CRIMEN Y SEGURIDAD

El río Guadarranque, puerta de entrada de hachís a Europa

Es la calma que precede la tempestad en la playa de la entrada del río Guadarranque. Situado en la Bahía de Algeciras, al sur de España, vigilado de cerca por el Peñón de Gibraltar y a menos de un kilómetro y medio del Océano Atlántico. Una desembocadura que se estrecha y deja al descubierto un paraíso para los bañistas. Pero el Guadarranque tiene un problema.

Es la puerta principal para Europa del tráfico de droga y de inmigrantes.

“Y tenemos frente a nuestras costas, prácticamente a 12 kilómetros, uno de los mayores productores de hachís del mundo como es Marruecos”, explica José Quiñonero, vice secretario provincial Asociación Unificada de Guardias Civiles.

Es lo que ha convertido este río en todo un coladero, uno de los puntos más calientes para el narcotráfico de hachís entre Marruecos y España, como puerta de entrada a Europa. Y lo hacen mediante embarcaciones rápidas, conocidas como gomas o narcolanchas.

“Una goma es una embarcación semirrígida que tiene dos o tres motores en popa, de 250-300 caballos y esto alcanza una velocidad de 60 nudos. Eso son 120 kilómetros en la mar, que es mucha tela.  Al haber una distancia muy corta y ser Cádiz lo que es la frontera sur de Europa, estamos hablando de que en una hora, cualquiera de estas lanchas, se planta si quiere, todas las noches multiplica por 10-20 lanchas, multiplica 2 mil kilos”, dice Eduardo Carmona, jefe de embarcación Jerifalte I de Vigilancia Aduanera.

Pronto sube la marea y el paraíso se transforma en una auténtica autopista del mar de la que somos testigos. En poco más de una hora dos embarcaciones a toda velocidad recorren estas aguas incluso sorteando a una patrullera de la Guardia Civil.

En plena tarde comienza el trasiego de las lanchas tripuladas por hasta cuatro individuos cuya única medida de seguridad es tapar sus rostros.

La embarcación de la Guardia Civil al final ha tenido que quedarse en la desembocadura del río porque asistimos a todo un espectáculo de entrada y salida de estas embarcaciones sin ningún pudor.

Sólo tienen que esperar y apurar las mareas para deslizarse a toda máquina sin que nadie perturbe su camino. Lo primero es comprobar la profundidad del río. Las primeras embarcaciones que aparecen son más pequeñas. Se desplazan de un lado a otro para inspeccionar el terreno.

Después aparecen las motos de agua para vigilar que nadie interrumpirá el camino de la goma.

Algunos manifiestan su enfado nada más ver nuestra cámara de televisión. Somos un observador incómodo.

Otros nos aseguran que son vecinos de la zona, y comprueban de primera mano cuánto tiempo más estaremos en la orilla del río.

Sus viajes dejan tantos beneficios que tratan de apurar al máximo para no ser cazados, aunque no siempre consiguen llegar a su destino.

“Aunque en este caso parece ser que no han calculado muy bien y se han quedado encallados en la desembocadura del río”, dice José Encinas, secretario provincial de la Asociación Unificada de Guardias Civiles.

La huida de los tripulantes es inmediata sin importar lo que dejan atrás: bidones de gasolina, trajes de neopreno, y puede que alguna información valiosa para la Policía.

Es solo un pequeño precio a pagar tras la impunidad con la que el narcotráfico utiliza el río.

“Son nueve o puede haber más, porque los narcoembarcaderos que hay ahora mismo en el río puede haber más de una veintena de narcoembarcaderos, por lo tanto, en cada narcoembarcadero no sólo puede haber una goma, puede haber más de una. Por lo tanto, cuando salen pueden salir muchas, y además lo hacen en muchísimos casos al mismo tiempo y siempre con el único objetivo de ir a Marruecos para que ahí sean cargardas de droga para esa misma noche trasportarlas aquí al campo de Gibraltar”, señala Francisco Mena, presidente de la Asociación de lucha contra las drogas.

La circulación de estas lanchas rápidas en el Guadarranque ha crecido mucho en los últimos años. Sus viajes son proporcionales al de los narcoembarcaderos donde se cobijan y se ponen a punto.

Al respecto, Miguel Ángel Sánchez, guardia civil de la Patrulla Fiscal, dice: “Los narcoembarcaderos son totalmente ilegales. Ahí es donde tienen talleres, embarcaciones de repuesto, motores de repuesto e incluso tienen hasta una especie de bungalows en donde las dotaciones de esas embarcaciones, con los pilotos que van a trabajar es donde están descansando hasta el momento que les dan la salida”.

Viviendas de gran lujo dan cobijo a esta actividad, en una de las zonas más caras del campo de Gibraltar. Sus moradores lo tienen claro. Si no se encuentra droga, la sanción es administrativa: basta con pagar unos miles de euros.

“No les interesa el entrar y que vean peligrar su astillero no les interesa. Entonces muchas veces cuando a lo mejor tienen una persecución intentan meterse y no les abren las puertas”, narra José Quiñonero, vicesecretario provincial la Asociación Unificada de Guardias Civiles.

Las embarcaciones llenas tienen que aligerar antes su carga en cualquier playa o cala, donde les esperan los porteadores.

“Hacen el trabajo de coger la droga e intentar subirla lo antes posible a esconderlo en medio del monte”, explica Miguel Ángel Sánchez, guardia civil de la Patrulla Fiscal.

El equipo inspecciona incluso en tierra, que no haya escondido ningún alijo en espera de su rescate

Actúan amparados y silenciados por vecinos mientras las fuerzas policiales combaten en una guerra perdida antes de empezar.

“Nosotros podemos pillar una de cada 20, una de cada 10. ¿Por qué? porque la mar es muy grande y la costa es muy grande y como en la mar encontrar un barco de este tipo a esas velocidades es como encontrar una aguja en un pajar, es dificilísimo”, admite Eduardo Carmona, Jefe de embarcación de Vigilancia Aduanera y añade: “Lo que hacen es en alta mar, va una goma de estas y se pega a una de estas, que son embarcaciones de pesca. Le transbordan la droga, aquí a la embarcación deportiva, que tiene un doble fondo y esconden la droga debajo”.

El Jerifalte I, una patrullera de Vigilancia Aduanera, surca cada noche el estrecho. Su rumbo e instrucciones los deciden el mismo día. Navegamos durante dos días con ellos en aguas cercanas a Marruecos, por donde se introduce el 80% del hachís que se consume en Europa.

“Tienen todas las plantaciones en Marruecos y entonces el sitio más cercano y con transbordos rápidos es a España”, añade Eduardo Carmona.

Arriamos ancla y soltamos amarras para dejar puerto. La primera operación, comprobar que funciona la lancha del equipo de asalto.

Nada más comenzar la travesía encontramos la primera embarcación en apuros.

“Se han quedado sin motor. Por lo visto tienen problemas. Son tres chavales que han salido a pescar y les vamos a dar un remolque y les vamos a ayudar para ir a tierra”, explica Eduardo Carmona, jefe de embarcación de Vigilancia Aduanera.

Una de las muchas funciones de vigilancia aduanera es precisamente rescatar también gente en apuros como estos chavales.

Los acercamos hasta la costa, donde alcanzan la playa a remo sin grandes complicaciones. Y continuamos viaje.

Anclados cerca del Parque Natural de Doñana, un pequeño barco levanta las sospechas del capitán. El Jerifalte I es demasiado grande para acercarse y llamaría mucho la atención. Es el turno del equipo de asalto.

El jefe de embarcación Juan José Zacarías dice: “En la situación en que está ubicada que no es una situación muy adecuada para una embarcación de ese tamaño, y vamos a pegar una carrerita rápida para llegar lo antes posible, antes de que puedan ver incluso de que estamos aquí ¿vale?”.

Nunca se sabe qué se puede ocultar o quién.

“No hay susto porque no tenemos nada que guardar”, dice el dueño de la embarcación y una mujer añade: “No tenemos nada que guardar, ni que ocultar”.

Es asalto en alta mar del servicio de vigilancia aduanera a un barco pesquero sospechoso de guardar droga en su interior. Tras una vigilancia en helicóptero vieron cómo una lancha neumática trasladaba los paquetes al pesquero. En total 2.500 kilos de hachís.

Es parte del trabajo de esta tripulación. Impedir la entrada de esta sustancia desde Marruecos a las costas caditanas, en el sur de España, a través de los 14 kilómetros de mar que los separa.

Y aunque en desigualdad de fuerzas, mañana volverán a patrullar en estas aguas que separan el continente africano del europeo.

 

Con información de Yolanda Fernández, corresponsal de Noticieros Televisa.

 

AAE