Heridas que aún no cicatrizan en Perú

LIMA, Perú, sep. 12, 2014.- Las viejas heridas del terrorismo que azotó al Perú en las décadas de los ochenta y noventa aún no cicatrizan del todo.

 

No sólo porque todos los deudos de las víctimas, la mayoría campesinos pobres del ande, no han sido reivindicados con un justo pago de reparaciones económicas, también porque hasta hoy muchos de esos hombres y mujeres que perdieron la vida, no logran ser ubicados, continúan como desaparecidos y otros todavía no pueden ser identificados.

 

En esta guerra atroz, donde terroristas y militares violaron los derechos humanos de miles de peruanos y 22 años después de la captura de Abimael Guzmán, líder de Sendero Luminoso, un grupo de estas víctimas, 60 para ser más exactos, acaban de ser hallados en una fosa común en un lugar denominado “La Hoyada“, cerca del cuartel militar Los Cabitos y Totos en  Ayacucho, al sureste de Lima.

 

Sus cuerpos  irreconocibles esperan que sus familiares puedan por fin identificarlos. La única pista  disponible es la ropa que llevaban al momento de ser asesinados. Son telas raídas, incluso descoloridas, pero esconden el  clamor de inocentes que  demandan justicia aún más allá de los linderos de la muerte.

 

La labor humanitaria de  instituciones públicas y privadas ha permitido hoy que la impunidad de esos crímenes llegue a su fin y con ello  también el último capítulo  del peregrinaje de más de 25 años de los deudos que en su momento denunciaron la desaparición forzada de sus familiares.

 

Para contribuir al proceso de identificación, las prendas de vestir serán exhibidas en un local de la Defensoría del Pueblo en el barrio de San Juan de Lurigancho, el más poblado y pobre de Lima.

 

El fiscal de Ayacucho Juan Borja y el fiscal provincial Víctor Cubas han destacado la importancia de la exhibición de la ropa de las personas ejecutadas extrajudicialmente a fin que sus familiares puedan acudir y contribuir con el proceso de identificación, mediante otros procedimientos también  como el ADN.

 

Dicen que los muertos no hablan, pero en este caso, sus gritos silenciosos, ayudarán  en primer lugar a identificarlos y luego a gozar  del descanso eterno que hasta ahora les había sido negado.

 

HVI