El proceso de la santificación en la fe católica

CIUDAD DE MÉXICO, México, abr. 23, 2014.-La Iglesia Católica tendrá dos nuevos santos a partir del 27 de abril; se trata de dos papas, Juan XXIII y Juan Pablo II, quienes ejercieron su poder espiritual entre los años de 1958 -1963 y 1979- 2005, respectivamente.

Para ello debieron pasar por un proceso, en el caso de Juan Pablo II fue decisión de los papas Benedicto XVI y Francisco acelerar los pasos para que los fieles católicos puedan venerarlos en las iglesias de todo el mundo.

El cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, comentó “ambos son hombres de gran misericordia, de gran caridad y paz. Juan XXIII con su sonrisa buena, su presencia,  como un padre de familia; y Juan Pablo II con su fuerza, su fe y con su grande caridad”.

 

En el ánimo de quienes defienden su elevación a los altares pesa que trabajaron para lograr la unidad de la Iglesia y mejoraron las relaciones con las distintas comunidades cristianas separadas de Roma.

Tanto la beatificación como la canonización deben contemplar varios aspectos, de acuerdo con la propia Iglesia.

Su postulación debe ser presentada, y ello ocurre generalmente en la figura de un sacerdote.

En este punto, antes de ser beato o santo se le llama simplemente “Siervo de Dios“.

Después y aceptada la postulación, a la persona a la que se quiere convertir en beato o santo debe comprobársele que en su vida fue ejemplar, haberla vivido de manera heroica y confirmar que por su intercesión Dios operó un signo sobrenatural, al que popularmente se llama milagro.

Para ello el candidato a beato o santo debe ser investigado. Ello incluye interrogar a quienes le conocieron y analizar sus posibles milagros o intercesiones.

Es algo exhaustivo donde la Iglesia prefiere demorar y hacer un buen estudio.

Muchas personalidades no pasaron de “Siervos de Dios” a beatos porque hubo documentos o errores.

En caso de que no haya objeción, el beato pasa ser venerado pero únicamente para una región.

Un comité de médicos y teólogos examinan los casos y una vez comprobado que gracias a la intercesión de la persona en proceso de beatificación se obtuvo la gracia, manifestada en una cura inexplicable a los ojos de la Ciencia, por ejemplo, verificado después de su muerte.

Desde Benedicto XVI, los beatos vuelven a ser proclamados por los obispos en sus diócesis respectivas, volviendo a los orígenes de la beatificación como un proceso local.

Si el beato cuenta con numerosos milagros más fácilmente llegará a santo. Aquí debe conocerse un milagro ocurrido desde que la persona fue declarada como beata.

Pero también ocurre que un milagro no sea requerido si la persona ha sido reconocida mártir de la fe. Es el caso de muchos misioneros asesinados en países donde no se conocía al cristianismo.

Para que un beato pueda ser declarado santo se pide a Dios otros dos signos milagrosos como testimonio.

Las modalidades de verificación del milagro son iguales a las seguidas en la beatificación.
 
Hay que destacar que el papa en turno puede obviar estos requisitos si una razón importante lo determina. Así ocurrió con el Papa Juan Pablo II, a quien se le reconoció solamente un milagro.

Mediante la canonización se concede el culto público en la Iglesia universal, se le asigna un día de fiesta y se le pueden dedicar iglesias y santuarios.
 
La canonización compromete la infalibilidad pontificia ya que el papa es quien decide finalmente si procede elevar a alguien a santo y su decisión debe acatarse.

Un ejemplo de rapidez en la canonización fue San Francisco de Asís, quien fue elevado a los altares en 1228, dos años después de su muerte.

Los católicos honran a Dios a través de los santos como intercesores y dispensadores de bienes sobrenaturales. Se les honra como tales, pero no se les adora, algo exclusivamente dedicado a Dios.

Datos divulgados por el Vaticano señalan que en 2013 hubo 18 ceremonias de beatificación para 540 nuevos beatos, entre los que había 528 mártires y 12 confesores.

 

RAMG