Juan Hernández nació en la Ciudad de México, había tenido otros oficios antes de dedicarse a la carpintería hace 40 años.
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Para él un carpintero es un “canijo” que sabe tratar una madera, “y la madera es noble, pero hay que saberla moldear tiene espíritu, corazón, como una mujer, tienes que tratarla bien”, asegura Juan.
Sus conocimientos de maderas finas le han permitido permanecer en el mercado, que ha ido a la baja porque ahora la gente busca muebles prefabricados que son baratos, aunque duran menos.
La tala ilegal acabó con las maderas finas que se usan en México; salen del país, dicen, principalmente las que provienen de Quintana Roo.
“Ya madera no hay, como cedro, caoba, ya muy poca gente que te hace eso, la gente que tiene lana si te manda a hacer eso, pero ya casi no hay”, advierte Juan Hernández.
De diseños sabe poco, una fotografía es la guía del mueble que le pidan.
“Aquí me llega de todo, muebles que los ves fáciles de trabajar y están bien difíciles”, destaca Juan Hernández.
En los últimos años dice, se ha perdido el estilo rococó, el Luis XV, combinación de barroco-chino y francés; en general toda la ebanistería fina.
De acuerdo con el último censo del INEGI, en México, la población ocupada que ejerce el oficio de carpintero, es de 297 mil 197 personas.
Es un oficio predominantemente masculino, pues 98 de cada 100 son hombres. Su edad promedio es de 41 años.
Su nivel promedio de escolaridad es segundo año de secundaria. El carpintero gana más del salario mínimo diario. Michoacán es en donde más carpinteros hay.
Juan asegura que terminará su vida en este oficio que le ha dado para mantener a sus siete hijos, aunque su colmo, dice, es pasarse el día tocando madera.
Con información de Guadalupe Madrigal
HVI
