Su nombre es Alfredo Sonorio Torres, tiene 40 años, es chofer, tiene esposa y tres hijos, y hasta hace poco le quedaban unos meses de vida.
El viernes 23 el tráfico de la avenida Lincoln se detuvo por unos minutos, a media tarde un helicóptero aterrizó, era el transporte urgente de un corazón donado desde la Ciudad de México.
“El donador estaba en la Ciudad de México, pero no había allá en aquella ciudad receptores. De haber habido receptores pues seguramente allá se hubiera llevado a cabo el trasplante”, dijo el doctor Héctor Martínez Chapa del Hospital 34 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Justo eso fue lo que le dio la esperanza de vida a Alfredo, quien la mañana del 24 despertó con el más grande regalo de navidad que pudo imaginar, volver a nacer.
“Tengo tres hijos y no quisiera no estar al cuidado de ellos. Quiero verlos crecer más, ver a mis nietos, tengo un hijo de 20 años que ya está grandecito y pues ir conociendo a mis nietos”, dijo Alfredo Sonorio, receptor de corazón.
El corazón que hoy late por Alfredo perteneció a un joven de 27 años quien murió al recibir un balazo en la cabeza. Un donante cuya familia tuvo la grandeza de autorizar la donación.
“Pues un agradecimiento verdad, y aquí está una parte de su hijo que todavía está vivo”, destacó el señor Alfredo.
Alfredo no cesa en agradecimientos al equipo médico del Hospital 34 y de la capital que durante 12 horas de cirugía llevaron a cabo lo imposible, extenderle la vida.
KAH
