Arte callejero vs acoso disfrazado de piropo

WASHINGTON, Estados Unidos, 13 abr.- Silbidos, vulgaridades y comentarios gratuitos son el pan de cada día de millones de mujeres en el mundo. Es la forma de acoso más tolerada socialmente y se produce en la calle, espacio elegido por Tatyana Fazlalizadeh para una campaña que interpela a los hombres: “Deja de decirles que sonrían”.

Con un rodillo, cola y un grupo de voluntarias que no deja de crecer, la creadora estadounidense ha imprimido en las paredes de las principales ciudades del país los rostros de mujeres reales -también el suyo- que han sufrido acoso callejero junto a potentes mensajes en inglés y en español que responden a las agresiones verbales más comunes.

“Mi nombre no es ‘pequeña'”, “Mi ropa no es una invitación”, “No estoy aquí para ti”, “Las mujeres no buscan tu aprobación”. Estas son algunas de las frases que la artista de 27 años ha trasladado a un espacio, la calle, donde las mujeres se sienten a menudo “incómodas e inseguras”, explica en el manifiesto de su campaña.

El acoso verbal callejero es la agresión a la mujer menos documentada y la más difícil de clasificar en términos legales, a pesar de que su incidencia supera el 80% entre las adolescentes y las jóvenes menores de 30 años, según los estudios de la organización sin ánimo de lucro “Stop Street Harassment” (SSH).

Una de cada cuatro niñas ha experimentado ya el acoso callejero a los 12 años y el 90% de las chicas de 19 años responde afirmativamente cuando se le pregunta si se ha sentido intimidada por las “palabras y acciones irrespetuosas de desconocidos en un espacio público”.

Esa es la definición que SSH da a “acoso callejero”, un término mucho menos estudiado y regulado que “acoso sexual” o “agresión sexual” puesto que se refiere en buena medida a comportamientos que, aunque ofensivos y perturbadores, no están tipificados como delito.

 

 

 

 

“Simples” piropos

 

 

Llamar la atención a las mujeres en la calle y hacer comentarios obscenos sobre su cuerpo se contempla en muchos casos con condescendencia, como un halago o una broma inofensiva.

Cambiar esta visión es lo que movió a Fazlalizadeh a coger su cámara, sus lápices y su rodillo en otoño de 2012, cuando comenzó a empapelar las calles del barrio neoyorquino de Brooklyn con rostros, frases y un mensaje claro: este comportamiento no es aceptable.

Lo que empezó entonces como una modesta iniciativa individual se ha convertido ahora en una campaña a nivel nacional en la que están involucradas centenares de mujeres.

La pintora e ilustradora, nacida en Oklahoma y de orígenes iraníes y afroamericanos, fotografía primero a las voluntarias, luego dibuja sus rostros, siempre con mirada desafiante, y por último los imprime en carteles en blanco y negro junto a mensajes que ponen en mayúsculas: “las mujeres no salen a la calle para el entretenimiento de los hombres”.