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8 novelas mexicanas que destruyeron México

Si creemos que una obra literaria puede encumbrar nuestra cultura, también debemos considerar que hay novelas que arruinan la idea que teníamos de ella.

Si creemos que una obra literaria puede encumbrar nuestra cultura, también debemos considerar que hay novelas que la arruinan y destruyen las ideas que antes teníamos de ella. Son novelas que la desenmascaran. No hablamos de “calidad literaria”, sino de relatos que no nos dejan mantener nuestros sueños patrióticos tricolores en paz. Aquí te presentamos ocho opciones para que hasta los más creídos encuentren una buena dosis de escepticismo.

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1. Clemencia

Es frecuente que en las novelas latinoamericanas del siglo XIX con nombre de mujer, se represente a la “patria”. Más o menos así ocurre con Clemencia (1869) de Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893). En ella se relata un triángulo de amor en los tiempos de la intervención francesa. Clemencia (o la patria) se deslumbra por el güerísimo Enrique Flores, quien termina traicionándola (a la patria y a Clemencia); mientras desdeña las pretensiones del feo, fuerte y formal Fernando Valle. Altamirano construye una alegoría de cómo la patria se deslumbra por lo extranjero y desdeña al morenito local (¿Juárez?, ¿el propio Altamirano?, ¿yo?). Clemencia se arrepiente tarde y muestra la tragedia mexicana de buscar las respuesta a sus ansias en modelos extranjerizantes.

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2. El periquillo sarniento

No te haces llamar “El Pensador Mexicano” para caerle bien a todos. José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827) hizo enojar a mucha gente durante su vida (un virrey y un emperador incluidos). Nunca negó los valores políticos y morales en los que creía, a pesar de la pobreza. El Periquillo Sarniento (1816) es una obra de risa sardónica. Lizalde quería moralizar a los lectores, pero para ello muestra a los malos y malditos de la sociedad. Escrita casi con un cuchillo, el autor no se detiene para desplegar una aguda crítica política que embarra al virreinato y a los primeros años del México independiente. Muchos críticos se solazan diciendo que Lizalde hizo que el pícaro español se viniera a vivir a América, lo cual a mí me da mucha tristeza. Después de todo, son personajes que muestran las profundas y dolorosas contradicciones políticas de gobiernos corruptos e inmorales.

(Wikimedia Commons)

3. Tristessa

En la mejor tradición de Los hijos de Sánchez y Los Olvidados, Tristessa (1960) muestra los desencantos del milagro mexicano. En los años cincuenta, el futuro de México era brillante. Se suponía que para estas fechas andaríamos dirigiendo los destinos del mundo y volando en automóviles como los Supersónicos. Aquella feliz década de confianza pasaba por alto la realidad de marginación y abandono que vivía la mayoría de la población. Jack Kerouac (1922-1969) visitó la colonia Roma por ese entonces, y retrató su experiencia en esta novela. Tristessa es una prostituta adicta a la morfina que ha tenido una vida trágica a pesar de ser casi una santa, en el sentido más espiritual posible. El autor nos muestra a una mujer tropezando a cada momento con la podredumbre social del milagro mexicano, a pesar de su existencia pura y contemplativa.

4. Los días terrenales

Pocos escritores mexicanos han sido tan críticos y han sufrido tanto por ello como José Revueltas (1914-1976). Famoso por sus relatos cortos, también cuenta con varias novelas en las que despliega un sin igual amor por las palabras. La crítica que emprende en Los días terrenales (1949) y las contradicciones que denuncia le valieron ser expulsado del Partido Comunista. Pocas cosas más difíciles que criticar a la izquierda de un país que ha padecido tanto autoritarismo. No obstante, la visión de Revueltas está exenta de rencores, muestra a personajes contradictorios y a una realidad en conflicto con sus ideales. A veces miserables, a veces heroicos; los izquierdosos que pasan por su novela no son más que humanos sometidos a los devenires de su tiempo. Culpables e inocentes a un tiempo, nos permiten comprender la izquierda y su romanticismo roto.

5. Los pasos de López

Ya en todos lados vemos cómo se “desmitifica” a nuestros héroes. Los de la independencia son de los más frecuentes: que hayan tenido sueños libertarios, no quiere decir que hayan sido perfectos. En su peculiar estilo, Jorge Ibargüengoitia (1928-1983) nos contó una versión de los primeros años del movimiento independentista de México. Sin embargo, no se trata sólo de la intervención problemática de personas complejas (los “héroes”), sino que propone que la sensación de absurdo que nos rodea en la vida política mexicana ha existido desde nuestros orígenes. En Los pasos de López (1981) se encuentran un montón de personas que no saben bien lo que hacen con situaciones azarosas que producen el absurdo. Y este tipo de descripción alcanza para entender la Independencia, pero también para entender cualquier otros capítulo de nuestra historia desde entonces.

6. La sombra del caudillo

Entre los triunfos de nuestro movimiento revolucionario está el de encumbrar al caudillo en turno sobre toda la vida política nacional. Martín Luis Guzmán (1887-1976) en La sombra del caudillo (1929) hace una crítica severa a este tipo de políticas que imperaron prácticamente sobre todo el siglo XX. En un estilo impecable y con exquisita ironía, el narrador muestra el proceso pacificador después de la Revolución, que consistió en transformar el poder del caudillo militar al partido que lo cubría todo. De los fusilamientos a campo abierto, se pasó a la intriga de palacio, en donde el titular de la presidencia actuaba como un monarca dueño de las vidas de todos. Este relato fue llevado al cine en 1960, pero la película fue censurada durante treinta años por sucesivos presidentes priistas.

7. Casi el paraíso

En un país misterioso llamado México, el Príncipe Ugo Conti finge una nobleza que no tiene para llegar a lo más alto de la alta sociedad. En esta novela, el periodista Luis Spota (1925-1985) muestra que en ese país cuenta más la riqueza, la corrupción y el engaño, que cualquier otra cosa. Casi el paraíso (1956) narra una historia de equívocos en donde se despliegan las miserias de las clases pudientes; y cómo las acciones más viles vienen aparejadas con alta posición económica e influencia política.

8. Muerte súbita

Una de las formas más insistentes de nuestro idealismo tiene el signo del pasado indígena. Sabemos poco de nuestros ancestros antes de la invasión europea, y aun así preferimos deleitarnos con nuestra imaginación antes que enfrentar los hechos que marcan las contradicciones de nuestra cultura. Álvaro Enrigue (1969-) prueba los límites de la novela histórica con Muerte súbita (2013). En ella muestra una versión sinuosa de nuestra cultura, e insinúa que las cosas que valoramos patrióticas no son necesariamente puras ni mexicanas. Esta novela nos propone una lectura compleja de la cultura, e interviene nuestros ideales indigenistas con el complejo choque de varias civilizaciones. Como resultado obtenemos una mirada compleja de la sociedad, emanada de las chispas que produjeron los roces entre mexicanos, purépechas, españoles, italianos y todos los demás.

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Pocas personas han sido más mordaces que los novelistas mexicanos. En numerosas ocasiones han sido severos y hasta crueles con la cultura y la política mexicanas. Leerlos no nos hará más orgullosos de nuestro presente, pero sí más conscientes. Te proponemos ocho novelas que arruinan la visión edulcorada e ideal de lo mexicano, y muestran las heridas que más nos duelen. ¿Se te ocurre otra más?, ¿hay otra novela que te arruinó la idea romántica de México?

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