ARTE Y CULTURA

Cajitas de Olinalá son tradición artesanal de Guerrero

Olinalá es una localidad ubicada en la región de la montaña, a mil 600 metros sobre el nivel del mar, representa el punto más alto del estado de Guerrero.

Su nombre se deriva del náhuatl que significa “conjunto de los terremotos” o “cerca de los terremotos”. Una comunidad que es denominación de origen de nuestro país.

Su tarjeta de presentación al mundo es, sin duda, la “cajita de Olinalá”.

Las manos expertas de artesanos guerrerenses han transmitido esta riqueza artesanal de generación en generación, desde la época prehispánica.

“Aquella época no había cajas, sino lo que trabajaban eran guajes que ellos le nombraban bules, que los ocupaban para tortillas o los decoraban para mandarlos a otros centros ceremoniales más grandes, como regalos, o los trueques mentados que había”, narró el artesano Francisco Coronel Navarro.

Y desde entonces, se utilizan las mismas técnicas que aprendieron de sus ancestros. Cada pieza tiene un largo y meticuloso proceso, que contempla hasta 29 pasos de grabado, pintura y aplicación de laqueado.

“Consta de tres minerales y un aglutinante que en este caso es aceite de chía, los tres minerales es una dolomita que lo conocemos como Toltec, Toltelc, palabra náhuatl, es un óxido de hierro que conocemos como tecoxtle y una calcita que la conocemos como texicaltecriollo, esos tres minerales son la base fundamental de nuestras artesanías”, señaló el artesano Guillermo Guerrero Acevedo.

Se trabaja con la madera aromática del árbol linaloe, del cual se desprenden múltiples figuras y objetos, algunos sólo decorativos y otros con un sentido más utilitario como son bandejas, paneras, fruteros, alhajeros, biombos y baúles.

Cada artesano ha evolucionado sus técnicas a lo largo de los años. Don Francisco Coronel, por ejemplo, uno de los artesanos más antiguos y con un mayor número de reconocimientos de Olinalá, introdujo en la década de los setentas la elaboración de estas piezas con láminas de oro y plata.

“Antes se trabajó el oro aquí, lo trabajaron los indígenas, pero se perdió todo eso, ya cuando el licenciado Luis Echeverría, vino la reyna Isabel y quería regalarle algo nunca visto en el mundo. Mandó a que se rescatara esa técnica, pero ya fue con hoja de oro 23 quilates y medio y hoja de plata, y lo logramos hacer, que hasta el día de hoy lo seguimos trabajando”, enfatizó Coronel Navarro.

Aunque una puede parecerse a otra, la realidad es que cada pieza es única e irrepetible. Una riqueza artesanal y cultural, la más reconocida del estado de Guerrero a nivel mundial.

Con información de Karina Cuevas

KAH