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¿Cómo sería tu vida si fueras un “niño de la calle”?

Las vicisitudes y riesgos por las que pasarías si fueras un "niño de la calle".

Estar en “situación de calle” no es una posibilidad tan lejana para los niños mexicanos. En su último reporte sobre México, la UNICEF aseguró que el 51% de los niños, niñas y adolescentes en nuestro país viven en pobreza; y 63% han sufrido violencia de algún tipo. Ante esas condiciones, ¿qué hubieras hecho tú?

Para que un niño termine viviendo en la calle se requiere de la combinación de varios factores, entre los que destacan justamente la pobreza y la violencia. Un país violento expulsa a sus niños de sus casas. Imagínate que no tuviste los padres que tienes, y que todo lo que hicieron por ti, la niñez que viviste, se desvanece. Quizá no encontraron trabajo, o vinieron de un estrato muy pobre, quizá desquitaron su frustración en casa, o quizá fueron víctimas de las miles de desapariciones y muertes violentas que azotan cada año a nuestra población.

Existen historias con un clímax determinante; un abuso, un abandono, un momento especialmente violento. Pero lo más común es que se trate de un proceso paulatino. Empiezas a salir a la calle y pasas cada vez más tiempo afuera, hasta que te quedas ahí. Las cosas no van bien en casa, y quizá tienes que salir a trabajar para apoyar a tu familia, vendes chicles, pides dinero o haces mandados. De camino a casa pasas por un terreno baldío, o el espacio “perdido” bajo un puente o entre dos edificios. Ahí, a nivel de calle, encuentras compañía, un grupo de niños como tú que hablan tu lenguaje y comparten tu historia.

No todos los niños pobres que sufren violencia terminarán en la calle, tal vez solo unos pocos. Si bien la situación macroeconómica pone las condiciones para que existan los niños de la calle, no es su causa directa. Parece ser que tiene más que ver con la construcción de identidad y la pertenencia a un grupo. Los niños que viven en esa situación nunca viven solos. No escapan de la pobreza o las agresiones porque las seguirán viviendo, salen en busca de un grupo al que
puedan llamar “suyo”.

Carlos, un niño en situación de calle de Buenos Aires, Argentina. (AP Photo/Pilar Capurro)

Cada día esos chicos se vuelven más tus amigos, te sientes bien con ellos, te miran, te escuchan, tienes un nombre y un lugar ahí. Alguna vez te darán a inhalar solventes, o quizá algo de alcohol o marihuana. Te sientes bien ahí, se siente bien estar con ellos. Ahí no hay responsabilidades, hermanitos que cuidar, escuela en la que te griten, casa en la que te ignoren. Te vas con ellos cada que puedes, pasas cada vez más tiempo ahí, hasta que te invitan a pasar la
noche, y luego otra y otra, hasta que no regresas más a casa.

El psicólogo Juan Martín Pérez García propone 5 etapas que viven los niños en situación de calle. La primera es el encuentro, la segunda el idilio, la tercera la profesionalización. Ya que elegiste a tu familia de la calle, pasas por un periodo de gozo, haciendo todo el día lo que tú quieras, sin nadie que te ponga límites o te exija levantarte de la cama. Poco a poco aprendes a alcanzar el sustento, los lugares donde se puede pedir dinero, las asociaciones que te pueden ayudar de vez en cuando, las formas de hacerte de una cartera o una bolsa ajenas. Vivir en la calle implica el desarrollo de capacidades específicas, hacia afuera y hacia adentro del grupo. También tienes que aprender la jerarquía interna. Si eres nueva o nuevo, quizá estés bajo la tutela de alguien más grande, que te cuida. Tienes que tener disposición para cuidar al resto del grupo, incluso si eso implica situaciones de riesgo cómo huir de la Policía, escapar de los depredadores sexuales o tratar con distribuidores de droga.

La cuarta etapa es la más determinante. Se trata de una crisis de futuro en la que te preguntas si tu vida siempre va a ser así. Normalmente está motivada por un suceso que rompe con la cotidianidad. Puede ser la muerte de un compañero, un evento de abuso, un desalojo o el encuentro con alguien fuera del grupo, como un asistente social o una asociación civil.

Tiendas en las que vive gente en situación de calle de Los Angeles, California (EE. UU.). (AP Photo/Richard Vogel,File)

En la calle todo es público, y público se vuelve tu cuerpo, tu realidad biológica, social y económica. Para muchos niños y niñas entre 12 y 17 años, su cuerpo es una mercancía de deseo que intercambian por droga, comida o refugio; en otras ocasiones, simplemente tiene que permanecer público y disponible para que el grupo acceda a bienes o simplemente como “auto consumo”.

Ser niña en la calle es mucho más difícil. La amenaza de que personas externas abusen de ellas es mucho más alta, pero el riesgo más grande está al interior del grupo. Estos menores vienen de hogares rotos, los roles de género que reproducen frecuentemente son la versión más cruda de todas las inequidades que vivimos socialmente. Las chicas suelen quedarse en el espacio común, y se encargan de las labores domésticas. A veces son prostituidas por su propio grupo o viven en una situación constante de abuso. Los periodos de embarazo son su único descanso. La enfermedad, el dolor y la muerte están siempre al acecho.

Para las asociaciones que atienden a la niñez en situación de calle, el periodo de crisis es clave. La intervención en este momento puede promover que los niños y niñas tomen decisiones diferentes, fomentar su autoestima y su proyección a futuro. En este periodo se les puede motivar para que regresen a la escuela o se involucren en algún proceso de capacitación. También es posible atender enfermedades como la depresión, las adicciones o las enfermedades de transmisión sexual.

Luis, Pablo y Matías, niños de la calle de Buenos Aires, Argentina. (AP Photo/Pilar Capurro)

Si el periodo de crisis pasa sin cambios, llegas a la última etapa, la juventud “de calle”. Para este momento, ya llevas varios años viviendo así. Tu adicción es muy profunda y te ha dejado secuelas como la psicosis o la degradación de tus procesos cognitivos. Has vivido numerosas pérdidas, entras y sales de instituciones de asistencia o de la cárcel. Si adquiriste alguna enfermedad, en este periodo te encuentras en los niveles más críticos. Tu esperanza de vida es extremadamente breve. Las amenazas son mayores y tu aislamiento y tu capacidad de lidiar con ellas es mucho menor.

En los ochenta y noventa UNICEF y el gobierno del entonces D.F. se interesaron por este tema. Llegaron a hacer un censo donde contabilizaron más de 13 mil pequeños en esa situación. Hoy el asunto está olvidado. No sabemos con certeza cuántos niños, niñas y adolescentes viven así ni donde están. Apenas sabemos poco de sus vidas o cómo les ha afectado la crisis de violencia y la proliferación del crimen organizado. Vivir en la calle, para ellos, es volverse públicos, mimetizarse con la calle, ser la calle, desaparecer.

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