellos tiempos ya se difundía entre las clases populares una nueva religión de nombre cristianismo, pero Marco Aurelio todavía era un adepto del estoicismo, una escuela filosófica que aún gozaba de bastante influencia entre los miembros de la aristocracia romana. Como ya fue explicado en la nota del mes pasado sobre Séneca, las enseñanzas del estoicismo clásico radican en el dominio del razonamiento para vivir acorde a las leyes de la Naturaleza. Para alcanzar este bien supremo, el estoico tenía que dedicarse al cultivo de las virtudes éticas e intelectuales, entre las cuales destacaba la prudencia, la justicia, el valor y la templanza.

Para un hombre que desempeñaba el rol del jefe de Estado más importante del mundo, a menudo tentado por los privilegios de su estatura política y su poderío militar, Marco Aurelio se distinguía por una disciplina extraordinaria. Parte de este régimen se debía a la atención que le dedicaba a su diario, un registro de la implementación de su formación filosófica en torno a sus experiencias diarias, así como sus reflexiones, siempre guiadas por las enseñanzas de Zenón, fundador del estoicismo, y de otros pensadores de la antigüedad, como Platón, Heráclito, Cleantes y Epictecto.

Aquel diario personal no fue escrito por el emperador con la intención de que fuera leído por un público lector ni editado 1,800 años después por Penguin Classics; no obstante, el texto fue rescatado (presuntamente por sus admiradores contemporáneos), un esfuerzo que devino en una valiosa aportación a la historia del Imperio Romano, y un enriquecimiento de la literatura estoica como corriente filosófica de gran influencia. Varios siglos después, algún editor tuvo la certeza de titular la obra como Meditaciones, y ahora tenemos este clásico de la filosofía que sigue influyendo a generaciones de lectores, casi siempre fascinados por las reflexiones de un hombre torturado que intentó reconciliar la violenta realidad de un guerrero con la ética de uno de los pensadores más brillantes de Roma.

Por su capacidad de servir como guía a los lectores que buscan soluciones frente a los diversos obstáculos de la vida (desde cómo lidiar con personas incómodas a temas más profundos como la brevedad de la vida), la obra de Marco Aurelio tiende a ser injustamente etiquetada como un libro de auto-ayuda. Lo cual no debe ser sorpresa. Muchas de las enseñanzas del estoicismo clásico fueron absorbidas por la cultura new age del siglo XX, y ahora vemos que la frívola era digital las ha reducido a hashtags de Instagram (#carpediem) o tatuajes de frases inspiradoras.

No obstante, hay varias lecciones que el lector puede extraer de las Meditaciones, sobre todo en estos tiempos de ansiedad como consecuencia de una pandemia. En seguida hago un listado de los 20 mejores consejos, directo de la pluma de nuestro césar-terapeuta favorito:

20 meditaciones para reducir la ansiedad

1. Siempre, a cualquier hora del día, procura conducirte como un buen ciudadano, sin darte importancia, con amor hacia tus semejantes, con libertad, con justicia. Procura librarte, entonces, de otras preocupaciones, y seguramente lo conseguirás si cumples cada acto de tu vida como si fuese el último de tu existencia, es decir, sin precipitación, sin pasión alguna que te impida escuchar la razón; sin hipocresía, sin amor propio y sin indignación contra el destino. No son muchos preceptos, pero el que los observe puede estar seguro de llevar una vida dichosa, próspera y acorde a la Divinidad. (2:5)

2. No hagas nada sin querer, ni que sea malo para la sociedad, ni sin autocrítica, ni por espíritu de contradicción. No adornes superfluamente tus pensamientos. Procura hablar poco y no emprendas a la vez muchos asuntos. En todo caso, que el dios que llevas contigo reine en un ser realmente digno de respeto y cuidadoso del bien de sus conciudadanos. […] Conserva, además, siempre la misma serenidad; procura no depender en exceso del prójimo y no cuentes nunca con obtener la tranquilidad de espíritu fiándote en los demás. En una palabra, hay que ser recto, pero no dejarse enderezar por otros. (3:5)

3. Olvídate de la creencia de que “me han perjudicado”, y con ella desaparecerá el sentimiento. Rechaza la sensación de una injuria y la injuria en sí desaparecerá. (4:7)

4. El oficio que aprendiste, ámalo, tómate un respiro en él; pero recorre lo que te reste de vida como alguien que ha depositado toda su alma en manos de los dioses y sin instalarte ni como tirano de ningún hombre ni como esclavo. (4:31)

5. Siempre corre por el camino corto, y el camino corto es el camino de la naturaleza. Por tanto, habla y actúa en todo según lo que sea más sano. Ese planteamiento te libera de ansiedades y conflictos, de preocupaciones y afectaciones. (4:51)

6. A ningún hombre le puede pasar nada que la naturaleza no le haya preparado para soportar. Las experiencias de tu prójimo no son diferentes a las tuyas; sin embargo, él, quizás menos consciente de lo que ha sucedido o más ansioso por mostrar su temple, se mantiene firme e impávido. Por tanto es terrible que la ignorancia y la complacencia sean más fuertes que la reflexión. (5:18)

7. Cuando te veas forzado por las circunstancias a sentirte angustiado, vuelve a penetrar en ti mismo y no te salgas de tu cadencia regular más allá de lo necesario porque te harás dueño de la armonía por el hecho de regresar constantemente a ella. (6:11)

8. Vergüenza para el alma que se aparta del camino de la vida mientras el cuerpo todavía persevera. (6:29)

9. Adáptate al entorno al que te ha echado la suerte, y ama de verdad a las personas con las que te ha tocado vivir. (6:39)

Ansiedad (Edvard Munch – Google Art Project: pic, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=37623446)

10. El ansioso de fama supone que su Bien está en las acciones de otros, el ansioso de placeres que está en su propia sensación; por el contrario, el que tiene inteligencia sabe que el Bien está en su propia actuación. (6:51)

11. Nunca dejes que el futuro te perturbe. Lo enfrentarás, si es necesario, con las mismas herramientas de la razón que hoy te ayudan contra el presente. (7:8)

12. Refúgiate en ti mismo. El principio rector de la naturaleza no nos pide más que actuar con justicia y así lograr la calma. (7:28)

13. Vive tus días en una serenidad tranquila, rehusando a ser coaccionado aunque el mundo entero te ensordezca con sus demandas, y aunque las bestias salvajes rompan poco a poco este pobre envoltorio de arcilla. En todo eso, nada puede impedir que la mente se adueñe de la paz, evalúe correctamente los acontecimientos que la rodean y haga un uso rápido del material así ofrecido. (7:68)

14. El sufrimiento, o bien es un mal para el cuerpo (por tanto, que éste lo proclame), o lo es para el alma, a la que es posible preservar su propia serenidad y calma, y no suponer que es un mal. Cualquier juicio, impulso, apetito y rechazo están dentro y ahí no penetra ningún mal. (8:28)

15. Nunca te confundas con visiones de toda una vida a la vez. No reflexiones conjuntamente sobre cuáles y cuántos pesares hay que esperar que se producirán, por el contrario, ante cada uno de los presentes cuestiónate sobre qué es lo intolerable e insoportable en esta tarea. En efecto, te sentirás avergonzado de reconocerlo. Después acuérdate de que no te pesa ni el futuro ni el pasado, sino siempre el presente. Y ése se empequeñece si tan sólo lo confinas y refutas a la reflexión. (8:36)

16. ¿Qué más quieres cuando te portas bien con una persona? ¿No te basta con haber actuado según tu propia naturaleza, sino que persigues una recompensa? Es como si el ojo reclamara una compensación por ver o los pies por caminar. Igual que esos órganos han nacido para eso que al actuar según su constitución particular obtienen como provecho propio, así también el hombre, que por naturaleza es benefactor, cuando hace alguna buena acción para la que está constituido obtiene también lo que le es propio. (9:42)

17. No pierdas más tiempo discutiendo cómo debería ser una buena persona. Se una. (10:16)

18. La buena vida la puede alcanzar a la perfección cualquier alma capaz de mostrar indiferencia hacia las cosas que en sí mismas son indiferentes. Esto se puede hacer otorgando un escrutinio cuidadoso primero de los elementos que las componen, y luego a las cosas mismas; teniendo en cuenta también que ninguno de estos es responsable de la opinión que nos formamos de aquello. (11:16)

19. Nuestro enojo y angustia son más perjudiciales para nosotros que las cosas mismas que nos enojan o angustian. (11:18)

20. Date cuenta alguna vez de que tienes dentro de ti algo más fuerte y más divino que aquello que desata tus emociones y, en una palabra, te manipula como marioneta. (12:19)

P.D.: Según científicos, esta canción es capaz de reducir la ansiedad hasta en un 65 por ciento. Inténtalo.

Imagen principal: Valentina Avilés, a partir de la estatua ecuestre de Marco Aurelio

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