CLIMA Y FENóMENOS NATURALES

El cambio climático y sus efectos en la agricultura

La esperanza está viva, siempre.

Ojalá los astros ayudaran.

Pero las cosechas se ahogan.

Los granos listos para la venta están llenos de hongos.

Los embalses vacíos hacen que los cultivos mueran de sed.

Y nosotros, con ellos.

Pero quienes viven en riberas de ríos, en laderas de montaña, en suelos inestables, vidas inestables, pues son los más susceptibles a los efectos de los cambios de clima y la alteración de las estaciones de siembra.

Huracanes y las inundaciones subsecuentes, extendidos tiempos de ausencia de lluvia, temperaturas superiores a los 40 grados, fríos que hacen paleta el maíz, la espinaca, las frutas: el sur de México y Centroamérica son regiones especialmente vulnerables, y, de no mejorar las semillas, se podrían perder el 50 % de los cultivos.

“Nuestros estudios indican que la agricultura, efectivamente, es la actividad más afectada por el cambio climático. En muchos países ya han comenzado a ajustar sus calendarios agrícolas en función de la variación climática”, explicó Jorge Meza, oficial forestal de FAO para América Latina y el Caribe.

Y agregó: “El modelo agrícola que tenemos en este momento, el que da de comer a miles de personas, es un modelo no sostenido”.

Pero nuestros métodos para producir alimento no son completamente víctimas. EL 24% de los gases de efecto invernadero en el mundo provienen de la agricultura.

El 68% del agua dulce del planeta se utiliza en agricultura y de ese volumen se desperdicia el 45%.

La agricultura tradicional ha acabado con 75% de la agrobiodiversidad en bosques y selvas.

El modelo masivo agrícola se centra en muy pocas especies. Arroz, maíz, trigo y soya, literales dueños de nuestras mesas y del planeta.

“EL 60% de la ingesta calórica de la humanidad se basa en 4 especies, de las 30 mil especies animales y vegetales a nivel mundial”, añadió Jorge Meza, oficial forestal de FAO para América Latina y el Caribe.

El Índice de riesgo ante el Cambio Climático Global analizó efectos de olas de calor, tormentas, sequías y huracanes durante casi 20 años, que entre 1996 y 2017 provocaron 528 mil muertes.

Honduras, Haití, Myanmar, Nicaragua, Filipinas, Bangladesh, Pakistán, Vietnam, Tailandia y Guatemala fueron los países más afectados por eventos climáticos extremos.

Ayer, en la Cumbre de la FAO, se dio a conocer que 78% de la población de Guatemala está en una condición de inseguridad alimentaria.

México está en el número 44 de acuerdo con el número de vidas perdidas. Pero es el número 7 en la lista de pérdidas económicas, 3 mil millones de dólares, relacionadas con pérdidas de infraestructura, vivienda y agricultura. En un solo año, 2015, México registró daños por casi 1250 millones de dólares por eventos climáticos extremos.

En México, el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo lidera un programa de Modernización sustentable de agricultura tradicional, con maíz resiste a sequía y a calor.

“El cambio climático no es solo esa casa que se derrumba por ese huracán, es un cambio que puede tener repercusiones a lo largo de generaciones, afecta a un individuo, una familia, a una comunidad y un país”, dijo Mario Arvelo, representante de República Dominicana ante ONU.

Suelos arrasados y salinizados. Mares ácidos y ríos negros de químicos. Plátanos embarcados que dan media vuelta al mundo antes de consumirse. Y comida que dura muchos, muchos años en la alacena.

No es posible prever el futuro. ¿Sembraremos en invernaderos, por diseño programado, midiendo exactamente luz, humedad?

¿Seremos orgánicos, sustentables, resilientes o estaremos ante los cambios de clima en una permanente agricultura de guerra, donde sólo se consumirá lo que resista? ¿Tendremos  más organismos modificados en la dieta, o menos?

¿Seguiremos de cerca o de lejos a los pequeños productores con las mismas tierras y sólo sus manos para levantarse?

Todos esos son temas puestos en la mesa. Nos los comeremos nosotros.

Con información de Karla Iberia Sánchez

AAE