Niños regresan a clases en una prisión de Texas

TEXAS, Estados Unidos, sep. 15, 2014.- En un aula vigilada por cámaras de seguridad, alumnos de tercero y cuarto grado leen en español un cuento sobre ratones.

 

En un campo de futbol con césped artificial, estudiantes de séptimo, octavo y noveno grados juegan con entusiasmo y alboroto, sin prestar atención a los muros que rodean la cancha.

 

Para unos 200 niños inmigrantes que huyeron a Estados Unidos con sus madres, en su mayoría de Centroamérica, es otro día en la escuela, excepto que están en una prisión federal de inmigración y podrían ser deportados.

 

Las clases se imparten ocho horas diarias en el Centro Residencial del Condado Karnes. El currículo para los niños de pre kinder a 12mo grado es el mismo que tienen las escuelas bilingües de todo el estado. El día comienza con el juramento de fidelidad a las banderas de Texas y Estados Unidos, en inglés.

 

En medio de una ola de familias y menores no acompañados que llegan a Estados Unidos desde México, las autoridades han convertido lo que era una instalación para varones en Karnes, unos 80 kilómetros (55 millas) de San Antonio, en un albergue con capacidad para 532 mujeres y niños. Luego se coordinaron con un distrito escolar cercano para comenzar a darles clases.

 

El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) no permitió hablar con los alumnos ni con los maestros, y tampoco entrevistar a administradores escolares.

 

El Centro Residencial Karnes permite a los detenidos moverse libremente en toda la instalación y disfrutan de acceso gratis a internet, televisores de pantalla plana y una peluquería. En vez de guardias lo que hay son “asesores residentes”.

Con el fin de prepararse para recibir a las familias, la instalación compró libros en inglés y español para niños y pintó murales con personajes de dibujos animados, como un pulpo con un plato de comida en uno de los tentáculos en una pared de la cafetería, donde los detenidos pueden comer todo lo que quieran.

 

Sin embargo, algunos de los menores siguen traumatizados por el peligroso viaje de cientos de kilómetros al norte. Las autoridades escolares dijeron que aprender en esas condiciones es difícil, pero afirman que la escuela puede ayudar a los niños a socializar y adaptarse.

 

“No importa si se quedan en Estados Unidos o regresan a sus países, ahora están aquí y aprenden”, dijo Enrique Lucero, director de las operaciones de deportación del ICE.

 

Hay instalaciones similares en Leesport, Pennsylvania, y Artesia, Nuevo México. El centro de Leesport ofrece clases, mientras que el de Artesia planea ofrecerlas en pocas semanas.

 

Una de las familias detenidas en el Centro Karnes es de Brasil y unas cuantas de México, pero todas las demás son de Guatemala, Honduras y El Salvador, donde los inmigrantes huyen de pandillas callejeras, el narcotráfico y la extrema pobreza. Muchos han solicitado asilo en Estados Unidos.

 

En Karnes, nueve salones han sido convertidos en aulas, muchas adornadas con carteles patrióticos de águilas imperiales y fotos instructivas de billetes estadounidenses de diferentes denominaciones.

 

Durante la visita de la AP, niños de 8 y 9 años en mesas redondas leían en alta voz “El Mensaje del ratón”.

 

Cerca, otros de grados 11no y 12mo estudiaban en español un problema de álgebra en un pizarrón blanco. La respuesta a la que llegaron fue 6X+13×2.

 

“¿Están seguros?”, les preguntó el maestro con una sonrisa. “¡Sí!”, respondieron. Pero se habían olvidado de aplicar unos paréntesis. La respuesta correcta era 6X+6×2.

 

“Algunos pueden haber perdido muchas clases debido al viaje, los peligros. No es una empresa fácil”, dijo Michelle Brane, directora de derechos de inmigrantes de la organización neoyorquina Women’s Refugee Commission.

 

Brane mencionó una instalación de inmigración en las afueras de Austin que alguna vez albergó familias pero dejó de hacerlo en 2009 en medio de acusaciones de que se habían violado los derechos humanos. Allí los alumnos sólo recibían una hora de clases al día.

 

“No tengo duda de que esto será mejor”, dijo Brane del Centro Karnes, que su organización planea visitar. “Pero sólo porque tiene buen aspecto en la superficie no significa que no habrá desafíos”.

 

Lucero dijo que todos los niños se quedarán en la instalación de Karnes hasta que sean deportados, o liberados bajo fianza para que vivan en Estados Unidos con familiares o patrocinadores a la espera de audiencias judiciales de inmigración en el futuro.

 

HVI