POLíTICA

La calma regresa al Kurdistán iraquí, luego del referéndum independentista

La calma ha regresado este martes a Erbil, la capital de la región autónoma del Kurdistán iraquí, un día después del referéndum de independencia y las celebraciones en las calles que se extendieron hasta bien entrada la madrugada.

El alcalde de la capital de la región, Nabz Abdulhamid, afirmó a Efe que todos los organismos gubernamentales volvieron a funcionar, después de que el día de ayer fuese declarado festivo para que los 5,3 millones de kurdos llamados a las urnas pudiesen acudir a los centros a emitir su voto.

Además, aseguró que los aeropuertos funcionan de manera regular y que reabrieron las carreteras principales, como la que une Erbil con la ciudad de Mosul, la capital de la provincia de Nínive (norte), y la otra con la provincia de Kirkuk (noreste), que ayer fueron cortadas.

La fuente subrayó que los vehículos que llevan mercancías desde Bagdad y otras provincias entraron hoy a la ciudad sin problemas, como pudo constatar también Efe.

La Alta Comisión Electoral del Kurdistán ha confirmado que en la consulta de autodeterminación ha habido un 72,16 por ciento de participación, unos puntos menos de la estimación ofrecida antes del cierre de las urnas.

Hasta el momento no se ha difundido información alguna sobre cuándo se harán públicos los resultados, aunque observadores internacionales indicaron a Efe que podría ser en un plazo de 24 a 48 tras el cierre de las urnas, a las 19.00 hora local (16.00 GMT) de ayer, lunes.

Ayer, la región autónoma del Kurdistán celebró un referéndum para decidir sobre su independencia de Irak, lo cual ha elevado la tensión entre el Gobierno local y el de Bagdad, que ha amenazado con el cierre de los límites regionales y el envío de tropas a los territorios disputados.

KIRKUK, EL OASIS PETROLERO DONDE EL REFERÉNDUM KURDO HA REAVIVADO LOS MIEDOS      

En las calles de la disputada ciudad iraquí de Kirkuk, rica en petróleo, sus habitantes kurdos no esconden su deseo de que la ciudad se una a un Kurdistán

independiente, mientras la comunidad árabe prefiere no hablar por miedo a represalias y la turcomana rechaza la independencia.

Un día después del polémico referéndum de autodeterminación de la región autónoma del Kurdistán iraquí, en las tiendas poco concurridas del bazar de la ciudad, en la falda de la antigua ciudadela de la urbe, las comunidades kurda y árabe se mezclan para tomar el té kurdo, mientras los gallos no cesan de cantar.

Nayem Abdelkarim, kurdo nacido en Kirkuk hace 56 años, confesó a Efe que ayer votó “sí” por la independencia en el referéndum, celebrado en las provincias reconocidas en la región autónoma del Kurdistán, así como en los territorios disputados entre el Gobierno iraquí y kurdo, entre los que se encuentra la ciudad de Kirkuk.

“Queremos salir de todos estos problemas que tenemos desde hace décadas. Ellos (Gobierno iraquí) no saben lo que significa la democracia”, aduce Abdelkarim en un habitáculo donde se reúnen solo hombres para tomar el té, ataviados algunos de ellos con la vestimenta tradicional kurda.

En Kirkuk viven kurdos, turcomanos -una minoría que Turquía considera como hermana-, árabes y cristianos asirios; una convivencia difícil que ha quedado patente con el apoyo kurdo a la independencia frente al rechazo frontal del resto de comunidades.

Un rechazo que comparten con Bagdad, con los vecinos Irán y Turquía, y con la mayor parte de la comunidad internacional, con Estados Unidos, uno de los principales socios de la región kurda, a la cabeza.

La participación de la ciudad en la consulta de ayer aumentó aún más la tensión con Bagdad, que ordenó la destitución del gobernador y amenazó con enviar tropas a todas las zonas disputadas.

Abdelkarim eleva el tono de voz cuando habla sobre esta coexistencia. “Tengo un hijo viviendo en Kirkuk. Se ha graduado en la universidad y no tiene trabajo. Si preguntas a los otros (los que no son kurdos), ellos tienen un trabajo. Si vas a una empresa y ven tu nombre kurdo, no te dejan trabajar. Solo (dejan) a los turcomanos y árabes”, afirma.

En una esquina de la tetería se sienta un árabe, que prefiere no decir su nombre ni revelar si ha participado en el plebiscito.

A pesar de que no quiere hablar, un cliente kurdo le dice con una sonrisa sarcástica: “(El primer ministro iraquí Haidar) Al Abadi ya no nos juzgará más. Vuélvete a Mosul”.

El árabe responde a la provocación con una sonrisa, mientras otros parroquianos kurdos salen en su defensa; “Déjale. Es un buen tipo”.

Kirkuk, como otras poblaciones en las provincias de Nínive y Diyala -situadas fuera de los límites administrativos del Kurdistán-, está controlada por las tropas kurdas desde 2014, después de que las fuerzas iraquíes abandonaran la ciudad ante el avance del grupo yihadista Estado Islámico.

En el camino para adentrarse en el bazar, varios árabes consultados por Efe no quieren hablar. Sin embargo, uno de ellos, que no se identifica, dice en voz baja a Efe: “Tenemos miedo”.

Pero otro árabe, nacido en Kirkuk y que también prefirió mantenerse en el anonimato, asegura a Efe que no hay diferencia entre kurdos y árabes.

En la zona de Raas al Yizar, en el centro de Kirkuk, Mohamed Mayid, un tendero de 40 años y etnia kurda, no quiere revelar el signo de su votación, pero asegura: “Si nos convertimos en un país para estar como antes, está bien, pero para qué ser un país si no nos respetamos entre nosotros. No lo necesitamos”.

Por su parte, Mohamed Eyad Uglu, responsable de información en el partido Frente Turcomano de Kirkuk, insiste a Efe en que los kurdos “empezaron a desplazar” a las poblaciones árabe y turcomana en 2003, tras la caída del exmandatario iraquí Saddam Hussein.

“Los habitantes turcomanos y árabes de Kirkuk viven en un estado trágico, ya que están atrapados en medio del conflicto” entre Erbil, capital del Kurdistán y Bagdad, que ha insistido en que tomará las medidas necesarias para preservar la unidad del país.

 

AAE