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Filosofía: ¿Cómo lidiar con la brevedad de la vida?

La crisis por la pandemia de coronavirus también afecta la salud mental. Pero hay un filósofo romano que puede ser de gran ayuda.

Más de 1 millón de personas han fallecido de COVID-19, que hace apenas 12 meses ni siquiera existía en este mundo. Cuando nos ponemos a analizar las estadísticas y las gráficas de los efectos del coronavirus en la población se vuelve complicado dimensionar el tamaño de la tragedia. Irónicamente, entre más datos nos arrojan más difícil es el ejercicio de asignarle un rostro humano a las cifras. En redes sociales, las conferencias del doctor López-Gatell a menudo dan rienda suelta a nuestras diferencias políticas y perdemos de vista el verdadero peso de este desastre humanitario. Pero el trauma social está presente. Una vez que se lleven a cabo las jornadas de vacunación en algún punto del 2021 y México haya superado la parte sanitaria de la crisis, es muy probable que empecemos a hablar del pasado en términos de “antes del covid” y “después del covid”.

Los muertos al menos pueden descansar en paz, pero hay muchos motivos de queja para los que seguimos de pie: las secuelas en los sobrevivientes de COVID-19, el duelo atípico de los familiares del fallecido, los efectos psicológicos del confinamiento y el aislamiento, el golpe devastador al sistema de salud, la pérdida del empleo, las frustraciones de trabajar o estudiar en casa, la violencia intrafamiliar, los mensajes contradictorios de las autoridades, la falta de información confiable, la ausencia de apoyos sociales, la irritación de ver gente que no cumple en lo mínimo con las medidas de prevención o la noción de que esta pandemia no parece tener fin.

Trabajadores llevan el ataúd con los restos de Apolonia Uanampa, quien murió por COVID-19, en el cementerio Nueva Esperanza a las afueras de Lima, Perú, 27 de mayo de 2020. (AP Photo / Rodrigo Abd)

La crisis sanitaria nos ha obligado a pensar en asuntos que, como sociedad, nos desagrada tener en mente: la posibilidad de la muerte y la brevedad de la vida. Detrás de la frialdad de los números hay madres y padres, abuelos y tías, compañeras y vecinos, amigos que no volverán a celebrar otro año nuevo contigo. Recurrimos a los numerosos distractores que nos ofrece la cultura popular y la tecnología de consumo para huir de esas ideas tan incómodas, mas el coronavirus se niega a respetar los ciclos de noticias y tendencias de la era digital.

Pero cuando te da un ataque de tos o sientes un dolor de cabeza, entonces se empiezan a asomar en la mente ciertas preguntas como: ¿Qué pasa si me contagio hoy, me enfermo mañana y a la semana estoy entubado a un respirador artificial? ¿Quién cuidará de mi familia entonces? ¿Es posible que pueda morir de esto? ¿He desperdiciado mi vida? ¿Por qué no he aprovechado del todo mi tiempo libre? ¿Por qué no me fui de vacaciones a Europa cuando tuve la oportunidad?

A seis meses del inicio de la pandemia en México, es muy posible que pensamientos como estos hayan cruzado por tu mente en más de una ocasión; son ideas que te hacen sentir vulnerable y que pueden detonar sensaciones de depresión o ansiedad. La crisis sanitaria nos ha dejado con muchas incertidumbres y tu salud mental puede verse afectada, algo que no debe tomarse a la ligera. Ante estas circunstancias, el coronavirus nos arrojó a la cara un cubetazo de agua fría para recordarnos que esto de la vida no es cosa fácil (de hecho es muy, muy, muy difícil) así que lo apropiado sería… ¿qué? ¿caer en la desesperación y sumergirse en la locura?

Maria Rita Dias dos Santos se seca las lágrimas después de recibir comida donada por una organización de expresos que entregan alimentos a personas que luchan debido a la pandemia, en las favelas de Río de Janeiro, Brasil, 8 de mayo de 2020. (AP Photo / Silvia Izquierdo)

Pues no tan rápido. Hay un remedio a la mano al cual puedes recurrir sin tener que gastar en múltiples sesiones de terapia y este remedio que recomiendo mucho se llama… Filosofía.

No pongas esa cara.

El senador que tomó un baño

Dentro de los archivos de la filosofía nos vamos a encontrar con un folder que lleva el nombre de Estoicismo. En términos muy simples, el estoicismo vendrá a tu ayuda cuando andes cabizbajo y con la mano en la frente, lamentando todos los problemas que pesan sobre tus hombros, y te va a decir “Shhhh… no te preocupes”; cierto, tus quejas son legítimas, y puedes terminar pobre, en la cárcel o exiliado, ¿pero sabes qué? ¡Lo vas a superar! Por más terrible que sea tu aflicción, mientras sigas vivo, ¡todo va a estar bien!

Por eso Séneca decía, “si tienes la fortaleza para lidiar con cualquier aspecto de una desgracia, puedes lidiar con una desgracia en su totalidad”.

Ahora bien… ¿Quién es Séneca?

Nuestro filósofo del mes es Lucio Anneo Séneca, un senador romano que vivió en tiempos de Cristo y que, al igual que Cicerón, su nombre trae a la memoria los detalles de su muerte antes que los títulos de su obra. Séneca fue tutor de Nerón durante su infancia y luego asesor durante su reinado. Si el nombre de Nerón también te suena familiar, pues sí, me refiero al mismo emperador que (según textos antiguos) mandó a asesinar a su esposa y a su madre, ordenó la persecución de cristianos y prendió en llamas la ciudad de Roma. Sobra decir que Nerón no le hacía mucho caso a las consejos de Séneca.

Como todo tirano, Nerón se distinguió por su paranoia, ya que a menudo se creía el blanco de conspiraciones. Y en efecto, el infame emperador murió a raíz de un golpe de Estado en el año 68. Pero pocos años antes de su inevitable caída, Nerón ordenó la aprehensión de Séneca porque creía que el ilustre senador lo quería traicionar. A pesar de ser uno de los hombres más ricos e influyentes del imperio en aquel entonces, Nerón obligó a Séneca a suicidarse, acción que cometió ante la presencia de su familia y sus amigos, abriéndose las venas dentro de una tina llena de agua.

‘Nerón presencia el Gran incendio de Roma’ por Carl Theodor von Piloty (http://www.reproarte.com/files/images/P/piloty_karl_t_von/0191-0237_nero_auf_den_truemmern_roms.jpg, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=10629003)

Aparte de la anécdota del suicidio forzado, Séneca también es recordado como uno de los pensadores más importantes del estoicismo, una corriente filosófica que fue muy popular por cientos de años entre los intelectuales, los políticos y las familias de alta alcurnia del imperio romano. Antes del cristianismo, las grandes civilizaciones occidentales de la antigüedad, como la griega y la romana, recurrían a la filosofía como guía moral de la vida, mientras que la religión, con sus Júpiters y sus Apolos, se limitaba a ritos y supersticiones. Todo esto cambió, claro, con la divulgación de las enseñanzas de Cristo por el continente europeo, y la religión terminó por suplantar a la filosofía en el campo de la educación moral.

El estoicismo clásico en sí era muy similar al concepto que tenemos hoy de una religión, por lo que no debe ser sorpresa que algunas doctrinas estoicas resulten muy parecidas a las lecciones que muchos católicos aprendieron en clases de catecismo. Esta escuela filosófica fue fundada en Atenas por una especie de gurú de nombre Zenón, quien a su vez contaba con discípulos que se encargaron de propagar las enseñanzas de su maestro por todo el territorio entonces conocido. El estoicismo básicamente gira en torno a la idea aristotélica que plantea que el bien supremo radica en la práctica de las virtudes acorde a la naturaleza, pero los estoicos rescataron estas ideas de los muros de las escuelas atenienses y las plantaron en el espacio público. La suya era una filosofía popular porque sus adeptos respondían a las preguntas típicas de cualquier ciudadano. ¿Cómo salgo de la pobreza? ¿Cómo consuelo a un hijo triste? ¿Cómo me preparo para la muerte? Incluso ofrecía un poderoso argumento a favor del suicidio, una postura que nunca fue del agrado de la fe cristiana, por decir lo menos.

El apego de los estoicos al pensamiento racional y a la disciplina de la mente fueron factores que se volvieron sumamente atractivos para los romanos, amantes de lo práctico y de la cultura griega. No por nada seguimos teniendo esta imagen del soldado romano como una persona que mantiene la calma a pesar de las adversidades, es decir, el legionario como un “estoico”, adjetivo que sobrevive hasta nuestras fechas para calificar a una persona disciplinada y serena en tiempos de calamidades.

Así que en nuestro año 2020, con una pandemia encima, le vamos plantear la siguiente interrogante al estoicismo: ¿Cómo lidiar con la brevedad de la vida?

La pandemia de coronavirus continúa azotando a la humanidad, pero los demás problemas que aquejan al mundo no se tomaron unas vacaciones en lo que termina la crisis sanitaria. La gente sigue muriendo de cáncer y de otras enfermedades, se siguen reportando ataques terroristas, disturbios, huracanes, incendios y un largo etcétera de sucesos que nos transmiten la idea de que en cualquier momento puede alcanzarnos el abrazo de la Muerte, ya sea como otra víctima de covid o atropellado por un pesero que circulaba a exceso de velocidad.

En sus decenas de ensayos y epístolas a sus amigos y familiares, Séneca nos dejó varios consejos muy prácticos para lidiar con estas inquietudes antes de vernos transformados en Nerón, paranoicos, aislados y tocando la lira mientras el mundo arde. Tal vez te puedan ser de ayuda:

Aurora Guadalupe Azamar reacciona después de enterarse de que su madre murió, supuestamente por COVID-19, afuera de un hospital público en Iztapalapa, Ciudad de México, 29 de abril 2020 (AP Photo / Fernando Llano)

“La vida es larga si sabes aprovecharla”

Séneca era tajante en su ensayo sobre ‘La brevedad de la vida’ cuando argumentaba que no debemos pensar en un viejo como una persona que ha vivido por mucho tiempo simplemente porque tiene arrugas y pelo canoso. No es que haya vivido mucho, simplemente ha existido por mucho tiempo. “A menudo un viejo no tiene ninguna prueba de su larga vida aparte de su edad.”

Para el senador, el ser humano tiende con facilidad a perder demasiado tiempo en actividades que no le corresponden, como enriqueciendo los bolsillos de unas personas o esforzándose en agradar a otros. Nuestras mentes están ocupadas en tareas que representan un desperdicio tras otro, y eso que no había smartphones en la Roma antigua. ¿Qué hubiera pensado Séneca de las redes sociales, con sus videos que se reproducen en automático o sus debates sobre estrellas de pop, o la manera en que la interfaz está diseñada para mantener la atención de los usuarios enganchada a la pantalla?

Por eso, al leer a Séneca, viene a la mente aquella famosa frase en latín que dice carpe diem. Aprovecha el día al máximo. No en videos de gatitos sino en actividades de las que puedas derivar algún bien racional. Vive en el presente y no dediques las horas de hoy en hacer planes para el mañana, porque el futuro no está en tus manos sino en manos de la diosa Fortuna. Tu tienes el control de tus acciones, pero esta capacidad se limita al tiempo presente, así que hazlo tuyo.

Séneca indicaba que vivimos como si estuviéramos destinados a ser inmortales, pero de vez en cuando se cruza por nuestro camino un incidente tan extraordinario que nos hace pensar en la finalidad de la muerte (como un asalto con violencia o caer enfermo de covid) y experimentamos un despertar momentáneo de lo efímera que es la vida. El estoico afirmaba que pocos saben calcular el valor del tiempo porque el hombre lo gasta como si no costara nada.

Mas no tiene que ser así. Aprovecha tu tiempo de ocio, decía Séneca, no durmiendo de más o en compromisos con gente que ni te cae bien, tampoco en vicios porque éstos se comen tu tiempo como si fuera algo reemplazable. Pero aprovéchalo, más bien, en ti mismo.

¿Pero en qué? Ya basta con lo abstracto y las frases en latín. ¿En qué se debe emplear el tiempo para disfrutar de una vida más larga?

Séneca nos ofrece un remedio que probablemente no sea del agrado de muchos lectores: La filosofía. El senador quería que sus amigos y familiares le dedicaran su tiempo libre a la filosofía para sentirse realmente vivos, porque al hacer esto “no solo mantienen un buen ojo vigilante sobre sus propias vidas, también se adueñan de otras épocas y las hacen suyas”.

Lo que nos dice Séneca también nos remite a los textos de Aristóteles sobre el bien supremo, es decir, la felicidad contemplativa, la cual radica en el cultivo de la sabiduría. En el siglo XXI no hay excusa. Gracias al internet tienes a la mano la capacidad de consultar a los grandes sabios del pasado, y lo mejor de todo es que “ninguno va a estar indispuesto a ayudarte”.

En los tiempos de Séneca, los romanos se daban por bien servidos con los textos de Heráclito, Pitágoras, Demócrito, Zenón o Teofrasto. Dos mil años después contamos con un acervo mundial prácticamente infinito: “Qué felicidad, qué senectud tan digna le espera al hombre que se ha vuelto cliente de éstos”.

Es una de las grandes ironías de la era informática que, al tener esta monumental gama de conocimiento a un par de clicks de distancia, haya gente que prefiera usar su tiempo libre frente a una computadora para consumir material pornográfico. Séneca tenía la certeza de que estas personas estaban muriendo prematuramente, y cuando se den cuenta de ello, ya será demasiado tarde para recuperar los clicks perdidos.

Fortuna (Hans Sebald Beham – Private collection, Scan by Yellow Lion 2006, CC BY 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1429309)

Sin esperanza no hay decepción

Haré mención breve de otro consejo de Séneca que viene mucho al caso. En su ‘Consolación a Helvia’, Séneca le señala a su madre que no hay necesidad de derramar lágrimas por la sentencia que le impuso el emperador Claudio, quien lo mandó al exilio. El político romano fue privado de sus pertenencias y enviado a la isla de Córcega, donde estuvo proscrito por ocho años.

Como buen estoico, Séneca le explicó a su madre que el sabio no tenía nada que temer del destino azaroso que le deparaba la diosa Fortuna. Por ejemplo, si sostienes que las riquezas materiales carecen de valor alguno, cuando seas desprovisto de tus bienes por una decisión de las autoridades, pues es lo de menos. O si no albergabas ninguna esperanza de recibir una promoción en la jerarquía política, y ésta fue a parar a los pies de un compañero, pues da muy igual.

Lo único que requiere el ser humano para alcanzar la felicidad suprema no es una mansión repleta de lujos materiales o un puesto con muchas responsabilidades laborales, sino una vida en la que puedas poner en práctica las virtudes. Aquellos que se cuelgan de la esperanza de ser favorecidos por las decisiones de otras personas o por voluntades ajenas, son más propensos a verse emocionalmente afectados por las decepciones del destino.

De su carta sobre ‘La tranquilidad de la mente’ voy a extraer un par de frases de Séneca que resumen estas ideas: “A menos que consideres que cualquier cosa que pueda suceder es inevitable, le das a la adversidad un poder sobre ti.” En otras palabras, no hay sorpresas desagradables si no albergas expectativas extraordinarias. Por ejemplo, a inicios de la pandemia, en marzo, la gente tenía la esperanza de que la crisis sanitaria iba a terminar para el verano. Cuando esto no ocurrió, muchos reaccionaron con enojo, otros con desilusión. Había una expectativa del futuro muy positiva y la realidad nos jaló de los pies de vuelta a la tierra, con el bajón correspondiente.

De igual manera:

“La mente puede afrontar con mayor facilidad la angustia que surge de un desenlace decepcionante siempre y cuando no le hayas prometido cierto éxito.”

¿Lo entiendes?

No es difícil. Observa: El dólar nunca bajará de 17 pesos, la vacuna contra el covid no estará lista para finales de año, Donald Trump no será derrotado en noviembre, jamás voy a ganar el avión presidencial y nunca habrá un quinto partido.

Listo. Mi mente está preparada para cualquier desenlace. Ahora tú inténtalo.

Imagen principal: Valentina Avilés, a partir de una pintura de Manuel Domínguez Sánchez titulada ‘El suicidio de Séneca’.

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