html5VideoPlayer = $("video", $playerContainer)[0]; //Get the video html5 element
if (firstTime) {
html5VideoPlayer.pause(); //To avoid the video autoplay
} else {
html5VideoPlayer.play();
}
}
var esmas_dart_ord = Math.floor( Math.random() * 1E16 );
if(!isiPad) {
var videoTitle = escape("Botswana, el triunfo de lo salvaje (Parte 5)");
var linkBaseURL = "http://noticieros.televisa.com/programas-primero-noticias/2016-04-29/botswana-triunfo-salvaje-parte-5/";
var videoDuration = "00:010:32";
Estamos en el Desierto del Kalahari. Planicies interminables de tierra árida, en las fronteras de la "gran sed".
Aquí se pierde el Delta del Okavango. Simplemente se va, sin aviso se evapora en el polvo que levanta el viento. 930 mil kilómetros cuadrados de nada, que para muchas especies es todo, donde aves rapaces como el "secretario" buscan a su próxima presa.
El secretario es un ave en condición vulnerable que no caza desde el aire, sino en la tierra.
Pero hasta en este paisaje desolado existen oasis perdidos, donde cientos de ñus. y cebras se arremolinan en los abrevaderos. Pero, cualquier ruido, cualquier movimiento inesperado, cualquier sospecha de peligro será suficiente para provocar las estampidas del miedo.
Así es la vida en esta África sin concesiones, donde el instinto de supervivencia hace posible "El triunfo de lo salvaje".
Justo aquí, donde lo real parece imaginario, está el reino el suricato.
Se trata de un pequeño mamífero de la familia de las mangostas, que hace de este árido paisaje un rincón siempre agradable.
No pesan ni un kilo, apenas miden 35 centímetros, son inteligentes, sociables y curiosos, pero nos ven con cierta indiferencia. No representamos una amenaza.
Son los primeros rayos del sol y esta familia ya ha salido de su madriguera. Su ciclo de vida está asociado al ciclo del sol.
Mientras unos buscan alimento, los vigías observan la llanura en busca de sus predadores, que generalmente vienen del cielo.
"Están corriendo para unirse, pueden ver cómo evalúan (la situación) es todo un desafío a su enemigo que está arriba, por eso están evaluando (un posible peligro). Para nosotros es importante captar este comportamiento, que puede cambiar en cualquier momento. Lo más importante es captar estos momentos, todo el grupo está de pie, tratando de enfrentar al enemigo", narra Sande, guía Jack's Camp.
Desde el cielo, el águila marcial los acecha y lo saben. Tienen que ser cautelosos, por eso emiten peculiares sonidos que advierten del peligro.
"Es una amenaza para estos suricatos, puedes ver cómo en esa línea hacia abajo miran hacia arriba para saber qué hacer", añade Sande, guía Jack's Camp.
Los vigías protegen al grupo, mantienen el cuerpo erguido y nunca dejan de observar el cielo.
La vista de los centinelas es muy aguda, pueden ver directamente al sol y se saben defender y lo peor no es la mordida con sus 36 dientes, sino la fuerza de su quijada.
Los suricatos se la pasan escarbando. En 12 horas pueden cavar hasta 400 hoyos buscando comida. Siguen al líder del clan, que puede estar formado por 25 individuos, incluso más. Se alimentan de insectos. Su platillo favorito: los escorpiones, son inmunes a su veneno.
El grupo se encarga de enseñar a las crías a sobrevivir. Son territoriales y se organizan para atacar a otros clanes. La pareja dominante monopoliza los derechos de reproducción.
Lo que estamos observando es cómo la madre y sus crías se están acicalando, es un comportamiento que no habíamos observado durante varios días que hemos estado aquí y es de alguna manera entrar a la intimidad de esta familia de suricatos; después de una jornada larga de buscar alimento, ahora se están aseando.
En promedio sólo viven 14 años, así que algunos viven la vida loca.
Pero el mayor secreto del desierto del Kalahari está en los Kung, a quienes los occidentales llamaron "Bushmen" o bosquimanos. Cazadores-recolectores de la etnia San, que constituyen la cultura viviente conocida, más antigua, incluso anterior a la aparición de la población negra africana.
Un grupo de esta tribu nos permite acompañarlos. Son el único pueblo en el mundo que hoy puede hablarnos de nuestro pasado más remoto.
Desde hace 18 años los pueblos originarios del Kalahari han sido acosados por el gobierno y los intereses económicos de la industria turística y la extracción de diamantes. Los han expulsado de sus territorios, han limitado sus prácticas de subsistencia como la cacería y les han recortado el suministro de agua.
Pese a todo, los bosquimanos se niegan a desaparecer. Se estima que existen unos 65 mil bosquimanos en el sur de África y en el Kalahari, su tierra ancestral, apenas quedan alrededor de cinco mil.
Viven de forma primitiva, literalmente en el pasado, en un presente que parece no tener mucho futuro.
Despectivamente los señalan por vivir en la "edad de piedra". También les dicen "Basar-va", que significa "pueblo que no tiene nada", pero su riqueza cultural radica justamente en aprovechar todo, donde no hay nada.
Los bosquimanos tienen un conocimiento extraordinario de la naturaleza.
"Nosotros comemos las termitas que vuelan. Los chacales comen las termitas que hacen túneles debajo del suelo", explica un miembro de la tribu.
"Está escarbando y lo que está buscando es la planta de la que ellos toman el agua. De esta planta ellos le hacen unos pequeños cortes y con eso se hidratan. Es su fuente de agua aquí en el Kalahari", subraya Manuel Lazcano, fotógrafo y líder de la expedición.
"Así es cómo conseguimos agua y una vez que tomamos regresamos la planta a la tierra, (la plantamos) nuevamente. Sólo tomamos lo que necesitamos. También nos alimentamos de los árboles que dan frutos", añaden los bosquimanos
Poseen una tradición oral, que ha pasado de generación en generación y que utiliza un lenguaje sofisticado, con chasquidos.
Los bosquimanos no se parecen a otras etnias africanas. Su piel es más clara, sus cabellos más finos y su estatua más pequeña.
Se agrupan en clanes unidos por lazos de sangre. Los hombres cazan, las mujeres recolectan comida.
Son nómadas, siempre buscan agua. Sus aldeas son temporales. Le danzan al fuego. Le bailan al antílope.
"Utilizamos el excremento de cebra, para hacer el fuego. Las cebras comen pastizales suaves, sus desechos al secarse son como combustible. Con el fuego cocinamos, también lo usamos para hacer nuestros utensilios y con el fuego ahuyentamos a los animales, como los leones o elefantes", explican miembros de la etnia.
Cae la tarde en el Kalahari. Los miembros del clan se retan, en una especie de juego que les permite dirimir sus diferencias.
Aquí está la verdadera riqueza de Botswana, que vale más, mucho más que los diamantes y los safaris.
Son el último eslabón de los primeros pobladores de África y merecen una oportunidad, antes de que pierdan su identidad, su lengua y su sentido de la vida, porque entonces habremos perdido todos en esta maravillosa tierra, donde se gesta "El triunfo de lo salvaje".
.jpg)
